Victorioso

"A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho."

Jacinto Benavente.

"Se perdona mientras se ama."

François de La Rochefoucauld.

"Inscribe los agravios en el polvo, las palabras de bien inscríbelas en el mármol."

Benjamin Franklin.



Hablar un poco más con Maddie ayudó mucho a que Buck luego encontrara el valor para salir del departamento, de vuelta al mundo que continuaba con o sin sus dramas de Omega. No intentó contactar a nadie de la estación ni tampoco se acercó, en su lugar solo firmando los papeles en las oficinas centrales retirando los cargos como aceptando la decisión que tomara el capitán Nash sobre su baja definitiva. Era lo menos que le debía luego de todo lo ocurrido. Pasó sus días deambulando por aquí y por allá, incluso fue al Parque Pacific a mirar cómo iban las remodelaciones, suspirando al recordar lo vivido.


¿Cómo estaría Christopher?


No merecía saberlo, era un malagradecido. La policía quiso un testimonio completo de lo sucedido con el abogado Mackey, contando sobre el ataque y cómo había usado su voz Alfa con él desde la demanda para sacarle dinero a la ciudad que tomaría cuando al someterlo obedecería por completo sus órdenes. Se sorprendió de saber que ya habían sospechado de él, solo que nunca habían obtenido pruebas o testigos, menos un Omega que le tumbara los dientes. Al menos lo consoló un poco saber aquello. Evan salió de la estación de policía con manos en los bolsillos de sus jeans, mirando el suelo.

—Buck.

Se topó con Athena, que regresaba en su patrulla. Le sonrió y luego quitó la sonrisa de su rostro, inclinando su cabeza en actitud sumisa.

—Yo... am... solo vine a declarar, ya me voy.

—¿Llevas prisa? Te invito a comer.

—De acuerdo.

Fueron a un local de comida rápida, su estómago apreció mucho el sabor de una buena hamburguesa con papas, luego de una dieta estricta. Athena dejó que diera unas cuantas mordidas antes de tocar el tema sin rodeos.

—¿Estás recibiendo ayuda con lo sucedido?

—Oh, sí —tosió Buck, mirando sus papas— En el hospital llevo un buen registro, también estoy en un grupo de ayuda para Omegas. Todo en orden.

—Me alegra mucho escucharlo.

—... lo siendo, Athena. Fui grosero contigo y con el cap.

—Buck, mírame.

Lo hizo con temor, una mano de la mujer sujetó la suya con fuerza, sonriéndole.

—No fue tu culpa, cariño.

—Resultaron lastimados por mi estupidez.

—Cuando fuiste a dejar la demanda, noté algo raro en ti, hablabas muy mecánico, como si te hubieran ordenado algo, luego tu aroma fue amargo. Tan inusual. Se lo dije a Bobby, algo pasaba contigo. Esa tarde que me llamaron por lo del abogado, uní todas las piezas. Sobra decir que fui yo quien lo interrogó en el hospital y no le tuve misericordia, menos cuando tenía su aroma en ti. Uno lleno de terror.

—Gracias por haberme rescatado en la autopista.

—Fuiste extremadamente fuerte al soportar tanto, querido, alguien más aun no siendo Omega hubiera perdido la razón. Pero luchaste, no te dejaste vencer, como supongo ahora no lo harás ¿cierto?

—Bueno —Evan respiró hondo— La verdad es que estoy pensando qué hacer con mi vida.

—¿Cómo que qué hacer? ¿No volverás a la estación?

—Athena... ya no soy bienvenido allá.

—¿Te lo dijeron?

—Pero es obvio, les grité cosas horribles, en el interrogatorio...

—Buck, Buck —ella lo detuvo, inclinándose sobre la mesa— Repito la pregunta, ¿te lo dijeron? ¿Lo escuchaste de sus labios?

—No, pero...

—Creo que primero deberías hablar con ellos antes de sacar conclusiones.

—Puede que no, puede que sea mejor así.

—¿Evan Buckley dándose por vencido?

Miró a Athena con algo de ofensa, luego rodando sus ojos. —Está bien, iré.

