13. Conociendo a los Black.

Ulises.

¿Cuál es la raíz de todas las cosas? El dinero. Dominio. Poder. Y, sobre todo, el conocimiento. Yo, por supuesto, los tengo todos. Estoy hasta arriba en la pirámide de poder, viendo cómo me entregan todo en bandejas de oro o diamantes porque incluso la plata está por debajo de mí.

Pero una vez que tienes el poder, tienes que saber qué hacer con él.

Hay que aprender que hacer con las riquezas y como incrementarlas, la forma que uno debe moverse en las fiestas lujosas y evitar los escándalos o eso puede afectar la bolsa de valores.

El dinero puede comprar cualquier cosa, incluso personas —sobre todo ellos—, solo hay que decir la cantidad correcta y ellos aceptan. ¿Quienes? Cualquiera. Personas que quieren saber lo que es la buena vida, que quieren saborear, aunque sea por un misero instante lo que es el verdadero poder y el lujo.

Sí, el dinero lo es todo, especialmente en mi mundo.

Mi mundo conociste en lujos, dinero y negocios. Y no hay nada que me importe más que yo y mis negocios en Astra.

Excepto...

La puerta de mi oficina se abre y sé que es Morgana, incluso aunque mi mirada esta fija en la computadora frente a mí. Ella y mi madre son las únicas personas que pueden entrar aquí sin ser anunciadas.

—Tengo algo para ti —le informo.

Cierro la laptop y miro a mi prima.

Si hay algo que siempre he admirado de ella es como le gusta ser, sin importar nada, la persona más inteligente en el lugar donde está.

El conocimiento es poder —me suele decir, regodeándose por lo inteligente que es.

—¿Qué es?

Señalo la caja en la esquina del escritorio color plata y Morgana sonríe antes de abrirla, pasando con cuidado sus dedos cubiertos por los guantes negros por el listón hasta quitarlo.

No tuve hermanos o hermanas, lo cual me parece bien, no me gusta compartir, pero si supiera que mi hermana sería como Morgana, no me importaría. Ella es la hermana que me hubiera gustado tener. Igual a mí en casi todo y superior a mí en otras cosas.

—¡Ulises!

Sostiene el frasco de vidrio con los globos oculares del hombre que lideraba la protesta afuera de los laboratorios.

Morgana sonríe y levanta el frasco contra la luz para observar mejor el contenido del recipiente, menciona una práctica Sumeria y hace una comparación con una práctica de la civilización Maya. Fascinada por el regalo que le acabo de dar.

—¿Estás feliz ahora?

Su sonrisa se hace aún más amplia.

—Sí.

Le gusta "coleccionar" los globos oculares de las personas que entran a su lista negra, dice que los ojos son las puertas del alma y así, ella se asegura que el alma de esas personas siempre le pertenezca a ella.

Es un poco retorcido, y, aun así, la miro como si fuera la persona más hermosa del mundo, pero eso se debe a que Morgana lo es. Ella podría asesinar un autobús lleno de niños y yo buscaría una manera de justificarla.

¿Por qué? A excepción de ella las personas me resultan aburridas e insignificantes. Con Morgana puedo hablar de cualquier tema, lo que sea y ella tiene una respuesta, una opinión real.

Después de mí, es la persona más importante en mi vida. No creo que alguna vez pueda odiarla, no importa lo que ella haga.

—Eres mi favorito.

Deja el frasco sobre el escritorio para rodearlo y acercarse a mí, deja un beso en mi mejilla y pasa su dedo por la máscara que cubre la mitad de mi cara.

Si alguien —excepto ella—, se atreve siquiera a mirar aquella máscara por más de cinco segundos, será una de las últimas cosas que haga, y nadie que me conozca, es tan estúpido como para hacerlo.

—Recuerdo cada palabra que dijo, la forma en que las dijo, los gestos y micro expresiones. Recuerdo su ropa y la gota de sudor que resbalaba por su frente. Y lo recordaré hasta que me muera, ¿no es eso lamentable? El tener que recordar cosas como esas.

