Capítulo 22: "Un nuevo encuentro"

POV Dégel.

—Recuérdame darle el expediente a Sofía para la próxima cita. Y también la reunión con Antares. Traerá una accionista para completar con los papeles pendientes.

Deuteros continuaba dictando todas los detalles que nos faltaba por completar con la empresa y el contrato, sin embargo, mi mente no podía estar más distraída que hace dos segundos. En los malditos segundos donde mencionaba la presencia de Antares en la reunión. Y sí, lo admito. Acostarme con él fue la peor cosa que pude haber hecho en mi vida porque nunca consideré la posibilidad de seguirle viendo y de su constante burla.

Muy tonto de mi parte por cierto.

¿En qué rayos pensabas, Dégel? ¡Era obvio! Si acaba de firmar un contrato con su empresa, escapar de él no era una opción. Mucho menos cuando se empeña en buscarme y joder mi estabilidad.

Claro, pero a mí nadie me mandó a dejarme poseer por ese idiota encantador.

—Hey, Dégel. Estás arruinando las hojas —. Me las arrebata mientras me dedica una mirada de reproche.

Oh genial, ni siquiera me había dado cuenta de lo que estaba haciendo. Y es qué... Admito que me frustra un poco la situación por la que estoy pasando. Sé que solo fue una noche, nada de que preocuparse. Pero me siento mal conmigo mismo porque nunca me había sentido tan ofrecido con alguien.

—Perdón, Deuteros. Realmente lo siento — tapé mi rostro con ambas manos, reposando los codos sobre la mesa —. Estaba pensando en otras cosas. 

—¿En algo o en alguien? — me dice con cierta burla. Toma asiento frente la laptop y yo lo miro de frente.

—¿Por qué debería ser en alguien? — respondí lo más neutral que pude, ocultando mi asombro por preguntar cómo deducía eso último tan fácil.

—No sé, desde que nos vimos con Antares has estado más inquieto de lo inusual. Como si entre ustedes dos hubiera pasado algo — esta vez me lo dice con más seriedad, levantando su vista de la computadora y mirándome fijamente.

Traté de mantener mi compostura, pero no pude. Al menos no cuando abrí mis ojos con sorpresa y mis labios se separaron brevemente.

—¿Entonces acerté? — preguntó divertido.

—¡No! ¡No es eso! — me apresuré a decir —, es que... Ya sabes que nuestro primer encuentro no fue el mejor y... Temo que haga otra de sus escenitas que acaben con mi paciencia. Suficiente tengo con que sea familia de un amigo de mi hermano Camus.

Con solo recordarlo, me entra unos deseos enormes de que la tierra me trague y me escupa en un lugar donde la suerte juegue de mi lado y nadie me reconozca. De verdad, de todas las posibilidades que existen en este mundo para no encontrarme nuevamente con ese bandido de cabellera azul, resulta ser familia de un amigo de Camus, y como si fuera posible, también está el terrible hecho de habernos revolcado en la cama. ¿Podía estar peor?

—Oh ya veo... Eso me hace ver que pequeño es el mundo jajaja — ríe sin descaro. 

Quizá sí lo sea después de todo.

—Andando, los accionistas ya deben estar ahí —. Acomoda su saco antes de salir, y yo sigo sus pasos.

Me sentía más relajado. Este es mi trabajo, para esto estudié y pasé noches en vela, para lograr mi objetivo, no debería dejar que alguien rompa mi estabilidad con esa sonrisa.

Esa maldita sonrisa encantadora...

—Hey, Dégel — me llama. Sacudo mi cabeza y vuelvo a la realidad —. Te veo distraído.

—Estaba pensando en otras cosas, no te preocupes. Suelo ser algo despistado en las mañanas.

—Espero que eso no afecte mucho a la junta, eh.

—Yo espero que no — suspiro.

En esa junta no solo estaría Kardia, sino que otras seis personas más. Acostumbraba a estar rodeado de mucha gente, de toda clase, pero a pesar de los años que llevo en esto, los nervios a veces me juegan una mala pasada.

Veo que Deuteros se detiene en la perilla de la puerta, y antes de entrar me da una mirada llena de seriedad.

