C36: La líder de los Wheels.


—¿Oye, te parece sí tú y yo vamos a comer por ahí?—cuestionó Christopher acercándose a la cama donde la chica yacía recostada dándole la espalda.

—Gracias, pero no tengo hambre—respondió la muchacha abrazando con fuerza al gato de peluche.

—Hey Dan, sé que lo que pasó hoy fue algo difícil para ti, Marcus, el hecho de ir al frente a declarar, ese hombre idiota que no dejó de cuestionar todas y cada una de tus palabras, pero no puedes dejarte vencer aquí.—Christopher frotó la espalda de la chica cariñosamente y ella soltó un suspiro.—Además, por si no lo recuerdas, no puedes desistir de tus comidas, todavía estás enferma y necesitas alimentarte—agregó en medio de un largo suspiro.

—Me duele la cabeza, Chris—le aclaró incorporándose para poder mirarlo. Christopher le sonrió. Ella no estaba llorando, pero era tan evidente que sentía una tristeza inmensa porque sus ojos no tenían ese brillo peculiar que la caracterizaba, su sonrisa no estaba radiante y sus facciones parecían realmente atormentadas.

—Pero tienes que comer de todos modos, mi cielo—Danna lo observó detenidamente y llevó su mano al rostro del muchacho buscando algún nuevo indicio de fiebre. Christopher le sonrió un poco y entrelazó su mano con la de la castaña.—Yo estoy bien, me siento muy bien. Quién importa justo ahora eres tú—ella soltó un suspiro exagerado y el chico rio.—¿Qué te parece ir a comer por ahí, y después al cine? ¿Una tarde de Danpher, sí?—ofreció.

—¿Podemos hacer la tarde Danpher aquí? Prefiero quedarme en la cama todo el día—Christopher arrugó la nariz y Danna rio un poco. Su idea era llevarla fuera de casa para que ella se distrajera, no quedarse en cama el resto de la tarde, pero tenía que admitir que la idea era tentadora.

Finalmente aceptó. Besó a la chica un par de minutos y luego salió de la habitación en busca de comida mientras Danna contemplaba el enorme candelabro de cristal suspendido en el techo. Era totalmente increíble el hecho de saber que nunca más tendría que preocuparse por nada que tuviese que ver con Marcus Silvetti. Era cierto que se le partía el corazón un poco al saber que él se quedaría tras las rejas por mucho tiempo pero otra parte de ella, esa que la hacía razonar, le decía a gritos que aquello era lo mejor que le hubiese podido pasar. Después de todo ya estaba a salvo.

No comprendía bien porque él ni siquiera había hecho el intento por defenderse, había ido a lo seguro simplemente. Se había culpado echando por la borda todos los esfuerzos de su abogado. Vacío sus pulmones lentamente tratando de no pensar en ello porque la cabeza le dolía ya lo suficiente como para seguir gastando la poca energía que le quedaba en ello.

Diez minutos después, Christopher entró a la habitación sosteniendo una charola con un montón de comida, el estómago de Danna protestó apenas el aroma se coló en sus fosas nasales y él rio. Se sentaron en la cama mientras comenzaban a comer en silencio.

—¿Si recuerdas que pasado mañana es el cumpleaños de Camila?—cuestionó Christopher luego de darle un pequeño sorbo a una botella de zumo de granada.

—¡Dios! Casi lo olvido—exclamó Danna dejando el sándwich de lado.—No he comprado aun su regalo—se lamentó.

—Sí quieres yo puedo acompañarte al centro comercial—ofreció sonriéndole. Danna lo observó en silencio, luego rio brevemente y entrelazó sus dedos con los de su novio.

—Todo lo que quiero hacer hoy es quedarme aquí, de verdad—Christopher asintió. La verdad es que no podía ni pensaba seguir presionando a Danna para que saliera, no cuando acababa de pasar por algo tan fuerte como lo era el juicio contra Marcus. Así que todo lo que hizo fue hacer a un lado la charola con la comida y abrazarla cuidadosamente.

—Entonces quedémonos aquí, enana.—respondió él sin despegar sus labios del cabello de la castaña—pero quedémonos juntos, no nos hagas a un lado porque todo lo que queremos hacer es estar contigo ¿de acuerdo?—se apartó de ella para poder mirarla a los ojos.

Danna le sonrió un poco antes de volver a esconder su rostro en el cuello del muchacho.—De acuerdo.—hizo una pausa y sonrió en el acto—Gracias por quedarte conmigo, Chris—murmuró provocando pequeñas cosquillas en el cuello del ecuatoriano.

