XXI: El profesor

Confusión. Era lo que Maika podía ver en los rostros de todos aquellos que la rodeaban, rostros de ojos abiertos o de miradas desenfocadas, con labios que balbuceaban palabras inentendibles y se quedaban rápidamente en silencio.
"¿Qué pasó?" intentó decir pero se dio cuenta de que lo estaba pensando. Imaginando.
El sólido suelo bajo sus pies, su cuerpo cuyos contornos ya no brillaban de un azul llamativo...
—Regresamos —dijo y ahora sí sus labios se movían y el sonido surgía de la garganta y no de la mente.
—Hay que informar de esto lo más pronto posible. Iré al Concilio. —Mesh era el unico que no parecia hallarse confundido y se manejaba con soltura aunque cierto apuro. Permaneció cabizbajo por un momento, que algunos podrían haber interpretado como de duelo, pero que a ojos de Maika pareció más bien de escucha. ¿Estaba comunicándose con las voces?
—Samuels y Gutiérrez, ¿donde están? —le preguntó la joven interrumpiendo sus meditaciones. El guardián de sueños e historias le dedicó una mirada carente de expresión. Sus ojos envueltos en la piel de un hombre que había vivido muchas cosas semejaron al frío reflejo de un espejo mudo.
"Si los ojos son las ventanas del alma. ¿A que oscuro sótano llevan los tuyos?" pensó Maika.
—Este no es momento para eso. —Fue la única respuesta que obtuvo, y Mesh se aseguró de imprimirle el tono y la firmeza necesarios para que todos en la pequeña sala escucharan —. Capitán Alí reúna a su escuadrón y diríjase a la mansión de los Héroes cuanto antes. Hasta nuevo aviso estamos en alerta máxima. —Tras lanzar esa orden Mesh se encaminó a la pared más cercana.
—¿Que hago yo mientras tanto? —quiso preguntar Maika pero frente a sus ojos que todavía se estaban acostumbrando a la luz el cuerpo sólido de Mesh emitió un inexplicable y fugaz brillo y comenzó a perder color y forma hasta volverse transparente y ligero como una corriente de aire.
Entonces como si todavía permaneciera en el mundo Subterráneo, su cuerpo de fantasma atravesó la pared y se alejó elevándose por el aire a velocidades sobrehumanas.
Maika permaneció inmóvil sin saber lo que estaba sucediendo pero consciente de que sería algo muy importante. Concentrándose un momento se permitió sentir su conexión al otro mundo, escuchar las voces.
<<Es terrible, ahí viene, ahí viene>> escuchó gritar a alguien y luego silencio.
<<¿Que sucede?>> preguntó a las voces pero fue como susurrarle a una tormenta. Maika optó por alejarse del griterío y la confusión y concentrarse en el afuera.
En la habitacion de techo bajo donde se encontraban, todos los miembros del escuadrón Zorro comenzaron a ponerse en movimiento, dirigiéndose a la salida y escupiendo ordenes a los asistentes que aparecian de repente.
Solo Amid Checo no se movió. Estaba de rodillas con las manos apoyadas en el suelo. No lloraba pero cuando Maika se le acercó levantó la cabeza y la miró con un gesto inconfundible en el rostro.
Era el mismo que ella le había visto a los familiares antes de tener que informarlos sobre el fallecimiento de algún ser querido. Los ojos que no miraban, el temblor en los labios, la boca entreabierta como anticipándose a responder algo que todavía no se le había dicho.
Maika atinó a hacer lo mismo que hacía en ese momento y agachándose a su lado, le colocó una mano en el hombro, sin hablar.
No necesitaban palabras.
Al agente Checo aún de rodillas le tembló el labio inferior y la fundió en un abrazo firme de ojos cerrados, sin lágrimas.
Maika intentó contenerlo mientras a su alrededor todo el mundo volvía a su actividad. Aquel hombre acababa de perder a sus dos seres más queridos. Proteger no es sólo evitar el daño, es también estar ahí cuando este irrumpe y poder brindar ayuda de formas más personales, así lo pensó la que en un tiempo que parecía cada vez más lejano había estudiado enfermería con el propósito de aliviar los dolores de la gente.
—Vamos tenemos órdenes que cumplir todavía —escuchó decir a Checo. El abrazo remitía.
—¿Puedes hacerlo? Quizá sería mejor que descanses, no te sobre esfuerces —comentó ella poniendo su mejor tono convincente.