—Solo recuerda algo, los escorpiones son venenosos y peligrosos. Para evitar que te piquen, ándales de lejos.

—¿Uh? — digo confuso. Él cierra los ojos y se encoge de hombros.

Antes de que pudiera continuar con mi curiosidad y siguiera preguntándole, abre la puerta, encontrándonos con los agentes más importantes de todo aquel negocio.

¿A qué... Se refería con eso? ¿Y por qué escorpiones? ¿Acaso tendrá algo que ver con Kardia o con los demás?

Bueno... Sea lo que sea, lo dijo muy en serio.

Conozco a Deuteros, todas las cosas que me ha dicho siempre han sido directas y sin rodeos, es por eso que le tengo un aprecio más allá de empleado a jefe. Podría considerarlo un amigo también, cuando él se divorció pasó por una etapa terrible. Sin embargo, yo estuve ahí para apoyarle.

—Muy buenos días, señores —. Saluda, mientras toma asiento, y yo prefiero sentarme a su lado, como de costumbre.

Observo a Kardia sentado enfrente silencioso, y por primera vez, lo vi con esa seriedad que nunca tenía y carecía, esa sonrisa burlona que siempre adornaba su rostro, había desaparecido.

¿Se habrá enojado por lo que sucedió en la mañana?

Ups...

—Muy bien, ¿Podemos comenzar? — la mujer a su lado retoma la palabra, acomodando los papeles en el folder.

La miro curioso. Su físico me sorprende. No porque fuese fea, más bien era lo contrario a toda esa palabra. Sus hebras eran rojizas y con bellas ondulaciones que caían a cada lado de sus mejillas, mientras aquella blusa blanca manga larga hacía notar sus buenos atributos. 

—¿Por qué no empiezas con todo, nena? — Kardia sonríe coqueto después de estar todo ese rato en silencio.

La chica le corresponde con una mirada seductora y se acerca para susurrarle al oído. Veo como ríe después de escuchar lo que le dice y se encoge de hombros.

—No es parte de mí, pero me encantaría — susurra, ella toma uno de sus cabellos y lo acomoda detrás de su oreja, mordiendo sutilmente su labio inferior.

Es bastante incómodo cuando es la única mujer en una reunión de puros hombres, donde la mayoría se encontraba absortos en su escote y en sus perfectas piernas y no en lo que ella iba a presentar a continuación. 

Decido apartar mi vista y dirigirla a los papeles, no me interesa ver cómo esos dos se coquetean.

—Dégel, checa esto — me llama Deuteros. 

Trato de enfocar toda mi atención en él pero no puedo. No cuando puedo ver claramente como esa mujer toma la mano de Kardia y la lleva justamente a sus piernas descubiertas, mientras le seguía hablando al oído.

—¿Qué opinas, está bien? — me pregunta.

—Uh... Eh... — tartamudeo, viendo aún por el rabillo del ojo como seguían su juego coqueto.

—Pst, Dégel, ¡Espabílate! — chasquea los dedos frente a mí rostro con una mirada filosa.

Pero que idiota, ¿En qué rayos estoy pensando? ¡Él tiene razón! Ni siquiera estoy presentando atención alrededor, solo a esos dos idiotas.

Gruño con frustración y asiento.

—Lo lamento, Deu. En realidad no lo sé, no alcancé a leer, estaba pensando en otra cosa, perdóname —. Me disculpo secamente.

No porque su actitud me haya hecho sentir ofendido, sino porque yo mismo me busqué ser reprendido enfrente de todos los accionistas, y Kardia, quién me observo unos segundos y desvío su mirada a la chica esa.

—¿Seguro? Porque si no estás bien, puedes ir a refrescarte un poco —. Sí sí, sé que estaba más distraído que de costumbre pero tampoco hacía falta hacerme pasar por un ridículo.

—Estoy bien.

Él me mira con una ligera sospecha, pero no me dice nada.

Nuevamente enfoco mis ojos en ellos. Me molestan. Me molestan, y mucho.

—Si me permiten... — ella se levanta de su asiento.

Y... Oh rayos. Es bastante alta, a parte de los tacones que tenía, la enagua hacía resaltar sus curvas exageradamente. En definitiva era una mujer preciosa.

