XI: El concilio se reúne

En Concilio del apocalípsis tenía a efectos prácticos el mismo funcionamiento que el reloj del día del juicio. Así como aquel se adelantaba, en base a la contaminación medioambiental, a los desarrollos de armas nucleares, a las tensiones político-militares y a la aparición de nuevas enfermedades mortales, anunciando con cada movimiento de las manecillas el inminente punto de no retorno, así también el Concilio se reunía cuando la hora del fin estaba cerca.
Varias "horas del fin del mundo" habían llegado desde que se realizara el primer Concilio, hace tanto tiempo ya que nadie lo recuerda, y a todas las había sobrevivido la raza humana, aunque no sin sacrificios muchas veces terribles.
Así era que todavía estaba vivo el recuerdo en la memoria de los más viejos de lo que había tenido que hacerse en la segunda guerra mundial.
La diferencia entre aquello que animaba al reloj del día del juicio y al Concilio era similar a la que había entre la existencia de un átomo y la del material metafísico del que estaban hechos los seres del mundo Subterráneo. La diferencia entre un lago contaminado y una mente enloquecida. Entre un presidente o dictador que hubiera decidido expandir sus tierras a costa de conquistas militares, o la posibilidad de que seres sobrehumanos invadan la tierra destruyendo sus ciudades y exterminando toda vida sobre ella.
Sin embargo ambas cosas estaban creadas estrictamente con un propósito; poder tener aunque fuera una mínima información de cuándo y cómo llegaría el fin de la raza humana.
Los miembros oficiales eran cerca de veinte hombre y mujeres de edades y nacionalidades muy variadas. Esencialmente estaban representados la iglesia católica, la monarquía inglesa y española, los Estados Unidos de América así como los presidentes de Rusia, China, Japón y Alemania. Los islámicos y antiguos jefes tribales africanos ocupaban un lugar también. Mujeres que en otro tiempo habían sido llamadas "brujas" llevaban su voz desde diversos países de Centroamérica y en el lado opuesto estaban los grandes magnates y poderosos hombres de países tales como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Perú, entre otros.
Sobre la izquierda de la larga mesa en que la reunión se celebraba solía sentarse un representante de HexHell y a la cabeza de la mesa, la considerada por muchos mujer más poderosa del planeta, la reina María de la nación libre de Eudamonia.
Allí era donde mucho tiempo atrás había sido solicitado el primer concilio, cuando esas tierras no tenían un nombre siquiera, y era tradición que se llevarán a cabo en el mismo lugar desde entonces. 
La enorme mansión de los Héroes era el edificio escogido.
Las calles habían sido desviadas, no cortadas pues era importante no llamar la atención.
No había señales de la prensa y para ser exactos, ningún transeúnte recorría durante esa mañana las veredas de aquella parte (zona norte de Eudamonia).
Un silencioso y rápido Sedan negro dobló a la derecha y sin que nadie lo viera tomó por donde se suponía que no estaba permitido. Al llegar a un gran portón plateado se detuvo y de sus puertas traseras abiertas emergieron dos figuras.
—Parece que aquí es —dijo el padre Montzsenior sonriente como siempre. Su acompañante fue más silencioso y se limitó a observar la calle vacía en ambas direcciones. Leyó entonces el pequeño cartel de letras doradas. "Edificio histórico, mansión de los Héroes (1871)".
El aire frío le obligó a subirse el cuello de su negra sotana.
—Después de usted padre —comentó señalando en dirección al portón dorado desde el que ya se acercaban dos guardias muy bien armados a revisar las invitaciones de los recién llegados.
—No se puede negar que esa mujer ha elegido un hermoso lugar. Estos jardines ya hacen que el largo viaje haya valido la pena —comentó el padre Montzsenior una vez que los dejaron pasar sin problemas. El camino de tierra que transitaban estaba prolijamente adornado por jardines donde los colores de la naturaleza danzaban.
—¿Yesus, crees que se enfaden mucho si este viejo hombre de fe recoge uno de esos jazmines? —preguntó en voz baja a su acompañante, al ver que este no respondía a su anterior comentario. El padre Yesus, más joven, sonrió levemente.
—Es mejor verlos aquí, que tenerlos por un efímero tiempo en un jarrón con agua —comentó con firmeza. El aire de la mañana era un poco cálida, lo cual no se correspondía con el frío que había en Roma por esas épocas.
