XIV: Aquí/allá
Aquí: Mundo humano.
No resistiría, estaba claro, no resistiria. El contingente de hombres, unos doce, se había atrincherado cerca de un pasillo en el ala norte de la mansión de los Héroes. De forma muy improvisada su guarida consistia en mesas de madera recostadas y sillas así como algún que otro mueble que habian tomado de los grandes salones y con desesperación lograron apilar uno sobre otros a modo de barricada.
Tras ellas los hombres no cesaban de disparar y se cubrían solo para recargar y volver a disparar. Incluso Julián, quien tenía la radio, disparaba al mismo tiempo que intentaba por ella comunicarse con el mando, con alguien, con quien fuera.
La situación había virado de una pacífica misión cualquiera a un verdadero matadero como el caluroso día de verano se convierte en la más tormentosa noche.
Vació el cargador de su Glock 392 y la dejó caer al suelo a sabiendas de que ese era el último. A pocos pasos divisó una escopeta recortada a la que supuso le quedaban balas, pues su dueño aparentemente sólo había usado un cartucho para volarse la cabeza.
Julian lanzó una rápida mirada a lo que se les acercaba por el pasillo, a ese ejército imparable de gruñidos, tentáculos y bocas supurantes de un líquido negruzco, al que las balas no detenían, y por un momento pensó en hacer lo mismo. Por encima del estruendo de las balas escuchaba la cacofonía del abismo más oscuro surgir de las gargantas de aquellas deformes y brutales criaturas. Los habian emboscado como un enjambre de feroces pesadillas junto a su grupo un piso más abajo y solamente él había logrado escapar.
Su cuerpo sin embargo se movió por instinto y arrebatando el arma de los dedos todavía calientes y muertos que la sostenían apuntó y disparó una descarga brutal que resonó por encima de la barricada improvisada.
—Aquí cuerpo de defensa gubernamental, este es un llamado a quien escuche, necesitamos refuerzos cambio. Necesitamos refuerzos ya. —Dijo en su inglés natal. La respuesta sin embargo le llegó en español, un idioma que tambien conocia.
—Soldado identifiquese —prorrumpió una voz al otro lado de la línea. Juzgando por el tono le pareció ser la voz de una mujer y por la mezcla entre calma y autoridad Julian supuso que se trataba de alguno de los lideres que se habian reunido en aquel lugar. Los que se suponia ellos debian proteger.
—Julian Osterich, NSA, cuerpo de defensa gubernamental encargado de la protección del representante de los Estados unidos. Solicito refuerzos de inmediato. —repitió intentando hacerse oír por encima de la tormenta que se había desatado en el pasillo. "Que las armas no dejen de disparar" pensó, "que no dejen de disparar o habrán llegado hasta aquí".
—Lo ubicamos. ¿Como es la situación allí soldado? —la voz le sacó de sus pensamientos. Descubrió que sujetaba la escopeta apuntando en su dirección y rápidamente la desvió.
—Nos están masacrando señora. Estamos en el pasillo norte, segundo piso. No aguantaremos mucho. Son... son... —la comunicación fallaba, quiso pensar Julian pero supo que eran sus palabras las que no encontraban la manera de describir aquello que los estaba atacando.
"Monstruos" pensó pero no lo dijo. Fue incapaz de hacerlo porque pronunciar esas palabras significaria darle a esas entidades una realidad que no podían tener más que en las noches oscuras de terribles pesadillas. Levantó la cabeza y pudo ver como una de aquellas cosas, que por algún motivo le recordó a un obeso y morboso payaso pintarrajeado de colores grisáceos, avanzaba dando tumbos por el pasillo y abriendo la boca en una "O" perfecta que parecia tragarse la luz y las esperanzas como el fondo del más profundo abismo.
A su lado un compañero soltó su arma al piso y se alejó corriendo en dirección a la ventana. No lo dudó ni un segundo, se arrojó por ella a pesar de encontrarse en el segundo piso.
La barricada toda pareció sacudirse con el acercarse del ejército enemigo. Julián se estremeció. No resistiría mucho más.
