45

Salió de su entrenamiento con un par de heridas en el rostro, pero no le importó. Cada vez se acostumbra más.

No era el día ni la hora en que le tocaba trabajar en el bar, pero Sejong se sentó en la barra un poco antes de las siete de la tarde.

La bulla en el lugar era constante y no se sorprendió de que un día de semana estuviera así de lleno.

—Hermano, nos has hecho falta aquí. Cada vez se llena más y estamos volviéndonos locos con los borrachos —le comentó el amigo más cercano que se hizo en el bar.

Sejong soltó una suave risa y le pidió que le sirviera su whisky favorito: un bruichladdich the classic laddie, bastante fuerte, pero cálido para la garganta.

Jax -el sobrenombre de su amigo- lo miró sorprendido.

—¿Qué carajos te pasó y por qué mierda me pides algo así a estas horas?

—Sírvemelo y te cuento —pidió soltando un suspiro.

No estaba seguro si comentarle su problema a Jax, pero no tenía a nadie más para hablar.

—Bien, ahora suéltalo.

—Creo que me gusta una chica —dijo con desánimo y dándole un sorbo a su bebida.

Jax abrió los ojos y le puso un pote con maní.

—¿Hablas en serio?

—Creo que sí, hermano. No la conozco hace mucho, pero... Mierda, me ha vuelto un lío.

—Pero ¿cuál es el problema? ¿Eres de esos que no se enamoran o qué?

—Tiene novia —sonrió con ironía—. Bueno, no sé si son novias, pero estoy seguro que si no lo son, pronto lo serán.

—¡¿Novia?!

—Tal cual —asintió.

—¿O sea que te gusta una lesbiana? —sin poder evitarlo, rió un poco.

Sejong rodó los ojos.

—Bisexual, es bisexual —suspiró—. No sé qué hacer, Jax, quisiera alejarme, pero es que no podría. Además, es mi vecina.

—Hombre, estás arruinado.

—Lo sé —tomó del vaso, esta vez más cantidad—. ¿Qué carajos se supone que deba hacer?

—Sinceramente, lo único que se me ocurre, es que ahora mismo te emborraches hasta despertar en Las Vegas con un nuevo tatuaje obsceno que no recuerdes haberte hecho.

Sejong carcajeó.

—Tentador, pero no puedo. Hoy nos juntaremos.

—¿Eres imbécil? ¡¿Por qué la visitarías si te tiene así?!

—Porque, como tú lo dijiste, soy un imbécil.

—Está bien, no te emborraches ni termines en Las Vegas, pero tómate de una tu whisky y te sirvo otro. Solo para alivianar el dolor.

Consejo de mierda, pero Sejong estuvo muy de acuerdo.

Acabó su whisky y Jax llegó con el nuevo.

—Aunque... si estás medio puesto, ¿no le escribirás o harás una estupidez? Yo cuando me emborracho siempre le escribo a mi ex novia —dijo con gracia.

—Nah —negó—. No quiero ser un problema para ella y confío en mi yo sobrio.

—Entonces, adelante —animó y el pelinegro volvió a beber.

Pasó una hora y media en el bar, algunas chicas se le acercaron coquetamente, pero él no quería nada que no fuese Haerin. Jax estuvo atendiendo a los clientes, siempre volviendo para seguir con la conversación.

Cuando llegó a casa -se fue en transporte público, no era taaaan idiota-, fue directo a beber agua y lavarse los dientes. Quedaba poco para visitar a Haerin y por suerte se le había ido su pequeña borrachera.

Seguía deprimido y sintiendo un peso en su pecho, aunque de todas formas agarró su chaqueta de cuero, cigarros, unas cosas que había comprado a la hora de almuerzo y le escribió a Haerin si ya podía ir.

Cuando obtuvo una afirmación, se pasó por el patio, sonriendo al observarla allí, esperando por él.

—Extraña —susurró—, hola.

Por la oscuridad Kang solo pudo verle con claridad al momento de estar a su lado.

Y un gritito de espanto salió de su garganta.

—¡¿Qué te ha pasado?! —preguntó con preocupación y poniéndose de puntillas para tomar el rostro ajeno, inspeccionando las manchas rojas y moradas junto a las heridas frescas.