—¿Quieres que te acompañe?

—¿Lo harías?

—Cielo, la ley protege por encima de otra cosa a los Omegas. Ya sabes, son nuestras joyas.

—Je.

Necesitó un par de días para tener más coraje, así como amenazas de Maddie para dejar de ser gallina y mostrar la cara en la estación. Athena pasó por él, sonriéndole con una mano palmeando su cabeza cual buen chico mientras conducía hacia el edificio. Buck contuvo el aliento al ver los camiones, su equipo caminando afuera, riendo, siendo felices como deberían. Intercambió una mirada con Athena, ella invitándolo a bajar de la camioneta, siendo quien fuera por delante. Él solo metió las manos en los bolsillos de su chaqueta, contando los pasos hasta llegar a la entrada, deteniéndose un poco, luego empujándose a sí mismo con un nudo en la garganta.

—¿Athena? —llamó bajito, no queriendo llamar la atención.

De pronto encontró la estación vacía, pensando lo peor. Tal vez lo habían olfateado y todos se esfumaron para no verlo. Buck apretó sus labios, buscando a la sargento, extrañando porque era imposible que también se perdiera. Rodeando uno de los camiones, el Omega se detuvo en seco.

—¡BIENVENIDO!

Una fiesta sorpresa, que en verdad lo tomó por sorpresa, llevándose una mano al corazón y luego riendo divertido, no creyendo ver su nombre ahí debajo de las enormes y brillantes letras. Todos estaban ahí, aplaudiéndole. Quiso llorar, diciéndose que ya había mostrado suficientes dramas a su equipo para otro más. El capitán Nash fue el primero en abrazarlo, unas fuertes palmadas en su espalda que agradeció como si fuese alimento luego de estar muerto de hambre.

—Me comunicaron tu decisión —Bobby le susurró al oído— Pero rompí la petición. No perderé a uno de mis mejores elementos.

—Capitán...

Este le guiñó un ojo, dejando que Henrietta casi lo tirara al suelo entre risas locas al abrazarlo. Nunca creyó que algo así se sintiera de bien, recibiendo más abrazos y felicitaciones. ¿Dónde estaba el rencor? ¿El desprecio? ¿Por qué le habían hecho una fiesta si merecía todo lo contrario? Su expresión debió ser muy obvia porque Chimmey negó con manos en la cintura.

—Sí que nos gritaste, pero también te sinceraste como nunca —le aclaró— Somos nosotros los que nos sentimos mal por todo lo que estabas atravesando en silencio, solo vimos una parte.

—Y no olvidemos lo mejor —asintió Henrietta— Que sigues dentro.

Disfrazaron muy mal el alejarse para cortar el pastel o repartir los vasos cuando Eddie se acercó. Buck se sorprendió de verlo apenado, parpadeando un poco, alejándose de los oídos indiscretos, llegando detrás del camión.

—Escucha, Buck, no quise usar mi voz Alfa, fue lo más deshonorable que he hecho en mi vida. Yo... fui muy estúpido.

—Yo también.

—No es competencia —bromeó apenas, negando luego— Luego de lo que hicimos me sentí mal.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque apenas estás aprendiendo a ser Omega, no te di libertad para elegir, simplemente me lancé encima sin considerar que igual no podías estar listo.

—Creo que fue más que obvio que sí lo estaba.

—Tal vez el cuerpo, pero ¿y lo demás? Me sentí mal conmigo mismo, luego ya no querías verme o así lo sentí, sé que no fue de tal manera, pero era como yo lo estaba viviendo. Entonces viene todo lo demás, Christopher con sus pesadillas, las misiones, mi insomnio por mi hijo, después en el supermercado tú me reclamas algo que jamás había sucedido. Quise ponerte un alto, desesperado porque me escucharas, solo que lo hice mal. Una vez más, te había forzado. Perdóname, eso no se hace.

Evan se quedó callado unos segundos, luego aclarando su garganta, un pie suyo jugando con el pulcro piso de la estación.