—Soldado, repita y confirme. ¿Quién es el enemigo? ¿Quién nos está atacando? —urgió la voz del otro lado de la línea. Pero ya no importaba. Ya nada importaba, ni preguntas, ni respuestas, porque la barricada había caído y frente a Julián estaban las fauces abiertas y chorreando saliva roja de la cosa más monstruosa que alguna vez hubiera soñado.
La cabeza de un perro deforme, las articulaciones retorcidas de una araña. El cuerpo delgado y fuerte que daba la sensación de estar hecho solo con el propósito de perseguirte hasta los confines del infierno. Y tras esa monstruosidad, decenas más, a cual de todas peor que la anterior.
Arrodillado todavía con la radio en su mano fue testigo privilegiado de cómo el payaso con un gesto casi obsceno se dejaba caer sobre un grupo de tres hombres y los aplastaba con su enorme barriga. Contempló con claridad los brazos y piernas retorcidas. Los gritos de dolor. Desesperado uno de ellos estiró su brazo sano en dirección a Julian y cuando este entre temblores de terror intentó alcanzarlo el hombre lanzó un grito del más puro dolor y comenzó a desaparecer bajo el cuerpo del obeso payaso como si este se hubiera transformado en la parodia de una gorda y deforme babosa.
El agente gritó hasta que su cuerpo fue totalmente silenciado por la carne gris y supurante de aquella cosa.
Las balas siguieron resonando pero ya a lo lejos, en otras alas.
Allí solo resonaron gritos.
—La muerte —dijo Julián, en el último momento de su vida antes de que medio cuerpo desapareciera entre las fauces que lo devoraron casi sin querer.
El soldado murió de inmediato, todavía preguntandose si aquella descripción seria suficiente para el mando central.
En el salón de reuniones la gran puerta de madera había sido asegurada con sillas y dos muebles recostados contra ella. Los líderes mundiales, los verdaderos, se encontraban enfrascados en pequeñas discusiones internas y en fracasados intentos por comunicarse con alguna de las fuerzas de defensa.
El último informe que había recibido era el del desafortunado Julián y sus últimas palabras no habian sido precisamente alentadoras ni esclarecedoras.
—Parece que la muerte es la que nos busca. Les dije que no íbamos a poder escapar mucho tiempo —comentó Jerome Palmeri al culminar la comunicación.
Nadie rió.
—Como puede ser que no funciona, se supone que está construido a prueba de fallos —se lamentaba el líder de Rusia mientras movía su teléfono celular por la estancia como si buscara señal. A su lado, el representante chino hablaba casi en secreto con su traductor y lanzaban rápidas miradas al representante de Estados Unidos.
—En nombre de Dios, ¿es que intervinieron todas las comunicaciones? —el padre Montszenior lucía sereno en el tono de voz, pero con la vena de la frente saltada y el cuello adornado por la sotana muy tenso se le notaba algo molesto. —¿Donde está Robespierre y los demás? —preguntó al padre Yesus desistiendo de hacer funcionar su teléfono celular. Este lo miró y elevó los hombros en un gesto tan inconfundible como desalentador.
El temblor de sus labios no disimulaba precisamente su gran valentía.
—Señores, señores. Pareciera que esta es la única gran crisis que hemos atravesado en nuestra historia. ¿Pueden por favor comportarse como los hombres y las mujeres frios y calculadores que son tras estas paredes? —el moderador se había levantado de su lugar y aunque no del todo, sí había captado a la mayoría de las miradas. —Gracias —dijo cuando un tenso silencio se formó. —Ahora, señorita Pendragon dado que estamos en su terreno, podría informarnos de cuáles son las medidas de defensa en caso de un ataque, como el que obviamente estamos recibiendo —la pregunta dirigida a Selenna desvió en igual medida todas las miradas hacia ella.
—Con mucho gusto. En primera línea, contamos con las fuerzas de defensa, compuesta por los mejores hombres de HexHell y aquellos que los distintos líderes trajeran junto con ellos. —En principio, esta medida pareciera no estar dando resultado —arguyó Abdul Khelimanyé diciendo lo que todos pensaban.
—Concuerdo y por eso creo firmemente que debemos proceder a una evacuación lo más rápido posible. Esencialmente esa es la segunda línea defensiva. La salida de emergencia se encuentras tras el pasillo de afuera, en la pared del espejo roto. Una escalera nos llevará a la terraza y desde allí a un helicóptero equipado para viajes largos —apenas terminó de pronunciar aquellas palabras sin embargo una gran sacudida se extendió por el edificio, junto con el sonido de una nueva explosión.
