C44: Kinésica.
—¿Cuántos años tienes?—preguntó Christopher mientras Danna, Sophie y él caminaban de la mano por los pequeños senderos de mármol del jardín de la casa hogar donde los niños jugaban unos con otros ignorando por completo al trio que caminaba de la mano.
Sophie le ofreció una amplia sonrisa y luego soltó un pequeño suspiro—Seis. Casi siete.
—¿Siete? Guau, que grande estás—inquirió Christopher de manera cariñosa y la niña rio en voz baja volviendo a sonrojarse.
Por lo menos ya se había controlado después del beso que el ecuatoriano le había regalado.
Danna los contempló a ambos un segundo. Soltó una risita divertida atrayendo la atención de su novio. Christopher le sonrió cálidamente y volvió su atención a la niña rubia de las coletas. Su corazón se aceleró de inmediato. Dudaba que en el mundo existiera un ser más tierno y maravilloso que su novio, con un alma tan pura y con sentimientos tan lindos y nobles como los de ese chico.
Y la mejor parte, era suyo.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?—cuestionó el muchacho admirando el azul de sus ojos. Sophie le sostuvo la mirada y luego posó sus ojos brevemente en Danna.
—En tres días—respondió la niña encogiéndose de hombros—O por lo menos eso es lo que decía en la carta que mi mamá dejó cuando me trajo aquí—Christopher entornó los ojos, su respiración se volvió superficial y se arrepintió de haber hecho aquella pregunta. Miró a Danna en busca de ayuda y su novia le sonrió un poco.
—Oye Sophie, estoy realmente sedienta. ¿Podrías conseguirme un poco de agua, por favor? Chris y yo te esperaremos aquí—señaló una banca color blanco y la niña asintió. Soltó las manos de sus acompañantes y se marchó con paso saltarín.
—Soy un bruto, no debí haber preguntado eso—se quejó el muchacho apenas se quedaron a solas.
—No lo hiciste a propósito, Christopher—sonrió y tomó su mano—además, Sophie sabe la verdad del porque está aquí y le caíste muy bien, creo que está experimentando una etapa severa de enamoramiento instantáneo, se sonroja cada vez que la miras—el muchacho sonrió y se acercó un poco a Danna para besar su frente.
—Tal y como hacías tú.—se burló.
—Calláte.
—Eso debe ser muy duro para ella.—hizo una pausa—No puedo creer que hayas crecido aquí—comentó en voz baja.—Es un lugar lindo, pero pierde el encanto cada vez que recuerdo que es un orfanato y que ninguno de los niños que están aquí tienen una familia—negó levemente—Lo primero que haré cuando volvamos a casa será darle las gracias a Renato—ella lo miró con curiosidad.
—¿Y por qué vas a darle las gracias a Renato?—inquirió mirándolo a los ojos. Una autentica sonrisa coqueta se formó en los labios del muchacho y Danna sonrió también.
—Por haberte sacado de aquí y por hacer que aparecieras en nuestras vidas, mi amor. ¿Te parece poco?—dramatizó.—Cuando entramos en el comedor y me di cuenta de la presencia de todos esos chicos ahí y luego al ver la manera en la que Sophie te recibió Dan, no pude evitar recordar que estuviste en su lugar casi doce años....—se llevó la mano de su novia hasta sus labios y el corazón de Danna se aceleró de golpe.
—Cada vez que un matrimonio estaba de visita para conocer a su nuevo posible y futuro hijo yo permanecía escondida detrás de los tambos de basura—confesó en voz baja.
—¿Qué? ¿Por qué hacías eso?—preguntó el muchacho observándola.
—Porque me daba miedo que una familia me acogiera, tenía mucho miedo tener una mamá que me dejara de querer tal y como había hecho la primera, me daba mucho miedo tener un hermano y que de repente me dejara, tenía miedo de tener un padre que me lastimara como lo hizo Marcus....—explicó en voz baja.
—Oh, Dan....—murmuró el muchacho abrazándola cariñosamente.
—Las primeras dos veces que lo hice, la madre superiora me buscó hasta por debajo de las piedras, decía que no era correcto que me aislara del mundo y le diera la espalda al posible amor que una pareja podía brindarme, pero cada vez que ellos venían...temblaba de pánico—agregó con voz amortiguada sintiendo las pequeñas primeras lagrimas rodando por sus mejillas.
—Eso era normal ¿no? Lo que viviste fue muy fuerte, muñeca. Era completamente normal y comprensible que tuvieses miedo—inquirió Christopher con sus labios pegados a la frente de su novia.
—La tercera vez que pasó, fue cuando conocí a Cindy, tenía once años—sonrió—Estaba escondida detrás de uno de los enormes contenedores llorando porque uno de los matrimonios me habían visto y le había dicho a la madre superiora que querían hablar conmigo pero cuando ella se dio cuenta que literalmente estaba por desmayarme del miedo decidió que no era un buen momento y me dejó ir—detalló en voz demasiado baja—corrí hasta mi lugar secreto y fue cuando Cindy me encontró. Me dijo que ella hablaría con la madre Margaret y lo hizo, después de ese día cada vez que una pareja venía de visita la directora me daba permiso para permanecer en la cocina con Myrtle o escondida por ahí....