Amid Checo sonrió, y bajo la luz de la pequeña estancia pareció mucho más joven de lo que en verdad era.
Se llevó una mano al cabello castaño que le caía sobre la frente y se lo apartó.
—Somos agentes entrenados, no te olvides. Sabemos lidiar con situaciones... así. Estaré bien y además en estos momentos no podemos darnos el lujo de descansar mientras todo se desmorona.
Acto seguido se levantó junto con Maika y le dedicó una mirada seria, intentando forzar una sonrisa pero sin conseguirlo. A paso rápido, subió las escaleras en busca de los miembros del escuadrón Zorro o de sus propias actividades.
De algo para hacer que le permitiera aliviar eso que ardía dentro. Eso que Maika bien conocía pues ella misma conducía sus pasos en la dirección que él alivió a los duros recuerdos del interior ofrecía.
Maika lo observó alejarse. A ese hombre que había perdido quizá a las dos personas más preciadas para él en ese mismo día. Entonces sintió, no sin cierta ironía, que habían escapado del mundo de los sueños solo para despertar en el de la cruel realidad.

+++

La mansión de los Héroes se encontraban en repentino silencio después de la gran pero efímera batalla que se había desarrollado en su interior. Varias de sus numerosas ventanas estaban destrozadas y desde algunas habitaciones podían verse destellos de rojo sangre o cuerpos a medio devorar. Incluso algunas de sus paredes estaban destruidas por efecto de repentinas explosiones o quizá brutales golpes de parte de los Vestigios que minutos antes habian rugido con violencia por todos los pasillos del lugar.
En las afueras de la mansión sin embargo una figura permanecía tan en silencio como desde antes de comenzada la matanza.
Era un hombre joven y delgado, lucía una gorra negra que le cubría hasta las orejas, y una camiseta azulada más un par de largos pantalones grises ninguna de aquellas prendas demasiado llamativas y escogidas con toda la intención de no atraer ninguna mirada hacia quien las vestía.
Había permanecido todo el tiempo recostado contra un árbol y la única vez que habló fue para una inútil advertencia pues el hombre al que le dijo que si se acercaba moriría no le hizo caso y ahora sus piernas y parte de su cintura descansaban caídas en el piso regando la verde fachada del jardín con lenta sangre como un manantial en calma.
Ahora sin embargo aquel joven, D, se movía.
Caminaba hacia la entrada de la mansión, donde una repentina ventolera se había desatado y dejando entrever en las rafagas de aire unos destellos azulados que ya parecían remitir.
Varias piedras pequeñas de los jardines cercanos salieron volando como proyectiles en su dirección pero ninguna llegó a tocarlo pues se redujeron a polvo a un metro exacto de su cuerpo.
Acto seguido los destellos y el viento fueron desapareciendo para dejar a la vista un par de botas negras de hombre, unos pantalones largos igual de oscuros y a medida que las luces y el viento ascendían y se perdian en el aire también apareció un abrigo de color rojo oscuro y una bufanda violácea que cayó sobre los hombros del aparecido.
Sus largos cabellos con la apariencia de una cascada de espinas que le llegaban hasta los hombros y un poco más, fue lo último en hacerse visible, aún cuando el rostro firme y sonriente ya había aparecido.
—Mesh de HexHell, por fin has llegado —dijo D y le fue difícil contener la emoción que sentía, por fin estaba allí, el hombre que él Profesor le aseguró podría darle aquello que más deseaba. —No sabes el tiempo que he estado esperándote —. Hablaba con una voz suave, implorante, como lejana. Por primera vez levantó su mirada y clavó sus ojos en los de Mesh. —Por favor, matame —pidió.

En el interior de la mansión las cosas no habían cambiado su intensidad. Michael Roughs acababa de regresar a la sala de reuniones atestada ahora de personas pues todas las fuerzas de seguridad sobrevivientes se habían dirigido hacia allí y estaban formando un perímetro de defensa en caso de que el ataque se reanudara o bien comenzara otro.
—Michael, ¿qué novedades hay? —preguntó Selenna desde su rincón. Fumaba e intentaba todavía sin éxito contactarse con HexHell. Lo que más detestaba desde su posición era el no tener información.
—Tan solo espero que la mansión se encuentre bien, si este fue un ataque coordinado a varios centros nos jodieron —dijo casi al borde del colapso.
Michael se le acercó lo máximo posible pasado por entre agentes y guardaespaldas de toda índole. Cuando habló sin embargo lo hizo con voz fuerte y clara.