—No se amigo mio. A veces siento que... estoy cansado de rechazar los placeres efímeros —dijo el viejo cura y se quedó mirando fijamente a su acompañante. Este lo imitó y tras unos breves segundos soltó una risa. Montzsenior le palmeó la espalda sin dejar de reír.
—Casi caíste —dijo entre carcajadas.
Finalmente habían llegado hasta la entrada de la mansión, donde dos hombres de traje negro ya venían a comprobar sus invitaciones otra vez.
—Pero sin dudas, son hermosos jardines —murmuró Montzsenior, lanzando una última mirada a los crisantemos violetas antes de seguir adelante.
—Solo esperemos que sus palabras sean más interesantes que las flores —sentenció el padre Yesus mientras apresuraba el paso y se adentraba en el enorme edificio en que iban a reunirse aquellos elegidos para determinar el futuro del mundo.

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—Muy bien, ahora que estamos todos reunidos, creo que podemos comenzar —la voz pertenecía a Manfred Von Kilmer, moderador oficial escogido del Concilio del apocalípsis.
El hombre mayor, caucásico, de aspecto sereno, se acomodó las gafas con el dedo índice y procedió a sentarse al tiempo que cruzaba las manos sobre la mesa. —En este lugar, este día, se ha solicitado un concilio. Espacio de intercambio entre quienes saben la verdad de lo que se esconde allí afuera y han elegido hacerle frente por el bien de toda la raza humana.
Cuando una amenaza sea demasiado grande se juró que habría alguien para escuchar y alguien para actuar. Ha llegado el momento de lo primero, para decidir cómo hacer lo segundo. Si ninguno de los honorables miembros aquí reunidos tiene algo que agregar, cedo la palabra a Selenna Pendragon, líder de HexHell y Conciliante.
Kilmer observo la habitación de punta a punta.
Ocupaba un extremo de la larga mesa rectangular de roble. Un punto privilegiado para su rol de moderador.
Selenna por su parte se encontraba más cerca de la gran puerta doble que daba paso a la modesta habitación escogida para la reunión de esa ocasión. En general los lugares seleccionados solían compartir las mismas características. Tenía que ser "tierra neutral", fácil de proteger, relativamente tranquilo y alejado de grandes masas de gente. El Concilio por descontado era algo secreto.
Un cuarto sin ventanas, de techos bajos y paredes sin cuadros o espejos a la vista.
Veinte sillas repartidas en una mesa preparada para la ocasión.
Selenna observó con poco más que una pequeña curiosidad que las decisiones más relevantes para la humanidad se tomarán en lugares tan indiferentes como aquel.
Ante el silencio que precedió a las palabras de Kilmer, ella tomó la iniciativa.
—Muchas gracias a todos por acudir a pesar de lo brusca de la llamada —comenzó sopesando cada palabra, dándole el tono y el timbre exacto a su voz para sonar más allá de la formalidad pero no muy alejada de la seriedad que el tema de aquella reunión suscitaba.
—La última vez que este Concilio se reunió yo era poco más que una niña. No estuve presente, por supuesto, pero mi padre sí y recuerdo lo que me dijo al regresar a casa.
<< Selenna, esta es nuestra hora más difícil porque temo si seremos capaces de realizar los sacrificios necesarios y desprendernos del egoísmo más primitivo en pos del bien común. Porque ninguna historia se hace sola pero no se quienes nos acompañarán >> —Selenna tragó saliva. Las palabras de su padre siguieron resonando en su mente. Las dejó fluir, sintiéndose acompañada, antes de proseguir. —Hoy, casi cuarenta años después, yo me pregunto lo mismo. —los atentos observadores la dejaron proseguir sin quitarle las pesadas miradas de encima. —Asumo que ya todos los presentes se han percatado de que algo extraño sucede con respecto al mundo Subterráneo. No es común que tantos ataques se reporten. Mejor dicho, los encuentros entre los seres que lo habitan y los que habitamos este mundo se han multiplicado y por doquier han aparecido los frutos de las pesadillas humanas. —varios presentes asintieron en silencio, otros con visible aceptación del hecho.
