17. Atrapada en mis pensamientos.

Ellie Goulding - My Blood (1:01 -1:43)

La mudanza no es fácil y mi familia la vuelve aún más complicada, pero no podía esperar menos de ellos.

Regina me llama al día siguiente de mi visita a nuestra abuela, para decirme que sabe lo que dije.

Espera la misma cortesía de mi parte —murmuró antes de finalizar la llamada.

No es como si pudiera esperar otra cosa de ella, pero la conversación que mantuvimos me dio la idea y sé, que no puedo confiar en Regina, especialmente en ella. Sabía que era cuestión de tiempo para que me traicione o me venda si al hacerlo podía conseguir un mejor trato.

Hice lo que ella hubiera hecho y se sintió tan bien.

Pero la mudanza también me da tiempo a pensar en varias cosas y una en particular llama mi atención: la mentira a mi familia. Cuando le dije a mi abuela que le pedí a Tobías que mienta porque él era un desconocido y no me importaba. No mentí. No del todo al menos, porque yo sabía que habría consecuencias, pero como no lo conocía y lo único que quería era regresar aquí, no me importaba cuáles eran para él.

Sabía que él estaría en problemas, pero le mentí y evadí ese tema.

Fui egoísta y solo quería recuperar mi vida. No me importaba Tobías o lo que le haría mi familia si se enteraban que mentía.

—¿En qué clase de persona me convierte eso? —me pregunto.

Paso mis dedos por mis sienes y una conversación con Tobías viene a mi mente.

—Sí tu familia es tan terrible y no puedes confiar en ellos, ¿por qué quieres regresar ahí? Amenazan con matarte, se lastiman y mienten, ¿por qué volver? Puedes tener algo mejor.

—Tal vez —respondo—. Pero no sabes lo que es ser una Black, estar tan arriba que nadie te puede tocar. Confía en mí, el precio a pagar, no es tan alto como piensas una vez que sientes el viento en la cima.

Caí y perdí los beneficios con los que crecí y fue duro.

El mundo fuera de la burbuja en la que mi familia y su poder me encerró, es un mundo al que no quiero regresar.

—Pienso que puedes tener algo mejor.

—Yo también lo creía. ¿Sabes? Fue así que terminé con Joseph, pero no volveré a comentar los mismos errores.

Aparto esos pensamientos y espero que las rejas de la casa de Morgana se abran. Es ella quien aparece en su puerta y me indica que pase.

—¿Quieres algo de beber? —pregunta con un toque de burla porque sabe mi respuesta.

—No.

—Bien, dime, ¿qué te trae por aquí? Y espero que no nos lleve mucho tiempo, tengo un vuelo hacia Boston en tres horas.

Está de espalda a mí, preparando con mucha atención un té.

—La fundación está financiando un programa de becas STEM —le empiezo a informar a Morgana—. Y, dado que eres la bonita cara de los laboratorios, será buena publicidad que hables en el foro donde haremos el anuncio de las becas. Aquí está todo lo relacionado y lo que debes saber.

Dejo la tablet con la información en la isla de su cocina.

—Lo coordiné con tu asistente para que no choque con tu agenda.

—Bien.

Se detiene y se gira muy despacio, sonríe en mi dirección y ladea la cabeza.

—Escuché lo de tu esposo, leí su evaluación médica. Bastante interesante. ¿Me dejarías estudiar su cerebro? Casi no hay posibilidades de estudiar personas en estado de coma y me ayudaría mucho con algunas investigaciones.

—Como quieras, me da igual.

Su esposo entra en la cocina y me saluda con esa falsa sonrisa que tiene, mantenemos una conversación superficial mientras Morgana termina de preparar su té y se lo entrega con una sonrisa.

—Gracias, cariño.

Mi prima retrocede cuando él intenta besar su mejilla y Frederick solo se ríe, tomando la taza de té y dándole un largo sorbo.

Una vez que nos volvemos a quedar solas, ella toma la tablet y empieza a revisarla.

—Le comunicaré a Ulises que nos diste autorización para estudiar a tu esposo.

—¿No hay nada que hagas sin decirle?

Se encoge de hombros.