—Uno de los atacantes, el principal, fue neutralizado. Se quitó la vida antes de que pudiera capturarlo —informó el hombre que era su mano derecha. —Se trataba de un humano modificado, como yo, y era quien dominaba a los Vestigios. Según pude comprobar todos han sido erradicados con su muerte.
—Buen trabajo —Selenna Pendragon le dedicó una mirada cargada de orgullo. A su alrededor a pesar del murmullo de los lideres pudo sentirse un ambiente más distendido. Todos habían escuchado y ahora sabían que ya no había una amenaza al menos inmediata. —Claramente esto no fue hecho por novatos —comentó Selenna por lo bajo.
Michael B. Roughs se le acercó para poder hablarle casi en secreto.
—En cuanto a la mansión de HexHell, tranquila señora. Confié en sus propias fuerzas. —le dijo y Selenna, tras un segundo de silencio, asintió sintiendo poco a poco como la confianza regresaba.
¿No tenía información? Pues era malo, sí, pero pero ella era líder y "un líder debe saber adaptarse a la situación que surja. Si esperas que este principio básico del mundo se invierta no eres un líder, sino un cadaver andante".
Agradeció en silencio a las sabias palabras de su madre y volvió a intentar conectarse con la mansión.
En la habitacion los líderes hablaban en un concierto de voces entremezcladas con sus fuerzas de seguridad, o lo que quedaba de ellas si es que habia algun sobreviviente.
Ninguno se percató entonces cuando uno de estos agentes, alguien que había venido con el grupo de HexHell, el mismo al que Michael había salvado la vida antes al interceptar a Täto, se fue acercando lentamente hasta la punta de la mesa.
Vestido con el chaleco, los pantalones ajustados y el cinturón donde descansaba la pistola y dos cargadores, además de un pedazo de tela enrojecido con el que se cubría el rostro supuestamente herido le fue fácil avanzar hasta que estuvo muy cerca de la persona más importante de toda aquella reunión.
—Así que el imbécil de los tatuajes está muerto, eso es una lástima —dijo con una voz casi risueña, apuntando con su arma directo a Maria, líder de Eudamonia.
Se encontraba tan cerca de ella que por poco le encañonaba las cejas. El pulso no le temblaba aunque si los labios muy finos con los que sonreía. —Hola, señores y señoras. Los Geneálogos los saludan. —dijo Elizabeth, aquella que junto a Täto y D habían asaltado la mansión de los héroes.
El pesado silencio que de pronto cubrió la sala y se extendió como un manto de frío en plena madrugada fue roto solamente por una carcajada apenas audible.
Maria de Eudamonia reía.
Como si el sonido hubiera activado algo en los hombres armados que observaban, decenas de rifles y pistolas apuntaron inmediatamente a quien se había revelado como enemiga. Elizabeth ni siquiera les prestó atención.
—Y quienes son estos llamados... Geneálogos, que obviamente no fueron invitados a la reunión, pero decidieron asistir igual —preguntó con las manos sobre la mesa. Su apariencia tranquila no parecía verse afectada ni siquiera por el hecho de que un arma le estaba apuntando.
—Oh sí, eso... solo será un momento... Era mi papel pero creo que me emocioné de antemano —. Elizabeth rebuscaba entre sus ropas de agente con cierto nerviosismo. El brazo con que sostenía el arma oscilaba frente a la imperturbable Maria. Cuando ya la situación se tornaba casi bizarra extrajo un dispositivo pequeño a la altura de su pecho. —Creo que era esto, solo espero que no esté rota —murmuró más para sí que para los presentes. La dejó sobre la mesa y al hacerlo pudieron ver que no se trataba de una pequeña computadora que se habría en dos como una notebook. Una parte era el teclado y la otra la pantalla, y en esta última, que estaba encendida, apareció entonces una figura a través de la cámara que más bien parecía desenfocarlo.
Se trataba de un hombre.
—¿Hola? ¿Todos me escuchan? ¿Esto funciona bien? —preguntó con un tono de desconfianza, como un profesor que no se lleva muy bien con los aparatos tecnológicos y no está muy seguro de que botón tocar. Su voz llega a un tanto entrecortada más la imagen que proyectaba comenzaba a volverse nítida.
La pantalla apuntaba a la región de la mesa en que se encontraba Selenna y otros líderes mundiales. Maria la intimó a que respondiera con un gesto de sus manos como diciendo "le pregunta a usted".
—Se le oye perfectamente —dijo Selenna Pendragon, sería, no muy segura de lo que estaba pasando pero intuyendo que finalmente conocería al causante de todos sus problemas.
