tres

Lolita despertó con una energía peculiar aquel día, como si algo en el aire anunciara que no sería un día cualquiera. La luz del sol atravesaba las cortinas de su habitación, dibujando patrones dorados sobre las paredes. Su despertador, que solía ser un sonido molesto, hoy parecía casi amable. Se estiró con un suspiro largo y se levantó lentamente, sintiendo un leve cosquilleo de emoción que no lograba explicarse.

Abajo, en la cocina, los sonidos familiares del desayuno se entremezclaban: el chisporroteo de los huevos en la sartén, el tintineo de las tazas de café y las risas suaves de sus padres conversando. El aroma del pan tostado se colaba por las escaleras, alcanzando su cuarto mientras ella se arreglaba frente al espejo. Lolita eligió con cuidado su atuendo, algo cómodo pero que la hiciera sentir segura. Observó su reflejo y sonrió levemente. Había algo en el aire, algo que no podía nombrar pero que le hacía sentir viva.

Mientras peinaba su cabello, recordó que Caroline, su mejor amiga desde la infancia, la recogería pronto. Caroline siempre tenía un aura despreocupada que complementaba perfectamente la personalidad meticulosa de Lolita. Sabía que llegarían a la escuela juntas, como todos los días, pero hoy algo parecía distinto. Quizá era simplemente un día más de responsabilidades académicas, pero la sensación persistía, como un eco de algo que estaba por suceder.

Un claxon sonó a lo lejos. Lolita miró por la ventana y vio el pequeño auto de Caroline estacionado frente a la casa.

—¡Voy bajando! —, gritó mientras se apresuraba a recoger su bolso.

Al salir de su habitación, no podía dejar de preguntarse si esa extraña energía matutina era simplemente un capricho de su imaginación o si el día realmente tenía algo especial reservado para ella.

Lolita salió a paso apresurado, su mochila colgando de un hombro, mientras trataba de atar los cordones de sus zapatos al mismo tiempo. Sin embargo, antes de llegar a la puerta principal, la voz firme de su madre la detuvo.

—¿A dónde crees que vas tan rápido? —preguntó su madre desde la cocina, asomándose con una ceja levantada y el delantal aún cubierto de harina.

Lolita se detuvo en seco, girándose con una sonrisa nerviosa.

—A la escuela, mamá. Caroline ya está afuera —respondió, señalando hacia la puerta como si eso explicara su prisa.

Su madre cruzó los brazos, escudriñándola con una mirada que Lolita conocía demasiado bien. Esa mezcla de cariño y reproche que solo las madres dominan. —Eso lo entiendo, pero primero explícame por qué no has desayunado y, más importante, por qué no has hablado mucho conmigo estos días. ¿Tiene algo que ver con el tiempo que pasaste en casa de Damon?

El nombre de Damon cayó como una piedra en el aire, haciendo que Lolita apretara los labios.

—No es nada, mamá. Solo fue un fin de semana normal —murmuró, evitando el contacto visual mientras ajustaba la correa de su mochila.

—¿Normal? —repitió su madre, ahora con un tono más suave pero cargado de significado. Se acercó, colocando una mano en el hombro de Lolita.

—Hija, sé que estás creciendo y quieres tu espacio, pero también quiero asegurarme de que estás bien. No me gusta que te encierres tanto en tus pensamientos.

Lolita suspiró, dejándo caer los hombros. Había algo en la mirada de su madre que siempre la desarmaba.

—Estoy bien, de verdad. Damon y yo solo pasamos el tiempo viendo películas y en citas. Nada de qué preocuparse —dijo, tratando de sonar casual.

Su madre la observó por un momento más, como si intentara leer entre líneas. Finalmente asintió, aunque su expresión seguía mostrando una leve preocupación.

—Está bien. Pero no olvides que siempre puedes hablar conmigo, ¿de acuerdo? Ahora, por lo menos, toma una tostada antes de irte.

Lolita sonrió, agradeciendo en silencio que su madre no presionara más. Agarró la tostada que le tendió y, antes de salir, le dio un rápido beso en la mejilla.

—Gracias, mamá. Nos vemos después.

