Capítulo 21: "Lo diferente es especial"

Suaves, dulces, soñables.

Si alguna vez me hubieran pedido describir sus labios, definitivamente tendría que buscar un diccionario para hacerlo, pero para resumirlos en tres sencillas palabras, serían esas sin duda.

No lo entiendo, no entiendo que está pasando. ¿Un impulso? ¿Realmente esto no es un sueño? De ser así, por favor no quiero despertar nunca, no cuando siento la calidez de sus labios sobre los míos, mientras me sostiene de una de mis mejillas con una dulzura inexplicable.

¡Oh Dios mío! Esto no es real, tiene que ser una broma, ¿Por qué lo hizo?

No me molesta en lo absoluto tenerlo de esta manera, saboreando los labios que juré que nunca me pertenecerían, aquellos ajenos y muy lejanos. Ahora puedo decir que no importa lo que está sucediendo alrededor porque dejó de existir para mí. Siempre lo supe, Milo hace olvidar todo a mi alrededor, adelanta el reloj para que parezcan solamente segundos cuando estoy con él.

Y es tan... perfecto.

Justamente cuando debo despertar, no lo hago. Porque esto es real, señores. Más real que cualquier otra cosa, y terrible a su vez, porque no tengo ni la más mínima idea de cómo reaccionar después de esto.

Y aunque no lo quisiera todavía, se separa de mí lentamente, pero manteniéndose a una distancia tan corta que podía sentir la punta de su nariz rozarse con la mía, dándome pequeñas cosquillas como resultado.

Me sostiene del mentón y susurra.

—Tus labios... — murmura, uniendo su frente con la mía — Son encantadores —. Sonríe, rozando una vez más sus labios con los míos, sin unirlos por completo aún.

Estoy que me desvanezco aquí y ahora, de verdad no puedo con tanta presión, ayuda. Mis latidos están alocados, mi corazón a punto de estallar y ni mencionar mi respiración agitada.

—No sé cómo deba responder a eso — susurré, sin apartar mi vista de sus hermosos ojos azules, aquellos que hacía poco me comenzaron a notar. Él me mira divertido, y se encoge de hombros — ¿Por qué lo hiciste?

—Tú dijiste que no te enojarías.

Eso ni siquiera fue una respuesta.

Aún así agradezco que la poca luz que había cerca evitaba que viera mi rostro completamente colorado, siento como el calor se acumula en mis mejillas. Aun sigo sin creer que nos encontremos en esta posición.

—No lo hice pero... Tampoco pensé que te referías a hacer esto — hablé totalmente avergonzado. Tenerlo así tan cerca me produce escalofríos, con una comodidad que podría sentir siempre que estaba a su lado.

—Tarde o temprano lo iba a hacer, Camus. No me malentiendas, pero eres tan... Atrayente, que de algún modo necesito averiguar qué traes contigo que hace que tengas esa pizca de elegancia y frialdad que puede despertar la curiosidad más profunda de un ser que se proclama completamente heterosexual — me contesta con diversión, y yo sigo sin salir de mi asombro. No puedo procesar absolutamente nada —. Perdona si me dejé guiar por mis instintos pero no pude evitarlo, y aunque te hubieras enojado nada iba a impedir que te besara, porque en algún momento iba a terminar por robarte un beso — me confiesa.

YA BASTA. VOY A MORIR AQUÍ Y AHORA.

¿Cómo se vuelve a activar las funciones básicas del cerebro? Porque el mío volvió a dar syntax error.

—Milo... Pero yo... N-No sé que decirte, realmente no sé... — lo miro con los ojos bien abiertos, tratando de enfocar quizá alguna broma en su mirada, o esperando que detrás de los arbustos saliera gente gritando «¡Sorpresa, caíste! Ahora sonríe a la cámara para exponer tu miserable vida amorosa a personas igual de solitarias que tú».

Me niego a creer que todo esto está pasando como alguna vez lo imaginé.

—Lo sé, lo sé, te debo una disculpa — suspira, y se aleja por completo de mí. Inmediatamente el frío de la noche invade la ropa empapada por la lluvia que aún caía. Me abracé a mi mismo, tratando de brindarme un poco de calor.

Me detuve cuando me di cuenta lo que estaba a punto de hacer. Porque buscar sus brazos no era la mejor opción cuando acaba de alejarse de mí, tampoco quería quedar como un aprovechado.