—Genial. Oh, qué interesante, parece que hay muchas personas en esa sala. Sobrevivieron más de los que esperábamos —comentó aquel hombre con cierta simpatía, como si hablara del clima en primavera o de una obra de arte muy bella.
El desconocido era de apariencia simple aunque su cuerpo no se podia ver al completo. Lucía una sonrisa confiada bajo dos pequeños ojillos muy juntos, casi apenas separados por el puente de la pequeña nariz. Su cabello opaco parecia no haberse peinado en mucho tiempo, quizá nunca, aunque lo traia corto y levemente inclinado a la izquierda. Por lo demás sus mejillas infladas y la papada lo hacían ver con un leve sobrepeso y por sus rasgos Selenna cálculo en el momento que tendría por lo menos unos cuarenta años o más.
—¿Quién es usted? —fue su pregunta. La misma que se había hecho desde el instante preciso en que su organización había sido atacada. "El enemigo", tal era la nominación que habían dado provisoriamente a esos que ahora se revelaban.
—Por favor —dijo como resaltando lo obvio. Su voz juguetona llegaba ahora sin entrecortarse y era melosa como la de un bufón adulador.  —¿Qué sigue? ¿Cual es mi plan y que busco? No sean tan predecibles por favor. De lo contrario esto será muy aburrido. En primer lugar quítese de la cabeza esa idea de que tiene algún control. En segundo lugar, no tengo un nombre que dar, así que sencillamente llámeme Profesor —dijo sin un ápice de duda. Ataque y defensa, pensó Selenna. "Usted no tiene control. No quiera guiarme. Pero respondo su pregunta. Aunque no como usted espera."
El arte del debate sería lo único que le permitiría ponerse un paso delante de aquel hombre y Selenna haría todo por aprovecharlo.
—Tal parece que nos tiene a su merced —concedió fingiendo media sonrisa y sacando un cigarro de su paquete.
—Ya veo. Adaptación. Me gusta, sabía que no me equivocaba con usted Lady —dijo sonriendo el hombre de la pantalla. —Usted y yo estamos hoy aquí porque sabemos adaptarnos. Es lo suyo, que es líder, y es lo mío, que soy profesor. —agregó con calma. Hablaba de forma pausada, como si no tuviera en verdad un mensaje que dar. Como si todo aquel "espectáculo" hubiera sido más que nada eso, un show carente de cualquier sentido o mensaje. ¿Sería eso? Pensó Selenna por un momento. ¿Podría tratarse de que su enemigo fuera un hombre sin plan alguno?
—¿Y qué clases da, profesor? —inquirió soltando una bocanada de humo. Por fuera aparentaba calma. Se acomodó en el asiento incluso y no le dedicó ni una sola mirada a Elizabeth que su encañonaba a Maria de Eudamonia.
Por dentro sin embargo su mente funcionaba a toda velocidad.
El hombre regordete sonrió ante aquel comentario.
—De historia —dijo mirando a los ojos de Selenna a través de la cámara. —Esa misma historia que ustedes, señores representantes de presidentes, señores líderes religiosos, señoras reinas de las naciones, se han empeñado en controlar y en contar como a ustedes les convenía que se contara. Ustedes ocultaron a la humanidad la verdad, creyendo que la defenderían, y al mismo tiempo nos condenaron a una vida en la ignorancia. La servidumbre del cuerpo y la pudrición del alma. Es hora de que las cosas cambien.
—Debo entender que ese es su... ¿plan malvado? —Selenna esperaba que aquel comentario molestara al hombre y por el gesto que vio cruzando su cara por un momento consideró que lo había conseguido. La mejor forma para dañar a un hombre al que le gustaba hablar era precisamente así, cortar su monólogo como el cuello la guillotina.
—No hay ningún plan malvado estimada señora —comenzó a decir el Profesor, su tono seguía siendo un poco meloso pero ahora se notaba más firme. —Nosotros no somos los malos de esta historia, al menos no desde nuestra perspectiva. Piense en nosotros como... meros buceadores. Excavadores que horadan las profundas tierras de la mentira en busca de las valiosas y brillantes verdades. Si, hemos descubierto que las verdades no están en lo alto de un cielo puro, sino en lo oscuro de sucias cuevas.
—Sin dudas se lo escucha como un hombre ilustrado. Aunque desde mi lugar lo que veo es un hombrecito hábil en justificar sus prejuicios. No hay mucha diferencia entre usted y cualquier terrorista de poca monta que alguna vez halla existido.