Con el pan en mano y el corazón un poco más ligero, salió corriendo hacia el auto de Caroline, que la esperaba pacientemente. Pero mientras cruzaba la puerta, no pudo evitar pensar en las palabras de su madre. Tal vez, solo tal vez, había algo en su mente que necesitaba ordenar, y no estaba segura de que un día normal de clases pudiera ayudarla a resolverlo.

Mientras Lolita subía al auto de Caroline, trató de sacudir las palabras de su madre de su mente, pero era imposible ignorar la sensación de que algo más pesaba en sus pensamientos. Caroline la saludó con su habitual entusiasmo, girando el volumen de la música mientras sonreía.

—¡Buenos días, señorita desaparecida! ¿Te secuestraron en casa de Damon o qué? —bromeó Caroline, arrancando el auto.

Lolita rió, aunque su sonrisa no llegó del todo a sus ojos.
—No fue para tanto, solo estuve un par de días.

Caroline la miró de reojo, pero no insistió. Sabía cuándo era mejor dejar que Lolita hablara a su propio ritmo.

El trayecto hacia la escuela estaba lleno de los sonidos habituales: el murmullo de la radio, el ruido del tráfico matutino, y el suave golpeteo de las uñas de Caroline contra el volante al compás de la música. Pero para Lolita, el paisaje que pasaba por la ventana era una distracción bienvenida de los pensamientos que últimamente no la dejaban en paz.

Había algo en el recuerdo de su madre esa mañana, algo que había removido emociones enterradas desde hacía tiempo. Ser adoptada a los siete años era una parte de su vida que siempre había sabido manejar. O al menos, eso creía. Había sido una niña lo suficientemente mayor como para recordar su vida antes de llegar a su familia actual, pero también lo suficientemente joven como para adaptarse a su nueva realidad.

Sin embargo, últimamente, esos recuerdos parecían surgir con más frecuencia. Recordaba la sensación de vacío cuando miraba por la ventana de la casa de acogida, esperando a que algo cambiara. Recordaba los rostros de personas que venían y se iban, evaluándola como si fuera un objeto en una estantería. Y luego, un día, todo había cambiado.

—¿En qué piensas? —preguntó Caroline de repente, rompiendo el silencio.

Lolita parpadeó, volviendo al presente. —Nada importante —respondió rápidamente, pero Caroline no parecía convencida.

—Vamos, Lo, te conozco mejor que eso. ¿Es Damon? ¿Tus padres? ¿O estás filosofando sobre la vida otra vez?

Lolita sonrió con suavidad. —Un poco de todo, supongo. Últimamente he estado pensando mucho en... antes. Antes de que mis padres me adoptaran.

Caroline asintió, sin apartar la vista de la carretera. —Tiene sentido. Esas cosas nunca desaparecen del todo, ¿no?

Lolita suspiró, jugueteando con la correa de su mochila.
—Supongo que siempre he estado agradecida por ellos. Son increíbles, de verdad. Pero hay días en los que me pregunto cómo sería mi vida si no me hubieran elegido. O qué habría pasado si mis padres biológicos hubieran... ya sabes, hecho algo diferente.

Caroline apretó los labios, pensando en cómo responder. —Eso no es raro, Lo. Es normal preguntarse esas cosas. Pero, sinceramente, creo que el hecho de que te lo cuestiones significa que te importa todo lo que tienes ahora. Tu familia, tu vida, incluso tus problemas.

Lolita asintió lentamente, dejando que las palabras de Caroline se asentaran. Aunque todavía sentía un nudo en el estómago, algo en la forma directa pero cariñosa de su amiga la hizo sentirse menos sola en sus pensamientos.

Cuando llegaron a la escuela, el bullicio del lugar la envolvió rápidamente, distrayéndola de nuevo en cuanto bajaron del auto.

Mientras caminaban hacia su casillero, fueron recibidas por dos figuras familiares.

—¡Ya era hora! —exclamó Elena, cerrando su propio casillero con un movimiento decidido. Sus ojos se posaron en Lolita, captando al instante la leve tensión en su rostro—. ¿Todo bien, Lo? Pareces... pensativa.

Bonnie levantó la vista de su libro, apoyándose en los casilleros a su lado. —¿Pensativa en código "Damon" o pensativa en código "existencialismo"?

Lolita no pudo evitar reír, aunque la pregunta la golpeó más de lo que esperaba.
—Definitivamente existencialismo —respondió, mientras Caroline abría su casillero a su lado—. Pero no quiero aburrirlas con mis cosas.

