07

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Con sus bandejas ya en mano, Danielle y Hanni se acercan a la mesa de Hyein, esta última saludándolas con ánimo.

—¡Dani, siéntate al lado mío! —dijo Lee, aunque todas -menos Hanni- sabían que eso era una estrategia para que la vietnamita no tuviese opción y se sentara a un lado de Minji.

Haerin estaba a la izquierda de Hyein y Danielle ahora estaría a su derecha, dejando así ocupados los puestos en ese lado.

Hanni la miró con cara de "Ni se te ocurra dejarme con esta", pero Danielle la ignoró, sentándose feliz junto a la menor.

En el otro lado de la mesa Minji la esperaba con una sonrisa engreída.

—Hola, Pham —la saludó y la aludida rodó los ojos.

—Sí, hola.

Haerin comía en silencio, evitando reír por la cara de asco de Hanni.

Tenían una hora para almorzar antes de entrar a clases y Minji la aprovechó al máximo para burlase de Hanni, pero esta vez con un toque más coqueto. La más baja sólo bufaba enojada, aunque todas vieron las pequeñas sonrisas que se le escapaban cuando Kim decía algo gracioso.

—¿Alguna tiene sal? —cuestionó Danielle, abriendo su taper de ensalada.

Hyein apuntó a Haerin.

—Olvídalo, solo comparto sal a mis amigas —dijo la de ojos gatunos con cierta irritación en su voz.

—¿En serio, Kang? ¿No me compartirás una maldita sal por no ser tu amiga? Infantil de mierda.

—Sí, infantil y qué te importa. Al menos yo tengo sal —le sacó la lengua.

—Pequeña hija de puta... —soltó Dani, pasando sobre Hyein para quitarle la sal a Haerin.

—¡Aléjate, asquerosa! —gritó escandalizada.

—¡Ven para acá, niñita!

Haerin se había levantado de la banca con su sal en mano, escapando de Marsh, quien comenzó a perseguirla por todo el casino.

Las otras muchachas rieron fuerte, y pronto toda la cafetería fue testigo de la pelea entre esas dos.

—Dios, no sabía que se llevaban tan mal —comentó Hanni una vez Danielle y Haerin desaparecieron del lugar. Kang había abierto la puerta del casino, negando por completo ceder ante Danielle.

—Y eso que se conocen hace nada —agregó Hyein, dándole un mordisco a su sándwich.

—Son como perro y gato, peor que tú y yo, Hanni —dijo Minji, sonriéndole. Esta bufó, aunque no pudo evitar apretar sus labios una vez Kim golpeó su hombro juguetonamente.

Era su idea o Kim Minji, la idiota que siempre odio, ¿estaba coqueteándole? No lo tenía claro, pero no le importaba si era así, Minji era físicamente una delicia y eso no iba a discutirlo.

***

Haerin se escondió en la sala de Artes, no iba a pasarle su sal a la australiana. Estaba tras la puerta pensando que la había dejado atrás.

—¡Kang Haerin, dame la puta sal!

Sorpresivamente, Danielle entró al aula, y ella pegó un grito.

—¡No, es mía! —intentó salir de ahí, pero la otra le bloqueó el paso, colocándose frente suyo. Como pudo le colocó seguro a la puerta—. ¡¿Qué haces, idiota?!

—¡No saldrás de acá hasta que me la prestes!

—¡Pues no saldré entonces! —respondió, dándose la vuelta.

Marsh se lanzó sobre ella, forcejando para obtener lo que quería.

—¡Suéltame, animal!

—¡Dame la sal, lesbiana!

—¡Bisexual para tu información!

Su pelea era totalmente estúpida, ambas lo sabían, pero ninguna lo admitiría porque el orgullo iba antes.

—¡Solo dame la sal!

—¡Pídele a alguien más, hay cientos de chicos que tienen sal en la cafetería!

Danielle se separó abruptamente de ella. Haerin tenía razón.

Ya unos pasos alejada de la menor, ambas con la respiración agitada y sus cabellos hechos un desastre, asintió con la cabeza.

—Es verdad, tampoco quiero usar la sal de una lesbiana, se me puede contagiar lo rarita —rió con burla, acercándose a la puerta.

—¡Dios, eres tan-! —el rostro horrorizado de Danielle la hizo callar—. ¿Qué te pasa?

—La puerta no abre.

—¿Qué?

—¡Que la puerta no abre! —exclamó, forcejeando la manilla—. ¡No puede ser!

—A ver, inútil, dame espacio.

Haerin intentó abrirla, pero nada.

—Danielle Marsh... —comenzó a masajear sus sienes, estresada—. ¡¿Cómo eres tan estúpida?!

