XIII: Escuadrón Zorro
El mundo Subterráneo era mucho más ese último adjetivo que el de "mundo", realmente.
Al menos, así lo sentía Maika mientras "caminaba" sobre aquella superficie que parecía ser de algodón por momentos, para pasar a sentirse arena fina y de repente endurecerse como si de una calle asfaltada se tratase.
Por si fuera poco, la sensación de moverse sin avanzar y el hecho de no poder saber a ciencia cierta dónde estaba el arriba o el abajo, incluso el atrás o adelante, hacían que Maika se sintiera perdida a cada paso que daba. En alguna parte de su alma, más que de su mente, la sensación asfixiante de estar cayendo que segundos antes la había embargado remitía pero todavía podía experimentar esa opresión en la boca del estomago.
La superficie que se extendía frente a ella era de un blanco absoluto le hizo pensar en que así se vería un cielo sin otra cosa que estrellas iluminando hasta el último rincón borrando de un plumazo cualquier rastro de oscuridad o sombras. Una tras otra, apiladas brillando sobre las luces blanquecinas de sus compañeras. Quizá también así se sentiría andar sobre semejante cielo digno de una mente sin igual para las pesadillas.
—Creo que voy a vomitar —dijo al avanzar un paso y que su mente le respondiera con la absoluta certeza de que no se había movido en lo más mínimo.
—Lo dudo. No tienes estómago ni cuerpo físico. Lo más que podrías es soñar que vomitas y solo sería una ilusión pasajera —respondió Mesh, quien iba encabezando la marcha. Tras él, Maika, y a una corta distancia los tres agentes avanzaban con la misma duda y lentitud que aquella marcha imposible desencadenaba en ella.
—¿Nunca te has subido a una montaña rusa? —Maika escuchó que el agente Checo le preguntaba a alguno de sus compañeros.
—Abel, esto para nada se parece a eso —replicó la agente Simona Gutierrez, cuyo excesivo tono de voz se combinaba a la perfección con el gran tamaño de sus labios, sus cejas y su nariz. Todo en esa mujer parecía ocupar un espacio considerable en su cuerpo.
—Además, ¿montaña rusa? Pero si el único parque que vos conociste fueron las hectáreas de campo que te hacían trabajar todos los días. —El agente Samuels se detuvo y pareció reflexionar un poco llevándose el índice a la cabeza y rascando su cabello rubio —Ya entiendo, ¿allá le decían montaña rusa a los caballos que usaban para corcovear? —preguntó con sorna fingiendo en el rostro anguloso una verdadera curiosidad.
—¿Corcovear? Disculpe señor Robert Samuels, ¿en que parte de Estado Unidos aprendió esa palabra? Ah, es verdad, que usted se crió en Santa Fe —Abel Checo comenzó a reírse a carcajadas.
—Nací en Estados Unidos. Además todos venimos del mismo lugar —contestó algo molesto Samuels, dando unas patadas al suelo para remarcar que con "el mismo lugar" se refería a ese extraño mucho de sueños e historias.
—Chicos, ya extrañaba sus discusiones —Gutierrez se colocó entre medio de los dos hombres y les pasó los brazos por encima de los hombros. —Y sobretodo ver como se arreglan —dijo con un tono de voz que a Maika le pareció extraño. Repentinamente se sintió como una niña que escucha a su padre hablarle sucio a la secretaria. Y de hecho, ella si lo había escuchado. Apenas pensó en eso un humo negro empezó a surgir de su hombro derecho.
—¿Qué pasa? —preguntó tras un grito, dando manotazos al humo como si quisiera apagar un incendio aunque no había fuego ninguno. La marcha se detuvo y Mesh la observó pensativo.
—No pienses en cosas malas —se acercó a ella y con un movimiento de su mano alejó la humareda como si se tratase de un insecto al que apartan con descuido. —Intenta no alejarte tanto de mi, puedo mantener a raya emociones negativas siempre que te encuentres cerca —.
Tras pronunciar esas palabras retomó la caminata y Mika lo siguió. Los tres agentes hicieron lo mismo y viajaron entonces más juntos que antes.