—¿Bromas? —intervino Caroline, lanzando un brazo sobre los hombros de Lolita—. Tú eres nuestra especialista en filosofar. Hablar de estas cosas es nuestra dinámica.

Elena asintió con seriedad fingida. —Caroline tiene razón. Además, si no compartes, te toca escuchar sobre la última "crisis romántica" de Bonnie, y créeme, no es un buen intercambio.

Bonnie puso los ojos en blanco, cerrando su libro de golpe. —Gracias, Elena. Eres un apoyo invaluable.

El grupo estalló en risas, y la atmósfera se alivió un poco. Mientras caminaban hacia su primera clase de literatura.

***

Durante el resto del día, Lo trató con todas sus fuerzas de esquivar los pensamientos intrusivos que le asaltaban sobre sus padres biológicos. Cada vez que la idea surgía en su mente, como una sombra persistente, se obligaba a redirigir su atención a otras cosas. Cuando no estaba charlando con sus amigas o fingiendo un interés absoluto en las interminables historias que Caroline relataba con entusiasmo, encontraba refugio en las conversaciones con Damon.

Sus mensajes eran una mezcla de sarcasmo, ligereza y pequeños destellos de conexión genuina que, aunque no lo admitiera en voz alta, lograban calmar la tormenta en su interior. Cada vibración del teléfono que anunciaba una nueva respuesta de él era un pequeño salvavidas, un ancla que la mantenía presente y, al menos por un rato, la alejaba de la ansiedad que bullía bajo la superficie.

Sin embargo, incluso en esos momentos de distracción, la pregunta que tanto temía seguía latente, como un eco que nunca desaparecía del todo: ¿Por qué me dejaron? Aunque sus amigas no lo notaban, y Caroline estaba demasiado ensimismada para percatarse, la lucha interna la mantenía en constante tensión, como si caminara sobre un cable frágil que en cualquier momento podría romperse.

Además, no sólo estaba preocupada por eso, sino también por la inminente amenaza de Katherine.

Aún no sabían qué era lo que tramaba, pero después de lo que se hiciera pasar por Elena, transformará a Caroline, y provocará un verdadero caos. Lo y los demás, ya no sabían qué esperar. Además, la última vez que habían hablado sobre aquello, Damon había sugerido no hacer nada, lo que sólo aumentó la ansiedad de Lo.

Ahora, mientras la noche caía sobre Mystic Falls, las sombras parecían más profundas de lo habitual. Lo, con los demás a su alrededor, intentaba planificar el próximo paso, pero la incertidumbre les nublaba el juicio.

—No podemos quedarnos esperando a que ataque otra vez —dijo Lo, cruzándose de brazos mientras caminaba de un lado a otro de la habitación. Había un destello de frustración en sus ojos, y su tono, aunque firme, reflejaba preocupación.

Damon, sentado en su típica pose relajada, dejó escapar un suspiro. —Siempre tan impulsiva, Lo. ¿Y qué propones? ¿Que toquemos la puerta de Katherine y le pidamos amablemente que nos cuente su plan?

Lo se detuvo en seco y lo fulminó con la mirada. —Esto no es un juego, Damon. Si sigues tratándolo como tal, alguien va a salir herido.

—¿Y crees que no lo sé? —replicó Damon, poniéndose de pie de un salto. Su expresión pasó de la burla a la seriedad en un instante. —Pero no podemos planear nada si ni siquiera sabemos qué demonios quiere Katherine.

Stefan, que había permanecido en silencio hasta ahora, levantó la vista desde la mesa donde estudiaba algunos viejos documentos. —Damon tiene razón en algo, Lo. Katherine no actúa sin un propósito. Si averiguamos qué la motiva, podríamos adelantarnos a ella.

—Sí, claro, porque conocer las intenciones de Katherine siempre ha sido tan fácil, ¿no? —dijo Lo, su tono cargado de sarcasmo.

Damon dio un paso hacia ella y bajó la voz, buscando su mirada. —Lo, nadie quiere detener a Katherine más que yo. Pero si nos dejamos llevar por el pánico, ella gana. Eso es lo que quiere: que estemos divididos, que dudemos de nosotros mismos.