Christopher soltó un pequeño suspiro y volvió a besar su frente— ¿Así que estuviste a punto de no formar parte de mi vida, Dan?—Ella se apartó un poco del pecho de su novio para poder mirarlo a los ojos.
—Sí.
—Bueno, eso sólo mientras nos encontrábamos, porque aunque te hubieses ido antes de que Renato te encontrara, yo habría encontrado una manera de llegar a ti, no importa el tiempo que me hubiese tardado en encontrarte, lo hubiese hecho de todos modos—Danna le sonrió ampliamente y se acercó hasta sus labios.
Christopher Vélez quería besarla en ese mismo instante. Quería abrazarla con fuerza y hacerle saber que estaba todo bien, que estaban juntos y que nada iba a separarlos. Y lo habría hecho pero un chillido de excitación los hizo apartarse con las mejillas sonrojadas. Sus ojos se encontraron con los ojos azules y emocionados de Sophie que los observaba detenidamente sosteniendo una botella de agua entre sus manos. Christopher rio y la niña le entregó la botella a Danna para luego cubrirse los ojos con ambas manos.
Danna soltó una carcajada cuando los dedos de Sophie se abrieron encima de sus ojos.—Yo no estoy viendo nada—anunció con voz cantarina. Christopher rio y abrazó a Danna cariñosamente.
—Ven aquí, Soph. Hagamos una selfie—pidió el ecuatoriano.
—¿Qué es eso?—preguntó la niña apartando sus manos de su rostro confundido. Danna sonrió y le tendió la mano para que ella la tomara. 'la hizo sentarse entre ambos y luego los tres sonrieron a la cámara.
Christopher sonrió y luego giró su cabeza inclinándose un poco para poder besar de nueva cuenta la mejilla de la pequeña. Sus ojos se abrieron llenos de sorpresa y una sonrisa nerviosa brotó de sus labios.
—Danna....—susurró.
—¿Si?—cuestionó Danna con diversión observándola a punto de hiperventilar.
—Ya quiero crecer...
(...)
—¿Qué es lo que pasa?—cuestionó Marcelle apenas abrió la puerta de su casa y los hermanos Francis quedaron frente a ella.
—Necesito hablar contigo—anunció el hombre mirándola con seriedad.
—¿Le pasó algo a Camila?—preguntó aferrándose al pomo de la puerta.
—No. Camila está bien, justo ahora esta con Zabdiel y el resto de los chicos en casa. Pero no es por eso por lo que estamos aquí—informó cruzándose de brazos.
Las piernas de la rubia comenzaron a temblar ligeramente. El hecho de que su hija pasara casi el día entero en casa de Renato junto a Danna, el que mismo Renato y su abogado estuviesen en su casa queriendo hablar con ella, eso definitivamente no era una buena señal.
Los dejó entrar en la casa haciéndose a un lado mientras se recordaba a sí misma que dejarlos afuera era una falta de respeto. Con el corazón latiéndole a mil por hora los siguió el silencio por el pequeño pasillo que conducía al vestíbulo de su casa. Los hizo sentarse y tomó asiento frente a ellos tal y como había hecho unos días atrás cuando esos hombres habían estado ahí para hablar con ella de Marcus Silvetti y su futuro juicio.
—¿En qué puedo ayudarte?—inquirió colocando sus manos, una encima de la otra en su rodilla derecha. Manuel observó a la mujer fijamente, al principio cuando Renato la había comentado la idea, él se había negado rotundamente, pero tenía que admitir que le gustaba el hecho de que ir a resolver un misterio junto a su hermano. Su misión era utilizar la kinésica que había aprendido en la universidad. Otra vez.
—Camila me contó todo lo que pasó contigo el día de su cumpleaños—los ojos de la mujer se desorbitaron y Manuel suspiró como si estuviese realmente aburrido de aquella charla. Las personas siempre tenían esa misma reacción al principio.
—Ah....
—También me dijo que ha intentado hablar contigo y que todo lo que ha recibido por parte tuya ha sido silencio total—las mejillas de la mujer se sonrojaron.
Agradecía mentalmente a Brooke por haberse llevado a Madison al centro comercial. No quería a su hija menor siendo participe de esto.
—¿A que va todo esto, Renato?—preguntó sin rodeos.
—Camila me pidió que la ayude a encontrar a su verdadero padre—Se puso de pie en un salto y Manuel se echó para atrás en el sofá para observarla mejor.
—¿Qué? ¡No puedes hacer eso!—protestó con molestia.
—Eso fue lo mismo que le dije a Camila, pero al parecer Camila está realmente decidida a que lo haga, le hice ver que nos meteríamos en un lío contigo, pero creo que realmente no le importa en absoluto—explicó con voz neutra. Marcelle se mordisqueó el labio inferior y negó de inmediato.