—¿Qué pasaría si te dijera que hay una manera de limpiar al mundo de personas como esas? —tomo su mano entre las mías— De impedir que aquellos medicamentos y aparatos médicos que creamos vayan a cualquiera, como al hombre de la protesta. ¿No es tedioso que todo nuestro esfuerzo y conocimiento se desperdicie en personas que no valen la pena? Pero si logramos eliminar a esas personas, ¿no sería lo ideal?

—¿Te refieres a crear nuestra propia idea de extinción selectiva? Eso suena un poco a complejo de dios de tu parte.

Tal vez.

—Pero te agrada la idea, ¿verdad, Gana?

—¿O qué? Si digo que no, ¿estaría en tu lista de personas a eliminar?

—No, sería una vida muy aburrida sin ti —respondo—. Somos tú y yo contra el mundo. ¿Recuerdas?

—Siempre.

Si tengo que elegir entre los dos, ella sabe cuál es mi elección y yo sé muy bien cuál será la de ella.

*******

Gaia.

El teléfono suena en mi escritorio y maldigo en mi mente antes de responder.

—¿Qué sucede?

—Su madre está aquí.

—¿Tiene una cita? —pregunto, aunque ya conozco la respuesta.

Tengo demasiadas cosas que hacer como para hablar con mi madre, pero ella no se irá sin conseguir lo que quiere.

—No.

—Déjala entrar —le indico a mi asistente en un tono duro.

¿No debería saber ella mejor que nadie que no tengo tiempo que perder? Es tan difícil conseguir buenas asistentes hoy en día.

Tan solo un momento después, mi madre entra en mi oficina. Vistiendo toda de beige, con un abrigo largo abierto que deja ver su camisa y pantalón.

No me levanto de mi silla y solo espero a que mi madre se acomode frente a mí escritorio.

—Madre.

—Gaia —la voz de mi madre es severa, al igual que sus gestos.

En sí, toda ella muestra severidad y esa es solo otra confirmación a mi hipótesis de que está visita de su parte, no será agradable y espero que aún quede alguna aspirina en mi bolso porque la voy a necesitar cuando ella se vaya.

—¿Por qué has venido?

Mi madre no se inmuta ante la dureza y frialdad en mi tono.

—¿No puede una madre visitar a su hija? Especialmente porque hace semanas que no nos vemos.

Eso es algo que sé muy bien.

Alejada de ella sin que me está vigilando de forma constante, aunque claro, eso es mentira, mi familia está constantemente sobre mi para que afronte las diversas situaciones que por A o B motivo se presentan: las múltiples entrevistas, enfrentándome a los periodistas y a multitudes de personas que nos culpan de todos sus males. Entre otras cosas.

Como si a nosotros nos importara que se han quedado sin trabajo o cuántas bocas tienen que alimentar. Si no tienen dinero, ¿entonces por qué tienen hijos? Además, nosotros no somos junta de beneficencia.

—Te vi en el funeral de mi tío y si no nos hemos visto aparte de eso, es porque ambas quedamos en que era lo mejor. ¿Recuerdas?

Entrecierra los ojos ante mis palabras y, por un breve momento, creo sentir dagas reales atravesando mi cuerpo.

—Dime que quieres, tengo trabajo que hacer.

—Si, lo he visto.

Hay algo en su tono que me irrita.

—¿Qué quieres decir, madre?

—¿Ahora te conformas con estar detrás de la bambalina y dejarles la gloria a otros? No fue así como te eduqué. Tienes la capacidad de conseguir grandes cosas, utilízala.

Me burlo.

Ella no me educó ni a mi o mis hermanas. Fuimos educadas por institutrices a las que mis padres y abuelos les decían como debían educarnos y que lecciones debíamos aprender.

Pero está bien, fue mejor de esa manera.

—Con todo lo que está sucediendo, no puedes dejar que Casandra este en tu misma línea de meta hacia el puesto de CEO de Black and Company. Sabes que nadie lo merece más que tú.

—Madre...

—Solo piénsalo, yo eduqué una líder, no una seguidora. ¿Por qué limitarse?

Me levanto de mi escritorio.