Ella lo miró, sus ojos suavizándose por un instante, pero la tensión seguía presente. Damon puso una mano en su brazo, un gesto casi imperceptible, pero cargado de significado.

—Confía en mí, ¿de acuerdo? —le dijo, su voz fue más baja, casi como un susurro. —No dejaré que nada te pase.

Lo suspiró y asintió, aunque todavía había algo de reticencia en su semblante. No porque dudara de Damon, sino porque conocía a Katherine lo suficiente como para saber que ningún plan sería sencillo.

—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Stefan, rompiendo el momento con un tono práctico.

Damon se volvió hacia él, pero no soltó el brazo de Lo. —Primero, averiguamos con quién está aliada esta vez. Katherine siempre tiene un cómplice, alguien que le facilita sus jugadas.

—Y luego... —dijo Lo, recuperando su determinación— le cerramos todas las puertas antes de que tenga oportunidad de moverse.

Damon sonrió de lado, un destello de aprobación en su mirada. —Así me gusta. Siempre tan implacable.

Stefan frunció el ceño mientras cruzaba los brazos, inclinándose ligeramente sobre la mesa. —Hay algo más. Mason Lockwood.

Lo ladeó la cabeza, confundida. —¿El tío de Tyler? ¿Qué tiene que ver él con todo esto?

—No es solo el tío de Tyler —dijo Stefan, con el ceño aún más fruncido—. Es un hombre lobo.

Hubo un silencio que cayó sobre la habitación como una losa. Lo se quedó inmóvil, tratando de procesar la información. Damon, por su parte, levantó una ceja, claramente más intrigado que sorprendido.

—¿Un hombre lobo? —repitió Lo, finalmente. Su voz apenas era un susurro.

—Sí —confirmó Stefan, mirando a Damon como si esperara respaldo.

Damon soltó un bufido. —Claro, porque esta ciudad no tiene ya suficientes criaturas sobrenaturales para mantenernos ocupados.

Lo ignoró su comentario y volvió a mirar a Stefan. —¿Cómo lo sabes?

—Lo vi transformarse —respondió él, con tono grave. —La noche del último ataque en el bosque. Era Mason. Intenté acercarme a él después, pero me dejó claro que no quería hablar.

—Y tú crees que tiene algo que ver con Katherine —intervino Lo, conectando las piezas rápidamente.

Damon sonrió, aunque no era un gesto amable. —Tiene sentido, ¿no? Katherine siempre ha tenido un talento especial para reclutar a los que pueden serle útiles. Y si Mason es un hombre lobo, seguro que ella ya encontró la manera de manipularlo.

—Pero, ¿para qué? —preguntó Lo, su mente girando con rapidez. —¿Qué podría querer de él?

—El poder, por supuesto —dijo Damon, encogiéndose de hombros. —Los hombres lobo tienen ciertas... ventajas. Sobre todo cuando se trata de matar vampiros.

Stefan asintió lentamente. —Y si Katherine tiene un plan para desatarlo contra nosotros, tenemos que actuar rápido.

—¿Actuar rápido? —Lo lo miró con incredulidad. —¿Cómo vamos a enfrentarnos a un hombre lobo sin acabar muertos?

Damon pasó un brazo por los hombros de Lo, como si intentara tranquilizarla. —Por eso estamos hablando de esto, cariño. Hay que usar la cabeza, no la fuerza bruta.

Ella lo miró de reojo, aunque no apartó su contacto. —Espero que tengas un plan.

Damon sonrió, ese gesto confiado que podía ser tan tranquilizador como irritante. —Siempre tengo un plan. Aunque puede que no te guste.

—No me importa si me gusta o no —replicó Lo, volviendo a mirar a Stefan—. Solo quiero que funcione.

Stefan tomó aire, como si se preparara para decir algo importante. —Entonces empecemos por vigilar a Mason. Si Katherine lo está usando, tarde o temprano cometerá un error que podamos aprovechar.

Lo asintió, aunque una sensación de inquietud se instaló en su pecho. Con Katherine y un hombre lobo de por medio, el margen para los errores era peligrosamente pequeño.

Lo se frotó las sienes, sintiendo que la tensión no hacía más que aumentar. —Esto es más grave de lo que parece —dijo finalmente, atrayendo la atención de Stefan y Damon. —Si Mason es un hombre lobo... ¿qué pasa si no está solo?