—En la preparación que nos dieron para venir aquí, dijeron que si veíamos ese humo o nos sentíamos mal, pensáramos con todas nuestras fuerzas en algún buen sueño que hubiéramos tenido. Eso ayuda —Abel Checo se le había acercado y le comentó eso por lo bajo. Sonreía y el ennegrecido bigote de sus labios lució extraño a ojos de Maika, no recordaba que fuera tan abundante. En efecto tampoco recordaba que Gutierrez tuviera ese cuerpo tan exuberante.
—Luces diferente a como te recuerdo antes de venir aquí —le dijo sin querer examinarlo mucho más pero sin quitarle los ojos de encima.
—Este sitio le da forma a tus sueños. Y también a tus pesadillas. Por eso hay que cuidarse de lo que piensas, el miedo tiene esa peculiaridad ¿sabes? Te devora tan eficazmente, que si no te lo sacudes de encima a tiempo se convierte en ti.
—Mi chico es muy listo decía el abuelo —comentó Simona Gutierrez acercándose y dándole a Checo una palmada en su trasero. —No te preocupes, si te sientes mal y no te puedes liberar del miedo, aquí estaremos para darte ánimos —le dijo Gutierrez sonriente y enseñando sus dos puños cerrados, la piel trigueña, refulgente como si hubiera caminado al sol.
Maika le agradeció, no muy segura de lo que aquello significaba para sintiendo que los viejos malos recuerdos regresaban a su rincón oscuro y cerrado, como la oscuridad que se aleja de una hoguera encendida aunque la rodee por todas partes.
—Es increíble pero el mareo desapareció —Maika se acercó a Mesh, apresurando el paso mientras los tres agentes tras ella continuaban en sus intercambios de bromas y cosas que al parecer solo ellos entendían. Maika se preguntaba si serían amigos o acaso algo más.
—Para tu espíritu acostumbrado al mundo físico, estar en un sitio como este no es sencillo. Solo debes aprender a moverte siguiendo tu instinto —Mesh giró la palma de su mano mientras hablaba para dejarla mirando hacia arriba y Maika sorprendida comprobó cómo había allí una especie de tubo con chicles de bolita. Lo abrió y comió uno. Está vez no le ofreció a Maika.
—Es como volver a aprender a caminar —bromeó Maika a lo que Mesh también río.
—Curioso, ¿no? Para algunos la muerte es como volver a nacer.
Tras pronunciar esas palabras Mesh se detuvo. Levantó la mano en señal de que todos se detuvieran y miró fijamente algo a lo lejos. Los tres agentes vinieron rápido a su lado, repentinamente tensos y serios.
—¿Que pasa? —inquirió Samuels.
—Observa —dijo el guardián de la historia. Todos miraron en la dirección que Mesh señalaba, Maika se concentró en esa blancura absoluta, y entonces, como le había pasado la primera vez que pisara ese lugar, frente a sus ojos comenzó a formarse un paisaje.
Era como un páramo infinito, una mezcolanza de amarillos color arena y naranja grisáceo de tierra muerta. Unas cuantas piedras enormes amontonadas una sobre la otra daba la apariencia de formar un bosque inerte de grandes columnas naturales. Allí donde uno posaba los ojos surgía la tierra, la distancia, el piso y el cielo plomizo sin nubes, y Maika escuchó a los agentes emitir un suspiro de sorpresa. Ella misma tuvo que esforzarse en reprimir uno al constatar que incluso el "suelo" donde estaba parada se deformaba elevándose y alejándose de ese paisaje que ahora observaba, hasta dar la sensación de ser el borde de un acantilado, desde el que tenían una vista privilegiada al gran desierto que devoraba aquel terreno ilimitado de historias y sueños.
Cuando vio lo que se encontraba en lo que para ella era el centro del páramo, supuso porque Mesh los había hecho detenerse.
—¿Qué es eso? —preguntó el agente Samuels.
—Ustedes lo saben bien. Observen sin intentar entender. Dejen que la imagen de explique sola. —Mesh hablaba sin moverse y a los oídos de los presentes su voz profunda llegó como una melodía cada vez más lejana.