El techo mismo tembló y pequeños pedazos de piedra suelta cayeron sobre la mesa, así como polvo y restos de cemento.
—Eso pareció venir de arriba. Creo que la opción del helicóptero queda descartada —dijo en tono afable Von Kilmer evitando con su intervención que otro intenso debate se desatara.
Selenna lo miró a modo de agradecimiento y prosiguió.
—En ese caso todavía nos queda una opción. La sala de reuniones tiene una puerta de emergencias que lleva al exterior mediante una vía subterránea. El problema es que no sabemos si ese camino se encuentra comprometido, y en última instancia si llegan a esta sala no les tomará mucho seguirnos.
—¿Y que sugiere que hagamos entonces, líder de HexHell? —pregunto esta vez Maria, de Eudamonia, quien hasta el momento había permanecido en silencio.
—Creo que lo mejor es que los más relevantes de los presentes utilicen ese pasaje y se alejen de la mansión. —Respondió Selenna rápidamente —Las comunicaciones no funcionan probablemente por alguna clase de aparato que las afecta en una zona cercana por lo que una vez lejos pueden solicitar a la caballería. Los líderes de los países y los representantes de grupos políticos sin duda son quienes deberían hacerlo en primer término. —El comentario fue recibido por un pequeño silencio. Ningún líder quería reconocer que le gustaría huir pero tampoco estaban dispuestos a negarlo. El padre Montszenior sonrió desde su lugar en la mesa. Aquella mujer se las había arreglado para convertir una situación de emergencia en un recordatorio de su utilidad al ofrecer una vía de escape a esos hombres que darian todo por salvar sus propias vidas
—Veo que no se cuenta entre los más relevantes de aquí, entonces. ¿Qué hará usted mientras tanto? —inquirió María.
Selenna Pendragon encendió su cigarrillo.
—Pelear.
A su espalda, Michael B. Roughs sonrió.
—El grupo de defensa de HexHell debía de estar en el ala tres, cerca de la biblioteca. —Selenna se giró en su dirección —Michael, ve allí y reúnete con ellos. Tráelos aquí, organizaremos nuestra defensa desde esta sala.
—Como usted diga, mi señora —respondió el hombre cano, llevandose una mano al frente y otra a la espalda al tiempo que se inclinaba un poco.
—Y Michael... si te cruzas con alguno de estos pedazos de mierda, hazles saber que no se debieron meter con HexHell.
—Quien diria, calavera Michael va a volver a las andanzas —comentó Jerome Palmieri lanzando una mirada al hombre que ya se alejaba —No, me corrijo, ahora te llaman... el sonriente Michael.
Como única respuesta el hombre de las gafas sonrió como alguien que guarda muchos secretos, y se quitó sus guantes negros al tiempo que pasaba por la recién formada abertura en la puerta.
Allá: Mundo Subterráneo
La hoguera no debería haber sido posible, ni necesaria, pero el también imposible viento frío y por sobretodo la oscura noche cerrada que disfrazaba aquel cielo de eterno blanco la hacían de alguna manera útil. Maika sabía que todo aquello que sus ojos veían, que ese crepitar de madera seca quemándose y hasta el olorcito dulzón y pesado de tierra quemada eran irreales, y sin embargo allí los tenía, justo frente a sus ojos, su nariz y sus oídos.
En aquel mundo de los sueños lo real era tan indistinguible de lo falso que asustaba.
Como en tantas otras cosas, aquel grupo se hallaba reunido alrededor de un fogón de ilusiones.
—No lo entiendo. Se que no es real, pero aun así lo veo y lo siento. Es casi...
—¿Como un sueño? —la interrumpió Fox que se había sentado justo al frente. Lanzó una carcajada por lo bajo y sus compañeros rieron junto con él.
—Muy gracioso —comentó Maika volteando los ojos.
—Perdona, es un chiste interno. Cuando llegamos aquí era lo primero que decíamos. Que todo parecia un sueño, irreal y a la vez presente.
