C29: Bruja-Hada.

ESPECIAL DE SAN VALENTIN 👼💘💕

Maratón 2/3

—¡Buenos días, preciosa muñeca!—la saludó Christopher entrando en su habitación con una charola repleta de comida en las manos.

—Buenos días, Chris—respondió.

—Como el buen novio que soy, te he traído el desayuno—declaró colocando pequeña mesa de madera a su lado. Observó la comida y luego frunció el ceño.

—¿Has traído media nevera?—se burló la chica—Esto es mucho más de lo que yo podría comer en tres días, Christopher—explicó mirándolo fijamente.

—Pues lo lamento, porque esto es lo que el doctor Quinn ordenó—se encogió de hombros. Danna lo observó con una mueca de confusión y negó un poco antes de volver su atención al libro que Erick le había prestado el día anterior. Christopher se lo arrebató y ella lo miró de mala gana.—Danna....—advirtió tratando de sonar firme.

—¡Christopher! Esto en lugar de parecer mi desayuno, parece el desayuno de todo un pelotón completo del ejército de Estados Unidos—el chico rio y besó su frente.

—No seas exagerada, novia. No es mucho—reprochó mirándola con diversión.

—Lo dice el chico que come seis veces al día—Danna se cruzó de brazos y él la observó de nuevo.

—No me obligues a darte de comer en la boca, Danna Francis.—sentenció retándola con la mirada.

—Déjame en paz, Christopher. No quiero comer, no tengo hambre—le espetó inclinándose un poco para volver a alcanzar su libro. Christopher lo colocó encima de sus piernas y Danna literalmente lo hizo arder en leña verde con sus ojos. El chico soltó una carcajada, sabiendo que ella no podía inclinarse más para alcanzarlo, por lo menos no sin que se lastimara.

—¿Quieres tu libro, mi amor? Come primero—sentenció encogiéndose de hombros de manera despreocupada.

Ella le ofreció una furiosa mirada y tomó la cuchara hundiéndola en el tazón de avena, se lo llevó a la boca y luego le obsequió una falsa sonrisa.—Listo, ya comí. Ahora dame el maldito libro—se quejó.

—No.

—¡Christopher!—chilló ofendida. Soltó un suspiro y una brillante idea se formó en su cabeza.—Chris....—murmuró y lo miró pícaramente.

Christopher la contempló un segundo y su corazón se derritió ante la mirada dulce y la sonrisa cálida que ella estaba ofreciéndole. Se acercó un poco a su novia hasta que sus respiraciones estuvieron mezcladas. Danna presionó sus labios contra los de Christopher para regalarle un largo y dulce beso, él acunó su rostro entre sus manos y ella sonrió instantáneamente. Su pequeño y malévolo plan estaba funcionando. De reojo observó el libro aun en el regazo de su novio, lo tomó con un ágil movimiento antes de cerrar sus ojos y lanzarse a disfrutar de la sensación de los labios del ecuatoriano sobre los suyos.

Él por su parte estaba demasiado ocupado disfrutando de los labios de Danna como para darse cuenta que el peso del libro ya no estaba encima de él. Danna soltó una risita y se apartó de él. Christopher la miró un segundo y luego frunció el ceño cuando la observó abrir el libro de manera despreocupada.

—¡Eres una bruja!—se quejó cruzándose de brazos. Danna soltó una risita.

—Qué lindo, yo también te amo—se burló la chica.

—Te aprovechas de que sabes que eres mi debilidad, por Dios. ¡En que lío me metí!—dramatizó y ella soltó una carcajada.—Pero eres algo así como una bruja-hada—agregó sonriéndole un poco.

—Explícame eso, Vélez—exigió mirándole con diversión. Christopher se puso de pie y rodeó la cama de la chica para sentarse del otro lado, colocó a Chrisgato en sus piernas. La abrazó con cuidado y besó su frente de nueva cuenta. Danna aspiró la loción de su novio y su pulso se aceleró.