—No puedo decirte que me lo esperaba porque la verdad es que no, Milo... Lo único que diré es que no quiero que algo como esto cambie nuestra amistad... Yo... Lo tomaré como un gesto amistoso — le expliqué una vez que pude organizar mis ideas en mi mente.

Claro, porque tener curiosidad no es sinónimo de querer a una persona. ¿Por que yo le gusto? No, no creo esa posibilidad, y la razón más coherente puede ser todas las que existan menos las que lleven la palabra amor.

Así que sí, señores. Así como subí tan alto hasta las nubes, volví a aterrizar tan rápido y cerca del inframundo.

—¿Reforzar la amistad?

—¿Por qué no? — contesto, a lo que él respondió con una carcajada. Estuve por decirle sobre los invitados y el tema de su novia, sin embargo, un estornudo se acumuló en mi nariz y pronto tuve que taparla para evitar hacer un gran ruido.

—Vas a enfermar — me dice con preocupación.

—Creo que estaré... ¡Achú! Bien... — demonios, creo que tenía razón. Uní mis brazos para guardar calor corporal, no obstante de nada servía si aún estábamos bajo la lluvia.

Milo me sonríe cálidamente y me toma por los hombros.

—Ven, vamos a la casa. Date una ducha con agua caliente, eso te servirá. Además tengo un poco de ropa que puedes usar de mientras — me susurra.

Abrimos el pequeño portón para después adentramos en su hogar una vez más. Y como si fuese una broma, Kardia fue la primera persona que nos encontramos en el pasillo, nos mira un tanto sorprendido y luega pregunta si realmente andábamos por los refrescos o nos fuimos a dar un chapuzón en el lago del parque.

—Idiota, casi nos roban y tú molestas con eso — refunfuñó Milo.

Veo que enarca una ceja.

—¿De verdad? Camus, ¿Es eso cierto? — se dirige a mí.

Por mi parte aún estaba cerca de la puerta para evitar mojar el piso con mis ropas empapadas, así que mientras Milo iba por alguna toalla, yo lo esperaba en la entrada.

Asentí.

—Ni siquiera pudimos traer los refrescos. Nos persiguieron por dos cuadras mientras llovía, pensé que sería nuestro fin, pero gracias a todos los cielos pudimos escondernos en un callejón para evitar que nos encontraran, y como no pudieron hacerlo se marcharon bajo la lluvia — terminé por explicar.

—Vaya... Me sorprende que pase eso, este barrio nunca ha sido peligroso, al menos no tanto para que los asalten a estas horas. No es tan tarde aún — se fija en su reloj, verificando la hora — A penas son las siete con quince minutos.

—Son unos imbéciles, y se notan que son de otro lado, porque sabes que aquí no es peligroso — Milo se une a la conversación, apareciendo con una toalla. Se acerca a mí y la extiende con una sonrisa —. Déjame ayudarte.

Y sin que pudiera negárselo comienza a secar mi cabello con suavidad, ante la mirada atenta y sorprendida de Kardia. Sí, lo sé, tampoco yo lo creo. Pero Milo era tan impredecible que eso lo hacía más interesante que antes, algo tan simple como secarme el cabello con la toalla, hasta besarme...

Dios mío, besarme...

Con solo pensar y recordar la sensación de sus labios contra los míos, inconscientemente una sonrisa se me escapaba y las mejillas coloradas se aprovechaban para relucir en mi rostro. Aún no entiendo cómo pasó, porque el sabor de la familiaridad entre sus labios la sentí cuando finalmente los probé, una calidez me invadió, como si en algún momento de mi otra vida ya lo hubiera hecho, como si hubiera estado esperando toda una existencia para que ello sucediera, y al sentirlo me di cuenta de toda la confianza que pude depositar en él con solo un beso.

Desvío la mirada hacia el piso avergonzado. Él toma mis cabellos y los envuelve entre la toalla para sacarles el agua. Estoy consciente de su mirada, pero prefiero guardar silencio y dejarlo ser.

—Creo que ya está, ¿Por qué no subes al cuarto por una ducha? Te prestaré algo para dormir, así cómo estás dudo mucho que puedas irte a tu casa —. Lo pienso por un momento, sé que es una oportunidad única y que probablemente no se pueda repetir, pero mañana hay clases y no tengo uniforme —. Espero que no estés pensando en el mañana.