—¿Crees que me estoy limitando? ¿Tan poco me conoces? Madre, no tienes idea de lo que soy capaz para conseguir lo que quiero.

Mi madre se ríe entre dientes. Ella sabe a lo que me refiero.

Cuando hace años tuve que elegir entre la vida que quería y el amor, elegí esta vida. Le rompí el corazón al hombre que amaba y lo dejé, claro, mi vena egoísta no podía permitir que él se vaya. Así que lo mantuve como mi chófer, aún lo es porque no me gusta compartir.

Y él se mantiene a mi lado porque me ama.

El amor nos vuelve tan patéticos. No puedo creer que él haya pensado que yo, Gaia Black, dejaría todo por él, un simple chófer. ¿Qué vida podría darme? Si ya lo tenía todo, incluso a él, tal y como lo necesitaba: en silencio y a escondidas.

—Bueno hija, veamos por cuánto tiempo más ese chofer se queda a tu lado mientras ve cómo te casas con otro hombre para aumentar tu fortuna.

Sonrío.

—Si estás tan desesperada por la vida de tus hijas, ve y habla con Regina.

—Sabes que ella no escucha a nadie —me dice—. Te dejo, veo que tienes cosas importantes que solucionar. No te olvides de la lección más importante.

—Jamás.

Primero yo.

Segundo yo.

Tercero yo.

Y siempre yo.

*******

Casandra.

Aprieto los puños a mis costados y reprimo las cosas que quiero decir.

Está reunión de la junta parece no terminar nunca. Hasta ahora, he escuchado a cuatro hombres diferentes decir exactamente lo mismo con diferentes palabras.

No puedes hacer eso.

Y si hay algo que detesto, es que me digan que hacer.

Pero los dejo hablar y decir que mi proyecto es una mala idea y que es terrible, una mala inversión y un montón de otras cosas que al final no importan porque es obvio que ninguno de los hombres aquí presentes sabe de lo que están hablando, ya que todos los expertos con un cerebro qué si funciona, ya dieron el visto bueno y dijeron que todo estaba en perfectas condiciones para poner en marcha este proyecto.

Si soy sincera, no le veo el sentido a esta reunión, pero acepté en un intento de ver si tenían algo bueno que decir. Error. Y obviamente he sido demasiado amable con ellos hasta el momento, pero eso se acabó.

Me levanto de mi asiento y observo a todos en la sala de juntas.

—Les agradezco a todos por exponer sus puntos, pero como es de conocimiento general, la última palabra la tengo yo y ya tomé una decisión. Este proyecto ya está en fase inicial, me reuní con los directores de los demás departamentos y todos hemos llegado a la decisión de que es viable. Por lo tanto, está discusión ha terminado y antes que alguien diga algo, recuerden que si empezó está reunión, fue por mi así que soy la única que la puede terminar y quién tiene la última palabra. Gracias.

Así sin más, salgo de la sala de juntas, dejando a todos sentados mirando como me alejo.

Mi asistente me recuerda que tengo una cena programada con mi esposo y pienso, ¿qué sentido tiene ir? Él no va a llegar, nunca llega. Está demasiado ocupado suspirando por Gaia, su mejor amiga y eterno amor, aunque por supuesto, como el gran drama griego que esto es, Gaia —quien ya está buscando su tercer esposo—, quiere a su chófer.

Claro, no lo ama lo suficiente como para dejar todo por él, pero no la culpo, ¿quién de nosotros haría eso? Solo Minerva, pero ella siempre fue la buena Black.

—Gracias, eso será todo por ahora.

Mi chófer ya está listo para llevarme a casa, pero levanto una ceja al ver a Charles, el hermano menor de mi esposo, parado junto a mi auto.

Cuando me ve salir de las empresas, se acerca a mí con una sonrisa.

—Aquí no —le digo antes de rozar de forma casual su labio inferior con mi pulgar.

Un gesto casi afectuoso que podría pasar desapercibido para ojos curiosos, pasando como algo inocente.