—El Plano nunca había estado tan activo como ahora. No son solo ataques directos, se cuentan cada vez más los casos de locuras repentinas, inexplicables, en personas antes sanas. Nuestros chamanes nos dicen que es efecto de una presión mayor sobre la mente de los hombres y las mujeres. Es como si aquello que separa un mundo de otro hubiera comenzado a debilitarse —Abdul Khelimanyé era quien respondía. Así como para Selenna era el "mundo subterráneo", para aquel hombre sencillamente se lo llamaba "Plano".
—Nuestra gente pensó incluso en solicitar un Concilio para exponer la situación —Con las grandes manos sobre la mesa se valió de ellas para expresarse. Su dominio del español era bueno pero no perfecto, se le notaba el acento del norte Africano así como podía vérsele ese fuego y candor en los ojos que miraban fijamente a cada uno de los interlocutores, no solo a Selenna. Se quitó el kufi tejido a mano en tela negra que cubría su calva y lo sostuvo como sopesándolo para finalmente volver a ponerselo. —Mi pueblo está asustado —dijo finalmente. 
—Y varios de nuestros más cercanos compañeros estarían de acuerdo con tener miedo. —el padre Irmir Montzsenior hablaba en representación de la Iglesia Católica. Llegado ese mismo día desde Roma junto con un contingente. —Entre los cardenales se escuchan palabras que aluden al fin del mundo, al apocalípsis. Intentamos disuadirlas, pero aquí estamos reunidos al fin y al cabo —Hablaba con cierta lentitud, como si estuviera iniciando un sermón, hacia uso de un tono donde se mezclaban a partes iguales lo afable y lo autoritario, logrando que todos lo escucharan en silencio. —Es claro que algo sucede, como bien nos indica la señora Pendragon. A quien me gustaría seguir escuchando, porque pareciera que posee más información —Imir lanzó una mirada sonriente a Selenna, pero está la ignoró por completo. No iba a dejar que la provocaran tan fácilmente. Había llegado el momento más complicado de la discusión.
—En efecto. Hace exactamente tres semanas y cuatro días miembros de HexHell fueron emboscados y atacados en el Aeropuerto Central de Eudamonia. El ataque fue realizado por una organización desconocida que hasta la fecha no se ha identificado. El objetivo del ataque en sí mismo se desconoce aún, pero son sus consecuencias lo que está causando todo este alboroto que estamos viendo alrededor del mundo.
—¿A que se refiere exactamente? —inquirió Kamir juntando las espesas cejas al preguntar.
—Cuando el aeropuerto fue atacado los miembros de HexHell estaba transportando algo. Una herramienta que fue robada. Algo que todos los aquí presentes estuvimos de acuerdo en construir para aquellas emergencias futuras en que pudiera necesitarse. La llave de Dante —un murmullo progresivo se fue extendiendo a medida que las palabras de Selenna eran repetidas primero en incrédulo silencio y después con un creciente aumento del tono.
Parecía como si les hubiera dicho que sus copas o botellas de agua tenían veneno.
—¿¡Su llave fue robada!? —preguntó enfurecido Simon Smith, representante de los Estados Unidos. Su gran papada se sacudió junto con su cabeza que se movía negando la situación como si con aquello pudiera alterar lo que acababa de decirse.
—Esto es un total desastre —agregó el representante de China que había venido con un traductor pero aparentemente no lo necesitaba pues pronunció aquellas palabras en un comprensible español al tiempo que se llevaba el índice a la sien y comenzaba a masajearlas.
—Ustedes... ¿cómo es posible? —Har 'Atat, en representación de los pueblos originarios tampoco se mostró muy amable al momento de preguntar y lanzó un golpe descendente contra la mesa.
—Señores y señoras. —comenzó Von Kilmer haciendo oír.— Les recuerdo que esto es una reunión del Concilio, no un grupo de debate político o sindical. Se solicitó escucha y será brindada. Dejemos que la señora Pendragon continué con lo que tiene para decir —el moderador hacia uso de su puesto levantándose de la silla y extendiendo ambas manos.
El murmullo se fue controlando de a poco.
Sin embargo quien tomó la palabra no fue Selenna.