¡Me leyó la mente!

—Perdón — reí un poco —, es la ansiedad. Aunque me encantaría aceptar la invitación, mañana hay clases y no tengo un uniforme completo. Además, dudo mucho que puedas prestarme el tuyo, la última vez tu camisa me quedaba enorme — explico apenado.

—Bueno, Kardia mañana sale temprano para la empresa, él puede pasar a dejarte a tu casa y después al instituto.

—Milo, en verdad no quiero ser una molestia.

De acuerdo, está sacando soluciones para todas mis excusas. Y aunque odie admitirlo muy en el fondo me alegra porque eso significa que podré quedarme solo por esta vez aquí. Pero por otro lado, tampoco quiero que comprometa a Kardia, es decir, ni siquiera le está pidiendo permiso, y no creo que esté de acuerdo con pasar a dejarme a mi casa y después al instituto.

—Espera espera — interrumpe después de unos segundos en silencio —, para mí no sería ninguna molestia irte a dejar a tu hogar, además el instituto queda en la misma dirección que la empresa, así que no hay problema con ello.

—Pero que considerado eres, Kardia — Milo rodó lo ojos.

—Mocoso insolente, ¿Acaso no eres tú que me está pidiendo que lo vaya a dejar en la mañana? — se cruzó de brazos y yo reí.

—De acuerdo, aceptaré. Me quedaré solo por hoy — termino por ceder y encaminarme a la habitación junto con Milo.

La verdad es que no me molesta, peeero... Olvidé por completo que pronto llegarían unos invitados por parte de la madre de Milo, y de él mismo. ¿Debería estar presente también, o excusarme con la idea de irme a dormir temprano para evitarlos? Esa última idea es genial, así no tenía que lidiar con gente desconocida.

No es que me molesten pero prefiero evitar la fatiga.

—¿Puedo hacerte una pregunta? — le digo una vez que llegamos a su cuarto. Él toma unas cuántas prendas de su armario y dos toallas.

—Claro — sonríe —, pero antes que nada, ten esto — me extiende una camisa holgada y una pijama a cuadros algo grande para mí, considerando que soy como una caja de palillos. ¿Saben cómo es verdad? Pues así soy, así me siento —. Quédate aquí, yo iré a tomar una ducha en el baño que está en la otra habitación.

Tiene razón, él también estaba completamente mojado, y si no tomaba un baño de agua caliente, pronto estaría como yo, siendo un saco de gripe andante.

¡Oh, pero...!

—¿Por qué no la tomas aquí conmigo? — dije sin pensar.

Me voltea a ver entre divertido y confuso. Y finalmente caigo en cuenta de cómo había sonado eso...

—¿Qué?

Oh rayos... ¡Pensará que soy un degenerado!

—N-No es lo que crees, ¡No me refería a esa forma lo juro! — traté de explicar, pero mi desesperación para hacerle saber que no la había dicho con esa intención, fue opacada por una risa de su parte —. O sea... Después de que yo salga, tú puedes entrar y así tomar la ducha a solas como debe ser... No quise decir juntos jaja — reí completamente rojo de la vergüenza, al menos para evitar ese momento tan incómodo.

—¿Y por qué no? — se encoge de hombros.

Si claro porque eso sería tan normal como si...- ¿Qué? ¿Escuché bien?

Esperen, esperen. QUÉ.

Parece divertirse con mi rostro totalmente desencajado, puesto que pronto soltó una carcajada y mis mejillas, aquellas que estaban tan o más rojas que un tomate, habían cambiado a ser tan blancas como el papel.

—No es como que tengas algo que yo no, Camus, jajaja relájate — me comenta con una mirada divertida —. Y aunque la idea suena bien, prefiero que te tomes el tiempo necesario sin prisa.

¿Cómo que la idea suena bien?

Se refería a bañarse aquí mismo, o... ¿Conmigo? NO NO. Tiene que estar hablando de la primera opción, es obvio. ¡Tú eres el mal pensado, Camus! Dégel no te crió de esa manera para estar pensando en... Cosas innecesarias.

—¿A qué te refieres? ¿A cual idea? ¿De qué estás hablando? — pregunto totalmente confundido.