Damon la miró, entrecerrando los ojos. —¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que si él es un hombre lobo, podrían haber más —contestó Lo, su voz firme. —No sabemos nada de su pasado, ni de su familia fuera de Mystic Falls. ¿Qué pasa si Katherine está trabajando con toda una manada?

Stefan intercambió una mirada significativa con Damon, quien dejó escapar un suspiro exasperado. —Genial. Porque lidiar con un solo hombre lobo no es suficiente, ¿verdad?

Lo lo ignoró y continuó, cada vez más convencida de su teoría. —Los hombres lobo son una amenaza para los vampiros. Sus mordeduras son letales, ¿verdad?

Stefan asintió con gravedad. —Sí. Una mordedura de hombre lobo puede matar a un vampiro, y no hay cura conocida.

—Exacto —dijo Lo, sus ojos encontrándose con los de Damon—. Katherine sabe esto. Y si está planeando algo grande, tiene sentido que quiera rodearse de hombres lobo. Podría estar formando un ejército, y nosotros ni siquiera lo sabríamos hasta que fuera demasiado tarde.

El silencio en la habitación era casi palpable. Damon finalmente rompió la tensión con un suspiro pesado. —Bueno, si ese es el caso, vamos a necesitar más bourbon. Y un maldito buen plan.

—Esto no es un chiste, Damon —lo reprendió Lo, su voz cargada de preocupación.

Él sonrió, pero esta vez, el gesto era más suave. —Lo sé. Solo intento aligerar las cosas un poco. Pero tienes razón. Si hay más hombres lobo en el pueblo, estamos en serios problemas.

Stefan se levantó, claramente decidido. —Mañana investigaré más sobre Mason. Quizás hay algo en los archivos de los Lockwood que pueda darnos pistas.

—Hazlo —dijo Damon, volviendo a posar su mirada en Lo. —Yo me ocuparé de otra cosa esta noche.

Stefan asintió y salió de la habitación, dejándolos solos.

—¿Otra cosa? —preguntó Lo, levantando una ceja.

—Asegurarme de que llegues a casa a salvo —dijo Damon, con un destello de picardía en sus ojos.

Lo lo miró, entre divertida y frustrada. —Puedo cuidarme sola, ya lo sabes.

—Oh, claro que puedes. Pero eso no significa que no me guste asegurarme.

Ella rodó los ojos, pero permitió que Damon la guiará hacia la puerta. Caminaban juntos bajo la luz de la luna, el frío aire de la noche envolviéndolos mientras se dirigían a la casa de Lo. Damon, como siempre, se movía con esa confianza despreocupada, pero había algo diferente en la forma en que la miraba esta vez.

—¿Qué estás pensando? —preguntó Lo, rompiendo el silencio.

Damon la miró de reojo, una pequeña sonrisa curvando sus labios. —Que estoy en más problemas contigo que con cualquier hombre lobo.

Lo dejó escapar una risa suave. —¿Eso es bueno o malo?

—Depende del día —respondió él, deteniéndose frente a su puerta.

Ella lo miró a los ojos, y durante un momento, todo lo demás pareció desvanecerse. La amenaza de Katherine, los hombres lobo, incluso el caos de Mystic Falls. Todo desapareció en la intensidad de la mirada de Damon.

—Gracias por traerme a casa —murmuró Lo.

—Siempre, cariño —respondió él, inclinándose ligeramente hacia ella.

Lo no necesitó más señales. Cerró la distancia entre ellos, sus labios encontrándose en un beso lento y cargado de emoción. Fue un momento que no necesitó palabras, un breve respiro en medio de la tormenta que se avecinaba.

Cuando se separaron, Damon la miró con esa sonrisa torcida que hacía que el mundo pareciera menos complicado. —Buenas noches, Lo.

—Buenas noches, Damon —respondió ella, viendo cómo se alejaba bajo la luz de la luna, su figura desvaneciéndose en las sombras.

Dentro de la casa, Lo apoyó la espalda contra la puerta y cerró los ojos. Sabía que la calma no duraría mucho, pero, por ahora, aquel instante con Damon era todo lo que necesitaba.

AUTHORS NOTE

Bueno, espero que les gusté. Por favor no olviden votar, y comentar.  <3333

-A

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