—Algunos no se lo tomaron muy bien los primeros días —murmuró alguien del escuadrón Zorro.
—¿Recuerdan a Benji? Había empezado a armar teorías sobre que el mundo real era todo un sueño y en realidad vivíamos en la matrix. Se le escaparon varios caramelos del tarro —comentó otro a las risas
—Por lo menos no me puse a soñar con una serpiente con forma de pene... ¿o era al revés? —respondió el tal Benji mientras le tiraba al otro una bola de nieve que aparentemente había aparecido de la nada en su mano. Otra vez las carcajadas comenzaron.
Maika por su parte fijó la vista en las anaranjadas llamas de la hoguera imaginaria. ¿Debería decir soñada? No le quedaba claro cómo era que funcionaban las cosas allí, pero optó por concentrarse mucho en la imagen de un chocolate. Cerró los ojos y visualizó una jarra metálica, puesta sobre la hoguera. Imaginó leche hirviendo en su interior, blanca leche que ahora en su mente se mezclaba con chocolate amargo y a medida que este se derretía un atrayente olor a tardes de campo comenzaba a cautivar sus sentidos.
Le era muy difícil imaginarse tal cosa, porque en su vida jamás había pisado el campo con sus padres, pero entonces se dijo a su misma que no era imaginar lo que tenía que hacer.
Era soñar. Y soñar era fácil, porque ella lo había hecho en sueños. Lo había deseado tanto que más de una vez se había figurado en un campo abierto, por la noche, rodeada de paz y el amor de una familia que iba más allá de lo material. Una mujer, de cabello corto como el suyo, le llevaba un chocolate caliente que acababa de retirar del fuego. Lo servía, con inconfundible sonido. Hasta lo soplaba antes de entregárselo sin dejar de sonreír.
Entonces sus dedos tocaron una superficie dura y Maika abrió los ojos.
Se había sorprendido por lo que la taza cayó de sus manos al suelo. No pudo reprimir un gritito cuando vio el contenido derramarse en el piso y sobre sus pantorrillas pero no se quemó.
El líquido amarronado que antes había estado allí sencillamente se esfumó, al igual que la taza que ni siquiera llegó a partirse en pedazos sino que más bien desapareció como si siempre hubiera sido parte del suelo.
Aunque algunos miembros del escuadrón Zorro se percataron del incidente, continuaron con sus intercambios y sus charlas.
—Es difícil las primeras veces. A nosotros nos costó mucho al principio —Fox hablaba ahora a su lado. Se había levantado de la fogata y se encontraba tras ella, murmurando.
—¿Algun consejo? —le preguntó la agente Gutierrez desde su derecha. De inmediato Abel Checo y Samuels se le acercaron interesados en la respuesta.
—¿Ustedes son los reemplazantes? Bueno en general se vuelve más sencillo cuanto más lo hacen. Nosotros empezamos por recordar. Es decir algún sueño que hubiéramos tenido alguna vez, nos concentrabamos en eso y tomaba forma. —Cuando daba su explicación Fox lucía como un joven profesor en su primer clase. Incluso sacudía las manos para darle a su explicación mayor contundencia.
—Entendido. Empezar por lo familiar y desde ahí partir a lo desconocido —interpretó Simona.
—Algo así. No puedo decir que desde que estoy acá alguien fuera capaz de crear algo desconocido. ¿Sorprendente? Si, mil cosas, pero en si todo tiene algún asidero en algo ya visto al menos para la persona. —Fox extendió entonces su mano en dirección a las afueras del campamento y habló con voz casi soñadora—Este puede parecerles un mundo absurdo pero tiene un funcionamiento extrañamente familiar.
Los agentes guardaron silencio. Maika pensó en preguntarle a qué se refería con reemplazantes pero entonces la respuesta llegó a ella.
—De todos modos si los enviaron a ustedes para quedarse es porque tienen una conexión fuerte. Eso es lo más importante. Personas que sepan los sueños y miedos del otro son las que mejor se desenvuelven en este sitio. ¿Son hermanos? —inquirió el joven zorro.
—¿Qué? No —escupió Simona casi en un grito a lo que los otros dos agentes rieron por lo bajo como compartiendo un chiste interno.