Ya hasta me había perdido en el sentido de lo que estábamos hablando. Y no era porque realmente quería o por estar pensando estupideces sino que no le entendí el contexto con el que lo decía. Lo juro.

—De bañarme aquí mismo después de que tú salieras, por supuesto — me dice.

Ahhh... Así que se refería a eso, y yo que pensé qué... ¡Rayos! Me siento como un pervertido. Pero no me juzguen, ¿Quién no pensaría así con lo que acaba de decir? Se podría tomar de muchos sentidos...

—¿Por qué? ¿En qué pensabas tú? — pregunta nuevamente.

Oh dios... ¡No quiero verle el rostro! ¡Que vergüenza!

—No... En nada... — desvíe la mirada, evitando explotar de la pena que sentía.

—O es que... ¿Realmente quieres bañarte conmigo? — enarca una ceja con diversión.

—¡Claro que no, Milo! — exclamé haciéndome el ofendido.

O sea sí jaja ¿A quién demonios voy a engañar?, ¿Quién no querría admirar aquel cuerpo de gladiador y derretirse en el con aquellos brazos y piernas bien tonificadas gracias al ejercicio que hacía de vez en cuando? Pero obviamente no le pensaba confesar una cosa igual

—No quise decirlo con ese sentido, simplemente salió y ya... No soy un degenerado...

Él se carcajea y yo no puedo desear estar enterrado tres metros bajo tierra como hace dos segundos atrás. Demonios, esto no podía estar peor.

—Ya te entendí, Camus. Lo hice desde un principio —. ¡Desgraciado! Y parece que disfruta verme de este modo —. Además, aunque nos bañemos juntos, ¿Cuál es el problema? Somos hombres, no es como que tengamos algo diferente entre nosotros, o igual a lo de una chica — sonríe.

¿Que cuál es el problema? Pues es un dios griego con un cuerpo esculpido por los mismos ángeles, bañado en perfección, con aquel torso desnudo que... ¡Ya basta Camus, deja de pensar en eso!

¿Acaso quiere me dé un paro?

Y sí, hablo en todos los sentidos, eh.

—Sí, tienes razón. Pero prefiero tomar mi propio espacio, como dijiste antes —. Fruncí el ceño.

¿No se da cuenta de cómo lo miro sin necesidad de estar en la ducha? Estar con él tomando una, se puede prestar para muchas cosas. Empezando por las cosas más ridículas que pueden pasarme estando en la tina, como resbalar en ella, golpear mi cabeza con el grifo y morir en un intento fallido por tratar de controlar mis nervios.

¿Quiere que muera? ¿Eso es? Ni de chiste. Y peor aún, desnudo. No hay nada más humillante que morir en la ducha desnudo. Y conociendo mi suerte, todo es posible.

—Bien, entonces nos vemos al rato, aquí te dejé la ropa, si necesitas secar tu cabello, la secadora está en el primer cajón. Yo iré a ducharme al baño de la habitación de huéspedes.

—Espera, ¿Hay una? — le pregunté antes de que saliera. Él asintió.

—La usamos siempre que hay visitas, generalmente amigos de Kardia o familia que nos visita de vez en cuando — abre la puerta.

Ya veo... pero que extraño, no sabía la presencia de una habitación extra, al menos Milo nunca me pidió que me quedará ahí.

—¿Por qué nunca me quede ahí? — le cuestioné curioso.

—Porque quería que estuvieras conmigo.

Ni siquiera me da tiempo de responderle cuando desapareció rápidamente, no sin antes de lanzarme una última sonrisa.

De acuerdo, necesito controlarme si no quiero soltar un grito que pueda alertar a toda la vecindad. Es decir, esto ha sido demasiado para mí en un día... Tanto como probar sus labios por primera vez sobre los míos. ¡Me besó! ¡Me besó! ¡¿Cómo voy a superar algo así?! Me encantaría imaginar que fue porque me corresponde, porque en un mundo de color rosa, le gusto y estuvo tan ansioso de besarme como alguna vez yo estuve igual de loco por besarlo. La imaginación puede ser la mejor amiga cuando sabe el vacío verdadero por el que se está pasando, y está bien, es bueno imaginar.

Pensar y querer un cariño imaginario que nunca pasará a ser real. No es que sea pesimista y yo mismo me esté echando tierra encima, pero vamos, es ser realista. Tener a alguien como Milo, es imposible, menos cuando eres el invisible del salón y para nada interesante.

