II: Entre sueños
El lugar en que se encontraba era muy luminoso. Lo supo incluso antes de abrir los ojos pues a sus párpados cerrados llegaba un brillo furioso que le hacía pensar en alguien apuntándole de frente con una linterna. Entonces los abrió.
Con lentitud se fue incorporando. Maika no ubicaba en su mente el sitio que veía entre los borrones y destellos que cruzaban sus párpados. No lo recordaba de ningún lado.
La primera sensación que tuvo fue no saber si aquello era real o no.
—Jamás lo he vi... ¿dónde estoy? —preguntó con su voz algo quebrada. Se llevó la mano a la garganta porque aquel tono en sus palabras era muy distinto al que ella conocía.
Al mismo tiempo que lo hacía sintió como si no fuera el tono sino más bien sus oídos los que escuchaban mal. De hecho, pensó mientras pestañeaba con fuerza, algo sucedía pues tampoco su vista estaba clara sino que por el contrario, se notaba borrosa y desenfocada.
—Hacía mucho tiempo que no venía por aquí —Maika cerró sus ojos y en un segundo comprobó que había alguien sentado a unos metros de donde se encontraba. Ese alguien hablaba y parecía que con ella, pues no podía ver a nadie más en...en mucha distancia. Con esfuerzo se levantó.
—Perdón —su voz seguía escuchandose o pronunciandose extraña —¿Sabes donde estoy? —al menos su visión se notaba mejor y esto le permitió echar un mejor vistazo a su alrededor. Fue rápido, pues realmente no había nada que ver. Literalmente se encontraba en el lugar más extraño que hubiera imaginado. Hasta donde su mirada llegaba, solo podía ver blanco. Una nada infinita a sus ojos de puro color blanco destellante, como si de repente la hubieran metido en medio de una hoja sin renglones. Destellos luminiscentes de luz y extrañas formas geométricas revoloteaban por el aire como dando forma a paredes invisibles e imposibles. A lo lejos, muy lejos, parecia llover, pero un poco más cerca revoloteaban plumas como si se tratase de aire.
Ni siquiera estaba segura de cómo exactamente estaba parada y caminando allí pues sus pies descalzos no parecían tocar nada parecido a un "suelo" sino más bien a una mezcla entre algodón y arena.
—El mal funcionamiento de tus sentidos es algo normal. Se te pasará en unos segundos. Toma en cuenta que en muchos... sentidos, acabas de nacer de nuevo. —El hombre seguía sentado en posición india y su brazo izquierdo descansaba sobre su rodilla. Maika observó el largo cabello que descansaba sobre su cuerpo y la extraña vestimenta que parecia de otra parte del mundo o de plano, de otra época. Era una camisa sin mangas y estaba desprendida revelando un abdomen ejercitado y firme. El pantalón que vestía parecia hecho con paja o algún material similar.
—Yo... no se qué pasò o dónde estoy. Pero es como si... hubiera escuchado antes tu voz —dijo la enfermera acercándose más. El hombre no se movió, de repente su sonrisa se ensanchó en una mueca de pura contemplación. Parecia como si estuviera observando un paisaje hermoso o algo muy llamativo. Maika lanzó incluso una rápida mirada hacia donde donde el hombre observaba.
Ahogó un suspiro.
—In...creíble —se le escapó entre los labios.
De repente, de alguna forma que no lograba explicarse, frente a ella habían surgido el paisaje más extraño y bello que alguna vez hubiera visto. Era sencillamente indescriptible. Una delicia a los sentidos que ahora ya notaba más normales.
Verdes árboles de copas altìsimas y troncos gruesos y antiguos como enormes edificios. Un cielo celeste adornado por blancas nubes que se movían, literalmente, como si el aire que soplaba las llevará a su gusto. Incluso el suelo bajo los árboles que ahora parecía extenderse hasta donde comenzaba el bosque le resultó atractivo por el color vivo de sus verdes hierbas y la tierra que se le antojo la más pura que alguna vez hubiera visto.
Solo entonces se percató de que ella pisaba la tierra que enfriaba en una dulce caricia sus pies descalzos.
Miró hacia abajo y comprobó que la hierba llegaba hasta ella y continuaba expandiéndose hasta donde se perdía la vista. El anterior blanco del lugar había desaparecido.
