Capítulo 24: Atardecer sangriento.
//Canción recomendada//
EDITADO
Estoy volviendo a casa.
He estado lejos tanto tiempo...
¿Me recuerdas del todo?
Me estoy marchando...
¡Tuve que joder las cosas de nuevo!
Estoy soñando...
He pasado demasiado tiempo sin ti.
Esto duele, son heridas muy dolorosas,
ahora estoy roto, estoy roto.
He estado muy lejos y cuando veo tu cara,
siento mi corazón arder en llamas...
Cancion en multimedia (Hearts Burst Into Fire - B4MV)
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Entro a mi nuevo cuarto, el cual solo está ocupado por una cama, un escritorio con mi LapTop y un armario con poca ropa. Mamá no quiso que fuéramos a nuestra antigua casa, ni que yo viera como había quedado todo.
En la cena le pido que me cuente que fue lo que pasó, y me dice que no se sabe nada a acerca de nada. Ni del incendio ni de lo que le pasó a Andrea. No quiso contarme detalles del incidente de ésta última, ya que le parecía que no era necesario; pero yo sé por qué y cómo fue todo.
Juego con mi comida mientras charlamos, intentando evitar a toda costa los detalles que sabemos nos van a costar una cantidad de lágrimas, las cuales ya estamos cansados de derramar. En cambio, tratamos de bromear y hacernos reír un poco sin pensar en nada más. Soy consciente de que mi madre quería a mi padre, pero no lo amaba y, en el fondo, lo despreciaba tanto como yo lo hago; él no era una persona buena. Él lo aparentaba, pero en realidad era un monstruo con forma humana... Tal como lo es Lu.
Al iniciar la noche intento dormir pero no lo logro, así que le pido a mi madre que duerma conmigo y ella accede, tumbándose a mi lado, mientras me cuenta algunas anécdotas de cuando era pequeño y no tenía los dientes de enfrente. Entre lágrimas y risas logro dormirme, y sueño con Emma y con mi madre, con los buenos tiempos.
«—¡Eres tan llorón! —me reprende con cariño Emma, que cuenta con tres años menos que yo.
Jugando en el patio de la gran casa, cuando aún somos niños, de no más de diez años, me caigo y me raspo la rodilla. Emma se acerca y me acalla con su tono chillón, regando un poco de agua sobre mi piel ardiente.
—Tú también lloras y yo no te regaño, Emma—replico, estirando la boca con molestia.
Siento un ligero calor en el área del rasguño y vuelvo mi cara para ver como ella se ha inclinado y depositado un beso en la herida.
—¿Qué haces? —me quejo.
Emma levanta su cara y sonríe, llenándose así de luz, sus redondos ojos celestes. En sus labios queda un ligero rastro de sangre. Arrugo mis cejas.
—Deja esa cara... —Entrecierra sus ojos y se me queda viendo, extrañada. Entonces extiende su dedo y estira la parte superior de mi mejilla—. Esa mancha en tu ojo es muy extraña... —susurra, y luego ríe. Resoplo quitando mi vista de ella.
—¡Niños! —grita mi madre. Ambos nos paramos, y Emma me ayuda a llegar hasta la casa, ya que el raspón me escoce mucho. —Tomás...»
—Tomás... —susurra alguien, y abro mis ojos perezosamente. —Buenos días —la sonrisa de mi madre me recibe. —Ya está el desayuno —estira sus brazos y se sienta en la cama, conmigo y una bandeja repleta de comida.
—Gracias, mamá —me estiro y me siento a su lado un poco adolorido.
Un mes después...
Con clases extras he logrado conseguir el suficiente nivel para pasar el año y graduarme por fin, para ir a la universidad. Aun, cuando estaba sumido en todo ese infierno, lograba mantenerme en esa línea que separa a los buenos de los malos. Siempre había sido muy bueno en los estudios, así que los maestros han tenido compasión y, a pesar de que ya no me va a ser posible graduarme con honores, como siempre planeé, al menos podré hacerlo.
He ido a las sesiones con el psicólogo, aunque no hacen mucho efecto, y la mayoría de veces soy incapaz de hablar de seguido, pero tengo esperanza de poder algún día reponerme un poco. En cuanto al tema de las drogas, asisto a un grupo de apoyo —sí, lo sé, pero es necesario, según mi madre—, y voy al doctor, quien me receta algunos calmantes y medicinas que ayudan a que mi síndrome de abstinencia no sea tan fuerte, y me sea posible luchar contra él.
No fui capaz de asistir al funeral de Andrea, ya que fue en los días que había estado en el hospital, pero si he ido a visitar su tumba y llorado como un bebé sobre ella, pidiendo perdón a gritos; pero nada puede calmar el remordimiento que llevo dentro. La tumba de Emma la visitamos, mi madre y yo, cada que podemos y eso es todo lo que puedo decir sobre el tema.
—Hijo —interrumpe mi madre. —Mira —Señala con su dedo un traje de gala, que tiene una corbata azul como accesorio. Sonrió. —Lucirás muy bien con esto mañana, iré a plancharlo un poco.
Cuando noto que se ha alejado, vuelvo mi cara a la libreta que estaba ojeando minutos antes. La verdad, aunque me pese aceptarlo, ya no siento esa ira devastadora que sentía antes, y puedo afirmar que esa herida, que tenía dentro, ha cicatrizado un poco... y todo gracias a Lu.
No sé si sea lo correcto agradecerle, ya que sé lo que me espera cuando dé mi último suspiro en este mundo.
Alzo mi mirada hacia la ventana y observo, con admiración, el sangriento atardecer que le da paso a la noche.
***
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