Fuera de eso, al menos me permitiré soñar un motivo lejos de mis límites, un motivo que me diga, sí, fuiste tú. Sí, Milo acaba de escogerte.

—Solo uno más... — toque mis labios, sintiendo aún la calidez de los suyos. Decido entrar a la ducha de una vez antes de que sea más tarde y termine por resfriarme. Me quito toda la ropa y pongo el calentador a una temperatura perfecta.

Para ser una sensación nueva, nunca me había sentido tan necesitado por probarla nuevamente. Me encantaría ser dueño de sus labios, de sus manos, y por supuesto, ser ese privilegiado que pueda responder un sí, cuando pregunte por tomar una ducha juntos.

—Pero ni en mis mejores sueños — reí con pesar.

Ay Milo, Milo... Si supieras cuán enamorado estoy de ti, no tendrías la necesidad de tener a otra persona a tu lado para demostrar que alguien te quiere, porque yo, sería el chico que te demostraría todo el amor que me haces sentir.
Seríamos felices sin importar nadie más, porque la felicidad no dependería de ellos, sino solo de nosotros, y es algo que me encantaría poder enseñarte.

¿Pero cómo hacerlo? Está tan cerca de todos pero muy lejos de mí, tanto así que sentí sus labios a kilómetros de distancia, porque no me demostraron aprecio, ni amor, solo fue... Curiosidad, amistad. Y sí, puede que tal vez todo empiece por ese lado, pero prefiero no pensar en ello ni en falsas expectativas.

—¡A...Achú! — estornudé una vez más. Creo que es hora de salir de aquí.

Cierro el grifo con una de mis manos mientras con la otra tomaba la toalla que anteriormente me había dado. Después de colocarme las prendas que él había escogido para mí, salí del baño con el paño en la cabeza y una nariz tan roja como un tomate. Definitivamente me iba a enfermar, rayos.

—Te enfermaste — me dice una voz desde la cama. Alzo la mirada y me encuentro a Milo cepillando su cabello.

—Valió la pena — dije sin querer.

Recordé porque lo había hecho y... Bueno, estar bajo la lluvia mientras me besaba no resultaba ser una mala idea en ese momento, y a pesar de estar consciente que me enfermaré, jamás diré lo contrario.

—No es que te desee el mal, pero yo creo que sí valió la pena. Al menos para mí sí — me mira sin una pizca de broma en sus palabras —. Perdón por besarte.

Me quité la toalla de la cabeza y mis largos cabellos no dudaron en caer a cada la de mis hombros y a lo largo de mi espalda.

—No creo que deberías pedir perdón.

—¿Por qué?

«Porque yo también lo deseaba desde hacia mucho». Me abstuve de decírselo, y antes de que cambiara de opinión, gracias al señor, el leve golpe de la puerta nos interrumpió.

—Milo, cariño, ¿Estás aquí? — su madre se asoma por esta misma.

¡Bien! No tuve que confesarle nada que pusiera mi vida en riesgo. O en este caso, dignidad.

—Oh, Camus, aún estás aquí por dicha — me sonríe —, Bajen a saludar, los invitados acaban de llegar y la cena está lista.

Intercambié miradas con Milo, como tratando de explicarle con la mirada que no había necesidad de estar presente también en esa cena, especialmente porque habría gente que no conocía y... Pues sería muy incómodo.

—B-Bueno... Lo que pasa es que me da pena, señora Antares jaja — reí incómodo —. Es mejor que solo Milo baje, no se preocupe por mí, yo puedo quedarme aquí mientras veo alguna película.

—Pero por supuesto que no, amor. Vamos, yo los presentaré, por eso no te preocupes — me sonrió dulcemente. Diablos, es tan amable que me sentía extraño por su confianza, no porque me molestara, sino... Por tratarse más de familiaridad —. Y ahora que lo veo... ¿Ambos acaban de salir de la ducha? ¿Por qué? ¿Qué hicieron?

—Una larga historia mamá, mejor te la cuento después. No quiero preocuparte — responde Milo.

—Si me dices eso más rápido me voy a preocupar — se cruza de brazos.