¿Y saben por qué resalto todo esto? Porque al parecer, la mirada de Kardia no se pierde en ella. Sí, ¿Quién no la notaría? Imposible no hacerlo, pero al menos podría disimular un poco.

Ella pasa a su lado, y observo como la sigue con su mirada, especialmente a su trasero.

Descarado.

—Bien, podemos comenzar con las ganancias y precios que van en aumento — retomo la palabra ignorando lo que acaba de ver, mientras saco algunos papeles del portafolio.

—En realidad, sugiero que eso quede para lo último. No me parece prudente comenzar con el motivo de la reunión. Primero hay que aclarar otros puntos antes de comer la cereza del pastel — me dice la pelirroja.

—Sí, pero me parece mejor ir al grano, ¿Por eso estamos aquí no? La mayoría tiene cosas más importantes que hacer después de esta reunión. No hay que atrasarnos con pequeños detalles — le dije, mientras ella jugaba con la batuta (que servía para señalar la pizarra) entre sus manos.

—Le recuerdo que esos pequeños detalles, pueden convertirse en grandes problemas si usted le resta la importancia que realmente tienen, como todo en este contrato.

—Y yo le recuerdo que los pequeños detalles se hablan entre los inversionistas, no en una simple junta de gráficos y tablas — comenté, mirándola fijamente.

No pensaba perder mi punto de vista por el suyo, además, con solo ver, eran de esas típicas mujeres berrinchudas que si no hacen lo que ellas quieren, dan un escándalo. 

La tensión se siente en el aire, y me percato a los segundos de esto cuando aclaran la garganta.

—¿Por qué no deja a la dama empezar como ella lo desea, Aquarius? — Kardia me observa seriamente.

¿Qué pretende? ¿Defenderla? Claro, con un par de piernas bonitas ofrecidas quién no.

—Mejor respóndame usted, Antares. ¿Por qué gastar tanto tiempo en una reunión que ya se tenía previsto el tema a tratar? — lo desafío con el mentón ligeramente levantado.

Parece meditar lo que me va a responder, pero antes de que pudiera hacerlo, ella continúa.

—No, él tiene razón — me mira desafiante —. Si tanto le precisa, ¿Por qué no es usted que de la reunión entonces? Yo le cedo mi puesto, ¿Joven...?

—Aquarius — contesté.

—Ángel, mucho gusto —. Se presenta.

—Y respecto a su propuesta, no gracias. Después de todo para eso está usted aquí — le di la razón.

Y aunque odiara hacerlo, sé que ella tiene todo el derecho de manejar esto a su antojo. Yo no soy más que la mano derecha de Deuteros, y mientras él no meta la cuchara en esto, yo tampoco tengo el derecho de hacerlo.

—Me alegra que lo comprenda, y ya que así lo hizo, empezaré como yo quiero.

Desgraciada. Eso era lo que estaba esperando, que de algún modo u otro le diera la razón.

Lo demás podría decir que fue historia, mucho blah blah, y nada de interés de mi parte, tampoco me molesté en ocultarlo. Después de todo ni siquiera me estaba presentando atención, ¿Cómo lo sé? Pues toda su atención estaba en Kardia, parecía que todo su discurso lo estaba haciendo para él, puesto que era al único que miraba, y a los demás de vez en cuando para "disimular". Sin embargo, era obvio que esa mirada seductora y movimientos de cadera iban para una persona en toda la sala.

Kardia por su parte, no era tonto, sabía que todo eso iba para él. Solo se limitaba a reír cuando ella decía alguna estupidez que solo ellos entendían, y a mirarle con coquetería mientras ella hacía lo mismo.

Los son igual de idiotas. Lo único que deseo con toda mi alma es largarme ya de aquí, al menos tener el primer receso que debería ser en menos de tres minutos.

—Creo que esta sería la primera parte, muchas gracias por su atención — dice, sonriendo "dulcemente" —, nos veremos en veinte minutos, pueden tomar el receso.

¡Al fin!

Rápidamente tomé mis cosas para salir lo más pronto de ahí. No obstante, era bastante obvio que esos dos querían estar a solas, puesto que ninguno se molestó en salir.

¿Pero saben qué? No les daré el gusto.

—¿Desean algo de tomar? Iré a la cafetería, no sé si gustan algo.