—Nosotros... digamos que hay una gran conexión de todas formas —respondió Checo desde su lugar extendiendo su mano para tomar la de Samuels que a su vez tomó la suya con una mirada soñadora en los ojos.
—Entre los tres —dijo este a su vez y abrazó por los hombros a Gutierrez dándole un beso en su la parte superior de su cabeza.
Fox y Maika permanecieron un momento en silencio mirándose mutuamente y luego a los agentes.
—Ya entiendo lo que pasa aquí —dijo finalmente Fox —Son amigos de toda la vida —
Está vez fue Maika quien sonrió ante lo que supuso era la inocencia de aquel muchachito.
—Somos amigos, si. Pero también personas que se aman —respondió Simona Gutierrez con una sonrisa en los labios y levantó su rostro para dar un beso a Samuels. Fue breve pero el segundo de más en que las dos bocas permanecieron unidas pareció extenderse eternamente en aquel lugar.
—Por eso la señorita Pendragon nos envió. Les vamos a cuidar el campamento hasta que regresen. —Dijo Samuels que a su vez se movió hasta Checo y le plantó un beso que el hombre recibió de buena gana y al que correspondió con igual pasión.
Cuando terminaron se apartaron despacio y Checo dijo
—Somos los indicados para esto porque según Mesh nuestra unión es la mejor para el mundo S. El amor —concluyó, todo sonrisas intercambiando miradas ya no con Fox y Maika sino con los dos agentes... o amantes, o lo que fueran, que parecian entenderse a la perfeccion en ese lenguaje sin palabras.
—Dime chico zorro —comenzó entonces Simona, al tiempo que se levantaba sosteniendo a Samuels de la mano, —¿Hay algun lugar donde soñar con una cama cómoda sin que nos molesten? —preguntó.
Fox sorprendido abrió y cerró la boca como tres veces antes de responder señalando un sitio algo alejado junto a lo que parecia un barracón de piedra o quizá ese mismo barracón. Como fuera Maika vio que hasta allí no llegaba la luz de la fogata.
—Excelente —agradeció Gutierrez y se alejó en esa dirección llevandose de la mano a Samuels que a su vez marchaba abrazado y sonriente a Checo.
Los tres juntos marcharon hacia el barracón y sus risas se perdieron en el aire.
—No pensé que fueran a quedarse, no me habian dicho nada —comentó Maika entre divertida y sorprendida por lo que había descubierto. Fox pareció salir de su estupor con su comentario.
—Ven conmigo, quiero que veas algo —dijo y le tendió la mano a lo que Maika aceptó.
—Entonces, ¿la señora Selenna los envió a este lugar a entrenar? —se habian alejado un poco de la multitud. Maika seguía cerca a Fox,andando por un camino de nubes.
—Dijo que si queríamos enfrentar a los Vestigios lo mejor era entrenarnos en el lugar del que vienen. Así aprenderiamos a pensar como ellos, a rastrearlos y a cazarlos con mayor eficacia. —explicó Fox con rapidez.
—Eso suena como algo que diría ella, no lo dudo.
Los dos rieron un poco, era imposible de ignorar el hecho de que se trataba de dos de los más jóvenes miembros de HexHell. De hecho hasta ese momento Maika habia creido que ella era la más joven, ahora no estaba del todo segura.
—Imagino que esta habrá sido una experiencia inolvidable entonces. A tu edad me hubiera parecido imposible visitar un sitio como este. Bueno, en realidad ni siquiera habria creído que existe —dijo Maika expresándose con una sinceridad que no era común en ella.
—No soy tan joven —comentó el muchacho.
—No me digas —respondió. "¿Tu tambien eres un inmortal como Mesh?" pensó por dentro.
—Tengo veintidós —afirmó Fox inflando un poco el pecho con cierto orgullo.
Está vez fue Maika quien comenzó a reir sin poder evitarlo aunque el miembro del escuadrón Zorro no entendió porqué.
—Llegamos. Aquí es —habian llegado hasta un lugar que lucía como cualquier otro en ese páramo de blancura donde todo parecia ser igual a todo. Aunque en ese momento soñaban con un cielo de noche, Maika supo que la ilusión podia ser deshecha con facilidad si así lo deseaban. Sin embargo, antes de intentarlo sus pensamientos se interrumpieron por la belleza de lo que acaba de presenciar.