—Estoy bien, Haerin. Solo fue parte de la práctica de boxeo. Y valió la pena, porque gané cada round —se hizo el orgulloso.

Haerin negó y lo llevó dentro de la casa.

—Ven, te curaré —lo dejó en el sillón, yendo por el botiquín y sentándose a su lado después.

Sejong sonrió agradecido, aunque repitiéndole que no era necesario.

—Claro que lo es. Dios, no me gusta para nada estas clases que estás teniendo —frunció el ceño con leve molestia.

Él soltó una risa, cerrando los ojos cuando la más baja pasó el algodón por su pómulo derecho.

Quedaron unos minutos en silencio y el mayor llegó a una conclusión: Jax tenía razón, era un imbécil por estar allí.

Sin darse cuenta, una pequeña lágrima bajó por su mejilla sin su permiso.

La chica agarró su cara con ambas manos ahora, preocupada.

—Sejong... ¿qué ocurre?

Sejong, al ser consiente de su estúpida lágrima, la limpió con un poco de agresividad.

—Oh, nada, nada. Solo el alcohol que arde.

Haerin entrecerró los ojos.

—No soy estúpida, extraño —regañó—. Cuéntame, no debes guardarte las cosas.

Sin poder evitarlo, Sejong se rindió, apoyando su cabeza en el pecho de la menor. Esta escuchó un pequeño y bajo sollozo y su corazón se apretó, abrazándolo fuertemente.

Dolía, mierda, dolía demasiado estar en los brazos de quien gustaba, recibiendo su apoyo sin saber que ella era el motivo de la tristeza. Peor fue cuando lo rodeó el olor a vainilla, y no mintió, le encantaba la vainilla, aunque más Haerin.

Quería convencerse de que Danielle, quien casi no conocía, no era buena para Haerin y que él sería el hombre perfecto, aunque en el fondo dudaba seriamente de la felicidad que podría otorgarle a la menor.

Él seguía siendo un desastre, un desastre de ojos negros y opacos; casi sin vida.

La niña acarició su espalda mientras él se desahogaba. Debía admitir que su ego se sintió afectado por estar llorando frente a la chica.

Luego de unos minutos, se tranquilizó.

—No estoy listo... no estoy listo para hablarlo todavía, Hae —susurró en su pecho.

Y tal vez nunca lo estaría, porque Sejong no quería ser una carga ni incomodarla con sus sentimientos ridículos.

Haerin lo abrazó con más fuerza.

—Está bien, lo entiendo. Pero cuando lo estés, solo cruza el patio y ahí estaré, ¿si?

Luego de eso, regresaron afuera y Sejong le entregó la bolsa que había traído.

—¿Y esto?

—Un pequeño detalle, para aliviar tus ovarios —rió.

Haerin abrió la bolsa y se heló.

Había un paquete de Reese's y una cajita de café de caramelo, su preferida.

Pensó en Danielle, pensó en Sejong.

Pensó en todo.

—¿No te gustó? —cuestionó preocupado—. Una vez me dijiste que eran tus favoritos, pero... tal vez me equivoqué. Lo sien-

Saliendo del transe, lo interrumpió.

—Son perfectos, Sejong, de verdad. No debías, pero muchas gracias —decidió que fuera cuál fuera la sensación que sintió en ese instante, la ignoraría directamente.

El tatuado soltó un suspiro de alivio, recibiendo un nuevo abrazo de Haerin.

—Claro que debía. Recuerdo que cuando mi hermana tenía dolor, siempre me pedía que fuera a comprarle algún dulce.

Kang sonrió. Era segunda vez que Sejong le comentaba algo acerca de su familia y aunque no fuera mucho, creía que era un gran paso de confianza.

Entre habla y habla, risas y risas, y encendidas de nuevos cigarrillos, Sejong se fue a las doce, prometiéndole volver a visitarla pronto.

Minutos antes, Haerin le pidió su número de teléfono, porque aunque le gustaba la dinámica de los emails, a veces escuchar su voz, era mejor.

Sonrió como niña pequeña cuando el mayor accedió.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top