Suelto una pequeña risita y ella voltea a verme, decido explicarle un poco sobre la situación, pero no toda en concreto, en realidad pensaba distraerla un poco del tema, puesto que si le decíamos lo que nos había ocurrido, no iba a disfrutar de la noche, y eso que a penas había arribado hoy en la tarde.

—Es solo que fuimos por los refrescos pero al final los dejamos votados cuando unos perros nos persiguieron — miento, ante la mirada de Milo.

Bueno, ¿Quién dice que es mentira? Después de todo, se podría decir que sí eran perros.

—Oh... Así que era eso... Bueno, no se preocupen, les pediré a las cocineras que hagan alguna bebida natural — dice antes de salir —. Aunque así como están, se ven muy lindos — nos guiña un ojo y sale.

—¿Qué quiso decir con eso? — pregunté.

—Mamá es media loca, déjala — me contestó riendo.

Después de un rato de usar la secadora, peine mi cabello antes de amarrarlo en una coleta baja para que no se alborotara por completo. Lo único que agradecía de eso era lo lacio, porque en casos como éste se unía a mí favor y se acomodaba como yo quería.

—¿Desde hace cuando no cortas tu cabello? — me pregunta, observándome desde el espejo mientras terminaba por peinarlo.

Hice memoria. A decir verdad ya llevaba bastante sin hacerlo, creo que la última vez fue cuando tenía diez años.

—Creo que desde... Hace siete años aproximadamente. Y fue por Dégel. Él solía decirme lo mucho que me parecía a mamá con el cabello largo y yo... De algún modo también quise recordarla — confieso, girándome hacia él.

—Me hubiera encantado conocerla, siento que tú eres una copia idéntica a ella — me sonríe con dulzura, y yo reí sutilmente.

—Quizá sí lo sea, aún tengo unas fotos de ella guardadas por algún cajón de mi cuarto. Algún día te las mostraré — me levanto y me siento a su lado —. ¿Qué hay de ti? ¿Desde hace cuánto lo dejaste crecer? — señalo su cabello.

Se toma el tiempo de pensarlo y después me responde.

—Desde que aprendí a tocar la guitarra, aunque si te soy sincero desde niño me gustó tenerlo así de largo, pero siempre que lo tenía por los hombros, papá decía que debía cortarlo. Nunca me dejó tenerlo largo, no fue hasta que cumplí catorce y decidí que no iba a decir sobre mi aspecto.

—Uyy, pero que rebelde — me burlo.

—Ja, sí bueno... Él lo entendió, al fin y al cabo no podía evitarlo. También me había hecho un piercing en el labio, y otro en la oreja. Pero al tiempo me aburrí y me los quité.

—¿Qué? ¿De verdad? — lo miré sorprendido.

Eso en definitiva era nuevo. Nunca supe la existencia de eso, porque si no mal recuerdo, cuando lo conocí Milo solo tenía quince años, en ese entonces no le tomaba tanta importancia, especialmente porque estaba enfocado en mis estudios, y veía que él era lo contrario. Después no sé cómo se convirtió tan importante para mí.

Y ahora que lo pienso bien, imaginarlo así de rebelde con los piercing es una preciosa imagen mental que se quedará en mí. Oh Dios, solo imagínense como se debió de haber visto.

«¡Ya deja de babear!»

—Sí, hace tiempo. Aunque creo que todavía tengo la piel abierta, solo que no sé qué hice los aretes.

—Si algún día los encuentras, quiero que me muestres, estoy seguro que te verías muy bien — le digo seriamente. Él me mira con una sonrisa sin decir nada.

—¿Tú crees?

—Totalmente.

—Bueno, entonces mañana empezaré por buscarlos, si los encuentro, serás el primero en verme — se levanta, y extiende su mano para ayudarme. La acepté y nos encaminamos hacia afuera —. Mamá estará hecha una furia al ver que no hemos llegado aún jaja, andando Camus, que no te de pena. Ya eres parte de la familia — me jala suavemente del brazo.

Yo...

Nunca me había sentido tan bien con una frase. Por primera vez, puedo asegurar que me siento totalmente cómodo con una familia que no sea la mía, ¿Cuál? Se estarán preguntando, pero el que Milo me considere parte de la suya, es bastante conmovedor.

Ahora no me dejará en la friend zone, le llamará algo como family zone, y aunque sea doloroso, lo aceptaré solo porque es especial para mí.