Le hago una seña con mi mentón y se gira hacia mí auto, dónde el chofer ya tiene abierta la puerta para nosotros. Hay un vidrio que nos separa del chófer, algo útil en estos casos y todos los vidrios del vehículo son tintados.

Espero hasta que el auto avanza para girarme hacia Charles.

—¿Qué haces aquí?

—Escuché que tienes una cita con mi hermano y como ambos sabemos que no va a llegar, pensé que podría ser un buen cuñado y acompañarte.

Estamos sentados tan cerca, tanto así, que estoy prácticamente en su regazo, y en un rápido movimiento de su parte, él me sienta en su regazo, tirando de mi pierna para que me siente a ahorcadas sobre él.

Coloco mis manos sobre sus hombros para estabilizarme.

—¿Y qué se supone que haremos ahora?

—Lo que dije, estoy siendo un buen cuñado y acompañándote.

Sujeta mi cintura antes de dejar caer sus manos sobre mis muslos para frotarlos y masajearlos mientras mantiene su barbilla levantada y sus ojos fijos en mí.

Sonrío y paso mis dedos por su cabello castaño.

—Tengo tanta suerte de tenerte como cuñado —susurro cerca de sus labios.

Levanta una mano y cepilla mi cabello hacia atrás, de forma afectuosa.

Esto es solo un juego para ambos, que empezó por la misma razón: venganza hacia mi esposo.

Charles se quería vengar de su hermano por la misma vieja historia de peleas entre quien de los hermanos es mejor que el otro, y yo, porque hirió mi ego al estar conmigo pensando en alguien más, entonces me dije, ¿con quién podía estar para herirlo de la misma manera? Fácil. Su hermano, la persona que él detesta.

Y me funciona. Esto me ayuda a lidiar con ese infierno de matrimonio día a día. ¿Por cuánto tiempo más me va a funcionar? No tengo idea.

—Mi trabajo es servir —me dice.

Me mira como si fuera la persona más hermosa del mundo y luego, con una mano, sube mi vestido y mueve mis bragas hacia un lado sin romper el contacto visual. Su pulgar roza mi clítoris y yo muerdo mi labio observando su reacción.

—Pero solo a mí.

—Sí, solo a ti.

Finalmente me besa.

Y por ahora, esto es suficiente.

*******

Killian.

Escucho la puerta de mi ático abrirse, pero no me giro para ver quién es, ya lo sé. Reconocería sus pisadas y el olor de su perfume en cualquier lugar.

—Dioses, ¿qué te sucedió?

Sus pasos se hacen más firmes contra el piso conforme se acerca a mí.

—La botella se resbaló —le explico—. Lo cual es una pena, era una buena botella. Muy, muy buena.

Lana pone los ojos en blanco y me guía a través de mi ático oscuro hasta el baño y enciende el interruptor.

Miro nuestras manos unidas y no puedo evitar una sonrisa. Su mano es tan pequeña y cálida contra la mía.

—Siéntate —ordena.

Se recoge su cabello castaño rojizo y busca el botiquín de primeros auxilios, una vez que lo encuentra murmura algo sobre la cantidad de sangre en mi brazo.

En realidad, la herida ni siquiera me importa.

Me quejo e intento retirar el brazo cuando Lana empieza a limpiar la herida, y maldigo por el ardor en mi piel mientras ella trabaja en casa corte.

Sus labios están fruncidos, trabajando en curarme y yo me distraigo con la forma en que sus ojos brillan ante la luz, o los pequeños gestos que hace: arrugar la nariz, morder su labio inferior o el interior de su mejilla.

—Te ves muy hermosa está noche.

No. Ella se ve hermosa todas las noches, cada día a cada hora y segundo.

La mujer más hermosa que han visto mis ojos y casi lo tuvimos todo. Casi. Cómo me duele esa jodida palabra.

Nos íbamos a casar, pero entonces mi familia tuvo que hacer lo que mejor sabe hacer y llevó a las empresas de la familia de Lana a la bancarrota, convirtiéndola así, en otra familia más que los Black han destruido.

Porque si hay algo en lo que somos expertos es en eso: destruir y hacer dinero.

—Ahora no —me dice Lana.