—Regularmente eres una hada, ya sabes puro amor, toda linda y dulce—Danna rio levemente—Y luego te conviertes en una bruja que utiliza sus encantos para hacerme caer—añadió ofendido.

—Te amo—susurró la chica.

—Y luego dices estas cosas y todo lo que quiero hacer es agarrarte a besos hasta que los labios te duelan—Danna rio y apoyó su cabeza en el cuello de su novio.—Te amo más, Dan. No importa cuánto digas que me amas, yo siempre voy a amarte más—sentenció envolviéndola con sus brazos cuidadosamente.

—Si tú lo dices—respondió en medio de un suspiro.

Un par de suaves golpes la hicieron apartarse un poco de Christopher. La puerta se abrió dejándoles ver a Erick, Mariana y Leah. Erick les ofreció una sonrisa y luego suspiró.

—Creo que llegamos en un mal momento, Leah—murmuró sosteniendo cuidadosamente al bebé. Leah balbuceó como sí estuviera respondiéndole y Danna rio un poco.

—¿Amaneciste mejor, Dan?—cuestionó la mujer con voz maternal.

—Sí, igual me sigue doliendo todo el cuerpo, pero...estoy bien—se encogió de hombros.—Erick...tu mano—señaló a la mano del chico y él sonrió de nuevo.

—Está bien, me queda algo me molestia pero sólo eso.—declaró antes de volver su atención a Leah.—Vamos, Leah. Vayamos con Dan—Christopher se apartó para que Erick pudiera acercarse con la bebé en brazos. Se sentó cuidadosamente junto a Danna y ella observó fascinada a la niña que no apartaba sus ojos de los de Erick. Era como sí los ojos de Erick la hipnotizaran, ¿y es que, a quién no? Eran muy lindos y Danna lo sabía.

Aún podía recordar la segunda vez que lo había visto. Ella había bajado esa mañana por un vaso de leche y él había entrado en la cocina. Sus hipnóticos ojos se posaron en ella y literalmente tembló admirándolos.

—Creo que tienes una nueva fan, Erick—comentó Mariana observando al chico que parecía fascinado por tener la atención total de Leah.

—¡Y es preciosa!—susurró totalmente fascinado. Leah volvió a balbucear y Erick rio.

—¡A mí me ama más!—alardeó Christopher acercándose a Erick para ver a la pequeña niña Francis pero ella seguía con los ojos posados en el cubano estudiando todos sus movimientos.

—¡Si, claro!—se burló Erick.

(...)

Manuel y Renato Francis entraron con paso firme en la pequeña habitación dividida, se sentaron en una de las mesas y esperaron pacientemente a que el hombre apareciera y cuándo finalmente lo hizo, el pulso de Renato se aceleró como cada vez que hacía apenas lo veía.

Él jamás había sido una persona violenta, odiaba a las personas que fomentaban la violencia y nunca iba a estar de acuerdo con ello pero aquello era una ocasión especial. Cada vez que Marcus Silvetti aparecía frente a él unas incontrolables ganas de golpearlo lo atacaban, luchaba consigo mismo para mantenerse fiel a sus principios pero era casi imposible cuándo recordaba la manera en la que ese hombre había dañado a Danna.

Todavía no terminaba de creer como es que ese era su padre. Él no era digno de tener una hija como ella, eran lo opuesto el uno del otro. Danna era puro amor y él, puro odio y rencor. Danna era una como una luz de día, que iluminaba todo a su paso, Marcus era como la oscuridad, era una persona oscura. Apretó su mandíbula apenas lo observó entrar acompañado de un guardia de seguridad.

Una maliciosa sonrisa se instaló en sus labios y Renato negó un poco. Manuel por su parte contempló al hombre un breve segundo, su cerebro no era capaz de comprender como es que ese ser ruin y despreciable podía ser el padre de Danna, de su sobrina. La idea de relacionarlos siquiera le era totalmente inconcebible.