—Las llaves de Dante. Si, es entendible que causen semejante revuelo. Todos sabemos que tan... candente se puso el intercambio cuando decidimos crearlas. Incluso creo recordar que hubieron amenazas —Jerome Palmeri hablaba como si estuviera rememorando un día en el parque. Aquel hombre enjuto representaba a las llamadas "fuerzas de defensa". Ocupaba una posición difícil de determinar, pues era una especie de "líder militar" de cuánto ejército existiera en el mundo, pero oficialmente su poder se hallaba muy limitado y más que nada se encargaba de reunir información sobre el potencial peligro que el mundo S pudiera representar. Se había parado de su silla pues dado su altura odiaba estar sentado.
Con una mano se alisaba los bigotes y con la otra rebuscaba algo entre sus ropas. Finalmente extrajo un reloj dorado y le lanzó una mirada rápida. —Pero finalmente llegamos a un acuerdo. O lo más parecido a eso que estos amables pero poco flexibles caballeros y damas son capaces de hacer. Si algún día fuera necesario, si una emergencia muy grande así lo demandara, deberíamos tener la forma de acceder al otro mundo. El Subterráneo, como lo llaman en HH, el infierno de los Católicos, el Plano al que se refirió aquí mi amigo Kamir. —Jerome le puso la palma en el hombro al africano —Entonces creamos las llaves. Tecnología extraña si me permiten. Pero efectiva a fin de cuentas. Divididas en un total de doce llaves, habían sido construidas con un solo propósito. Abrir una puerta entre este, nuestro mundo, y... ese otro mundo que queda al alcance de un sueño. Sin embargo, aunque es útil, una sola llave no hace mucho.
De hecho creo recordar que al momento de diseñarlas nos aseguramos de dos cosas.
La primera, que fuera posible rastrearlas, y la segunda, que fuera imposible replicarlas. Sin las doce llaves no puede abrirse la puerta, y si solo falta una, no veo donde está el problema.
Selenna correspondió a la sonrisa de Jerome con un gesto de sus manos como si le dijera "deja de jugar". Se conocían desde hacía muchos años, pues contaban casi la misma edad y habían entrado al grupo de forma muy juntos uno del otro. No era difícil sospechar que aquel hombre sabía mucho más de lo que dejaba entrever. Siempre había sido así con él.
—Al principio creímos que podían haber robado la llave para intentar abrir la puerta. Pero eso nunca sucedió. Para ser exactos, la llave en sí misma no fue muy lejos. Fue robada por... tres minutos con cuarenta y siete segundos —dijo Selenna mientras revisaba unas hojas que tenía en su carpeta sobre la mesa —en ese tiempo, de alguna forma que desconocemos la llave fue... activada. Y destruida.
—¿Destruyeron la llave de Dante? —se escuchó como un murmullo generalizado en varios idiomas crecía otra vez.
—Nuestros técnicos siguen investigando. Estamos hablando de cosas demasiado abstractas. Varios nos opusimos a crear las llaves precisamente porque seria lidiar con fuerzas que no comprendemos del todo. Sin embargo a efectos prácticos lo que sucedió fue que la llave se colocó en la cerradura y entonces la destruyeron en la cerradura.
Era tecnología única, jamás podríamos haber imaginado que sucedería una cosa así.
El efecto de semejante acontecimiento todavía no ha logrado ser explicado del todo, pero esencialmente es responsable por los eventos que hemos presenciado estos últimos días. En alguna parte del mundo una brecha entre el mundo Subterráneo y el nuestro se ha abierto. —Selenna aprovechó el momento para tomar un trago de agua. Por el rabillo del ojo miró a Michael B. Roughs que permanecía parado inmóvil cerca de la pared. Tenía los ojos cerrados pero ella estaba segura de que escuchaba atentamente pues le había encargado que estuviera pendiente de las reacciones de todos los allí presentes.
No podía estar segura pero si había un traidor -y el ataque recibido apuntaba en esa dirección- entonces ella quería saberlo. 
—Lo que nos revela es sin duda alguna terrible. Es como ver los miedos de varios de nosotros convertidos en realidad. —el padre Yesus tomaba la palabra por primera vez, mientras a su lado Imir Montzsenior permanecía en silencio. —Sin embargo, si lo que nos dice es cierto, la llave fue robada y destruida semanas antes. Entonces, ¿porque nos enteramos de esto recién ahora? —preguntó con un tono por demás exagerado.