Ella suelta un suspiro.

Pienso que no me importaría causarme más heridas si eso significa poder estar cerca de ella, porque su mano cerca de la mía se siente reconfortante y me siento tan aliviado al tenerla cerca.

Después de vendar la mano herida, Lana se levanta y exhala, veo sus hombros caídos en una clara señal de derrota.

Estás semanas tampoco han sido fáciles para mí. Fue peor después que Lana me mandó un mensaje para decirme que su familia quería que se case con el hijo del hombre que va a comprar lo que queda de su empresa familiar.

Después de recibir ese mensaje la fachada se quebró y me sentí tan miserable.

—Mírame —me súplica.

—No. No creo que sea necesario.

¿No entiende ella que no puedo hacer eso?

—Amor, por favor, mírame.

Sus dedos rozan mi mentón y gira mi cabeza para que la mire. Sus dedos acarician mis mejillas y frota su pulgar contra mi piel, sonríe cuando yo me Inclino ante su toque.

—Cariño, ¿qué estamos haciendo?

Tomo su mano y nos llevo de regreso al sofá de la sala.

Ambos nos acomodamos lo más cerca que podemos.

—No tengo idea —respondo.

—Hemos estado corriendo en círculos y lastimándonos unos a otros, ¿para qué?

—¿Te lastimé? No soy yo quien se va a casar con otro.

Sus dedos se congelan contra mi piel y detiene sus caricias contra mi mejilla.

Siento algo extraño para alguien como yo: culpa. Me siento culpable al darme cuenta de lo que he dicho y de la dureza de mi tono, porque Lana no tiene culpa de nada.

—Yo... Tienes razón.

—No, no la tengo. Estás haciendo lo que está en tus manos para ayudar a tu familia, lo entiendo.

Vuelve a soltar un suspiro.

El silencio reina por un largo momento.

Vámonos de aquí —me pidió cuando se hizo público que su familia estaba en la ruina y mi familia me pidió romper el compromiso y alejarme de ella porque estar cerca era malo para la imagen de los Black—. Vámonos lejos. Solo seremos tú y yo. Por favor, huye conmigo.

No puedo —le dije—. Lo siento.

No podía dejar a mi familia, los conozco, se de lo que son capaces.

—Ojalá nuestra historia hubiera sido diferente.

—Sí, ojalá yo hubiera sido un poco más valiente.

Me da una sonrisa acuosa antes de inclinarse y besar mi mejilla.

—Cuídate, Killian.

Tomo su mano y dejo un beso en su palma.

—Tú también, Lana.

No nos despedimos. Nunca hay un final cuando se trata de nosotros.

Al menos no mientras mi familia no se entere que ella me visita en secreto.

*******

Regina.

—Stefan —sonrío ante la sombra de su silueta—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Pasando a su lado para tomar mi bolso, ignoro la forma en que sus ojos recorren mi cuerpo.

—¿No vas a decir nada? Porque no tengo tiempo para adivinanzas, tengo una cita a la que asistir.

Da un paso hacia mí.

—¿Con quién?

—¿Estás borracho? —se la respuesta, pero de todos modos hago la pregunta.

No ha se debe haber bebido más de dos o tres copas, porque lo conozco lo suficiente como para saber cuándo está ebrio y ahora no lo está, un poco mareado quizás, pero aún sabe lo que hace y dice.

Y eso vuelve todo esto más interesante.

—Dime, ¿quién es él? ¿Quién es tu cita? —su tono exigente me hace sonreír— ¿Quién?

—No tengo porque darte explicaciones, Stefan. Tú y yo no somos nada. Algunos días ni siquiera me agradas y los otros días, soy yo quien no te agrada a ti.

Tampoco somos amigos. A veces no sé cómo definirnos. Todo empezó cuando estábamos en lados opuestos de una negociación. Yo gané, por supuesto y para celebrar, lo invité a cenar, tuvimos sexo y nos seguimos reuniendo de forma casual después de ese encuentro. Era divertido, pero entonces, él quiso más y eso no es lo mío. Y aunque lo fuera, no lo elegiría a él para sentar cabeza.

