Capítulo 19: Pinky Promise.
//¡Deben escuchar esta canción!//
EDITADO
Suena el son de una canción,
sueño sin temer.
Algo nuevo alrededor me inunda en su placer...
Y me rompe en dos.
Me cuenta la historia del mundo y detrás
me anuda en su lecho,
despide al mortal.
Cumple mis deseos y mi voluntad
esta a punto de arder...
Me quedo en silencio escuchando su voz,
mi sueño es eterno,
ya no se quien soy.
Escucho un sonido tan dulce
que apenas puedo respirar.
Recuerdo que el día acababa y no se,
sutil melodía me atrapa otra vez.
No puedo escapar debo estar a su lado
y volver a sentir su mal.
(Canción en multimedia) El violin de Diablo - Magö de Oz.
***
«Me encuentro en un lugar oscuro y silencioso. No sé cómo llegué aquí, pero tampoco importa.
—Hola, Tomás —dice una voz, profunda y gutural, rasgando el silencio que me rodea.
Abro mi boca para decir algo, pero unos ojos rojos que brillan en medio de la penumbra hacen que me congele en mi lugar.
—No digas nada. Se lo que tanto deseas, mortal, y yo te lo puedo dar—continua la voz siniestra—, solo tienes que hacer lo que yo te diga y te daré lo que tanto anhelas.»
Me levanto de golpe, con la frente sudorosa. ¡Ha sido una estúpida pesadilla! Suspiro un poco aliviado y me percato de que ya es de noche, así que para estar más cómodo, me levanto y me desvisto, para volver a meterme en la cama. Durante siete noches más sigo teniendo la misma pesadilla, así que hablo con algunas personas que encuentro en internet, que han experimentado lo mismo. Encuentro que muchas de ellas, prácticamente han perdido la cabeza, diciendo que ha sido una experiencia horrible, de la cual no se han podido reponer. Me dicen que vaya a la iglesia y que le pida a un sacerdote que asista a mi casa para alejar, lo que ellos llaman, el ente maligno que me está rodeando.
Sus teorías me hacen gracia, porque si es así, es eso exactamente lo que quiero.
A la octava noche me sumo en la misma pesadilla recurrente, pero está vez me armo de valor y pregunto qué es lo que debo hacer para contactar con él. Me indica lo que debo hacer, y la verdad, es bastante sencillo y nada pierdo con intentarlo. Lo más probable es que no sea verdad.
Me paro frente al espejo de mi baño, y desarmando mi cuchilla de afeitar, cazo la filosa lámina metálica. Mi cuerpo empieza a temblar un poco, y no niego que tengo miedo, pero hacer esto es lo menos grave de todo lo que ya he hecho. Una locura más, no hace la diferencia. Ahondando un suspiro me paso el filoso objeto por la palma de mi mano, la cual inmediatamente empieza a sangrar, luego empapo, siguiendo las instrucciones que me ha dejado ese ser en mi sueño, mi dedo índice con el líquido escarlata y procedo al último paso: dibujar una equis con ella sobre mis labios.
Todo esto lo hago mirando fijamente mi reflejo en el espejo, y aprovecho para examinar esa pequeña mancha azul que tengo en mi ojo izquierdo, esperando que algo pase, pero después de un rato, resuelvo que esperar es algo inútil y que toda esa gente no son más que personas muy influenciables. Decepcionado y a la vez aliviado, agacho mi rostro para tomar un poco de papel y cuando elevo mi vista veo algo que me hace trastabillar y caer al suelo.
Un ser huesudo y de una gran altura, me observa desde el espejo. La verdad no sé si está detrás mío o no. Su cabeza es huesuda, con la piel pegada y sin nariz, solo un par de agujeros oscuros. Sus pupilas son rojas y alargadas como las de un reptil, y están rodeadas de un negro espeso y profundo. Sus dientes —si así se le pueden llamar— lucen como una sierra, con grandes filos. Sus hombros son anchos y todo su torso luce una piel pegada al hueso, achicándose hacia la cintura. Sus brazos más largos que su cuerpo, están doblados hacia atrás, arrastrándolos detrás de sí y tienen una apariencia de muchas hebras de paja juntas como escobas.
Me arrastro hacia atrás, viendo como su cabeza es sacudida por un tic constante, que hace que mi corazón aumente su marcha al punto de que un dolor agudo me ataca. El pánico más horripilante hace presencia y ese ser me observa con esos ojos rojos de reptil tan terroríficos y siniestros. Sudo a mares, y como puedo me reincorporo, saliendo del cuarto de baño y corro hacia el cuarto de mi madre, como reflejo. No me preocupo en entrar y cubrirme con sus sabanas como un chiquillo de cinco años, mi padre hace mucho que ya no duerme con ella. La miro y hasta su tranquila respiración se me hace aterradora.
No duermo en toda la noche. Definitivamente las drogas me estás haciendo enloquecer junto con la falta de sueño.
***
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