Capítulo 11: Terrores nocturnos.


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      —No... —escucho una queja. —No... déjame...

      La voz sigue ahí. No sé si es real o solo es un sueño lo que escucho.

      —Por favor... No me hagas esto —dice la voz. Pronto la identifico como una mujer joven.

      No puedo abrir mis ojos y me revuelvo en mi cama. Llanto. Alguien llora. Ella llora.

      —Te lo suplico, para... —solloza ella y entonces un impulso eléctrico me recorre la espalda y mi cuerpo reacciona. Me levanto de golpe y camino hacia la puerta del cuarto.

      —Por favor... —escucho de nuevo. ¿No es un sueño? ¿Quién está llorando?

      Avanzo a través de la penumbra y abro la puerta de mi cuarto con cuidado para salir y caminar por el pasillo. El sudor empieza a humedecer mi cara. La luz del cuarto de Emma está encendido. Se supone que todos duermen a esta hora. El llanto aumenta, y a medida que avanzo, hasta la puerta del cuarto de mi hermana Emma, también se hace más claro para mí... Ella está llorando. Mi corazón se acelera y me doy prisa para poder llegar sin hacer ruido.

      —Silencio —espeta una voz diferente a la de ella. Una voz grave y profunda. Una voz de hombre seguido de un sonido gelatinoso y repulsivo.

      Ahora mi órgano vital bombea sangre violentamente, haciendo que mis dedos tiemblen. Mi mente se nubla y me pego a la pared, acercando mi cara, con cuidado, para mirar a través de una rendija por la que se escapa la luz. Una arcada me asalta y mis oídos empiezan a pitar gracias a la fuerte presión arterial a la que son sometidos. Mis ojos se cristalizan ante la horrible escena que veo.

     —Silencio, Emma —dice el hombre, poniendo sus manos grandes y asquerosas en las piernas de ella.

      Ese hombre es mi padre.

      Ese hombre está encima de mi hermana menor. Ella está desnuda bajo su gran cuerpo, y él se mueve continuamente sobre ella, poniendo un dedo de su mano dentro de su preciosa boca. Emma permanece con su cara ladeada y las lágrimas bañan su rostro y me mira. Su ojo azul se conecta por el mío a través del pequeño espacio por el cual miro la horripilante escena.

      —Emma... —gime aquel monstruo.

      Aprieto mis puños y no sé cuánto tiempo pasa antes de que decido entrar de golpe a la habitación. Ese hombre, que es mi padre, convulsiona sorprendido y cae al suelo, rodando como un pedazo de mierda dura. De mis ojos salen las lágrimas mientras que Emma se tapa con una sábana y corre a mis brazos, escondiéndose en mi pecho. Se ha derramado en ella. Su delicado cuerpo también llora esas lágrimas asquerosas que ahora bañan sus entrañas.

      La abrazo con todas mis fuerzas y cierro la puerta. Mientras lo observo, tirado en el suelo, siento como un demonio incontenible me posee y unas ganas siniestras de aplastar su cráneo contra el suelo me invaden. Todo mi cuerpo está temblando y Emma lo hace también escondiéndose detrás de mí.

      —Tú... —mascullo, apretando mi mandíbula con desprecio. —Tú... ¡Monstruo! ¡Te voy a matar, maldita sea! —exclamo y camino hasta él. Ese hombre asqueroso se para, frente a mí, amenazante, con el pantalón aun abierto, y la cremallera húmeda, de Emma.

      —Es mejor que vayas a tu cuarto, Tomás —me ordena, con un semblante serio y tranquilo, como si nada hubiera pasado. Lo veo salir por la puerta y darse la vuelta para mirarme—. Hasta mañana.

      Cierra la puerta. Emma cae de rodillas y se abraza a mis piernas, llorando como una condenada a muerte. Me tiro junto a ella y lloro, abrazándola. Lleno de ira, lleno de odio, lleno de desprecio. Algo dentro de mí se rompe, se quiebra. Se pudre.

      —Tomás... —susurra mi hermana, y sus ojos lucen enrojecidos y su nariz también. —No le digas a mamá... No lo soportaría... —suplica y yo la estrecho entre mis brazos, deseando quitar todo su dolor.


***






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