Después de dar el último paso en las gradas, escuchamos unas risas provenientes de la cocina, a lo que nos acercamos sin prisa alguna. Milo fue el primero en pasar.

—¿Milo? — preguntan.

La mesa estaba llena, la señora y el señor Antares se encontraban ahí, después Kardia. Pero... los otros invitados no sabría describirlos. Una chica de largos cabellos morados se encontraba cerca de otra de cabello rosa, seguido de un hombre que aparentaba los cincuenta años y una mujer preciosa que parecía estar cercana a los treinta.

—¡Pero que sorpresa verlos! —exclama contento.

—¡Milooo! — la más chica de rosáceos cabellos se levanta de la mesa y alza sus brazos para abrazarlo con fuerza.

Ándale, tranquila niña.

Aunque era bastante pequeña a mi parecer.

—¡Shoko, hola! Hace mucho no te veía — la toma de la cintura, correspondiendo el abrazo.

De acuerdo, ahora mismo deseo estar a miles de kilómetros de aquí. No estoy encajando en nada, y ni siquiera sé quienes son estas personas.

—Pero que dices, si fuiste tú quien se olvidó de mí — frunce el ceño, haciendo un tierno puchero.

—Yo no fuí el que se cambió de instituto — ríe —. Que sorpresa verlos por aquí, realmente no me lo esperaba.

—Tu madre nos llamó, fue una completa alegría darnos cuenta que nuevamente se encontraba aquí en Grecia después de tanto tiempo fuera — habla aquella mujer.

—Sí, lo suponía — comenta, jugando con su cabello — Me alegra verlos aquí después de mucho tiempo, y también aprovecho para presentarles a un amigo.

Finalmente la mirada de ellos se posan en mí, y yo uno mis manos un tanto incómodo e inquieto. Demasiados ojos mirándome.

—Él es Camus, un amigo del instituto.

—Es un gusto — habla la mujer que venía con esas chicas.

—El gusto es mío — respondí.

Inmediatamente la que abrazaba a Milo se separa de él y se acerca a mí, saludándome eufórica.

—¡Hola! Mi nombre es Shoko, y la otra chica que está sentada es mi hermana Kyoko.

—Es un placer conocerlos — di una reverencia.

Seguido de ello, tuve que compartir en aquella mesa al menos media hora, aunque bueno, no estuve muy pendiente del tiempo, pero si de lo que hablaban. Me di cuenta que eran allegados muy cercanos a la familia de Milo desde hace algunos años cuando ellos recién llegaban de Japón y se convirtieron en sus vecinos. También aprendí de esas dos chicas, la mayor era reservada y muy callada, hablaba solo cuando era necesario, contraria a su hermana, quién parecía juguete con baterías nuevas, era demasiado extrovertida e imperativa.

Por mí parte, estuve callado un buen rato hasta que me preguntaron un poco sobre mi vida, nada fuera de lo normal, cuántos años tenía, de dónde era, y demás.

—Oye Milo, ¿Participarás en la batalla de las bandas? Vendrán chicos de todos los institutos cercanos — habla Shoko mientras bebía de su vaso —. ¡Incluso yo también participaré!

¡Rayos! Me había olvidado por completo contarle lo que Sigmund nos había dicho a mí y a Aioria.

—¿Batalla de las bandas? — pestañea confundido.

—Así es — esta vez yo tomé la palabra —. Se me olvidó comentártelo, Sigmund nos avisó a mí y a Aioria para que te avisaramos, solo que no tenías teléfono y a mí se me olvidó por completo. Van a participar todas las bandas de los institutos más cercanos, el único requisito es tocar algo original.

—¡Así es! — se une ella —. Así que prepárate porque yo también participaré y no voy a permitir que ganes tan fácilmente — sonríe triunfal.

—Tan competitiva como siempre, ¿Eh, Shoko? — ríe Milo —. Bueno, ahora que lo dicen me encantaría participar... ¿Qué te dijo Aioria?

—Él también está emocionado — respondí.

—El premio podría ser un reconocimiento oficial... ¡¿No es grandioso?!

—De ser así, ¡Entonces participaré! Escribiré la letra más romántica y pegajosa que pueda existir. Así que yo tampoco te la dejaré fácil — ambos ríen, y yo los miro desde lejos en silencio.