—¿Sabes? En el hospital me dijeron que mis ojos se pusieron lilas, algo que solo sucede cuando un Omega responde a su Alfa, a su pareja elegida que ha encontrado. Nadie más puede provocar eso.

Eddie sonrió extrañado. —¿Estás diciéndome que soy tu Alfa elegido?

—No sentí que te hubieras aprovechado de mí, en ningún momento. Incluso me sentí a salvo, me hiciste aceptar y disfrutar de mi verdadera naturaleza. Por eso... cuando ese idiota quiso tocarme, aun con todo y su voz Alfa sentí asco, rechazo. Yo solo te quería a ti.

—Buck...

—Me había resignado a perderte.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Los interrogatorios...

—Estabas bajo el mando de ese maldito pervertido. Tú nunca harías eso.

—Jamás, no. Sí estaba molesto porque no podía volver, pero nunca sería a costa de ustedes.

—¿Y por eso te dio por ser el ermitaño del año?

—Algo así —sonrió Evan, apenado.

—Si pudiera decir que me hubiera gustado que hicieras algo, fue decirme bien de Daniel. Sobre el abogado. Pero entiendo que todo te abrumó y no encontraste un camino, también sé lo que es perderse pese a que todas las señales están ahí. Eso me faltó pensar cuando peleamos.

—Entonces... ¿estamos bien?

—Si tú quieres —Eddie sonrió ampliamente.

—Oh, bien... pues sí quiero.

—Con una condición.

—¿Cuál?

—Iremos más despacio, me gustaría mucho que continuaras con tus módulos de aprendizaje sin la presión de hacer exámenes extraordinarios solo por complacerme.

Buck rió de buena gana. —Está bien, pero si me atraso será cosa tuya.

—Acepto el riesgo.

—¡Ay, ya bésense! —reclamó Chimmey, sonrojando a esos dos y provocando un estallido de carcajadas en los demás.

Su Alfa le ofreció sus brazos y fue a ellos con singular alegría, olfateando el aroma que le hizo falta tanto tiempo atrás. Evan se separó apenas para verlo, tomando su rostro para besarlo, escuchando unos aplausos que lo pusieron rojo hasta las orejas, reclamando a los demás ser unos mirones, volviendo a la fiesta, buscando a Athena para agradecerle.

—No lo vi venir.

—Soy buena en lo que hago.

—Y me alegro por ello.

Volver a esas charlas, estar en la estación le dieron las fuerzas que le faltaban. No era que todo se hubiera resuelto mágicamente, porque aún tenía que lidiar con lo del abogado, su equipo hizo planes para acompañarlo en las audiencias, Eddie a la cabeza. Fue tan sorpresivo aunque no inesperado que el abogado defensor intentara dejarlo como el culpable al "insinuársele" usando las múltiples parejas de Buck como arma en su contra. Más de una vez tuvo que sujetar la mano de Eddie cuando iban por los pasillos de los tribunales y veían a lo lejos a Mackey.

—Hey, vienes conmigo —lo llamó con suavidad, usando su aroma y así relajarlo.

Otra veces fue al revés cuando aquel idiota declaraba mentiras que intentaban manchar su nombre, dejarlo como un Omega que usaba su aroma para seducir abiertamente al abogado. En una de esas ocasiones, sin querer reaccionó temeroso, sus ojos se tornaron casi por completo en un lila vivo, Eddie saltó la valla de división bien dispuesto a romperle el hocico a aquel tipo, pero lo sujetaron a tiempo y Athena intervino aclarando que era una reacción natural de un Alfa protegiendo a su pareja de un peligro real o dañino como el de aquel abogado. Buck, por su parte, agradeció que Eddie lo llevara a otra sala donde relajarlo con su voz, volviendo a la normalidad, sonriendo luego al recordar esa anécdota.