—Oye ¿recuerdas lo que te dije cuando estuvimos en Loja en la azotea de casa?—ella asintió sin apartarse ni un solo centímetro de él—Bien, te dije que siempre iba a quedarme contigo, que iba a hacerlo incluso el día que me pidieras que me fuera, y eso es exactamente lo voy a hacer, porque estoy muy seguro Dan que el amor que nosotros nos tenemos el uno al otro es mucho más fuerte que todo lo demás—el corazón de la chica se estremeció y soltó un pequeño sollozo.

—Te amo, Christopher....—anunció en apenas un audible tono de voz. Christopher sonrió automáticamente.

—Te amo más, mi muñeca...

(...)

—Recuérdame una vez más porque estoy dejando que me sometan a un entrenamiento militar completo—se quejó la pelinegra acercándose a Danna, Erick y Joel sentados en las gradas mientras observaban el entrenamiento en silencio.

—Porque Danna te chantajeo seguramente—se burló Erick pasándole una galleta de chocolate.

—Claro que no—se rio Danna aceptando la galleta de Erick.—Además, no es un entrenamiento militar, solamente es un entrenamiento y ni siquiera es en patines—reprochó la muchacha con diversión.—Este es un entrenamiento más ligero...

Los ojos de Camila se abrieron con asombro, negó firmemente y tomó una galleta de la mano de Erick. El cubano la miró de mala gana y tomó otra del paquete.—¿Disculpa? ¿Este es un entrenamiento ligero? ¿De verdad, Danna?—cuestionó ofendida—Acabo de bajar por lo menos diez kilos en una hora—Joel y Erick rieron totalmente divertidos.

—¿Cómo se han portado los Wheels?—preguntó la castaña como buena amiga ignorando las protestas de Camila.

—Todos han sido muy lindos conmigo, y me han tenido demasiada paciencia—respondió encogiéndose de hombros—Dios mío, en serio debo de quererte mucho como para dejar que Cindy me haga bajar en un solo día todo lo que he comido en el año—Joel rio.

—Vamos, Cami. No lo haces tan mal—Camila lo observó un segundo.

—¿Cómo es que sabes eso sino has despegado la mirada de Lucy?—las mejillas del muchacho se sonrojaron de inmediato y Erick rio.

—Lo deduzco—murmuró.

—Vamos, Joel. Es una broma.—se burló la pelinegra.

—¡Cam!—le gritó Axel para llamar su atención. Camila puso sus ojos en blanco y Erick se carcajeó en voz baja.

—Tu amigo sigue cayéndome mal, no sé como haces para sobrevivir a esa tortura de tener que bailar con él—comentó antes de dar media vuelta y volver con el grupo de chicos que estaban comenzando a tomar sus posiciones para seguir bailando.

—No tiene ni idea de la sorpresa que le estamos preparando—anunció Erick con una linda sonrisa.

—Ni idea—coincidió Danna con la mirada perdida en los chicos.

Su corazón se estremecía cada vez que Cindy les ordenaba comenzar de nuevo. Se moría de ganas por saltar la valla de seguridad que tenía frente a ella e ir a bailar, pero sabía que sí se atrevía todo lo que conseguiría era que la entrenadora la retara.

¿Por qué ellos no comprendían que tenía unos deseos incontrolables por volver a su rutina diaria?¿Porque nadie parecía comprender la manera en la que se sentía respecto a al patinaje? Suspiró pesadamente atrayendo la atención de Erick. Tomó su mano cariñosamente y le ofreció una cálida sonrisa apenas los ojos ámbar de la chica se posaron en los suyos.

—Vas a ver que muy pronto vas a estar bailando tú también—Danna también le sonrió antes de apoyar su cabeza en el hombro del muchacho.

—Espero que si—respondió la chica.

—De verdad, estoy considerando la idea de ir a un gimnasio a entrenar quince horas diarias—se quejó Camila volviendo a acercarse a ellos junto a Lucy. La patinadora rio con diversión antes de acercarse a su novio. Joel la recibió con los brazos abiertos y una sonrisa en los labios que Camila casi pudo jurar que el rostro le quedaba chico.

—¿Y qué piensas hacer con las nueve horas restantes?—cuestionó Erick mirándola divertido.

—Alimentarme para poder resistir las quince de entrenamiento, claro... ¿podemos irnos ya? ¡Muero de hambre!—se quejó la muchacha con el ceño fruncido.

—Claro que si—respondió Erick apartándose de Danna para poder ponerse de pie.