—Ve a casa, Stefan.

Levanto una ceja cuando él se ríe.

—¿No me vas a decir, Regina?

—No.

La sonrisa traviesa que tenía en mis labios se pierde en el camino cuando Stefan me atrapa entre él y la pared. Sin pensarlo dos veces, envuelvo mis piernas largas y delgadas alrededor de su cintura y coloco mis brazos alrededor de su cuello.

Reprimo un gemido ante la forma que sus dedos se ciñen contra mi piel.

—Antes de que te vayas —murmura contra mis labios y siento su aliento áspero, una mezcla de whisky y algo mentolado—. Mírame y dime qué él te hace sentir mejor que yo.

Sus labios rozan la piel de mi cuello y su agarre se vuelve más impaciente, como si nunca quisiera soltarme, pero siendo consciente de que es algo que tiene que hacer.

—Mírame y dime qué no sientes nada por mí y no te molestaré más.

Stefan es un Reagan, una importante familia con una empresa Fortune 500 y que tiene tratos con Black and Company, pero es un bastardo, incluso aunque lleva el apellido Reagan, sigue siendo un bastardo y yo soy una Black, no puedo bajar de nivel y estar con él.

Por supuesto, es algo que le he dicho y no se lo tomó bien.

Solo eres un bastardo a quien tu padre reconoció —le dije—. Y ni siquiera vas a ser CEO de Reagan Corp. Al menos lo pensaría si ese fuera el caso.

Lastimé su ego, pero me da igual.

—Vamos. Dilo.

Incluso sí intento no responderle, la rudeza de sus acciones me excita demasiado y él lo sabe. Los besos que está dejando contra mi cuello, la forma que sus dedos recorren la piel de mis muslos, como me presiona contra la pared y su pecho está sobre el mío, provocan que cada pensamiento racional abandone mí mente.

Suelto un gemido cuando él encuentra el punto de mi pulso y lo mordisquea antes de acariciarlo con su lengua.

—¿Qué pasa, Regina? ¿Por qué no dices nada?

Un gemido involuntario se escapa de mis labios y me regaño mentalmente al ver cómo los labios de Stefan se curvan hacia arriba en una sonrisa

—¿Qué? No puedo escucharte.

Me presiona más cerca de la pared y el resto del lugar se traga cada gemido que se escapa de mis labios ante las caricias de Stefan.

Sus dedos se envuelven alrededor de mi cuello y lo siento apretar lo suficiente sin llegar a lastimarme, para después acariciar la piel con delicadeza y obligarme a mirarlo antes de soltarme.

—Haz lo que quieras con él. Haz lo que quieras con las personas que te dé la gana. Tienes razón, no somos nada. Pero no te atrevas a negar que lo que tenemos es bueno y que cualquiera de ellos te va aburrir. Que ninguno de ellos te va hacer sentir como yo.

Deja un fugaz beso en mis labios y se gira para irse, dejándome deseando más de estos perversos juegos que nos encantan jugar.

—De todas formas, regresaras a mi —digo con una sonrisa—. Todos siempre vuelven.

A estas alturas él ya debería saber, que me encanta jugar y que siempre juego para ganar.

*******

Morgana.

Recojo mis cosas y tomo mi abrigo para salir.

—¿No me vas a decir a dónde vas?

Lo ignoro y sigo caminando hacia la puerta. Cuando intenta acercarse a mí, retrocedo, evitando que me toque.

Lo miro por encima de mi hombro y noto la sonrisa en sus labios.

—¿Qué crees que dirían las personas si supieran la razón de porque no te gusta que te toquen? ¿O si vieran las cicatrices en tu cuerpo?

Se aleja, caminando hacia la licorera para servirse un trago, ya está algo ebrio, pero no lo suficiente como para no recordar después está discusión.

—Dada tu aberración a qué te toquen, dudo que tengas un amante, así que dime, ¿a dónde vas?

Últimamente ha estado más exigente sobre querer saber a dónde voy algunas noches. Insistiendo en que le diga y cuando me niego, desemboca en una discusión.