Por ello ayudó con Christopher, el cachorrito pese a todo cuidado desarrolló un trauma por el tsunami, que le dolió descubrir fue porque lo vio lastimarse tanto para que a él no le sucediera nada. Como le mostraron los dibujos que hacía con el terapeuta, Buck siempre fue su constante, siendo atacado por escombros o un salvaje perro rabioso. Era un niño de oro. Por eso le pidió a Eddie que le permitiera hablar con él, así darle una mano con el trauma que tomaría tiempo como a su propia persona, volviendo a esa rutina de cuidarlo ahora que se sintió mejor y se prepararía para un examen nuevo, esta vez con las cosas en orden sin hacer trampas.

—Chris —saludó cuando Eddie lo dejó en su departamento— ¿Cómo estás?

—¡Buck! Estoy bien.

—Mm, ¿qué dices de un paseo por el zoo?

—¡Genial!

—Dame esos cinco.

Debían enfrentarlo, sin duda, un paseo era una buena forma, pero definitivamente lejos del agua. El zoológico le encantaba por el ambiente, los animales, la comida y en sí, por todo. Sin embargo, pronto notó lo que Christopher traía. Al andar por entre las áreas de animales, el pequeño Alfa gruñía cuando alguien se les pegaba mucho o bien, cuando Buck se estiraba para alcanzar algo, o ayudar a una madre con la carriola de su bebé. No quería que hiciera eso, no por envidia, le recordaba todos sus esfuerzos agotadores por mantenerlo con vida a costa de su salud, cosa que comprobó cuando fueron a comer un helado y tosió sin querer.

—¡Buck! —ese lado Alfa afloró con todas sus fuerzas.

—Estoy bien, solo se me atoró una pasa.

—Otro helado entonces.

—No, claro que no, este...

—¡Otro helado! ¡Ese no!

—Chris...

—¡Te hace daño!

El siempre sonriente Christopher Díaz era ahora un niño enfurecido con un barquillo de helado de vainilla con pasas. Siempre le encantaría sentir cómo era tan importante para alguien que hasta una golosina así se convertía en enemigo público si le molestaba. Evan se acercó al cachorro, poniéndose en cuclillas, abrazándolo, pero sin tirar el helado.

—Sshh, Chris, quiero que me mires.

—...

—Vamos, no me dejarás así ¿verdad?

Con un mohín, el pequeño lo miró. —Gracias por cuidarme, Chris.

—Yo no he hecho nada.

—Oh sí que lo hiciste, ¿quieres saber cómo?

—Um, bueno.

Acercándose más, Buck le sonrió. —Ese día, del tsunami, yo tenía mucho miedo ¿sabes? Realmente estaba aterrado porque no sabía qué hacer, pero entonces, tú reías conmigo y me contabas cómo lograbas salir adelante. Yo me dije: "un momento, si este valiente cachorro no tiene miedo ¿por qué yo sí?" y fue así cómo pude calmarme, siendo decidido solo por ti, Chris. Solo por ti.

—Pero... —Chris dejó caer unas lágrimas— Sangraste mucho... te lastimabas y yo solo estorbaba...

—No, bebé, jamás me estorbaste, todo lo contrario. Fue tu voz, tu compañía, este pequeño Alfa que no se dio por vencido y nunca se quejó pese a estar cansado, hambriento o con mucho sueño, el que me hizo andar sin importar qué. Si no te hubiera tenido a mi lado, no hubiera sido tan afortunado. Eres un gran Alfa, Chris, a tu lado sé que estoy seguro, a tu lado sé que no debo tener miedo. A tu lado yo sé que las cosas serán mejores. Así que te pregunto ¿todavía quieres seguir cuidando de mí?

—¡Sííí! —lloró el pequeño, abrazándolo con fuerza.

Sonrió al recibirlo, olfateando que su aroma dejaba la acidez de una culpa y volvía a ser esa hermosa brisa refrescante. Besó sus mejillas, limpiando sus lágrimas.

—Ya, bebé, todo está bien. Ese día no me sucedió nada gracias a ti, recuérdalo siempre ¿sí?

—Okay.

—¿Sigues enojado con el helado?

—Nope.

—¿Quieres un poco?

—¡Quiero mucho!

—Bien, pero primero ¡dame esos cinco!