—Una serpiente —dijo Checo en un gruñido.
—No, un dragón —corrigió Gutierrez y el leve temblor de su voz los recorrió a todos haciéndose eco en ellos, como un murmullo en la noche.
—Espera, los dragones son una invención de antiguas culturas humanas. —Aun mientras hablaba Maika no pudo evitar pensar que aquella criatura en la lejanía se correspondía a la perfección con la imagen que ella, a pesar de no ser muy adepta a la mitología, tenía de un dragón.
—¿Si? ¿Y de donde crees que vienen esas invenciones? —dijo Mesh llevándose el índice a la sien. —Te sorprendería la cantidad de cosas que existen porque alguien lo soñó antes.
—Creo que nos está viendo —murmuró Samuels con un leve tono de miedo en la voz.
Efectivamente la criatura había levantado su enorme cabeza del suelo y parecía olisquear el aire en dirección a los curiosos que miraban desde lejos. El cuello alargado se mantenía erguido en el aire y la cabeza recordaba a la perfección a la de un reptil. Los colores oscurecidos de su piel parecían refulgir bajo alguna especie de luz aunque no se lucía sol alguno en el espeso cielo. Aunque desde donde estaban no podían distinguirle rasgo alguno, pudieron ver, o mejor dicho, intuir, los dos ojos brillantes como un torrente de lava ardiendo.
—Esa cosa me da mucho miedo —dijo Gutierrez como si estuvieran en presencia de un lobo hambriento. —Jamás en mi vida he visto algo así pero es como...
—Como si lo conociera de toda la vida. —interrumpió Checo. —De los sueños. No. De las pesadillas. Es... Es... —pero no pudo continuar. La figura evocaba un miedo primitivo en ellos, antiguo, tan inexplicable como las sensaciones que atenazan el estómago y la nuca cuando los ojos se posan en las varias patas de una araña o el deslizante cuerpo brillante de una serpiente. Más que miedo, aquel dragón les causaba fobia. Como si en algún momento de sus vidas se hubieran topado con él y supieran del peligro que entrañaba.
—Hay que movernos. —comentó Mesh con firmeza. Sus palabras hicieron que las miradas se desviaran el dragón y fueran directo a su rostro sombrío. Era extraño verlo sin una sonrisa en los labios. —No podemos atravesar este páramo así que lo mejor será descender desde aquí.
—¿Descender? —preguntó Maika. Era verdad que de alguna forma el camino recto que antes parecían seguir ahora era un elevado acantilado sobre el que estaban parados.
—Nunca estuvimos avanzando en realidad —Mesh levantó las manos y las puso frente a frente para formar con ellas una esfera sin que sus dedos se tocaran. —Este lugar está formado por infinitas capas creadas por la incesante historia humana, lugares que contienen todo aquello que la especie soñó, adoró, temió y construyó. —A medida que hablaba fue alejando las manos haciendo que la esfera se volviera más y más grande. —Los miedos primitivos se encuentran en las capas más alejadas y las esperanzas están en las más cercanas al centro. Aunque a veces se invierten, las capas se mueven, cambian como la historia y los sueños.
—Podría escribir un libro con todo esto —comentó Checo sonriente. Desviar la vista del dragón mejoraba su ánimo y el de todos los presentes.
—Ahora entiendo porque dijiste que lo que nosotros buscábamos se encontraba en la décima capa —dijo Maika recordando la información que había leído sobre la misión.
—En fin. Tenemos un camino largo todavía. Esperemos no toparnos con sorpresas nuevas en las capas inferiores —Mesh señaló al suelo y a sus pies apareció una escalera de peldaños rocosos, que descendía por un estrecho túnel tan profundo y lejano que parecía perderse en la nada misma. Sin embargo no daba la impresión de que hubieran paredes a su alrededor sino más bien complejas imágenes, colores y sonidos que danzaban entrelazados.
—Pero entonces ¿por qué no bajamos directamente? —inquirió Maika mientras Mesh ya se acercaba al primer escalón y comenzaba a descender.
