Capítulo 9: Un buen espectáculo cómico.

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      Mi vista se nubla y luego de parpadear y tambalearme un par de veces, me sujeto de la pared, apoyando mis manos en ella. Mi vista aún no se enfoca del todo cuando siento el calor de un cuerpo cerca del mío. Abro los ojos y me encuentro con el rostro ya conocido y pálido de Lu muy cerca del mío. Resoplo agitado, mientras sus extraños ojos examinan mi rostro y lame sus labios con la punta de su filosa lengua. Su fría respiración castiga mi mejilla derecha, a la vez que la nariz de Lu olfatea mi oreja.

     —Que bien hueles —murmura Lu y todo mi cuerpo se estremece al sentir su aliento acariciando mi oreja.

     Ladea su cara y las puntas de nuestras narices se rozan suavemente.

     —Sabes muy bien... —jadea con un tono melodioso y cierra sus ojos.

     El rastro del clímax hace que todo mi cuerpo sea víctima de un ligero temblor y de una hipersensibilidad increíble. Nuestros labios se rozan, levemente primero. Se sienten fríos pero suaves al contacto, parece estar húmedos, no estoy seguro, es muy extraño. Lu presiona su delgado cuerpo contra el mío, y su mano sube por mi pecho hasta mi nuca y profundiza nuestro beso. Mis párpados se cierran pesadamente, como si estuviera muy cansado y no pudiera mantener mis ojos abiertos más tiempo.

     Me besa sin que yo haga nada por detenerlo, y ni siquiera comprendo porque no tengo intenciones de apartarlo de mí. Siento que el calor invade mi cuerpo mientras Lu sigue moviendo sus labios sobre los míos con tanta suavidad que puedo captar todas las sensaciones que me produce. Lu respira pesadamente y por curiosidad abro mis ojos para verlo: sus ojos están cerrados y su blanco cabello está hacia arriba, mientras que su pálida piel está perlada por el sudor. Su redondo rostro se separa del mío, lentamente, dejándome observar sus labios entreabiertos y enrojecidos. Sus ojos lucen cristalizados y entrecerrados perezosamente. Ruedo los míos y giro mi cara, tomando su brazo para que se aleje.

     —Deja de jugar conmigo —ruego, llevándome las manos a la cara, desconsolado, avergonzado y asqueado de mí mismo.

     Oigo que resopla a mis espaldas y me dejo caer sobre el suelo, de rodillas.

     Empiezo a sentirme muy mal por lo que acaba de pasar. Ese beso deja en mí un sentimiento oscuro de amargura y tristeza. Empiezo a llorar como un niño pequeño y mi cuerpo se contrae y se relaja por la intensidad del llanto que me asalta. Simplemente no puedo dejar de llorar y mis manos empiezan a ser humedecidas por mis lágrimas durante un largo rato.

     — ¿Por qué lloras, Tomás? —pregunta Lu, secamente. Me limpio los ojos con las mangas de mi camisa. — ¿Por qué te sientes tan mal?

     El corazón me late a mil por segundo y me abrazo a mí mismo.

     — ¡No lo sé! —gimo, ladeando mi cabeza para apoyarla en la tibia pared. —Me voy a volver loco... quiero salir de acá... —ruego, tomándome la cabeza con las manos, enredando los dedos en mis cabellos azabaches. —Quiero volver a mi cuerpo.

     Lu carraspea y vuelvo mi cara para mirarlo. Está cruzado de brazos, con su vista en el oscuro fondo del pasillo. Se gira y me mira, sonriendo de forma venenosa, luego alza su cara y me observa como si yo no fuera más que un pedazo de basura. Entrecierro mis ojos y me levanto para luego tomarlo de su ropa y levantarlo unos centímetros del suelo: no se inmuta y sigue observándome con sus extraños ojos de burla.

     —Sácame de aquí ahora mismo —mascullo, furioso. Lu suelta una carcajada corta y suspira.

     —Eso no va a pasar —murmura Lu, acercando su cara a la mía y empieza a reírse, a burlarse de mí.

     — ¿Por qué no? —gruño.

     —Por qué no depende de ti, ni de mí... —Vira sus ojos. —Es mejor que sigamos...

     Lo suelto bruscamente y comienzo a caminar sin poner atención en si Lu me sigue o no. Crispo mis puños, muchos sentimientos malos se apoderan de mí y no puedo evitarlos de ninguna forma. Oigo a Lu siguiéndome, rozando la pared con su uña filosa, produciendo un sonido horrible que aumenta mi estrés.

     —Aquí —dice mi compañero. Yo me giro y camino para hacerme a su lado.

     La reconozco. Reconozco la puerta del despacho de mi padre. Nunca olvidaría un momento como aquel. Lu lo sabe y sonríe, rasguñando la oscura madera con su filosa uña. Suspiro y decido a acabar con esta pesadilla horrenda, giro la perilla y entro. Lu me sigue en silencio, pero sé que lo disfruta y se burla de mí en su interior. Puedo oír su suave y venenosa risa en mi oreja.


***











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