Fue un paseo divertido a partir de entonces, de esos que dejan el corazón ligero. Christopher terminó molido, dormido en sus brazos, regresando al departamento, recostándolo mientras pedía una pizza para celebrar el avance en aquel trauma. Todavía habría cosas por ver con el terapeuta, esperaba que esa pequeña charla ayudara con el tema. Buck se encontró sonriendo para sí mismo, se le daba bien el asunto con los cachorros, en especial el de Eddie. De pronto, recordó lo que le contaron sus padres sobre él y Daniel, hermanos muy unidos que al separarse por la muerte casi vuelven a encontrarse. Una ayuda un tanto ignorante, cargada de resentimiento que casi le había costado la vida, o el puesto. O todo.

—Cielos, qué aventura.

Eddie los encontraría comiendo pizza todavía, discutiendo sobre los poderes de los superhéroes. Le sonrió, alcanzando su mano que entrelazó con la suya, continuando con el debate con un Chris muchísimo más relajado de cuando llegó, cosa que notó su padre, intercambiando una mirada con él. Solo le guiñó un ojo, convidándole algo de pizza.

—¿Día pesado?

—Un poco.

—Si necesitas descansar, puedo quedarme con Chris esta noche.

—Es demasiado, Buck.

—Mm, no hay problema, nada mejor para un Omega que un valiente Alfa lo proteja por las noches, ¿cierto, Chris?

—¡Soy valiente!

—¿Lo ves?

—... ¿estás seguro?

—¿Qué es lo peor que podría suceder? ¿Qué un tsunami nos alcance?

Christopher se carcajeó, a punto de ahogarse entre risas. Eddie lo socorrió, mirando a Buck como no creyendo que hubieran avanzado a ese punto, considerando su propuesta.

—Estaremos bien y tú necesitas descansar.

—Pues todo parece indicar que así será. Dos contra uno.

—Democracia.

—Al menos tomaron en cuenta mi voto.

—Somos justos.

Había algo que Evan quiso hablar, pero esperó hasta que el cachorrito estuviera bien dormido en su cama, llamando a su padre al pasillo fuera del departamento para que no los escuchara. Eddie, por supuesto, se inquietó por ello, resistiendo la curiosidad y nerviosismos con una sonrisa que besó en cuanto cerró la puerta, sujetando el rostro del Alfa tan atolondrado como él mismo.

—Quería hacer esto.

—Bueno, creo que podíamos hacerlo adentro.

—Sí, pero no hubiera podido preguntarte de dónde provienen esos moretones.

—¿Cuáles moretones?

—Edmundo Díaz, no me hagas repetir la pregunta.

Este se inquietó, cruzándose de brazos, pero Buck lo soltó aquella postura, tomando el brazo izquierdo para subirle la manga antes de que se lo impidiera, mostrando tremendos moretones y raspones muy inexplicables que señaló con una ceja arqueada.

—He descubierto que los Omegas poseemos un olfato sensacional para detectar heridas de cualquier tipo. ¿Me puedes decir qué está sucediendo?

—...

—¿Eddie? ¿O no soy de tu confianza?

—No es eso —este recuperó su brazo, cubriéndolo con la manga— Es... complicado.

—Te escucho.

—Buck, no, ya suficiente carga has... —sus ojos entrecerrados, brazos cruzados y aroma de Omega molesto lo calló— Es que no quiero que asumas culpas por esto.

—Tiene que ver conmigo.

—Sí, pero no como lo imaginas.

—Estoy esperando la explicación larga y tendida.

—No presiones ¿sí?

—Eddie.

—¡Está bien! —jadeó exasperado este, pasando una mano por sus corto cabellos y luego por su barba algo crecida por el atareado día— Comenzó luego de aquella noche.

—¿De que te sentiste culpable por robarme la inocencia?

—...

—Sigue.

—Christopher empezó con las pesadillas, despertándome a medianoche o madrugadas, a veces no dormía porque él no conciliaba el sueño del todo. Después vinieron las demás cosas y yo... estaba saliendo de este luto por la madre de Chris ¿sí? Tratando de asimilarlo, pero entonces tuvimos este pleito... yo necesitaba algo qué golpear.