—Woah —murmuró sin poder evitarlo.
Eran destellos de luces. Juegos aéreos y terrestres como nada que hubiera visto nunca antes. Era increíble, pero lo más sorprendente de todo era que ni ella ni tampoco Fox lo estaban soñando. Maika no dudaba de que aquellos violetas y rojos y amarillos y mil colores mas tan brillantes y llamativos como un arcoiris, que se expandian como manchas de pinturas ígneas por todas partes no eran producto de su imaginación.
Eso lo hacia aún más mágico.
—¿Como? —se preguntó la muchacha atónita mientras su rostro se iluminaba por los juegos de luces haciendo brillar de verde a su cabello oscuro y estirando los contornos de su cara redondeada.
—¿Impresionante verdad? Dicen que un científico viene cada tanto a hacer experimentos. Un tal doctor algo. Todavía no he descubierto como lo hace, se supone que ninguna cosa física puede interactuar con este mundo, pero hay algo en sus fuegos, en las formas que toman, que combina muy bien lo real y lo soñado. Vengo aquí cada tanto, me recuerda a la tierra. —Fox contempló con una sincera admiración los llameantes rojos y negros azulados que ahora ascendian como serpientes hasta lo alto estallando en una combinación de verdes y púrpuras inimaginables.
—Es increíble, sin dudas. Pero, ¿necesitas que te recuerdes la tierra? Esto que nos rodea también luce muy parecido al lugar del que venimos —comentó Maika sin dejar de mirar los juegos lumínicos a lo lejos.
—Tu me entiendes. Me refiero a que me recuerdan... lo real —dijo Fox y la joven enfermera asintió, plenamente consciente de que lo entendía. A veces, cuando todo parece deshacerse en el aire, lo único que uno necesita es que algo le recuerde lo real. Lo que a pesar del absurdo ilógico que nos rodea, se mantiene firme y se convierte en el único sustento.
El ancla de lo real, que evita a esa isla de la cordura ser tragada por las oscuras aguas de las pesadillas informes.
—Pensé en mostrartelo ya que te quedas —comentó Fox.
—¿Quedarme? —Maika lo miró desviando la vista del espectáculo. —No voy a quedarme aquí —dijo.
—Oh, perdona. Me confundi por lo de los otros. —respondió en referencia a los agentes Gutierrez, Checo y Samuels. Aún así Maika vio que sonreía al saber que ella no se quedaría —La idea era que el guardián vendría por nosotros cuando el momento llegara, y otros se quedarían aquí, cuidando el campamento por así decirlo. Soñandolo, dice el capitán.
—Entiendo, aunque no va a ser mi caso. Tengo mucho por hacer en HexHell todavía —comentó la antigua enfermera al tiempo que sonreía preguntandose qué vendría ahora.
—Además no creo que Mesh quiera desprenderse tan rapido de mi buena compañia —agregó mas para si misma. —A lo lejos un último destello de luz brillo en el cielo y repentinamente se esfumó.
—Hablando de acompañantes, ¿donde está el guardia? —
—¿Mesh? —Maika se giró en dirección a la hoguera pero no pudo divisar su inconfundible bufanda azulada y su tapado negro. —No lo se —dijo —quizá dando alguna vuelta por ahí.
—Imaginate si se les sumó a los agentes —comentó Fox burlón y Maika tuvo que reprimir una carcajada y también aquella imagen pues no quería que aquello comenzara a formarse frente a sus ojos.
++++++
A unos cuantos niveles de distancia Mesh avanzaba por las imperecederas tierras del mundo S. Suelos de sueño e irrealidad sobre los que se avanzaban como descendiendo hacia profundidades insondables por cristalinas aguas.
Había dejado el campamento atrás y veía los destellos de luces al igual que Maika y Fox, pero mucho más grandes y cercanos porque era ese el sitio hacia el que se dirigía.
—Pero miren nada mas. El famoso Mesh de HexHell —dijo el espíritu de un hombre cuya voz denotaba familiaridad y una buena reserva de humor. Vestía una larga bata blanca con bolsillos y abotonada, así como una camisa del mismo color debajo.
Un aura de color azulado cubría los contornos de su cuerpo revelando que no era humano.