El Profesor lanzó una carcajada.
—Lady, lady, lady. Pero sí hay una diferencia. Nosotros sabemos que no todo lo que brilla es oro. —dijo enigmático. Selenna no se aguantó la provocación. Personas habían muerto por actos de ese fulano, y aún más morirían si no lograban detenerlo. ¿Y todo eso por qué? ¿Deseos ególatras por parecer más inteligente de lo que era?
—Usted está loco —sentenció tajante.
—¿Loco? Sí, podría decirse —respondió el hombre como si lo meditara. —Lo mismo se podría decir de todos los que me siguen. Mis alumnos, mis Geneálogos, todos dementes. Somos legión y estamos insanos.
Porque nosotros hemos visto la verdad que ustedes intentaron ocultar. Porque nosotros sabemos del fino hilo que une los sueños de los hombres con su historia y el porvenir.
Porque nosotros no vemos la misma realidad que la mayoría. No la compartimos. No queremos compartirla. ¿Y saben por qué estamos locos? Porque somos una amenaza a ese estatus quo de supuesta paz y falsa cordura que ustedes mismos han creado.
—Puede decir lo que quiera, pero usted no es más que un mero asesino. No se que busca, no se que quiere, pero déjeme decirle que desde el momento en que nos atacó sentenció su propia muerte. Y no logrará salirse con la suya, vamos a salvar el mundo. —Selenna apagó el cigarro que se había consumido con rapidez. Su tono era urgente, necesitaba marcar su oposición al tal Profesor, aparentar rabia, pues la rabia llevaba al odio y este a un estado donde no se pensaba racionalmente. Si lograba que su enemigo la creyera inestable sería más fácil que se dejara ir de lengua.
—¿Salvarlo? Lo dice por la llave que destruyó la puerta ¿verdad? Resulta que somos nosotros quienes queremos salvar al mundo. Salvarlo de la mentira, de la desidia, de la ignorancia, del conformismo y de la falsa creencia en la inexistencia de lo que siempre estuvo allí y ustedes ocultaron. —El hombre se acercó aún más a la cámara que ahora enfocó su rostro fofo pero pícaro. Los labios gruesos, los dientes perfectos. Sus ojillos de animal rastrero se clavaron en los de Selenna que le sostuvo la mirada. —Es cuanto a mis intenciones, junto con la alumna Elizabeth, el difunto Täto y nuestro fiel D, solo estamos aquí para decirles hola. No es de mi interés actuar como mis enemigos, desde las sombras y oculto. Fue útil en su momento pero ya no más. Puede pensar en esta comunicación como en nuestro manifiesto. A partir de ahora hemos decidido aparecer y plantearles el desafío, a ustedes, HexHell. Los que alteran la historia, los que poseen al guardián de los sueños y de los destinos. El hombre invencible. El solitario que no muere. Nos batiremos en un duelo de posturas, más que de actos, su mentira, contra nuestra verdad. Y que gane el mejor. —El hombre que se había presentado como Profesor saludó con su mano derecha de forma muy particular.
El dedo índice aparecía levantado, mientras que el medio y el pulgar se tocaban como si formaran los contornos del ojo. Los otros dedos apenas eran visibles.
En ese momento alguien habló, pero no fue Selenna Pendragon.
—Entonces es un desafío directo a uno de los miembros de este concilio —escupió Maria de Eudamonía y una sonrisa se formó en su cara cubierta de arrugas. Los ojos pequeños y la boca repentinamente tensa formaron una mueca que se asemejaba más a una calavera que a la de una persona. —Muy bien, el desafío será aceptado. Y como acaba de declararse enemigo de los defensores de la humanidad, como tal será tomado. Propongo una moción para declarar a los Geneálogos y a todos sus miembros, actuales o futuros, enemigos totales y absolutos de la raza humana. —La anciana mujer, hablando para todos en la mesa, instaló una cuestión que desde hacía muchísimos años no se había presentado.
Declarar a alguien enemigo de la humanidad entera, una jugada magistral, pensó Selenna. "¿Me dejó hablar con él por esto?" Se preguntó sin tener respuestas.
—Petición aceptada. ¿Que responden los honorables miembros del concilio? —inquirió el moderador, de regreso en su puesto y hasta con un deje de emoción que no le era propio.
Las manos de todos los líderes se levantaron sin excepción. E incluso Elizabeth levantó la suya con la que no sostenia el arma. Sonreía al hacerlo.