Maika al mirarse pudo ver que vestía su camisa blanca de enfermera, que estaba manchada en el pecho y estómago por lo que reconocido por su experiencia como sangre. El pantalón negro cubría su cintura y sus puntas tocaban la tierra bajo ella.
¿Qué había pasado?
—Siéntate —escuchó que decía el hombre. Por un segundo había olvidado, sobrecogida por la imponente y repentina visión, que èl se encontraba a su lado. Maika vio que ahora se hallaba sentado en un banco antiguo de piedra gris y cuyas patas gruesas estaban rodeadas de hierbas verde claro.
El hombre señaló con su cabeza el espacio a su lado. Se trataba de un hombre a simple vista muy alto y delgado que desprendía una cierta presencia animal. Maika pensó que también se hubiera podido quedar contemplando a ese extraño como al paisaje reciente.
—Tenemos mucho de qué hablar —dijo y volvió a su lanzar una sonrisa lobuna. Mirándola justo a los ojos.
—¿Qué es este lugar? ¿Qué...quién eres tú? —fueron las preguntas que casi se le escaparon de los labios. Tuvo que hacer un esfuerzo para no comenzar a lanzar una tras otra todas las interrogantes que segundo a segundo se formaban en su cabeza.
—Estamos en lo que nosotros llamamos Mundo S, o simplemente Subterráneo. En cuanto a mi, soy Mesh Elpersa y fui quien te asesinó en esa casa, junto a la criatura que te había usado como escudo humano, ¿recuerdas? —Mesh mencionó aquello sin siquiera inmutarse. Lo mismo hubiera dado que dijera el estado del clima o un pensamiento casual de su mente.
—Sí —respondió Maika mientras las imágenes de todo lo que había sucedido se reproducian en su cabeza como los cortes de una película de horror. —Entonces... ¿estoy muerta? ¿Esto es el cielo?
—Algunos pueblos antiguos y olvidados han llegado a llamarlo así, en sus lenguas primigenias. Para los griegos este sitio ha sido desde donde los dioses envían sus mensajes a los hombres. Para los Macedonios un sitio donde el futuro se revelaba a los sentidos. Los romanos y sobre todo los católicos han visto en este lugar la posibilidad del pecado y la salvación. Puedes pensar sin embargo sencillamente en que estas en el reino de los sueños. —Mesh extendió sus brazos abarcando todo el espacio que pudo y Maika volvió a contemplar la belleza sobrehumana del paisaje que la rodeaba. Aquello no podía ser otra cosa que un mundo soñado, una pintura que naciera de la mente de los hombres pero no pudiera verse de forma literal.
—No... yo no entiendo. ¿Esto es un sueño?
—Tu moriste. Yo te maté. Pero antes de hacerlo, te hice una pregunta, ¿lo recuerdas? —las palabras llegaron a la mente de Maika como si un viento repentino las susurrara.
—¿Alguna ves soñaste que te caes? —repitió de forma inconsciente.
—Exacto. Lo que sucede normalmente, cuando cualquier persona sueña que se cae, es que despierta sobresaltado y cree que fue en el momento en que en el sueño se llegó al suelo. La realidad sin embargo, es que en ese momento se llega hasta aquí, un lugar donde los vivos no pueden existir pero si acceder. Aquellos que han soñado que caen son los pocos afortunados que han visto este lugar y cuya alma se ha acercado a este plano. En este momento estoy siendo tu guia, por eso puedes ver lo que yo veo, y por eso estar aquí de esta forma sin perderte.
Cuando te maté, también te permití acceder aquí, y ahora tu parte consciente está charlando conmigo, mientras que tu cuerpo está siendo... preparado, para el momento en que despiertes otra vez. Es difícil que recuerdes porque si bien tu alma está aquí, tu mente física, donde se almacenan muchos de tus recuerdos, sigue estando en tu cuerpo —Mesh dejó de hablar como si hubiera dicho todo lo que tenía para informarle. Maika continuó observandolo hasta que se convenció de que el no le diría nada más.
—Me mataste... —Maika se tocó el pecho donde un repentino recuerdo de dolor la sacudió —Y lo dices con esa facilidad... Te llamas Mesh, pero ¿quien eres realmente? ¿Alguna clase de asesino?