¿Cómo es que a Danna le había tocado ser la hija de él? Manuel no la había visto todavía, pero Renato le había contado de la enorme cicatriz que Danna llevaba en el vientre, y ese era el idiota que se la había hecho. Ese era el enemigo. Lo tenía frente a él. Renato tomó el teléfono y por inercia Marcus también.

—¿Ya reflexionaste, Renato?—preguntó el recluso con una sonrisa que Renato no pudo descifrar.—¿Vas a ayudarme a salir de aquí? Ya te dije que sí me ayudas, te juro que no volverás a saber de mí, me iré tan lejos como pueda y te puedes quedar con la es....—Renato rio.

—Ten mucho cuidado con la manera en la que te refieres a mi hija—sentenció mordazmente.

—Sí, sí. Tu hija. Sí quieres jugar a la familia feliz con Danna, hazlo. No me interesa—Renato suspiró.—A mí no me interesa para nada, te la regalo completa así que no me importa.—el hombre se sacó las gafas de montura negra y luego negó.

—No estoy aquí para negociar contigo nada, al contrario. Simplemente he venido a hacerte una pregunta—anunció.

—Yo te responderé sí tú me ayudas a salir de aquí, sino, muérete con la duda—Manuel frunció el ceño. No estaba escuchando lo que Marcus estaba diciendo, porque el vidrio no se lo permitía, pero sabía de lectura labiofacial.

La había desarrollado desde pequeño cuándo él y su hermano hacían travesuras y luego se culpaban el uno al otro. Después, en la universidad había vuelto a ponerlo en práctica, después de todo, los exámenes no se copiaban solos, así que estaba al pendiente de todas y cada una de las palabras que el padre biológico de su sobrina estaba diciendo, y cada vez las ganas de pegarle crecían en él más y más.

—¡Eso no va a pasar!—sentenció Renato.

—¡Entonces ya te dije que te vas a morir con la duda!—Manuel suspiró.

—¿Sabes quién es Marcelle Sáenz?—soltó de golpe. La sonrisa de los labios del recluso se esfumó de golpe. Su nariz se arrugó y sus ojos evitaron los del par de hombres del otro lado del cristal.

¿Qué si la recordaba? Claro que la recordaba.

—No—mintió.

—La conoce—anunció Manuel sin dejar de mirarlo a través del cristal, como sí Marcus fuese una especie de atracción. Otra de las cosas que le habían hecho aprender en la universidad era a leer las expresiones faciales de las personas para saber cuándo si y cuándo no decían la verdad.—Pregúntale de dónde la conoce—agregó.

—¿De dónde conoces a Marcelle?—inquirió Renato. Las manos de Marcus comenzaron a temblar ligeramente.

—No sé quién es.—sentenció en medio de un gruñido.

—¡Claro que sabe quién es!—espetó Manuel.—Díselo, Renato—ordenó.

—¿Tuviste un amorío con ella hace casi veinte años, no?—lo presionó.

Los ojos del hombre uniformado se encontraron con los de Renato y soltó un suspiro de pura frustración. ¿Cómo es que Renato sabía de Marcelle? No entendía nada y mucho menos sabía porque demonios él quería saber eso.

Sabía que en el momento en el que Danna se decidiera a hablar, terminaría sus días detrás de una celda, pero era totalmente imposible que aquella chiquilla tonta supiera de Marcelle. Ni siquiera había nacido cuándo aquello había pasado.

—Tú no tienes...

—¡Dímelo de una vez, maldita sea!

—¡Sí!—estalló finalmente. Renato se echó para atrás en la silla y negó un poco.

—¿Tuvieron un hijo, no?—los ojos de Marcus se desenfocaron de golpe. Renato suspiró. Él no podía negarlo. Ellas tenían sus ojos, eran idénticos. ¿En qué mundo había estado él que no se había dado cuenta antes?

—Sí...

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Ehhh saludos VelezBoludoo Feliz san Valentín, muñeca. Un beso y un abrazo enorme hasta tu casa😘.

¡DENLE PA'RRIBA!

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