—No, gracias. —responde Ángel con ganas de fusilarme. Jaja, entiendo que lo único que desea es quedarse a solas con Kardia.

—Ahora que lo dices, a mí se me antoja un té verde, gracias —me dice Kardia, sin mirarme.

¡Mírame, idiota!

Me abstuve de hacer una escenita que podría arrepentirme más tarde, y tiré con fuerza la puerta cuando salí.

Bien, no me importa que esos dos estén deseando irse a revolcar en una cama, no es cosa de mi incumbencia, además, lo que haga Kardia con su vida, me tiene sin cuidado. Pero sin duda alguna lo que más me molestó, es la clara intención de esa mujer para hacerme quedar mal. ¿Y saben por qué? Porque la cuestioné en toda la reunión, y en varios casos no me supo responder. Tampoco digo que sea tonta, en realidad era bastante inteligente, lo suficiente para contraatacarme en muchos puntos.

Llegué a la cafetería, y pronto pedí el té que Kardia me había encargado, y el café que deseaba desde la mañana. No tardaron ni cinco minutos cuando ya el pedido estaba listo.

Tomé las dos bebidas, y me dirigí hasta la sala de juntas donde habían quedado esos dos juntos. Tengo dos opciones, abrir sin pedir permiso, o hacerlo. ¿Cuál sería la mejor idea? Sabía que podía interrumpir CUALQUIER cosa que estuviera pasando ahí.

Pero como no me importa, quiero y puedo hacerlo, voy a entrar sin tocar.

—Oh... — fue lo único que sale de mis labios cuando entro.

Sabía que algo estaba pasando. Justo como lo suponía.

—Disculpen que interrumpa su momento, pero vine a dejar esto por acá. Tómatelo antes de que se enfríe —. Me dirigí a Kardia sin mirarlo. No cuando sé que su lengua está hasta la garganta de esa mujer, o eso es lo que se nota a simple vista con ese beso obsceno que comparten.

La mujer se separa de él y me voltea a ver con cara de pocos amigos.

—¿Te importa? — inquiere.

—No. Ya me iba. —le dedico una última mirada de decepción a Kardia y salgo por esa puerta, sin decir absolutamente nada.

No me afecta, lo juro. Lo único que me decepciona es lo bajo que ha caído, dejarse guiar tan rápido por una mujer y caer en sus garras, pero también sé que ningún hombre en su sano juicio se perdía una oportunidad con ella. Tengo que reconocerlo, tiene todo lo que un hombre le gusta, es bonita, de buen cuerpo e inteligente.

A pesar de todo no culpo a Kardia, él tuvo suerte.

—¿Y es que tú no hiciste lo mismo con él?— me digo a mi mismo entre risas. De igual manera yo había sido el que había caído en sus garras también, ni culpo a Ángel.

Me tomo mi café en silencio, mientras espero que alguien más entre a la sala, no quiero encontrarme con la misma escena de hace unos segundos atrás.

Finalmente termino mi bebida y desecho el vaso en el basurero. No pasa mucho tiempo cuando veo a Kardia salir de allí, y buscar a alguien con la mirada.

En estos momentos lo único que deseo es ser invisible para que no me vea, pero como de costumbre, mis plegarias no son escuchadas y siento su presencia acercarse cuando finalmente logra encontrarme.

—Pensé que te quedarías ahí —dice, y suelto una risa sarcástica.

—¿Para qué? ¿Para ver cómo se comían la boca a besos, y le metías la lengua hasta la garganta? No gracias, si quisiera ver porno barato mejor lo veo en mi casa —me cruzo de piernas.

Su presencia me molesta, más de lo que ya. Deseaba tirarle el café que hace poco bebía, encima, justo como lo hice en la mañana con su coche.

—No seas tan orgulloso. No creas que he olvidado lo que pasó en la mañana.

Si antes me arrepentía por haber hecho eso, pues no sabe cómo lo disfruto en estos momentos.

—¿Ya terminaste? —digo desinteresado.

—Vine por ti, la junta está por empezar de nuevo.

—Aww, ¡Kardia el considerado! —me burlo—. ¿Por qué no vas con ella? Si se trata de ti, lo más seguro es que te esté esperando con las piernas abiertas, Antares. Deberías de ir a consolarla, ya que eso es lo que tanto te gusta.