—Soy aquel que es muchos en uno. Me dedico a cazar a la cosa que viste en esa casa —Mesh la miraba fijamente con sus pupilas oscuras bailando sobre la sonrisa maquiavélica que se formaba en su boca. Parecia querer decir "mis motivos no son de tu interés" —Mi objetivo final es exterminar a mi enemigo, y considerando que estabas a su merced, supuse que tendrías más chances de sobrevivir si hacia eso. Si él te partia en dos estarías definitivamente muerta como todos en esa casa. Es verdad que tome tu vida, pero como tambien he dicho, puedes regresar a ella. Es por eso que estamos aquí, para que puedas despertar.
—¿Cómo qué voy a despertar? ¿Quieres decir volver a la vida? —Maika se adelantó. Su cabello oscuro corto revoloteo en el aire. —¿Puedes ayudarme? —preguntó con cierta reticencia, pues el hecho de estar frente a quien le había disparado tenía gran peso en su mente que insistia en que dejara de hablar con ese sujeto extraño y peligroso.
—Eso depende de ti —dijo Mesh. Está vez se levantó. Su altura lo ponía en casi dos metros y desde allí miró directamente a la pequeña enfermera que aún permanecía sentada con un gesto de perplejidad y desconfianza cruzando su menudo rostro juvenil.
—Estás aquí porque cuando tuviste el miedo de frente, no corriste. Lo enfrentaste, lo atacaste, arriesgaste tu propia vida y seguridad por alguien a quien no conocías y demostraste ser fuerte, aunque estupida. Como fuera, el grupo para el que trabajo, está buscando siempre gente con esas características.
Te propongo unirte a nosotros, y tener una nueva vida. Una vida donde por fin podrás decir que estas... despierta, a los horrores y verdades del mundo.
Maika pensó sin responder nada. Lo primero que descartó fue la posibilidad del engaño. Si aquello era real o sucedia solo en su mente no podia saberlo de ninguna manera y de nada le servía cuestionarselo al menos por ahora. En cualquier caso la sensación que tenía era la de estar en un largo sueño y le ofrecían la posibilidad de "despertar" por lo que supuso que aquella situación seria una especie de combinación entre la fantasía e ilusión del profundo sueño y su promesa de realidad que acarrea con el nuevo día.
—Soy enfermera porque siempre quise ayudar a las personas que más lo necesitaran —dijo despacio, como si en esa afirmación confesara un secreto muy personal. —Jamás pensé que mi vida pudiera dar este vuelco. Supongo que ya habrás escuchado eso antes. Pero es lo que siento —la enfermera suspiró observando detenidamente el paisaje surrealista a su alrededor donde luces iban y venian sobre un cielo que no parecia tener límites y donde ruidos de lejanos aullidos se mezclaban con la música angelical de instrumentos invisibles. Le pedían que tomara una decisión sin saber apenas algo, que actuara casi sin pensar. ¿Como salir de esa encrucijada en la que había caído sin pedirlo? Un miedo frío le estrujó el estómago al tiempo que se daba cuenta de lo sola que estaba en un mundo enorme y peligroso.
Mesh seguía parado todo lo largo que era. Su chaleco sin mangas abierto era movido por un viento imperceptible.
—He visto a hombres y mujeres de toda clase. Muchos de ellos pasan sus vidas sin jamás descubrir nada fuera de esas cuatro manzanas donde nacieron, vivieron y hasta llegaron a morir. Creen que esa es una vida mediocre. Sin desafíos. Pero siempre hay un desafío, un gran miedo que enfrentar. Ese miedo que surge cuando duermen y caen en las garras de una terrible pesadilla. ¿Cómo reaccionan ante ellas? Averigua cómo una persona enfrentan sus pesadillas y sabrás mucho sobre ella —
—Apenas y puedo recordar las cosas. No se me viene a la mente ninguna de mis viejos malos sueños ahora —contestó Maika confundida.
—Corriendo en una casa oscura y desconocida... perseguida por una bestia terrible y salvaje que ya había probado la carne humana. Eso suena mucho como una pesadilla para mi y era la situación en la que te encontrabas hace no mucho —Mesh se colocó frente a Maika, cubriendole la vista y haciendo que sus ojos se encontraran. —La vida puede ser una pesadilla aunque no estés soñando. Pero, ¿qué harás tú allí? —
—No... no lo se...