—¿Dónde está tu sentido de la aventura? —fue su respuesta. —No se queden atrás —gritó perdiéndose se vista y los agentes tras dedicarse una mirada entre sí, bajaron a toda velocidad siguiéndolo. Maika no fue la excepción.
Mesh recuperó la mueca sonriente en su rostro en cuanto el páramo quedó atrás. Tenía algo que comprobar pero habría de hacerlo en otro momento. "Un dragón", pensó, "tan lejos de otras capas...", sus instintos le decían que nada extraño sucedía, pero Mesh bien sabía que a veces hasta los mejores instintos podían fallar.
A veces uno no podía, sencillamente, confiar, se dijo y apresuró el paso.
Y así el grupo comenzó a descender entre sueños e historias, hasta que ya no quedaba muy claro donde comenzaba uno y donde terminaba la otra.
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—Desde que estoy aquí no he escuchado las voces. Imagino que debe ser porque este es... algo así como su lugar —Maika caminaba a la par de Mesh. Habían dejado atrás la escalera y ahora "avanzaban" por otro espacio de blancura absoluta. Ella por su parte estaba agarrándole el truco a mirar con otros ojos y entonces los paisajes que imaginaba aparecían frente a sus ojos. Donde quería que hubieran flores las había, o quizá el verde de un césped cuidado, o tal vez las baldosas sólidas de un camino adornado por piedras. Era increíble como la percepción daba forma no solo a sus alrededores sino directamente a lo que pisaban.
—Miren, estamos caminando sobre Checos —comentó Samuels divertido. Bajo sus pies habían aparecido enormes rostros trigueños como el de Checo, con la blanca sonrisa y el pelo enmarañado en pequeños rizos oscuros. Por efecto del enorme tamaño de aquellas caras la cicatriz de su ojo derecho parecía ser mucho mas grande.
—Cuidado no vayas a tropezarte con una enfermera —dijo Checo divertido y de repente ya no caminaban sobre rostros sino que pisaban sólidas jeringas plásticas de casi cien metros de largo. Las aguas huecas de sus puntas goteaban un liquido amarillento como lluvia tóxica.
Samuels pareció a punto de echarse a llorar por un momento.
—Basta, basta —decía mientras las agujas desaparecían para dejar a la vista un sencillo pero hermoso campo de flores.
—Suficiente niños —Gutierrez les hablaba a los dos. —No estamos acá para jugar. Presten mejor atención a sus pasos o haré aparecer cosas que no les van a gustar —amenazó sin perder la sonrisa y se adelantó para dejarlos atrás.
Maika escuchó como Samuels golpeaba el hombro de Checo al tiempo que le decía
—El miedo a las agujas es algo muy serio. No te lo confesé pensando que pasaría esto —
El otro no respondió pero ella pudo ver como le pasaba el brazo por los hombros y atraía al chico hacia él para murmurarle alguna disculpa o algo.
—Los espíritus de esas voces habitan este lugar repartidos por todas partes. Tal vez sí da la casualidad te cruces con alguno —Mesh se giró hacia Maika sonriéndole. Parte del largo cabello oscuro le caía sobre la frente y se lo apartó con delicadeza.
—Eso seria muy raro —respondió y de inmediato se preguntó cómo era posible que su escala para considerar un evento como extraño no se hubiera modificado a pesar de todo lo que había vivido.
—En cualquier caso, no lo veas como probable. Este lugar es infinito, podrían estar en literalmente cualquier parte.
—¿Vagando? ¿Purgando sus penas? Me cuesta entender exactamente qué es este sitio.
—No lo intentes. ¿Puedes decir a ciencia cierta que es la vida? ¿Cual es el propósito de la existencia? Este... espacio, forma parte de las grandes preguntas. Buena parte de la historia humana se ha pasado intentando responderlas.
—Es verdad. Es solo que me parece impresionante. Si esto se supiera seria un verdadera revolución. Algo como nunca antes visto. —comentó Maika. Solo imaginar como sería el mundo si aquella información fuera de publico conocimiento le hacia doler la cabeza.