—A favor —rugieron a coro todos y cada uno de los presentes en sus respectivos idiomas y la afirmación se escuchó como una terremoto que todo lo sacudía.
—Jerome, querido, ¿harías los honores? —preguntó María a lo que el muchacho sonrió y caminando se colocó frente a la cámara, de espaldas a Selenna.
—A partir de este momento —dijo mirando al profesor sin mucho interés en su figura— Usted deja de ser considerado humano y como tal no se le aplicaran las leyes correspondientes a las personas. Sus derechos humanos han sido anulados y desde este momento su vida como persona termina. La sentencia es la muerte y será cumplida en efecto apenas sea visto por cualquier miembro del Concilio directo o indirecto.
—Así habló en concilio del apocalipsis. —agregó Manfred Von Kilmer.
—Así lo cumplirá —dijeron todos sus miembros al unísonos. Desde Selenna a Maria y desde los representantes de la iglesia católica a los de políticos estadounidenses.
Del otro lado en la pantalla se escuchó una carcajada sonora.
—Esperaré con ansias por el desenlace. El que no es humano, con la verdad como espada, contra el hombre y sus mentiras. Gloriosa contienda la que nos espera, sangrienta y brutal.
Au revoir, madame —dijo la voz, y sus ojos finos miraron a través de la pantalla y Selenna le sostuvo la mirada. Aquel era el rostro del hombre que los había desafiado, quien ahora los retaba personalmente. Era la primera vez que le veía y la mujer fijó sus ojos en cada rasgo, cada arista del rostro menudo, del cabello opaco, de la nariz fina y las mejillas infladas.
Pero sobretodo los ojos.
La próxima vez que viera ese cara, seria cuando ella le quitarse la luz de la vida de esos ojos burlones.
Entonces la comunicación se cortó, quedando la pantalla en un repentino silencio de imagen y sonido.
—Bueno, se supone que no debía lastimar a nadie y solo asegurarme de que se mantuvieran quietos el tiempo suficiente como para dejar hablar al profesor —Elizabeth seguía apuntando a Maria de Eudamonia —pero... si desobedeciera seria traición... y es difícil resistirse a una buena traición como esa —dijo mientras la mano con que apuntaba le temblaba como el brazo de un adicto acercándose a su droga predilecta.
—Michael —murmuró Selenna.
Un destello de color blancuzco salió volando en dirección a Elizabeth y lo siguiente que se escuchó fue su grito y el arma que se le caía de las manos.
El gatillo había sido arrancado en dos junto con el dedo de Elizabeth que lo sostenia.
Un diente puntiagudo, como un colmillo pero más alargado, se encontraba clavado contra la pared contraria con el gatillo y el pedazo de dedo todavía colgando de el.
Elizabeth retrocedió gritando y profiriendo insultos en alemán.
—Eligieron a los peores rivales para su estúpido juego —dijo entonces Selenna.
—Somos guardianes del mundo. No perderemos. —agregó Jerome.
—Nuestra voluntad no flaqueará. —Dijo Maria de Eudamonía.
—Nuestra fe es absoluta —acotó el padre Montzsenior.
De repente todos los líderes mundiales habian sacado diversas armas de fuego de entre sus ropas y con ellas apuntaban a Elizabeth que había retrocedido y ahora estaba contra una pared sosteniendo la herida sangrante de la mano y los miraba como un animal acorralado.
—Bienvenida —dijo Selenna —Al concilio del apocalipsis —secundaron todas las voces de los allí presentes coreando a la suya.
Una lluvia de balas impactó la pared tras Elizabeth después de atravesarle el cuerpo desde la cabeza hasta la cintura. Sus rasgos de belleza desaparecieron cuando la piel le fue arrancada por los potentes y cercanos disparos. Algunos partieron sus dientes, otros atravesaron su rostro a la altura de los ojos. Su pecho sangró casi tanto como su cuello cuando le atravesaron la carótida. Alguien le atinó al costado derecho de la cabeza y le arrancó una oreja.
Su cuerpo destrozado cayó, curiosamente, aun antes de que la sangre tocara el piso. Está pareció flotar unos segundos ante el cuerpo muerto de Elizabeth como decidiéndose a abandonarla o no, y cuando la mujer tocó el piso cayendo de cara, la sangre la siguió como una llovizna de rojo que se y extendió hasta los pies de los líderes mundiales.
Elizabeth estaba muerta y las armas de sus asesinos todavía humeaban.

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