—Es el director médico de los laboratorios, Minerva, tengo que informarle de este tipo de cosas, es él, después de todo, quien está mejor versado en el tema. Es su área de estudio. La medicina es lo suyo y la investigación es lo mío

No tengo memoria eidética como ella, pero recuerdo algo en particular que me dijo Ulises.

—¿Y él trabaja contigo en tu investigación de creación de órganos?

—Sí, te repito, es el director médico. Trabajamos juntos en este y otros proyectos. Así es como hemos funcionado desde que empecé a trabajar en los laboratorios.

—Veo.

Hago una nota mental de revisar algunos archivos.

Reviso mi teléfono para ver si tengo alguna llamada de Regina, pero nada.

—¿Acaso sabes porque Regina no está atendiendo su teléfono?

Ella mira el reloj plateado en su muñeca.

—Debe estar en el club de Killian.

—¿Él tiene un club?

A veces, con cada interacción que tengo con uno de ellos, me doy cuenta lo poco que los conozco y la forma en que me mantienen fuera de todo lo que los relaciona.

—Sí, uno muy privado y exclusivo que te recomiendo no visitar. Regina ama ir ahí, estoy segura que debe estar practicando Shibari en este momento. Uno de sus pasatiempos favoritos.

Hace un gesto con la mano para restarle importancia a sus últimas palabras.

—El nuevo medicamento ya fue distribuido en el hospital para niños, solo apto para mayores de trece años tal y como especificaron —le informo—. Por ahora solo se está distribuyendo a los niños en el área de oncología que han pasado las pruebas.

—Sí, Ulises me lo comentó, leí el informe. Casandra está lidiando con los medios y la junta directiva que piensa que no debemos darlo gratis. Ya sabes, lo de siempre.

—Lo sé, tuve una discusión con Gaia —le digo a Morgana y mi prima pone los ojos en blanco ante la mención del nombre de su hermana mayor—. Pero el distribuir ese medicamento es el primer proyecto que apruebo trabajando en la fundación, si algo sale mal es mi culpa y...

No puedo permitirme cometer ningún error —finalizo en mi mente.

—Lo entiendo y en lo referente a la fundación, lo estás haciendo bien, según lo que he escuchado.

Pero bien, no es suficiente. Si cometo un error la abuela... Solo debo estar unos meses aquí y luego me iré.

Me despido de Morgana y salgo hacia mí siguiente reunión y al finalizar mi día, hay un hermoso ramo de flores esperando afuera de mi ático.

Las flores no han dejado de llegar, un hermoso ramo diferente todos los días. Los estoy llevando a la terraza, pienso construir ahí un vivero. Incluso ya me contacté con una constructora.

—¡Mamá! Te extrañé mucho.

El niño choca contra mis piernas y me abraza fuerte, cierro los ojos con fuerza y aprieto mis manos en puños evitando tomarlo del brazo y alejarlo de mí.

Cada día que pasa, estar con él se vuelve una carga más pesada.

Olga, la niñera que contraté para que lo cuide, me da un resumen del día y de lo que ha hecho, pero yo no escucho nada de lo que dice. No me interesa.

—... ¡Y fuimos al zoológico mamá! ¿Por qué no viniste con nosotros? Fue muy divertido.

—¿Puedes llevarlo lejos?

No miro al niño o a la niñera y solo hago un gesto con la mano.

Escucho al niño quejarse un poco, pero no le presto mayor atención.

Tengo mucho trabajo que hacer.

Y así, caigo en una rutina, que se rompe solo cuando debo viajar a San Francisco por primera vez desde que mudé a New York.

Estar de regreso se siente como viajar en el tiempo, porque, aunque solo me fui hace mes y medio, una vez que me bajo del avión, vuelvo a tener veintidós años y estoy por cometer la peor estupidez de mi vida.

—No debería estar aquí.

Escondo las manos en mi abrigo granate. Es el mismo abrigo que solía utilizar cuando estaba en la universidad. Este abrigo pasó años protegiéndome del viento y la lluvia, pero no me pudo proteger de él.

—Lamento que mi egoísmo te siga poniendo en peligro.

Estira el ramo de rosas azules que sostiene en sus manos.

—Lo sé, y ya te dije, no deberías preocuparte por mí. Estoy bien. ¿Ves? Sigo de una sola pieza. Tan perfecto como siempre.