Buck frunció su ceño, adivinando lo que seguía de esa palabras, acercándose a su Alfa con voz baja, no acusatoria y manteniendo suave su aroma.

—¿Y te has metido en peleas?

—Ilegales.

—¡Eddie! —susurró asustado.

—No estoy haciéndolo por dinero, qué conste.

—Tienes un buen sueldo para ello. Eddie, es que... ¿y por qué no te has detenido?

—La adrenalina, la adicción, se siente muy bien.

—Creo que necesitas ayuda y no estoy diciéndolo con el afán de hacerte sentir mal —buscó las manos del otro para entrelazarlas— Eres parte de mi familia, el padre de Chris, el Alfa que elegí aunque suene a melodrama de la tarde. No quiero que sufras en silencio, solo.

—Ya has tenido tantas cargas.

—Saliendo airoso de ellas.

—Eso no implica que deba sumarle.

—Pero tampoco hacerme a un lado en esto. Dime cómo puedo ayudarte, no me has abandonado pese a mis estupideces y estamos de acuerdo con que son estupideces, no es una negociación, así que bien podemos arreglar lo tuyo con más ganas.

—Puedo dejarlo.

—¿Estás consciente de que suenas como un alcohólico?

—Mierda.

—Exacto.

Eddie respiró hondo, dejando una de sus manos para sujetarlo por la cintura, atrayéndolo para besarlo, un contacto corto que más bien fue un gracias de su parte, sonriéndole apenas.

—También ha sido otra cosa.

—Dímelo.

—Es... insisto, no quiero que tomes culpas.

—Dímelo.

—¿Recuerdas que te conté sobre mi equipo en el ejército?

—Fuiste muy general, todavía no tengo detalles, pero sí.

—No te dije sobre alguien.

—¿Una amante?

—Buck...

—Lo siento, estás tenso, quería distraerte.

Lo que hizo el Alfa fue acercar su nariz al cuello Omega, cerca de su glándula para olfatearlo, eso fue el mejor remedio porque el aroma directo relajó sus músculos tensos, ese sentido de estar a la defensiva por las peleas y el estrés acumulado.

—Amo tu aroma.

—Me gusta que te guste —Evan se sacudió un poco— Es raro que me huelas. ¿Mejor?

—En el equipo había un Omega, cuando tuvimos la emboscada, se quedó a mi lado. Fue quien me salvó, Buck, me sacó de ahí y me entregó a un campamento antes de caer muerto.

—Eddie... —lo abrazó en el acto— Cuanto lo lamento. Tú... ¿tuviste un retroceso cuando me viste con Christopher?

—Sí. Bernand... Bernand Shore era su nombre, el más fiero soldado que jamás haya conocido. Por el que estoy vivo y...

—Sshh.

—Me sentí como si no hubiera avanzado, todo estaba mal y recordarte me hizo volver a esos días sin sol, con Bernand sonriendo y bromeando aunque su cuerpo ya estuviera fallando por las heridas. "Vamos a salir de esto, Díaz, ya lo verás. Tomaremos una cerveza en Martha's y te mostraré donde venden el mejor pay de limón de Estados Unidos"... cuando volví en sí su cuerpo ya había sido enviado con sus familiares.

Evan respiró hondo, comprendiendo a Eddie porque no solo fue el trauma que sufrieron estando atrapados en territorio enemigo, sin saber si podrían sobrevivir, era también ese orgullo Alfa herido por no haber sido capaz de salvar una vida. Como el dulce Christopher quien estaba contrariado al presenciar cómo se lastimó durante el camino de vuelta al campamento, solo que cien veces peor porque se trataba de soldados arriesgando sus vidas por un ideal. No soltó a su Alfa, haciendo círculos en su espalda, usando sus feromonas. Todo está bien, puedes llorar, hazlo. Debió esperar unos minutos antes de que Eddie se tensara y luego al fin rompiera a llorar.

—Sshh, aquí estoy.