Y para ser más precisos Mesh era consciente de que el mismo se había soñado con esa apariencia. La mayoría de los habitantes de aquel lugar solían descubrir más tarde que temprano la influencia que con su voluntad podían desarrollar frente a ese nuevo mundo que les tocaba habitar tras la muerte.
—Harold, veo que sigues con tus excentricidades —dijo a modo de saludo Mesh al acercarse.
—Lo que algunos llaman excentricidades otros... —El espíritu de lo que alguna vez hubiera sido un hombre se llevó una mano a la abundante barba marrón —Bueno en verdad no suelo tener mucho público. Es decir, en los últimos once o doce siglos. Quien sabe que nombre darían a mis experimentos otros si los vieran.
—Fuegos artificiales —concluyó Mesh señalando con ambas manos la máquina que utilizaba aquel investigador. "Harold", como el mismo daba en llamarse, había vivido una larga vida de treinta años hasta encontrar la muerte a manos de un rey loco, de los tantos que poblaban los anales de la historia. Treinta años claro está, que significaban mucho en su época y que eran toda una proeza si partíamos de la base que su vida se desarrolló en un siglo conocido como el "siglo de las cruzadas".
En cualquier caso, la muerte para aquel hombre había sido como una nueva vida pues desde entonces no había parado de investigar y realizar todo tipo de experimentos en el mundo Subterráneo adquiriendo grandes conocimientos y una fama de chiflado con la que Mesh estaba un tanto de acuerdo. Harold, por sí solo, había redescubierto una y otra vez los experimentos y tecnologías que la humanidad llevaba mucho tiempo dominando.
—Ah, pero apuesto a que no tenías ni idea de esto —dijo flotando alrededor de Mesh hasta la máquina que producía los fuegos artificiales. La levantó con ambas manos como si aquel aparato soñado corriera riesgo de destruirse al caer, y al acercarsela le enseñó de cerca unos tubos azules a través de los cuales circulaban veloces rayos de un color azulado como las venas con forma arbolada por las que discurre la sangre.
—Bravo Harold, descubriste la electricidad. Avisame cuando llegues al internet —respondió burlón Mesh. El investigador lanzó una mirada al piso avergonzado al tiempo que dejaba caer la máquina de fuegos artificiales. Está sencillamente se fundió con el suelo y sin emitir sonido alguno dejo de existir en menos de un segundo.
—En fin. Sabes porque estoy aquí. Los genios de la tierra no tienen ni idea de como arreglar el desastre de la llave de Dante —comentó haciendo énfasis en la palabra genios. Harold abrió los ojos de par en par, cautivado por sus posibilidades de triunfo donde otros supuestamente más avanzados habian fallado.
—Si, si. Ese problema. Es interesante ¿sabes? —dijo al tiempo que comenzaba a dar vueltas flotando alrededor de Mesh mientras se acariciaba la espesa barba —Quiero decir, ¿para qué haber dos mundos si fuera fácil acceder de uno al otro? ¿Qué sentido tendría eso? No. Lo que tiene sentido es que los mundos permanezcan separados. Cuando crearon esas llaves forzaron algo que no debió ser forzado.
—No me dices nada que no sepa —aclaró Mesh dando un paso hasta el espíritu —¿Tienes algún aporte que pueda presentar cuando regrese? —preguntó directamente.
—Tiene cierta inteligencia. Este lugar. Ni siquiera diría que es un lugar como tal. Dos mundos separados... ¿no es interesante esa premisa? —Mesh apreciaba a Harold, o mejor dicho, lo respetaba, tanto como a las cientos o miles de almas con las que alguna vez hubiera hablado en su vida. Personas que si no habian logrado algo importante en vida al menos lo habian podido hacer tras la muerte física, pero sin embargo en esos momentos las desviaciones del genio lo agotaban un poco.
—Algunos dirían que si en verdad este sitio tiene una inteligencia que lo anima, entonces buscar la destrucción de la humanidad es lo más lógico. Lamentablemente no comparto esa opinión y entiendo que hombres como tu tampoco. Ayudame Harold, ayúdame a salvarlos.