Las posibilidades eran sencillamente infinitas.
—Y por eso existe un guardián, y no doscientos —respondió Mesh con desdén. Su tono favorito, después del cinismo, pensó ella. Aún así meditó su siguiente comentario.
—Crees que si la gente supiera de la existencia de este mundo... no se, ¿lo atacarían o algo así? —.
Mesh suspiró y levantó los hombros antes de responder.
—No es tan sencillo. ¿Puedes tu atacar tus propios sueños? —inquirió. —No, el problema no es ese, sino lo que sucedería a la humanidad si fuera capaz de acceder a su historia pasada, presente y futura. Piensa en eso. ¿Cuantos no querrían arreglar los errores cometidos? ¿Cuantos no buscarían formas de evitar las masacres, las guerras... las derrotas? Por no hablar de la constante tentación se echarle un vistazo a la historia futura. Saber que vendrá.
—Seria demasiado —murmuró ella al pensar en eso. Era verdad o al menos se lo figuraba. Sería una revolución, pensó, ¿y acaso ellas no terminan con la sangre rodando por las calles?
—Peor aún. La historia... te enseñan que se basa en la reconstrucción de los hechos pasados. Sin embargo es más bien una creación de hechos pasados, desde la mirada del presente, y muchas veces con vista e influencias a futuro. Lo que digo es que los eventos van construyendo la realidad a la par que esta los construye a ellos. Si de antemano supieran lo que va a pasar...no pasaría y punto. —Concluyó Mesh, como si aquella explicación zanjara el asunto.
—¿Si las personas supieran de este mundo, acabarían por destruirlo?
—Quizá. Es una pregunta para la que nadie tiene respuestas. Ni siquiera yo, pues también mis conocimientos sobre estas tierras son limitados a lo que mi mente humana puede comprender.
De lo que si puedo estar seguro es que si el mundo Subterráneo funciona de maneras extrañas, pero adecuadas. A través de los sueños de cada día, o mejor dicho, noche, le damos vida, y con cada nueva nacimiento y muerte nace otra historia que lo alimenta. Personalmente creo que todo se reduce en última instancia a sobrevivir. Este mundo puede sobrevivir en el estado actual de las cosas, por lo que no hay motivos para que eso cambie.
—Que curioso que el mundo donde se almacenan las historias y los sueños sea tan resistente a los cambios —comentó Maika y Mesh sonrió. El mismo lo había pensado así algunas veces, al igual que había pensado miles de cosas similares. Si había algo que el mundo Subterráneo le provocaba eran sin dudas preguntas. Con el tiempo aprendió a dejar de cuestionarse y sencillamente adaptarse.
—Nada mal, chica enfermera —dijo deteniendo su caminata. —Muy bien, parece que llegamos.
Maika vio que frente a ella se extendía un paisaje conocido, sin embargo este no surgía de su imaginación. Allí estaba un portón de madera clavado en la tierra, que decía con letras negras "Base central, Escuadrón Zorro".
La joven retrocedió. Sobre el cartel alguien había clavado lo que parecía ser la cabeza de un Vestigio.
—Parece que los chicos han estado mejorando desde entonces —murmuró Mesh sonriente, mientras se adentraba en el terreno frente a él.
El paisaje frente a sus ojos recordaba mucho más a cualquier sitio del planeta tierra que todo lo visto hasta entonces. Quizá eran los muros de alambre improvisados, o las puertas con carteles de rojo chillón y signos de calaveras que avisaban del peligro de acercarse, pero Maika sintió que bruscamente había cruzado por algún portal y de repente había dejado el mundo Subterráneo atrás.
El sonido repentino de una sirena muy potente la trajo de nuevo al momento presente.
Como si los hubieran estado esperando, desde dos pequeñas tiendas de lona verde oscuro salieron unos diez hombres que a paso veloz se dirigieron hasta donde el grupo se encontraba. A los ojos de Maika sucedió algo extraño. En un segundo los hombres parecían no tener armamento de ningún tipo, y de repente como por arte de magia, todos sostenían diversos rifles y escopetas de buen tamaño con los que apuntaban directamente a ella y los demás a través de las rejas de entrada.