¿Hacía cuánto tiempo eran amigos? Se notaba que se tenían bastante confianza.

—Con su permiso, me levanto — aviso, recogiendo mi plato y los cubiertos de la mesa. A decir verdad ya era bastante tarde y mañana habían clases, así que preferí irme a dormir más temprano.

—¿Ya te irás a dormir?

Asentí.

—Ya es algo tarde, además me dio algo de sueño después de cenar — bostezo. Mentiras no eran, pues el sueño ya comenzaba a ganarme después de todo — Fue un placer haberlos conocido, con su permiso me retiro.

—Yo iré ahora después — me dice Milo.

Ellos asintieron y yo salí de ahí.

Creo que la cena y la ducha que tomé, hicieron que mi energía quedara en menos de diez por ciento porque realmente me siento muy cansado.

Me limité a buscar mi cepillo de dientes en mi mochila para cepillarlos antes de dormir, y poder soñar como un bebé. Porque vamos, señores. Aún soy uno.

Finalmente, terminé por lavarlos, así que no esperé ni un segundo más y me acurruqué entre las suaves sábanas y cobijas de la cama de Milo, suspiré un poco.

—Huele a él... — sonreí.

Su aroma estaba impregnado en la cama, olía delicioso, era un olor tan clásico y característico de él, que era imposible no perderlo de olfato, en cualquier lugar lo reconocería al instante sin necesidad de verlo, simplemente con seguir su delicioso aroma, a veces de manzanas y a veces de cerezas dulces.

Simplemente maravilloso.

Y así, con solo recordarlo entre las sábanas vacías, caí lentamente en los brazos de Morfeo, acostumbrándome a su presencia implícita.

POV Milo.

No había pasado mucho tiempo desde que Camus había decidido irse a dormir cuando la familia de Shoko también decidió marcharse puesto que ya el reloj iban a marcar las once de la noche.

Dejé salir un largo bostezo y decido finalmente irme a la cama. Ya era bastante tarde como para seguir despierto, además Camus mañana tendría clases normales.

Subí hasta mi habitación despacio y sin hacer ruido, lo más seguro es que ya se encontraba dormido así que prefiero no despertarlo por algún movimiento en falso que de.
Abrí la puerta despacio, y ahí lo encontré, acurrucado entre las sábanas y abrazado a una almohada.

Sonreí.

—Oh Camus...

Se veía más angelical que de costumbre. Aquellas largas pestañas caían sobre los párpados cerrados, mientras que sus cejas, las que usualmente se encontraban fruncidas, estaban relajadas, dándole un aspecto más tranquilo.

Y es que, Camus es todo lo que un chico desearía. En el sentido de... Su belleza, y su atractivo. Nunca se lo he dicho porque no creo que sea necesario, pero aunque él no lo crea, muchísimas chicas siempre lo han mirado desde lejos, ocultas desde la sombra pero deseando tener una breve conversación con él, y aunque sé que está consternado con su imagen, su aspecto llama la atención de cualquiera que lo ve pasar.

Incluyéndome.

Cuando le conocí, siempre llamó mi atención, pero su manera de ser... tan distante e indiferente ante cualquier situación, me llevó a pensar que no le agradaba para nada. Y ahora, solo puedo repetirme de todos los años desperdiciados en las que no lo conocí. Porque Camus, Camus es la joya que merece ser descubierto, y que no cualquiera puede encontrar, solo los privilegiados.

—Y de algún modo... Yo soy privilegiado por conocerlo — susurré dentro de la habitación.

Me senté en la orilla de la cama, observándolo dormir tan profundamente.

—La primera nota musical que pensé cuando te vi, fue la misma que toque con pasión en la guitarra — sonreí —, y aunque no lo creas, eres como una canción. Hermosa, y etérea, entendible y apasionada.

De alguna manera... Camus es diferente a mis amigos. No porque lo tenga excluido de ellos, sino que... No puedo mirarlo como uno, él es diferente, es especial. Siento que lo he conocido de toda una vida y... Ni siquiera pude detenerme cuando noté sus labios muy cerca de los míos.

—¿Que estás haciendo conmigo, Camus? — deposité un beso en su frente, para después acostarme a su lado.

Es diferente... Él es diferente. Y eso me gusta.






-------------------------------------------------

No sean así, Surt también merece amor! xD

—Luz

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top