—No quiero que Camila siga estando cerca de Danna ni de ninguno de ustedes—Renato se puso de pie de inmediato y la miró con el ceño fruncido.
—¿Qué estás diciendo?—protestó—Tu hija es la mejor amiga de mi hija, es prácticamente su hermana, no puedes prohibirle que tenga amigos como si fuese una chica de cinco años, tiene veinte años, Marcelle—siseó y el rostro de la mujer se contrajo en menos de un segundo. Renato sonrió internamente y Manuel suspiró.
—Haz lo que tengas que hacer, pero no las quiero cerca, no quiero a ninguno de esos seis chicos metiéndole ideas a la cabeza a mi hija—replicó cruzándose de brazos.—Los quiero lejos de ella...
—¿Metiéndole ideas en la cabeza? ¿Es en serio, Marcelle? Deberías estar totalmente agradecida porque esos seis chicos como tú dices fueron las personas que estuvieron con tu hija el día que tú le rompiste el corazón—explotó totalmente furioso.—Re repito de nuevo que Camila tiene veinte años, no cinco y no puedes prohibirle que este cerca de los chicos, de sus amigos—agregó cruzándose brazos.
—Despídela.—exigió mirándolo.
—¿Qué? ¡No voy a hacer eso!—gruñó—Camila es totalmente buena en su trabajo, no tengo ningún motivo aparentemente justificable para despedirla ¿Qué sucede contigo?
—Creo que deberíamos calmarnos todos—pidió Manuel observando a sus dos acompañantes que se retaban con la mirada.
—Te lo acabo de decir, Camila tiene revueltas las ideas dentro de su cabeza, no piensa con claridad y no se da cuenta que esos chicos son una mala influencia para ella—Renato negó.
—¿Lo que pasa es que tienes miedo que Camila se entere que es la mejor amiga de su propia hermana, cierto? ¡Eso es realmente lo que te preocupa!—los ojos de la mujer se abrieron con sorpresa y lo observó prácticamente con la mirada perdida.
—¿Cómo sabes eso?—exigió—¿De dónde sacas esa locura? ¡Esa es una calumnia!—replicó la mujer con una mezcla de molestia, asombro y miedo pintados en el rostro sin salir de su estupor.
Kinésica.
—Marcus Silvetti me lo contó. Me dijo que tuvo algo contigo hace casi veinte años y que tuvieron un hijo y que tú le dijiste que murió al nacer—le espetó.
—¡Vete de mi casa, Renato! ¡Vete de mi casa!
(...)
—¿Lucy?—la pelinegra se giró de inmediato y su rostro se llenó de sorpresa en menos de un segundo.
—¿Melissa?—murmuró sin mover ni un sólo musculo de su cuerpo.
—¿Podemos hablar?—preguntó la chica sonriéndole brevemente.
—¡No!—respondieron Ady y Melanie al unísono. Lucy se giró sobre sí misma para observar a sus amigas que permanecían hombro con hombro de brazos cruzados y las mandíbulas apretadas.
—Vamos, Lucy.—insistió la chica. La pelinegra volvió a girarse para observarla de nueva cuenta.
—Es que yo...
—¿Por los viejos tiempos?—murmuró ofreciéndole una amplia sonrisa.
—¿Viejos tiempos?—masculló Ady echándose a andar hasta posarse frente a ella furiosa—¿Cómo te atreves a hablar de viejos tiempos cuando fuiste tú quién nos abandonó? ¡Nos abandonaste cuando estábamos a punto de clasificar para una competencia importante! ¡Decidiste que querías brillar sola! ¿Lo has olvidado?
—No.—hizo una pausa—Pero han encontrado a un excelente reemplazo, Danna es muy buena patinando, la vi vía streaming en la página de la pista—comentó en voz baja.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo te atreves si quiera a hablarle a Lucy? ¿A la que se supone que era tu mejor amiga, eh? ¡La traicionaste!—agregó la castaña señalándola son su dedo índice.
—Lucy, por favor. ¿Un café?—pidió de nueva cuenta la ex patinadora de los Wheels.
—No puedes ir con ella, Lucy—le espetó Melanie acercándose a la pelinegra que se mantenía totalmente asombrada por la reacción de Ady.—No puedes sí quiera considerar la idea ¿Qué no ves que se le nota la maléfica intención a cinco kilómetros a la redonda? Su llegada no puede deparar nada bueno....
—Lucy....—insistió Melissa observándole con ojos suplicantes. Lucy soltó un suspiro de frustración y se alejó de Melanie.
—Sólo un café...
_ _ _ _
¡No vayas con ella, Lucy! ¡¡¡Capaz que te secuestra!!! Jajajaja ¿Qué creen que esté planeando Melissa, muñecas?
¿Cuál fue su parte favorita de Mi Medicina? –Gloria la que pregunta cien años después- JAJAJAJAJA
Muchos besos, muchos abrazos, muchas buenas vibras, mucho amors.
G. xx
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