—¡Yo solo la cerré! ¡Debió haber estado mala desde antes! —se defendió, ayudando a la más baja a ejercer fuerza en el metal.

—¡Maldita sea, Marsh! ¡Ni siquiera tengo mi celular aquí!

—Yo tampoco... está en la cafetería —sonrió inocente, alejándose de la coreana cuando volteó a verla con fuego en los ojos—. ¡Cálmate, gatita, no fue mi culpa!

—¡Claro que sí, idiota! ¡Si tan solo me hubieras dejado en paz con la sal no estaríamos aquí!

—¡Si tan solo me la hubieses prestado! —contraatacó, alzando los brazos—. Egoísta.

—Tonta.

—Trola.

—Hetero.

—Sí, ¿y? Al menos yo me puedo casar.

—¡Desgraciada, eso es tema sensible! —gritó, golpeándole el brazo.

—¡No me toques, lesbiana!

—¡Homofóbica de mierda!

—¡Heterofóbica de mierda!

—¡Eso ni siquiera existe! —indignada comenzó a golpearla con más fuerza, aunque vamos, Haerin no tiene fuerza.

Pasaron diez minutos, diez minutos donde las chicas no dejaron de decirse insultos estúpidos hasta el punto de cansarse. Ahora ambas estaban sentadas en el piso, más calmadas.

—Sabes que esta sala casi no se ocupa, ¿verdad?

—¿A qué te refieres con eso, Marsh?

—Que no pasará nadie por aquí en un laaaaargo rato...

—¡Dios, ¿por qué tienes que ser tan imbécil?!

—¡¿Y yo qué hice?!

—¡No tuviste que haberme perseguido!

—¡No tuviste que escapar!

—¡Ugh!

—¡Uhg!

Luego de otros largos minutos más de discusiones infantiles, ambas chicas terminaron agotadas y aburridas. Aún quedaba al menos media hora para que el almuerzo acabara así que Haerin simplemente cerró los ojos, deseando que aquello solo sea una pesadilla. Dani la imitó y pronto se quedaron dormidas, ella acurrucada en el piso y Haerin apoyando la espalda contra la pared.

***

Algo confundida, Haerin comenzó a tallarse los ojos, se despertó por un dolor en el cuello y fue ahí cuando recordó donde estaba y con quien estaba.

Se paralizó unos instantes, temiendo todo el tiempo que había pasado. Luego de almuerzo tenía Inglés y debía dar una prueba a la cual no quería faltar. Solo esperaba que no haya pasado tanto.

Bostezó e intentó levantarse, pero había un peso en sus pierdas del cual recién se daba cuenta. Miró hacia bajo y casi suelta un gritito cuando vio a Danielle sobre sus piernas, muy cómoda acostada en sus muslos.

Sus ojos de detuvieron en el armónico rostro de la chica, era preciosa.

—Ugh, pero es una tarada —murmuró para sí misma. Bufó y se levantó bruscamente, haciendo que la cabeza de la mayor chocase contra el frío suelo.

Rió al oír el grito molesto de Danielle.

—¿Qué te pasa? —susurró, aún media adormilada.

—Tú estabas acostada sobre mis piernas, qué te pasa a ti —dijo, arreglándose el cabello.

Un sonrojo apareció en las mejillas de Danielle.

—Mentirosa, me golpeaste.

—¿Qué? No, solo me levanté, tú te pegaste solita.

Marsh rodó los ojos aún con el rosa en sus cachetes, era muy probable que así hubiese sido.

Haerin se acercó a la puerta y miró por la ventanilla de esta, buscando a alguien al rededor.

—Mierda... ¿Cómo no va a haber nadie? —volvió a intentar abrir la puerta, fracasando—. ¿Qué hora será?

Danielle, ya en pie, se colocó a su lado mirando a la misma dirección.

—No lo sé, pero estoy muy aburrida —suspiró—. ¿Y si salimos por la ventana?

—Tarada, estamos en el tercer piso. A menos que quieras matarte, yo no haría eso.

—Cállate mejor.

—Sí, como sea.

Se quedaron ahí, en silencio. Danielle seguía pegada a la puerta y Hae había tomado asiento en un pupitre cuando en su cabeza algo hizo click.

—Córrete —movió a Danielle de la puerta y se agachó un poco, la extranjera bufó con molestia por el brusco movimiento. Iba a protestar, pero Haerin habló antes—. ¡Qué idiota, Danielle! —dijo, abriendo por fin la puerta.

—¿Qué? ¿Pero cómo...?

—¡Le habías puesto seguro a la puerta, retrasada!

—Oh... sí es cierto.

—¡Dios!

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