—¿Podrían esperarme en la cafetería? Tengo que hablar con Cindy—los chicos asintieron y luego los cuatro se echaron a andar al mismo tiempo que Tom y Hans –los encargados del mantenimiento de la pista- abrían los gruesos telones negros para que los patinadores ajenos pudiesen entrar a patinar.

Camino lentamente hasta la entrenadora que permanecía con la mirada perdida en la pantalla de su teléfono y una sonrisa en los labios. No pensaba preguntar pero casi podía jurar que ella estaba hablando con Renato ¿Cómo lo sabía? Su padre solía tener la misma expresión de felicidad en el rostro cuando hablaba con ella.

—Cindy....—la llamó en voz baja. Cindy dejó de sonreír y luego la abrazó fuertemente olvidándose por un segundo de la costilla fracturada de la muchacha.

—Me hubiese gustado estar contigo para apoyarte, Dan—Danna suspiró.

—Lo sé.—sonrió—pero no es de eso de lo que quiero hablarte—Cindy la observó con renovado interés.—Tú... ¿me llevarías a la casa hogar?—los ojos de la mujer la miraron llenos de asombro.

—¿Por qué quieres ir a la casa hogar?—preguntó cruzando sus brazos encima de su pecho. Danna observó el suelo y luego de nuevo sus ojos.

—Porque....—suspiró—...porque me gustaría ver a Sophie de nuevo, pasar un rato con ella—Cindy sonrió.

—Esa niña no para de hablar de ti.—rio—¿Si sabes que primero tenemos que pedirle permiso a Renato, cierto?—Danna asintió de inmediato—No creo que tenga ningún tipo de problema no vas a hacer nada malo, es simplemente una visita—la miró un momento.

—¿Qué es lo que te pesa más, Dan? ¿El juicio o el hecho de venir a la pista pero no poder patinar?—cerró sus ojos momentáneamente y luego le sonrió.

—Supongo que me pesa más el hecho de no poder odiar a Marcus y sentir un poco de remordimiento por él—explicó encogiéndose de hombros.

—Tienes un corazón muy bonito, Dan. No dejes que el rencor te alcance. Pase lo que pase, no dejes que el rencor te consuma.—ella la miró con renovado interés pero se quedó en silencio. ¿Era su imaginación o esa era una advertencia?

—Entonces....¿me acompañarías?—Cindy sonrió ampliamente.

—Claro que si... me encargaré de Renato, entonces—la castaña le sonrió también.

—Gracias, Cindy—murmuró antes de abrazarla de nuevo para poder marcharse.

La idea de volver a ver a Sophie le emocionaba más de lo que admitía. Quería volver a abrazarla y hablar con ella de cualquier cosa justo como hacía antes de que ella se marchara. Sonrió ampliamente mientras caminaba descuidadamente por el pasillo que conducía a la cafetería que no se dio cuenta cuando su hombro derecho se estrelló accidentalmente con el brazo de otra chica.

—Lo lamento—se disculpó de inmediato observadora. Pero para su sorpresa, la muchacha de cabello negro como la noche la estudiaba con una mueca burlona en el rostro. La piel de Danna se estremeció un poco y por pura inercia dio un paso atrás.

—¿Eres Danna, cierto? ¿Danna Francis?—preguntó la chica sin dejar de sonreírle.

Pero no estaba sonriéndole de una manera amistosa. Era una sonrisa antipática que por un segundo le hizo recordar la primera vez que se había topado con Azul Martz.

—Sí—susurró y la chica rio como sí le hubiese contado el mejor chiste del mundo.

—Así que eres tú—se mofo cruzándose de brazos—Dios, no puedo creer que por fin conozco a...la chica que vino a reemplazarme—Danna parpadeó varias veces tratando de entender de qué demonios le estaba hablando esa chica—La niña torpe que tuvo un accidente y ahora tiene una herida en la ceja y las costillas rotas...

—¿Qué?—preguntó más confundida todavía.

—Mi nombre es Melissa, Melissa Anderson. La mejor patinadora de esta pista y líder de los Wheels—sonrió arrogantemente y el estómago de Danna se revolvió—He venido a recuperar mi lugar de una vez por todas, así que querida Danna Francis, espero que hayas disfrutado de jugar a ser una patinadora porque...tus días en Super Wheels...están contados...

_ _ _ 

Baia baia, Melissa Anderson volvió... CONCHAALEEEE.

Muchos besos chicas, mucho amor y muchas buenas vibras.

Gloria. xx.



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