Y eso no fue todo, a medida que la sirena era silenciada otro sonido comenzó a surcar los cielos. Maika levantó la vista y aunque pareciera imposible una verdadera flotilla de helicópteros se encontraban volando a baja altura con pesadas ametralladoras a los costados, apuntándoles. Habrían por lo menos cincuenta de aquellos enormes y retumbantes aparatos y todos tenían un objetivo fijado.
—Ni un paso más —gritó uno de los soldados, apuntando con su rifle de mira roja directo a la frente de Maika.
Mesh se adelantó.
—Escuadrón Zorro, el momento ha llegado —dijo haciéndose oír por encima del estruendo de los helicópteros. Su largo abrigo negro se agitó por la fuerza del aire embravecido.
El soldado que había hablado antes pareció detenerse unos minutos a examinar a ese hombre y entonces levantó la mano derecha dejando de apuntar a los recién llegados. Todos los demás lo imitaron.
Frente a los ojos de Maika volvió a repetirse el fenómeno. Donde antes habían armas de fuego amenazantes, ahora no había nada.
—Cuidado que ahí voy —gritó alguien y la joven levantó la vista solo para encontrarse con que ninguno de los más de cincuenta helicópteros se encontraba en el cielo. Habían sencillamente desaparecido y en su lugar un joven de pelo naranja parecía estar cayendo con una lentitud extraña, como si fuera capaz de volar.
El joven observó a Maika y le sonrió. Una ráfaga de viento fuerte pareció soplar y entonces él muchacho fue dando vueltas en el aire hacia donde ella se encontraba. En el último segundo logró esquivarlo de un salto hacia atrás y el soldado quedó de rodillas en medio de la arena, sacudiéndose el polvo.
—Por poco —murmuró para sí mientras esbozaba una larga sonrisa. Parecía muy joven, quizá apenas entrado a los veinte. Era de baja estatura pero algo fornido. Vestía de verde oscuro, como todos los demás soldados del lugar, pero lo más llamativo era el parche que tenía en su ojo derecho. —Mucho gusto, hermosa mujer. Mi nombre es... apuesto a que no vas a creerlo, Fox. Irónico, ¿no? —dijo a modo de saludo, dirigiéndose a Maika.
—Escuadrón Zorro, descansen —las puertas de metal se estaban abriendo y desde allí venía aquel soldado que les había hablado antes.
—Capitán Alí, es un placer —dijo Gutierrez extendiendo la mano para saludarlo.
—Gutierrez. Es bueno ver una cara conocida. Checo y Samuels también están aquí por lo que veo. Mesh —dijo saludando con un gesto de la cabeza a todo el grupo. —Señorita...
—Maika. Maika Gestrud —se presentó Maika cuando el hombre alto posó sus ojos en ella. Era la primera vez que veía a alguien tan alto como Mesh.
—Capitán, HexHell los necesita. Es momento de regresar a casa —dijo Mesh quien observó a la lejanía a todos los soldados que permanecían tras las rejas, unos quince, aproximadamente contando a quienes en esos segundos de presentación se habían sumado al grupo.
El capitán Alí sonrió como si se quitara un peso de encima, pero de inmediato una mueca seria se formó en su rostro de aspecto macizo como la piedra. En efecto sus grandes pómulos hinchados parecían más dos pedazos de roca adheridos a la cara que dos mejillas.
—Muchos esperaban ansiosos este momento. No fue nada fácil adaptarse a vivir en un sitio como este. Ningún entrenamiento previo se compara con algo así.
—Por eso enviamos a su unidad hasta aquí. Selenna confiaba en que lo lograrían, y veo que no se equivocaba. Fue una fortuna que decidiera enviarlos aquí antes de ser atacados, el instinto de esa mujer es cosa seria. Con su ayuda esperamos poder hacer frente a la nueva amenaza que se cierne sobre nosotros.
—¿Los atacantes desconocidos? Entonces supongo que aun no los han podido encontrar... —el capitán pareció vacilar —¿El mundo sigue estando en peligro?