—Si lo sabes, lo he visto —
Maika no podia llorar, pero lo hubiera hecho de haber podido.
—Pelear —dijo con los dientes apretados al igual que sus puños.
—Uniendote a nuestro grupo podras hacer eso y más. Porque como acabas de descubrir, el mundo es un lugar mucho más grande de lo que creías. Y en este lugar somos necesarios aquellos que matamos, y aquellos que curan —tras pronunciar esas palabras el hombre extendió su mano hacia ella. Era la proposición formal. Era el momento de tomar una decisión. Sin estar muy segura de nada, Maika tomó la mano de aquel hombre y entonces volvió a despertar.
++++
Maika abrió los ojos con pereza. La luz que inundaba el cuarto le molestaba como si hubiera estado toda una vida durmiendo.
Las borrosas imágenes de un sueño se desvanecían en su mente y aunque una parte se esforzó por aferrarse a ellas como si fueran importantes, estas desaparecieron y en solo segundos dejó de preguntarse qué era ese lugar completamente blanco que veía o quién era el hombre alto de cabello oscuro y largo que la invitaba a sentarse.
—Buenos días señorita —dijo una voz simpática y afable. Maika abrió entonces los ojos de par en par. Ella vivía sola, así que ¿quien estaba en su casa?
—Quién es us...—se interrumpió incapaz de continuar cuando ese cuarto enorme en el que se encontraba empezó a delinearse en su mirada todavía borrosa. Aquella no era su casa.
El techo de un alto descomunal estaba adornado por unas lámparas de estilo gótico hechas a mano en madera impoluta. Las paredes eran, además de altas, completamente lisas como si estuvieran hechas de algún material finísimo y elegante. Sobre una de ellas colgaba un enorme cuadro de apariencia antigua en el que podía verse la imagen de un ángel de oscuro tapado y alas negras extendidas de par en par, que sentado en la cama estiraba su mano hacia una joven atemorizada.
—Marianne Stokes. La Doncella y la muerte —el hombre que había hablado antes se quitó las gafas y las limpió habilidosamente con un pequeño pañuelo que tenía en el bolsillo superior de su camisa sin dejar de sonreirle en ningún momento. —Cuenta la antigua leyenda que el dios Hades raptó a la doncella Perséfone con la intención de convertirla en la reina del inframundo. Distintos pintores han adaptado la obra desde entonces, parece ser que la idea sigue siendo tan seductora como lo era entonces.
—Esta no es mi casa —dijo la joven ignorando la voz del hombre. Se sorprendió al comprobar que la cama en la que estaba acostada parecía pertenecer a una reina pues tenía sábanas de lino y un acolchado adornado con ribetes dorados. Estas la cubrían hasta el cuello y cuando se incorporó pudo ver que frente a ella se hallaba aquel hombre anciano de baja estatura.
—El nombre es Michael B. Roughs —dijo el anciano encorvado, realizando una pequeña reverencia. Su acento inglés era inconfundible. —Pero puede decirme mayordomo, esa es mi función aquí a fin de cuentas. —Roughs se enderezó y le dedicó una confortable sonrisa sin dejar de observarla detrás de sus gafas redondeadas.
—¿Qué? ¿Donde estoy? —Maika tenía el rostro moreno desencajado por la sorpresa. No entendía que sucedía y comenzó a asustarse cuando su intento por recordar lo que había hecho la noche anterior fue inútil.
—Gracias Michael...—la voz casi burlona surgía de algún lugar que Maika no pudo identificar —Pero ahora yo me encargare de ella. —Mesh, vistiendo su largo tapado de color negro y con el cabello largo cayéndole sobre los hombros, surgió atravesando la pared a pocos metros de la puerta como si esta no se hallara ahí, cual fantasma repentino.
Maika ahogó un grito.
—Entendido señor —dijo Michael Roughs al tiempo que se daba la vuelta hacia Mesh y se retiraba de la habitación dejando una bandeja que había traído a la habitación sobre una cómoda. Dos platillos y una taza humeante le indicaron que se trataba de comida. El mueble y los platillos le parecieron a la enfermera más valiosos que cualquier cosa de su pequeño piso en un apartamento del centro de Eudamonía.