No debería haberle escrito y hacerle saber que estaría unas horas en San Francisco por algo de la fundación, no debería haber aceptado verlo.

Es peligroso. Está mal.

Sin embargo, aquí estoy.

—Me alegra verte, Minerva.

—¿Preocupado por mí?

Sonríe.

—Dada la forma en que nos conocimos, sí, por supuesto que estaba preocupado por ti.

—Te lo dije, no voy a saltar.

—Sí, te escucho, pero es un poco difícil creerte cuando aún tienes esa mirada en tus ojos.

Levanto una ceja y giro mi cara hacia él.

—¿Qué mirada?

—La mirada que tiene alguien que se acaba de dar cuenta de que al final, nada de lo que ha hecho ha valido la pena.

Nos detenemos en la acera y dejo que mis ojos vaguen sintiendo que todo, al igual que yo, se ha quedado congelado en el tiempo.

Juro que casi puedo escuchar los pasos de Joseph cerca de mí y su voz gritando mi nombre.

Y es porque, de alguna manera todo sigue igual. Sombrío y sin pretensiones de que las cosas vayan a cambiar.

—Tal vez es así —tarareo y seguimos caminando a un paso lento, sin prisa por llegar a ningún lado—. Me han metido en la cabeza todo tipo de mierda vitriólica desde que era pequeña y tienes que entenderlo... De hecho, no, no tienes que entender nada. Solo olvídalo.

—Lo entiendo.

Suelto un leve bufido y me disculpo un poco después.

—Es solo que no estoy acostumbrada a esto, a qué alguien intente entenderme y ver las cosas desde mi perspectiva sin juzgarme. Tampoco estoy muy familiarizada con que alguien no quiera algo de mí.

Creo que fue por esa razón que me encontré regresando a él a pesar que sabía que no era buena idea, pero necesitaba verlo, sentir y rodearme de su amabilidad. De la forma que tiene de hacerme sentir que las cosas van a salir bien incluso aunque ninguno de los dos sabe exactamente qué va a pasar.

—Está bien, Minerva. Estoy aquí para ti. Sin importar nada.

Por muchos años, una de las únicas cosas que quería era algo normal, algo bueno y que sea solo mío, de nadie más que mío y que no me lo puedan quitar. Una persona que realmente se preocupe por mí, que quisiera verme sonreír y que disfrutara pasar tiempo conmigo.

Que baja tenía la barra —me burlo de mí misma—. Tan poco me han querido que me confirmaba con esas migajas de nada. De lo básico y esencial.

Pero sí, eso era lo que quería y es un poco frustrante que ahora, todo este lío sea tan complicado. ¿Y que más podía esperar? Toda mi vida ha sido tan malditamente complicada; por una vez solo quisiera algo simple.

—Escuché que la fundación empezó su campaña de donación a los hospitales —comenta Tobías, creo que, como una forma de cambiar de tema—. Es algo muy bueno.

—Lo es, estoy muy orgullosa de aquello y quienes obtengan mejores resultados estarán en primera línea para ser parte de las primeras personas en tener un trasplante de órganos creados por Astra. Obviamente, solo de llegar a necesitarlos.

—Suena como si estuvieran utilizando a esas personas como ratas de laboratorio.

Niego con la cabeza.

—No, es algo seguro. Pasó todas las pruebas.

—Bueno, solo lo digo porque como dijiste, tu padre tenía sospechas de aquello.

—Sí, porque pensaba que se perderían millones, pero eso no va a pasar.

—Es un poco extraño porque es alguien que ha estado en ese negocio por años.

Me encojo de hombros.

—¿Qué otra razón tendría?

—No lo sé, Minerva. Tú conoces a tu familia mejor que yo.

Aquella conversación me acompaña durante el resto del día.

Con una sonrisa, estrecho la mano de los representantes de la universidad y cierro el trato. Un nuevo laboratorio y financiamiento para múltiples becas. Mi sonrisa se hace aún más amplia. Esto es lo que quería y debería haber estado haciendo desde hace años con la riqueza que mi familia ha ido acumulando gracias a proyectos inmorales.

Esto se siente como un paso hacia la reparación.

El sonido de mi teléfono me despierta y mi corazón se acelera con solo ver el número de quién me está llamando.

Me siento en la cama y atiendo la llamada.

