Tenías miedo. Miedo a que la muerte te separe a ti y a tus dos amados, Inglaterra y Francia. ¿Por qué a los dos? Porque los dos te enamoraban y tu los enamorabas a ellos. Por eso, rechazaste a ambos, porque no querías hacerle daño a ninguno. Corrías por el largo pasillo de la casa de América, tan solo, para ir a verlos. Ambos se declararon la guerra hace unos meses. Pero tú no sabías el por qué. Llegaste a la habitación y para tu sorpresa los dos estaban inconscientes y desangrándose. Te sentaste en el suelo entre ambas camas y agarraste las manos de ambos. Empezaste a llorar como si no hubiera un mañana. De repente, sentiste como la mano de Inglaterra empezó a reaccionar.
Inglaterra: (t/n)...
(T/n): ¡Inglaterra!
Tras el grito se despertó Francia. El cual al verte te sonrió con las pocas fuerzas que tenía.
Inglaterra empezó a mirar mal a Francia.
Inglaterra: Se acabó F-Francia... Gané l-la guerra... Ella es mía...
Francia: Y que te lo has creído.
Francia se levantó y alzó el puño por lo visto iba s pegarle a Inglaterra.
(T/n): ¡¿Qué haces?! ¡Para! ¿Por qué peleáis?
Inglaterra: ...Parece que no te das cuenta... Tú eres nuestro todo... Y peleamos por estar contigo...
Tú no pudiste contener de nuevo las lágrimas y lloraste.
De repente escuchaste un golpe. Francia estaba perdiendo la poca vida que le quedaba. Y poco después Inglaterra también empezó a cerrar los ojos. Y cayó de su cama al suelo junto a Francia y allí fallecieron ambos y tú abrazaste a ambos en su lecho de muerte.