—Parece que todo salió bien —comentó como si nada Mesh, mientras se acercaba al ventanal que estaba a la izquierda de Maika.
—Mesh... —murmuró está , sin saber qué significaba eso.
—Eso es. Dime, ¿qué más puedes recordar? El proceso al que te sometimos abarcó tu mente, tu alma y tu cuerpo, por lo que es normal que tengas ciertas secuelas en tu memoria.
—¿Secuelas? Yo no entiendo nada de lo que dices. Hay mil palabras e imágenes en mi cabeza que no tiene sentido. —Maika cerró los ojos al sentir que dos lágrimas caían de ellos. Se incorporó en la gran cama pero sin dejar de cubrir su cuerpo con las finas sábanas pues sentía que estaba desnuda. —No...puedo...recordar nada —gimió más para sí. La cabeza estaba por estallarle.
Mesh suspiró. La chica en efecto no recordaba nada de lo que habían hablado en el plano subterráneo. Aquello era un problema, aunque él ya se lo esperaba. Al igual que sucedía con los sueños comunes, nadie que regresara del Mundo S recordaba las cosas que allí hubiera visto por mucho tiempo.
—Existe una forma para recordar, claro, nada de lo que va al mundo subterráneo se pierde para siempre. Pero eso implicaría que experimentarás no sólo las imágenes de lo que has vivido, sino también el indescriptible dolor de tu muerte y renacimiento. —Mesh dio un paso hacia ella. Maika no supo porque, pero aquel hombre le inspiraba muchas sensaciones contradictorias.
—¿Muerte? —preguntó retrocediendo un poco. Pero al hacerlo su mano fue instintivamente hacia su pecho y allí se detuvo al tocar algo que no debería estar ahí. Maika no se preocupó por estar desnuda y dejó caer la sabana para observar el hueco que tenía justo en su parte izquierda del pecho. Un agujero limpio, del tamaño de una pelota de tenis, que cruzaba de lado a lado sin sangrar y sin doler. Lanzó un grito repentino con la mirada desencajada pero dos fuertes brazos la tomaron por los hombros y la levantaron en el aire con facilidad.
Abriendo sus ojos y posándolos en los oscuros iris de Mesh sintió que no serviría de nada gritar. Parada en un abismo donde la locura se alzaba, Mesh parecía ser quien la sostenía decidiendo si la dejaba caer. El hombre tenía un rostro alargado y enjuto con una nariz puntiaguda y cejas pobladas. Su frente estaba cubierta por dos mechones de cabello oscuro que le caían a cada lado y parecía tener pendientes en ambas orejas aunque el largo cabello los ocultaba. Por algún motivo su cara le sonaba familiar pero no recordaba de donde. Era alto y delgado y sus movimientos transmitían una cierta sensación animal.
Entonces Mesh le puso una mano en la frente y se acercó a su rostro encorvándose mientras la recostaba en la cama.
—Será breve —murmuró y presionó con su mano.
Maika sintió las imágenes surgir en su mente como una explosión repentina. Como el efecto de una potente droga pero ningún LSD que hubiera probado antes se comparaba con aquello.
La ambulancia. La casa. El miedo. Y entonces llegó el dolor.
Se retorció en la cama al sentir algo indescriptible. Como la propia vida la abandonaba de su cuerpo, como si con un escalpelo afilado le desprendieran milímetro a milímetro cada parte de su piel y de su alma.
Gritó. Lloró. Sufrió por lo que creyó fue una eternidad y de repente se apartó de un salto cayendo de la cama al fino suelo de madera pulida en medio de lágrimas y una sensación de alivio muy extraña.
Ahora lo recordaba todo. Su muerte. Su... renacer. A Mesh, al mundo Subterráneo, todo.
—Recuerdo —murmuró todavía desnuda en el suelo con su cuerpo pequeño y moreno acurrucado sintiendo como cada cosa se ubicaba en su mente en los lugares donde antes no había nada.
—Parece que ahora —dijo Mesh tendiéndole una mano —si es momento de decir buenos días. — Sonrió con esa mueca de lobo hambriento y ella no supo si tomar o no aquella mano de largos dedos que le ofrecía, como la caricia de la muerte que mostraba el cuadro colocado sobre la pared.
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