—Lamento llamarla a esta hora, pero su esposo ha despertado. Le están realizando algunas pruebas y nos gustaría hablar con usted sobre cómo vamos a continuar ahora.

Me quedo sentada, mirando la pared frente a mí con mi corazón latiendo con fuerza y un peso en mi pecho que aumenta con cada respiro y latido.

Él sigue vivo y ahora ha despertado.

—¿Señora Black? ¿Sigue ahí?

Parpadeo varias veces y debo aclararme la garganta antes de hablar.

—Sí, aquí estoy. ¿Qué se supone que sigue ahora?

—Bueno, dependiendo de cómo vayan las pruebas, el paciente deberá realizar rehabilitación para retomar la movilidad de sus extremidades dado el tiempo que ha estado en coma y según los análisis preliminares, no recuerda una semana antes del día del accidente. Lo cual es algo bueno.

Entonces no recuerda los papeles del divorcio o esa conversación.

—Bien. Realice las pruebas necesarias y si considera que está óptimo para empezar la rehabilitación, hágalo. Tiene mi autorización. También quiero que él no reciba visitas. Nadie. Soy la única persona que puede verlo y cuando esté listo para ser dado de alta, hágamelo saber.

—Muy bien, señora Black. Eso haré. Que tenga una buena noche.

Termino la llamada y dejo el teléfono en la cama.

Sigo sentada en silencio y mirando la pared por no sé cuánto tiempo hasta que, todo es demasiado y un grito desgarrador se escapa de mis labios. Mi garganta arde y mis ojos empiezan a lagrimear.

La rabia ruge en mi pecho y la ira ciega a todos mis demás sentidos, nublando mis pensamientos.

—Deberías haber muerto. ¡Deberías estar muerto! ¡¿Por qué sigues vivo?! ¿Por qué tu recuerdo me sigue torturando de esta manera?

Pero entonces pienso que, simplemente dejar que muera no parece ser suficiente.

Empiezo a pensar que me sigo sintiendo de esta manera porque si él solo muere aquello no va a satisfacer mi sed de venganza. Necesito más. Quiero que sufra al menos la cuarta parte de lo que yo sufrí. Quiero que se sienta pequeño e insignificante, así como él me hizo sentir a mí. Quiero quitarle todo. Dejarlo sin nada y que dependa absolutamente de mí.

Y con aquello en mente un plan se forma en mi cabeza.

—¿Para qué querías verme? Se rápida, tengo una reunión con el equipo médico en dos horas. Ya tenemos las primeras evaluaciones del último avance.

Morgana entra en mi ático y se detiene con sus ojos verdes rasgados fijos en el niño en la sala, lo mira como si fuera un espécimen extraño.

—¿Es ese el pequeño bastardo de tu esposo? Vaya, ¿cómo toleras verlo?

—No es para eso que te llamé —le digo—. Mi esposo despertó del coma y ahora iniciará la rehabilitación, creo que estará aquí en dos semanas y me gustaría tener una bebida que ofrecerle.

Eso llama la atención de Morgana.

Parece contenta de que estemos hablando el mismo idioma y comenta por lo bajo al respecto.

—Lo sé, vi sus escáneres y tengo justo lo que necesitas. Una pequeña dosis en el té de la mañana y otra dosis antes de dormir y listo.

—¿Y por cuánto tiempo tendría que darle ese té?

Ladea la cabeza y mueve la mano.

—Tres semanas. Sí quieres más tiempo, recomiendo solo una dosis en la mañana y pasando un día. Lo cual debería darte menos de tres meses.

—Perfecto.

Mi teléfono suena y me disculpo con ella para atender la llamada, es del hospital y me dan las últimas actualizaciones de Joseph y su condición, también me dice que no ha dejado de preguntar por mí y que han tenido que sedarlo en varias ocasiones.

Al regresar a la sala, veo que el niño se acercado a Morgana y que tiene los ojos rojos por lo que sea que ella le dijo.

—Intentó tocarme y le dije que, si lo intentaba de nuevo, cortaría sus manos.

—¡Morgana!

—No me digas que el pequeño bastardo te importa.

—Por supuesto que no, pero suele ser difícil que deje de llorar una vez que empieza y no estoy de humor para lidiar con él.