—Ningún lugar que sea asunto tuyo.

Sin decirle nada más, salgo de la casa. Dirigiéndome al auto e indicándole a mi chofer la dirección.

Cierro los ojos durante todo el viaje hasta la casa afuera de la ciudad. Sonrío cuando llegamos y no espero que me abran la puerta, lo hago yo misma y prácticamente corro hacia la casa.

—¡Nana!

La mujer sentada contra el espaldar de la cama, levanta la mirada del libro en sus manos y sonríe al verme.

Deja el libro en su regazo y abre los brazos.

—¿Cómo está mi niña hermosa?

—Te extrañé, Nana.

La abrazo muy fuerte y dejo un beso en su mejilla cuando me alejo, ella busca mi mano y la sostiene entra la suya, pasando su pulgar por mi dorso, le hago una seña y alejo mi mano para quitar mis guantes antes de volver a tomar su mano.

—La bendición, Nana.

Me inclina hacia ella.

—Que Dios y la Virgen te bendigan mi niña.

No creo en ese tipo de deidades y mucho menos en religiones, pero mi Nana sí y sé que ella solo tiene las mejores intenciones hacia mí al darme la bendición.

—Te he extrañado, mi niña.

—Quería venir antes, pero no he tenido tiempo.

Pasa sus dedos por mi mejilla y sonrío ante el gesto.

Muevo mi cabeza hacia la puerta al escuchar las pisadas de Bianca, la ahijada de mi Nana y también su enfermera personal.

—Hola, Morgana. Es bueno verte.

—Igual. ¿Cómo se ha portado mi Nana? ¿La estás cuidando bien?

Bianca pone los ojos en blanco y se sienta en la silla vacía cerca de la ventana que da al jardín. Un hermoso jardín que hice plantar especialmente para mi Nana porque ama las flores.

—Por supuesto que la estoy cuidando bien, me ofende la pregunta. Por cierto, leímos el artículo sobre ti. Mi madrina lo puso en la sala con orgullo.

Ya se sobre qué artículo hablan, sonrió y le digo a mi Nana que no era necesario que lo haga, pero ella dice que sí porque está muy orgullosa de mí.

Mi Nana es la única persona junto con Ulises que me han demostrado cariño genuino, y por quienes me preocupo. Las únicas personas que realmente me importan. Ella es la razón de porque estoy tan empeñada en la creación de órganos, porque necesita uno que funcione. Ya le hicieron un trasplante de corazón, pero no fue suficiente, necesitará un nuevo en un tiempo y yo se lo daré. Diseñaré el mejor corazón para ella.

No me importan las personas que deban morir para que lo consiga o a quien deba arruinar, nadie me va a detener. Nadie.

—Pero dime, mi niña hermosa, ¿estás durmiendo? ¿Te estás alimentando? No debes olvidar cuidar de ti.

Por supuesto que no duermo, las pesadillas no me dejan. Pero si como, no lo hago tres veces al día, pero algo es algo.

Le miento y le digo que sí, para proceder a cambiar de tema y hablar de mi proyecto y otras cosas que no la vayan a preocupar. No me gusta que ella tenga preocupaciones y mucho menos por mí.

Me quedo conversando con ella hasta que se queda dormida, e incluso un poco después, sigo hablando y me quedo a su lado, porque me siento segura con ella y eso es algo que no suelo sentir.

—Me tengo que ir, si surge algo me lo haces saber. No importa la hora.

—Lo sé y ya escuchaste a mi madrina, no olvides cuidarte de ti misma. No creas que no noté que cambiaste de tema cuando te preguntó si estabas durmiendo.

Reprimo la sonrisa ante el tono de Bianca, suena como una hermana mayor o al menos como se supone que debería sonar. Ninguna de mis hermanas se ha preocupado por mí, así que no estoy segura.

—Lo haré, ¿alguna otra orden?

—No, eso será todo por ahora.

Me despido de Bianca con una sonrisa y camino hacia la puerta, saliendo y caminando hacia mí auto, pero me detengo en seco al verlo, de pie frente a mí.

—Hola, querida esposa.


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