—Uno mayor cada día que pasa. Por eso la jefa los mandó a buscar. Reúnanse todos cuanto antes, nos iremos enseguida —Mesh se apartó del capitán y se dirigió a los soldados que aguardaban. Poseía una cierta facilidad para imponerse a los demás y estaba claro que los hombres lo habían aceptado como el líder tácitamente.
—Quisiera posponer la inmediata partida, señor —dijo el capitán volviéndose hacia Mesh. —Uno de nuestros escuadrones, el alfa dos, debe realizar su último entrenamiento mañana, a unos tres niveles de aquí. Es indispensable para el correcto funcionamiento del escuadrón que todos realicen la parte final del entrenamiento. Sin alfa dos, no estaríamos al máximo de nuestra capacidad —nuevamente, el enorme capitán pareció vacilar. A Maika le sorprendió que un hombre de apariencia tan intimidatoria tuviera esos problemas para comunicarse.
Mesh por su parte, pareció sopesar las posibilidades. Pero no demasiado, porque al cabo dijo
—Esta bien. De todas formas aún tengo cosas que hacer aquí. Podemos esperar a que se realice el último entrenamiento mientras tanto los agentes aquí presenten los pondrán al día de como van las cosas allá afuera. —comentó Mesh y luego, mirando a Checo, Gutierrez y Samuels les dijo, —deberían aprovechar la oportunidad para recorrer el lugar e informarse sobre lo que los miembros del escuadrón puedan decirles. —
—Entonces, ellos son los que... —el capitán Alí pareció vacilar otra vez.
—Si. Asegúrese de que sus hombres les informen como corresponde. Mientras tanto, los acompañaremos dentro. Podrán informarnos sobre los avances realizados.
—Señor, si señor —dijo Alí llevándose la mano a la frente y acto seguido se encaminó hasta las rejas abiertas, con Mesh y los tres agentes detrás. Maika, quien se preguntaba a qué podía estarse refiriendo Mesh cuando hablo del papel de los agentes allí, no tardó mucho en ir tras ellos.
—¿Te acompaño? —Fox se había puesto a su lado y tendía su brazo como un bailarín invitando a su compañera. —Puedo enseñarte el campamento que imaginamos —comentó casualmente como si aquello tuviera el menor sentido.
"¿Que imaginaron?" pensó pero no dijo nada.
—No gracias. —cortó Maika y se adelantó, para dejar atrás al simpático pelirrojo.
++++
En el preciso instante en que Mesh y el escuadrón Zorro se reunían, a varios niveles de distancia, se estaba desarrollando un espectáculo muy llamativo para los espíritus que habitaban el mundo Subterráneo.
Se trataba ni más ni menos que de voces.
Melodiosas voces que cantaban lenguajes irreconocibles pero muy hermosos y que los espíritus mismos podía escuchar. Aquello había trastocado un hecho que todos daban por seguro, y era que los de las voces solían ser ellos y que si bien podían comunicarse con las personas ya fuera a través de sueños o el medio que tuvieran a disposición, nadie buscaba comunicarse con ellos dentro de aquel lugar al que habían llegado tras la muerte.
¿Que un humano escuchara voces? perfectamente entendible para esos espíritus que las producían. Ahora, ¿que un espíritu las escuchaste? Absurdo. Irreal. Ilógico. Imposible.
Peligroso. Y también cautivador.
Quizá por ese motivo fue que tantos espíritus -tantos como eran capaces de oír las voces- se apresuraban cruzando distancias que solo podían medirse como de sueños e historias, rumbo al origen de aquella voz que les cantaba y no era la suya propia, que por lo demás, tan cansados estaban algunos de escuchar que ya ni hablaban. Destellos transparentes y azulados, flotantes viajeros de cuerpos difusos, avanzaban a su ritmo siguiendo un llamado inexplicable. Y así, los que habían soñado, los que habían sido soñados, y los que alguna vez soñaron, avanzaban cada uno a su ritmo incesante pero siguiendo todos una clara dirección, en busca de conocer qué misterio podía estarse ocultando detrás de semejante absurdo.
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