Estoy pensado en conseguir una niñera para los días que Olga tiene libres.

Desde que me dijeron que Joseph despertó, mi odio hacia el niño ha aumentado.

—Bueno, espero que no llore o de lo contrario también deberé cortar su lengua.

Se ríe y mira al niño, quien corre y se esconde detrás de mis piernas, provocan que Morgana se ría más fuerte.

Es extraño escucharla reír. Es algo que casi no hace.

—¿Cuantos años tienes, Morgana? ¿Cinco?

—Prometo pagarle la terapia.

Y vaya que este niño lo va a necesitar.

Morgana se despide de mí y me dice que me dará el complemento para el té mañana.

—¿Quién era ella?

—Mi prima.

—No vas a dejar que corte mis manos. ¿Verdad?

—¿Sabes? Si te sigues portando mal, tal vez te deje con ella. Así que será mejor que no llores o te llevaré a vivir con Morgana.

Continuo con la rutina que me he establecido tratando de mantener a raya mis emociones y el que Joseph ha despertado. No me sirve de nada seguir dando vueltas en aquello cuando tengo tantas cosas que hacer.

Especialmente hoy que estoy teniendo un día largo.

Me sirvo una copa de vino y jugueteo con mi teléfono antes de llamar a Tobías, él contesta al tercer tono.

—Lo siento —es lo primero que sale de mis labios, y sueno algo confundida, como si no supiera porque lo estoy llamando—. Es solo que he tenido un día pesado, pero conseguí cerrar un gran trato y no sé, solo quería decírselo a alguien. ¿Puedo terminar la llamada si estoy molestando?

—No seas absurda, me alegra que hayas llamado. Entonces, dime, ¿de qué se va aquel trato que cerraste?

Su interés suena genuino y sonrío antes de dar un sorbo a la copa de vino.

¿Por qué no te conocí antes? —me pregunto.

Aquella pregunta ha estado dando vueltas en mi cabeza con más fuerza desde mi última visita a San Francisco.

—Es un financiamiento para llevar agua potable a poblaciones que no tienen acceso a ella.

Continúo describiendo de que va todo eso y como y cuando se empezará a llevar a cabo.

Tobías me escucha, no sé si con atención, pero de vez en cuando me hace un par de preguntas sobre el tema. Así que asumo que al menos está escuchando algo de lo que digo.

—¿Alguien te ha dicho alguna vez lo increíble que eres, Minerva?

—¿Qué?

—El mundo no entiende la suerte que tiene de tenerte.

Sus palabras son suaves, pero cargadas con sinceridad.

No sé qué debo decir.

—Gracias —es todo lo que sale de mis labios.

Lo escucho tararear al otro lado de la línea.

Suelto un suspiro.

—Esa no es la única razón por la cual llamé.

—¿Y cuál es la otra razón?

—Joseph despertó del coma hace casi tres semanas y mañana le dan el alta.

Cierro los ojos con fuerza recordando la conversación que tuve con el niño donde le contaba que su padre iba a venir aquí a vivir con nosotros, pero que no debía acercarse a él, porque su padre era malo y quería hacernos daño.

¿Y por qué tiene que venir? Sí es malo debe estar lejos. No quiero que te haga daño —me dijo el niño.

Le respondí que estaríamos bien y que al tenerlo aquí podíamos evitar que lastime a otros.

—¿Cómo estás? ¿Necesitas algo? ¿Quieres que vaya? Puedo ir y...

—No, no puedes venir. Sabes que no.

Quisiera, pero no puedo seguir siendo egoísta con él y ponerlo en peligro.

Ya de por si Tobías tiene la mala suerte de haberse encontrado con una Black.

—No importa, puedo ir si me necesitas.

—Estoy bien.

—¿De verdad?

—Sí, aún no quiero saltar.

Cambio de tema después de eso y le pido que me cuente sobre su día. Hablamos de flores y recetas de comidas. Hablamos de todo un poco hasta que ya es demasiado tarde y debemos finalizar la llamada.

No duermo nada. No podría, aunque quisiera, porque me debo preparar mentalmente para volver a ver a Joseph, y, a pesar de toda la preparación mental, una vez que nuestras miradas se vuelven a encontrar... Me doy cuenta que nada podría prepararme para esto.

—Hola, querido esposo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top