No me dice nada, su seriedad tampoco me permite saber lo que está pensando. Aún así no permanece mucho tiempo en silencio y continúa.

—¿Así como tú?

¡Imbécil! 

Me contuve de soltarle una cachetada. No podía en un lugar como este.

—Hacéme el favor y no te atrevas a compararme con ella, Kardia. Es lo único que te pido si quieres permanecer con tu preciada descendencia. ¿Me oíste? —. Su comentario me enfureció tanto, que no me interesaba soltarle un golpe aquí mismo.

Él suelta una carcajada y me toma del mentón.

—Porque no admites que estás tan celoso que no soportas tan siquiera que la mire, te carcome los celos, Dégel —ríe. 

Aparto su mano de un manotazo y no dudo en levantarme para encararlo.

—No me toques. Nadie te ha dado el permiso de tocarme.

—¿Qué no? ¿Ni cuando mis manos ya se adueñaron de cada rincón de tu cuerpo? —sonríe triunfal—. Admítelo y la dejaré en paz, en realidad esa mujer es solo para una noche.

—Si esa es tu mediocre excusa para justificar que quieres ir a follartela, puedes hacerlo ahora mismo. Nadie te está deteniendo, por la junta ni te preocupes porque al fin y al cabo yo no soy el que va a perder. 

Él solo parece divertirse. Claro, le divierte mi situación, ni siquiera me está tomando en serio. Es un reverendo idiota.

—Me encantas más así —. Se acerca con claras intensiones de besarme. Doy un paso hacia atrás y me contengo lo suficiente para no pegarle.

De por sí, anhelaba con todo mi ser hacerlo.

—Ni te atrevas a besarme cuando hace unos segundos compartías saliva con ella. Así que basta de juegos y vuelve a la sala, imbécil.

Dispuesto a volver a mi sitio en esa sala de juntas, paso a su lado sin dirigirle la mirada. Tampoco pensaba hacerlo en lo que quedara del día, ya era tiempo de cortar con el jueguito que nos teníamos. Lo de nosotros solo fue una noche.

—Espera un momento —. Me toma del antebrazo y me jala hacia él —. La ley del hielo no funciona conmigo.

Recordé lo que Deuteros me dijo antes entrar a la sala... Entonces, decido sacarlo.

—Y a mí los escorpiones me tienen sin cuidado —. Sin esperar una respuesta de su parte, me zafé bruscamente y me alejé lo más pronto que puede.

No estoy realmente seguro si anteriormente Deuteros se refería a Kardia como los escorpiones, pero tampoco me importa decírselo, fuera por él o no, tiene toda la razón. Antares es peligroso y venenoso como un escorpión, y para evitar su picadura mejor le ando de lejos, como tuve que haber hecho desde un principio.

¡Pero no! Dégel quería jugar con fuego. Y desgraciadamente tarde o temprano, el que juega con fuego, termina por quemarse.

Después de entrar a la sala, y terminar con lo que nos faltaba, no me permití mirar a Kardia en todo ese rato, ni siquiera disimuladamente, a la mujer esa tampoco me interesaba verla. Lo único que me dediqué fue a releer una y otra vez el portafolio que estaba sobre mi mesa, importándome poco si los demás compartían sus ideas.

Deuteros notó ese cambio, por lo que, una vez que la reunión terminó, me invitó a almorzar junto a él. Y la verdad, necesitaba desahogarme con alguien en estos momentos, y por lo que veo, todo lo que implique a Kardia, no puedo contárselo a Camus. 

—Hey, Dégel. ¿Vamos? — Toma las llaves de su auto. Asentí.

Fui por mí carpeta, mientras él iba al parqueo de la empresa. Una vez que salí de la oficina, fuí hasta el ascensor, dándome la sorpresa de que no estaba vacío, desgraciadamente.

Aún así no le di gusto, y me adentré.

—¿Te vas con él? —me pregunta cuando las puertas del ascensor se cierran, y solo quedamos él y yo.

—¿Algún problema? Es mi jefe —dije sin voltear a mirarlo.