Selenna había estado esperando por aquel momento, la acusación sobre sí misma hecha de forma indirecta, y no le sorprendió que llegara precisamente de la boca de aquel cura.
Los Católicos y HexHell tenían una larga y conflictiva historia.
—En parte intentamos resolverlo por nosotros mismos. Pero además... —Selenna se tomó su tiempo para pasear la mirada por cada rostro de la mesa —el ataque en el aeropuerto fue algo como lo que jamás habíamos visto. Nos superaron como si supieran todo de nosotros, era una organización que había planificado cada movimiento con una meticulosidad impresionante.
Francamente no puedo estar segura de que el Concilio no esté comprometido. Tras ese ataque nada es seguro. —Estaba hecho, y como esperaba, un murmullo creciente se disparó apenas terminó de hablar. Pero Selenna también tenía aquello dentro de sus planes. Era ahora o nunca. Levantando la voz como pocas veces lo hacia, continuó:
—Pueden pensar o decir que no confié en ustedes y sentirse enfadados por eso, pero en lo que a mi respecta, tengo muchos motivos para no hacerlo. En mi lugar saben perfectamente que hubieran hecho lo mismo. —las palabras surtieron de alguna forma el efecto deseado pues los líderes si bien le lanzaron miradas molestas, contuvieron sus respuestas y se limitaron a mirarse los unos a los otros como esperando que alguien hablara.
—En cualquier caso, el hecho de que ahora nos cuente todo esto, ¿se debe a algo en especial? —preguntó Jerome, aprovechando el momento.
—Si. No hemos podido localizar la brecha, mucho menos cerrarla. En verdad he de decir que no tenemos una idea adecuada de como afrontar algo así tampoco. El punto de este Concilio es pedir su ayuda. La de todos los presentes. Si aunamos esfuerzos deberíamos poder realizar una búsqueda a escala planetaria hasta encontrar la abertura. Si todos trabajamos juntos, quizá hallemos la forma de cerrarla. —mientras hablaba Selenna aumentó la intensidad de su tono e intentó por todos los medios que su pedido fuera escuchado por todos y cada uno de los presentes.
—¿Y si eso no sucede? ¿Que pasa si esta brecha que usted menciona no se cierra? —inquirió el representante de Estados Unidos, Simon Smith.
—Lo único seguro es lo que hemos podido ver hasta el momento. La interacción entre este mundo y el otro es cada vez más intensa. Creemos que la brecha se está agrandando y que los efectos de tal evento se harán notar no solo en cuanto a una mayor aparición de Vestigios, sino también en sus efectos sobre la mente humana. Insomnios masivos, locura, suicidios... y eso solo es el comienzo.
Si la brecha no se cierra, en poco menos de un mes, los efectos serán imposibles de ocultar a ojos de las sociedad. Pasado ese tiempo ya no podemos estar seguros de que todavía queden tales cosas como sociedades, pero eventualmente podemos estar seguros de que los dos mundos colapsarían. Seria el fin.
—El fin —dijo alguien en voz baja. 
—Y seria su culpa —arguyó el representante Alemán.
—Usted permitió que su llave fuera robada —siguió el de China.
—Caballeros, caballeros — comenzó Von Kilmer, pero el intento por acallar las voces del descontento fue inútil está vez. Las acusaciones no parecían detenerse y estaban todas dirigidas a Selenna quien no otorgó respuesta alguna. Sabía que aquellos hombres necesitaban descargarse.
—Esto me recuerda a las discusiones de mis nietos —dijo entonces una voz y todos guardaron respetuoso silencio. —Bueno, si ya terminaron entonces voy a permitirme hacer una pregunta —Maria de Cruz, líder política de la nación libre de Eudamonia, era considerada como una leyenda por muchos. La única mujer que había logrado llevar independencia y prosperidad tal a una nación de latinoamérica que había alcanzado un estatus similar al de los Estados Unidos en su mejor época. Para muchos era una reliquia de tiempos pasados, pero los presentes, dentro de quienes se encontraban varios que la habían tenido muy cerca en momentos claves de la historia, sabían que aquella mujer estaba lejos de terminar sus días a pesar de lo avanzado de su edad.
Sentada a la cabeza de la mesa, vestida de rosa chillón y llevando un sombrero que cubría la mitad superior de su cabeza, preguntó.