De momento, Eddie no quiso reaccionar, tenso pero deseoso al mismo tiempo de liberar todo eso que llevaba dentro. Fue de nuevo, algo que no pudo controlar, su naturaleza respondió al llamado desesperado de su pareja. Los ojos de Buck se tornaron lilas, en un tono suave porque no era peligro lo que lo rodeaba sino ansiedad, ansiedad por su Alfa, así que sus feromonas reforzaron ese sentimiento de protección que se combinaron con las del otro, formando una suerte de capullo a su alrededor, apretando su abrazo. Así fue como Eddie al fin cedió, estallando de pronto en un llanto ahogado, necesitado, aferrándose a él.

Evan hubiera querido darse de topes en la pared por haber vuelto a caer preso de su Omega interior, aunque tuvo su lado bueno esta vez, estaba ayudando en verdad, no solo provocando problemas, así que se dejó hacer, que su mente racional cediera paso a su esencia e hiciera su labor. Permanecieron ahí, de pie en el pasillo vacío abrazados hasta que su hombro se sintió frío de tantas lágrimas que Eddie soltó, pero que a medida que lo hacía, Buck olfateó que mejoraba en su ánimo, hasta que no hubo más que un silencio no incómodo sino de confort, los brazos de su Alfa al fin lo liberaron, con esos típicos apretones en su cintura que trajeron en él una sonrisa de alivio.

Estoy bien.

Las palabras trajeron de vuelta su mente templada, desapareciendo ese lila en sus ojos que brillaron de gusto ante una voz Alfa que no fue agresiva, sino de confort, agradecimiento. Una de sus manos tocó el rostro de Eddie.

—¿Mejor?

—No sabía que necesitaba esto.

—Oh, créeme, sirve de mucho, te lo dice el que ha llorado por todo.

—Gracias, Buck.

—Pero sí debes buscar ayuda ¿de acuerdo?

—Lo haré.

—Te puedo acompañar si lo necesitas.

—Prefiero hacerlo solo, sin ofensas —replicó Eddie con un guiño.

—Ya sé, la Alfosidad.

—¿Qué es eso de la Alfosidad?

—Es un término que Chris y yo nos inventamos.

—Te adora, Buck. Los días sin ti lo torturaron.

—Pero ya ando aquí, todo mejorará. Podemos hacerlo.

—¿Cómo una familia?

Esa mirada pícara lo hizo reír. —Lo siento, soy un Omega decente, tendrás que hacer una propuesta formal antes de avanzar en nuestra relación.

La risa en Eddie trajo más alivio en ambas partes, este despidiéndose luego de una corta sesión de besos mientras intentaban regresar al departamento para tomar sus cosas y volver a su casa, resistiendo la imperiosa necesidad de quedarse porque el aroma de Buck era demasiado para su olfato, sacando fuerzas de flaquezas al soltarlo de mala gana.

—Nos veremos mañana.

—Así será.

—Cualquier cosa...

—Eddie, vamos a estar bien.

—Gracias, Buck.

Evan no entró hasta que desapareció, cerrando la puerta con un suspiro, su Alfa requería ayuda, así como él la estaba recibiendo, pero no dudó que lo lograrían y lentamente todo encajaría de vuelta a su lugar, siempre lo hacía. Las tormentas llegaban de improviso, arrojando las partes lejos unas de otras, confundiendo, lastimando sin duda, solo el tiempo permitía que lentamente regresaran a donde pertenecían, algunas no lo harían. No creyó que eso fuera malo, después de todo, la vida siempre tenía esos agujeros de queso gruyer como decía Christopher, esperar que se llenaran era alterar el sabor del queso. Fue a la cama, arropando al pequeño al recostarse a su lado pensando en lo muy sabio que era para su edad. El cachorro se removió, olfateándolo de forma inconsciente y removiéndose para buscar el refugio en su pecho que no le negó, besando los cabellos alborotados ya, sonriendo al pensar que tenía un lindo Alfa a su lado.


Un hijo.


¿Sería demasiado atrevido pensarlo así? No le pareció, acomodándose mejor para un nuevo día, con nuevas sorpresas y esperanzas. Podrían lograrlo, eran familia.


Su familia.

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