Kardia chasquea la lengua, pero no me dice nada. Tampoco insistí, no me interesa la curiosidad que tiene en su pregunta.

—Me molesta —confiesa al cabo de unos minutos.

—No debería por qué. Es mi jefe y amigo también, además, no tengo que por qué darte explicaciones. Así que, guarda silencio. No quiero escucharte.

Veo como frunce el ceño y se voltea en mi dirección.

—¿Por qué tan chúcaro, Dégel? No me digas que Ángel te hizo algo, porque que yo sepa, ella no hizo nada más que entregar un excelente informe.

Ángel aquí, Ángel allá.

—Jaja, no me digas Kardia. ¿Cuánto te pagó para que dijeras eso de ella? Ah no espera, me imagino que pronto resolverán eso en un motel — deseo reír, pero ahora mi voz sale seca y venenosa.

No quiero que piense que estoy celoso, porque no, la verdad es que estoy perfectamente bien. Pero desgraciadamente no puedo controlar lo que digo.

—¿Tú qué sabes? — se acerca a mí, hasta acorralarme en la pared del ascensor. Quiero escapar pero pone sus brazos a cada lado, evitando que lo haga.

—Suéltame por las buenas — amenazo.

—Alguien debería enseñarte modales, señor celoso. ¿La otra noche no te bastó? —. Y antes de que pudiera detenerlo, estampó sus labios contra los míos.

Me sostiene de las muñecas, evitando que puedo alejarlo de él. Entonces, me remuevo entre sus brazos tratando de escapar.

Siento sus labios besarme con persistencia, intentando tener el dominio que generalmente siempre impone.

¿Pero saben qué? No me importa lo que voy a hacer a continuación.

—¡Auch, Dégel! —se separa inmediatamente, quejándose.

Mordí sin remordimientos su labio inferior con fuerza. Él lleva una mano a su labio lastimado.

No me arrepiento.

—Déjame dejarte algo en claro, lo de nosotros solo fue una noche. No creas que porque me acosté contigo tienes todo el derecho en decidir lo que hago o no. Y que te quede muy claro, Antares. Ya tienes a la mujer esa de piernas largas esperando por ti abiertamente. Así que vete y disfruta todo lo que quieras, porque nosotros, no somos nada. Y para que te quede en claro, que ni siquiera existe un "nosotros".

La puerta del ascensor se abre justamente en el momento indicado. No espero ni un segundo y me encamino con rapidez hacia el auto de Deuteros, quién ya se encontraba esperándome.

Abro la puerta del auto, y me abrocho el cinturón de seguridad.

—¿Listo? —me pregunta.

—Vámonos.

Durante el camino ninguno se atrevió a decir algo. Aunque, si hubiéramos querido no se hubiera podido puesto que Deuteros paso casi todo lo que restaba de la carretera hablando por teléfono sobre asuntos pendientes que tenía con otras empresas, mientras que yo, me dedicaba a mirar con aburrimiento hacia la ventana, escuchando la poca música del radio.

—¿Qué te parece si almorzamos aquí? — me pregunta, aparcando el auto frente a un restaurante.

—Me parece bien...

Pronto entramos al lugar y pedimos la mesa más alejada de todos los demás clientes, ya que se veía bastante lleno y siendo sincero no me gusta comer en público.

—Dégel hay algo que quiero comentarte, y es que hace unos días llegó el correo a la oficina. Cómo sabes, la mayoría son sobre cuentas pendientes y facturas. Sin embargo, hubo una que llamó mi atención —de su saco, saca un sobre blanco—. Esta era para ti.

¿Qué?

—Sabemos que algunas otras veces tu correo llega a la oficina cuando se trata de asuntos pendientes y demás. Pero esta, es especialmente para ti —me la extiende.

Veo el sobre con recelo, no tenía nada de extraño, era blanco y con las estampillas en su lugar, pero... ¿Una carta para mí?

No esperé más y la tomé entre mis manos, aún con un rostro confuso.

—No me mires a mí, yo nada más la aparté de los otros correos para entregártela.

—Ya veo. Pero... Presiento que esta no es como la de otros correos normales —le echo un vistazo rápido al remitente, y me percato de un pequeño detalle importante— ¿Qué... Rayos?