—¿No puede ayudarnos en esto el guardián de la historia? Aquel jovenzuelo... creo que lo llamaban Mesh. Es extraño que no esté aquí dado la naturaleza de nuestro problema.
—Mesh... el guardián, se encuentra en este momento realizando una tarea de vital importancia. Creemos que al realizarla podríamos estar mas cerca de solucionar este problema. O al menos contaríamos con información vital que hoy no tenemos.
—Ya veo, ya veo. Bueno, esperemos que triunfe entonces. Es una lastima, me hubiera encantado verlo. Era un muchacho amable y serio. En ese caso, no tengo más que agregar. Aunque este señor, usted, se nota en su rostro que si hay cosas que quiere decir —dijo la mujer, señalando con un largo dedo repleto de arrugas en dirección a Jerome Palmeri.
Este no pudo más que sonreír por la distinción y atinó a levantarse, volver a sentarse y dudar si levantarse otra vez.
—Sí, sí, así es —comenzó. —Lo primero es que cuando se propuso crear las llaves muchos nos opusimos con firmeza. Dejamos en claro que semejante poder en manos de los hombres seria demasiado peligroso. Fuimos rechazados y las llaves se crearon. Los doce dueños de las respectivas juraron protegerlas con sus vidas y por lo que nos dice Selenna HexHell ya ha perdido unas cuantas en pos de su protección.
—Aun así, no fue suficiente —comentó con tono despectivo el padre Yesus. 
—Y eso me lleva a mi segundo planteo. —Jerome extendió ambas manos y juntó las cejas al tiempo que decía —Seamos sinceros. ¿Alguien aquí cree que, sí fueron capaces de robar a HexHell, las llaves hubieran estado seguras en sus manos? La famosa organización sin traidores, sin agentes dobles -y puedo asegurarles que intentamos infiltrar de todo tipo cada año, sin éxito-, la organización que cuenta con el guardián. Atacados además en la propia Eudamonia. Si ellos fueron superados, si perdieron sabiendo el historial que esta organización posee, les aseguro que, y si ustedes se ponen una mano en el corazón saben que no miento, que no hubiéramos tenido oportunidad de evitar algo así ninguno de los presentes. —a su afirmación le siguió un silencio incómodo mientras los distintos líderes se lanzaban miradas unos a otros o bien permanecían en sus lugares quietos, como si estuvieran meditando una respuesta que nunca iba a llegar.
—¿Que estas insinuando? ¿También concuerdas con la teoría de los traidores? —preguntó finalmente Simon Smith.
—Si, Palmeri, muchacho, comparte con nosotros tus ideas —dijo María desde su lugar a la cabeza de la mesa.
—Preguntas madam. Solo preguntas. Francamente no creo que en esta mesa esté sentado algún judas, pero seria bueno que lo impactante de las recientes noticias no nublara nuestra visión del conjunto. ¿Por qué atacar HexHell? Militarmente hablando poseen un poder que no se ve opacado por el de ningún país o grupo conocido.
El Guardián de la Historia se encuentra de su lado. Y además, si hay alguien que tiene historia de sobrevivir a terribles enfrentamientos, esa es la organización HexHell. Entonces, ¿si querían robar la llave, porque ir a robarlas a quien más difícil les pondría las cosas?
—Tal vez este grupo extraño no compartía su lectura sobre lo magnífico que es este grupo. O tal vez si y en ese caso querían demostrar lo poderosos que son —argumentó el padre Yesus.  
—¿Un intento vano para demostrar poder? Quizá. Pero algo me dice que si el ataque fue tan planificado como se nos mencionó antes, entonces puede que se tratase de algo más. De hecho, estoy pensando en una declaración de intenciones. Una elección consciente.
—Yo te elijo a ti HexHell porque quiero destruirte —dijo Selenna retomando la palabra. A decir verdad solo había pensado superficialmente en esa posibilidad.
—O porque quiero que me recuerdes —respondió Jerome, mirándola con fijeza y retorciéndose los bigotes de forma inconsciente.
Selenna iba a responder pero todas las conversaciones se cortaron bruscamente cuando una explosión seguida de un temblor brutal sacudió el edificio entero. Algo había estallado a pocos metros de allí.

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