—Mesh... —el espíritu de Harold descendió casi a su lado —Tú que has sido bendecido con el poder de estar aquí y allá, no puedes entenderlo del todo. Es cuando esa bendición se convierte en maldición. ¿Estás aquí? ¿Estás allá? Pobre Mesh, atrapado en un eterno ciclo que no se puede permitir cambiar. —El hombre le miró fijamente y por un segundo los destellos azules de su cuerpo se combinaron con los de sus ojos. —Pero si, te ayudaré. Intentaré al menos. Sabes que he estado investigando desde lo que sucedió. Todavía no estoy seguro de nada, pero bueno, nunca lo estoy —Harold lanzó una risotada repentina. —Pero ven a verme antes de irte y quiza te de algo. De momento, dejame seguir con mis excentricidades. —El espíritu descendió y cerrando sus ojos estiro las manos sobre las que como por arte de magia apareció una base metálica, paredes que le daban la apariencia de una caja y todo tipo de tornillos, cables y otras cosas.
"Es mejor que nada" pensó Mesh.
—Hay algo más. ¿Qué sabes de él? —Harold sabia bien que solo podia referirse a un "él".
—Inaccesible es una palabra adecuada para describirlo. —respondió —Sigue en el mismo lugar. No se si está meditando o sencillamente se durmió, pero ahí sigue. Buena suerte si intentas acercarte.
—Gracias —murmuró Mesh a modo de despedida, mientras se alejaba.
El lugar al que se dirigía, como todo en esas tierras más allá del tiempo y el espacio, no quedaba ni cerca ni lejos. Sencillamente estaba allí, al alcance de quienes fueran capaces de soñar con llegar hasta el.
La vista sin embargo era distinta a lo que normalmente se podia apreciar. No se trataba del blanco absoluto de todo el resto del mundo S, ese color que sólo podía definirse como "existencial" y que por algún motivo le adornaba hasta que uno llegara y soñara algo diferente. O quizá el blanco representaba la perspectiva humana del más allá, Mesh no estaba seguro pero tampoco le interesaba tanto un tema como aquel. Era defensor de la teoría de que los que llegaban veían en ese mundo lo que ellos guardaban dentro más que otra cosa.
Si esto fuera cierto, entonces la persona que buscaba tenía una espantosa tristeza o dolor en su interior, pues frente a él no podía ver sino una gran cúpula de colores grisáceos y negros que cubría todo el lugar.
En cierta forma era como caminar por un arcoiris y llegar a un negro tan oscuro que incluso todos los demás colores eran incapaces de brillar. Una tormenta desatada pero sin sonido, lo cual le hacia todavía más extraña y terrible. Ni siquiera el absoluto blanco que brillaba como la luz en cualquier otra parte podia escapar de esa devoradora oscuridad.
Por un espacio que de momento parecia de miles de kilometros, y de momento parecia infinito, se extendian esas sombras y solo en el centro de las mismas un pequeño rescoldo de blanco se dejaba ver. Esa pequeña mancha parecia disminuir un poco sobre su centro y allí se remarcaba una figura.
Parecia un hombre pero la distancia y sobretodo la oscuridad hacían imposible distinguir nada más que sus contornos. Lucía sentado como si contemplara a la distancia.
Mesh intentó avanzar en su encuentro pero era imposible. Aquella especie de cúpula le impedia el paso.
—¡No puedes esconderte para siempre! —gritó con furia —¿Por qué dijiste que la chica era peligrosa? —pero nada ni nadie respondió. La figura ni siquiera se movió o dio señales de haberlo visto o haberlo escuchado.
—¡Responde! ¡¿Quien eres?!—insistió Mesh pero fue inútil, tal como sospechaba de antemano. Finalmente desistió y decidió volver al campamento. Quería terminar con aquello cuanto antes y regresar. Algo no le parecia funcionar bien, tal vez fuera por el fracaso en querer comunicarse con ese hombre cuyo nombre había olvidado pero cuya presencia recordaba, sin embargo no se debía sólo a eso. Había algo extraño que no estaba en ese lugar, sino en su interior. Para hombres como él su instinto rara vez estaba errado. Tras lanzar una última mirada a las sombras y la pequeña luz central que se agitaba por efecto de la penumbra como una vela a punto de apagarse, se alejó sin mirar atrás.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top