Abrí mis ojos totalmente sorprendido, incrédulo por el lugar de donde provenía la carta.

—¿Es algo malo? —me pregunta seriamente.

¿Qué si es algo malo? Pues hasta que no abra la carta y no la lea, no estaré en paz con ello. Si ya de por sí el lugar era bastante extraño, no me quiero imaginar su contenido.

—Es... De Francia —lo miro preocupado—. Y yo ni siquiera tengo nada pendiente en Francia, hace muchísimo que dejé mi país natal para estudiar aquí en Grecia junto con mi hermano.

Aunque ahora que lo pienso, podría tratarse de futuras universidades interesadas en las increíbles y prestigiosas notas de Camus. Nunca lo he hablado con él pero... Sé que extraña la cuna donde nacimos, donde crecimos, el lugar que fue testigo de nuestros mejores momentos de la infancia, el lugar que forjó nuestras memorias. Y también... El lugar donde perdimos a mamá y al hombre que alguna vez llamamos padre.

—Quizá se trate de universidades para él —dije, abriendo el sobre. 

—¿Y si son familiares?

Lo pienso por un momento.

—No, no lo creo. Los únicos familiares que tengo son por parte de mi madre y ellos perdieron la comunicación conmigo hace mucho tiempo.

—Dime una cosa, Dégel. ¿Has pensado en algún momento volver a tu tierra natal, y dejar todo en el olvido? ¿Estarías dispuesto en volver solo por Camus?

Son preguntas que no puedo responder. Y no exactamente porque no puedo, sino porque no quiero. Sé que si nos mudamos nuevamente, mi hermano tendría que comenzar una nueva vida, mientras que por mi parte, tendría que renunciar a mi trabajo actual y buscar otro que me de soporte para vivir con él. Alejarme de Deuteros y de la empresa, de todo lo conocido.

Sería muy díficil pero... Si es por él, haría lo que fuese. Si su deseo es volver a Francia, no se lo impediré.

—Eso dependerá de su decisión, y como hermano mayor, mi deber es estar ahí para él, apoyándolo desde el fondo de mi corazón.

Suelta una risita y desvía la mirada.

Finalmente saco la carta para poder leerla.

El peor error que pude haber hecho.

Desde este momento, todo mi mundo comenzó a desmoronarse lentamente. Si hubiese sabido con anticipación el contenido de esta carta jamás la hubiera abierto. Mi vida como la conocía, la vida de Camus...

¿Qué hace una maldita carta como esta aquí en Grecia?

Esto tiene que ser una jodida broma. Una muy mala. Un maldito sueño del que no quiero despertar. Porque de todos los mundos habidos y por haber, me tocó el mismo donde ese hombre aún respira, y vive.

—Hey, ¿Estás bien? —siento la mano de Deuteros posarse sobre la mía. Miro sus ojos y estos me observan con preocupación.

Yo... Yo no puedo afrontar esto.

—No... No lo estoy —confirmo, mirando fijamente hacia la mesa.

—¿Qué? Dime qué ha pasado. Sabes que puedes contar conmigo.

—Esto es malo, muy malo... Deuteros, realmente esta carta acaba de arruinar mi vida y la de Camus... ¡Por Dios, Deuteros! ¡Camus! ¿Ahora cómo le diré esto? ¡¿Cómo?!

—Hey hey, tranquilo...

—¡No puedo, simplemente no puedo! Se suponía... ¡Se suponía que nunca en mi vida lo volvería a ver! ¡Tampoco quiero que se acerque a Camus! ¡¿En qué demonios estaba pensando cuando mandó esta mierda?! —arrugué con fuerza el papel entre mis manos, mientras unas amargas lágrimas comenzaban a recorrer mis mejillas.

No pude más. Me derrumbé ahí mismo, cansado, y con todos los recuerdos que invadieron mi mente en ese momento, ¿Por qué aún no podía borrar esas memorias? ¿Por qué después de tanto tiempo, permanecían allí?

—Dégel... —susurró.

Inmediatamente se levanta de su lugar para abrazarme, yo lo imito y me dejo rodear por sus brazos, mientras escondía mi rostro en su pecho, afligido, confuso, desesperado.

¿Por qué ahora?

¿Por qué?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top