CAPITULO 8

HERÓNIMO

Mi carpeta de transacción cerrándose por mí, tres horas después y deslizando mi silla para ponerme de pie en el salón de reuniones, daba por finalizada una con gente de Ecuador con sus firmas, continuo a estrechar sus manos como gesto final con ambas partes, conformes en la negociación de la compra de acero.

Bien.

Dejando a Millers y el contador que terminaran con las cosas banales finales, mientras tras un saludo de despedida a ellos y Collins a mi par, salimos para ir a mi oficina.

- ¿Pateaste sus traseros? - Rodo me recibe dentro al abrir la puerta, echado en unos de los sillones blancos con la caramelera en su regazo y sin dejar de abrir envoltorios de mis dulces favoritos.

Caramelos de menta y chocolate.

- De todos y sin siquiera pestañear... - Le digo tomando asiento en otro frente a él, aflojando mi corbata como los primeros botones de mi camisa e imitando su postura, subiendo mis piernas y cruzarlas arriba de la baja mesa.

- Ese es mi hermano. - Me dice con orgullo, haciendo sonreír a Collins y sin dejar de comer caramelos como acariciar mis pies los suyos, estando en calcetines por sacarse los zapatos.

Río.

Pero qué, marica.

Meses pasaron del incidente que nos hizo conocer.

Y con ello.

Que Rodrigo y yo, nos hagamos mejores amigos y entre una de esas tardes, fuera de nuestros estudios y mis responsabilidades en TINERCA creciendo a pasos agigantados con ayuda de mi madre como Collins, Grands y él a mi lado viendo eso.

Con una pizza y latas de gaseosa en un terraplén de una playa, ambos nos contamos nuestras historias mirando ese horizonte despidiéndose con sus últimas horas de la tarde.

Para sorpresa mía, descubrir que este nuevo mejor amigo, no solo que provenía de Argentina.

País austral, donde estoy levantando la T8P número 3 de la metalúrgica.

Sino, además.

Que, sobre un padre ajeno a su vida y tras el triste infortunio del fallecimiento de una hermana menor en un accidente, motivo radical y gracias a una beca universitaria de vivir acá con su madre.

También contaba con un hermano menor, cual ama mucho.

Pero de temprana edad y ahora siendo adolescente como yo, su vida se aboca a lo que ama.

La milicia, bajo la tutela de un militar que los ayudó mucho tanto él como su familia en ese momento trágico.

Seguido a mi turno de sinceridad y enterarse de los sucesos de mi vida.

Mis peleas clandestinas, cual ahora solo se reducen al entrenamiento furtivo de la mano del Polaco arriba del ring de su gimnasio.

El historial de Gaspar, ese amigo que quise mucho y en lo que terminó.

La muerte de mi padre y su posterior enjuiciamiento por la sentencia.

Y ambos esa tarde sobre nuestras confesiones de vida, nos quedamos en silencio mirando esa vista marítima por esos recuerdos vigentes y en memoria a esos seres queridos.

Como también, sellando más nuestra amistad.

- Deberíamos festejar... - Rodo incorporándose de golpe, me dice.

Lo miro raro y con flojera.

- ¿Qué? 

- Levanta ese trasero bonito que tienes y vamos algún lado... - Habla, calzándose los zapatos. 

Pero notando que ni me muevo por mis pocas ganas, eleva sus brazos y señala la ventana.

Ya está oscureciendo.

- Día laboral finalizado... - Me muestra un dedo. - ...es viernes... - Ahora un segundo. - ...y cerraste un gran negocio mercantil... - Otro, tercer dedo enumerando. - ...hay que festejar! - Los hace un puño de victoria y alentándome. 

Pero no se contenta con eso y camina a mi escritorio, donde hay varios periódicos que estuve por la mañana leyendo.

Toma uno y lo levanta, abriéndolo en la sección economía para mostrarme su portada.

Y vuelvo a gruñir como hoy muy temprano, al ver una foto mía robada por algún periodista de esa editorial y con el título en letras grandes, bautizándome o agurando como un futuro jefe del acero y su comercio, por mis logros con mi corta edad  y como ya, heredero absoluto de todo siendo una gran noticia recorriendo el mundo.

- Hay que festejar que eres un puto genio, Hero. - Me repite y se indica el estómago. - Y tengo hambre, todavía no me diste de cenar... - Una mueca. - ...eso no se hace, que feo de tu parte...

Y miro a Collins por alguna acotación y solo se sonríe divertido.

Y carajo, porque mi pecho se tensa ante la idea de ir de fiesta, digamos algo no autorizada por parte de mi cerebro que solo piensa con mucho entusiasmo en seguir los negocios o lo que tenía planificado llegando al pen y después de una cena rápida por Marcello.

Extender a mi placer sobre la gran mesa del comedor todos los planos que el arquitecto ya entregó, en cuanto la construcción de las T8P Indonesia y Alemania.

Y si la madrugada me alcanzaba, también mirar la carpeta que Grands me alcanzó temprano con las mejores opciones en marca, fuerza y rendimiento de camiones para ruta de largo alcance y como transporte de la aleación.

Pero la mirada de puchero con ruego de Rodo y recordar que soy joven.

Cierto eso.

Me hace dudar y tengo que admitir, que me gustaría hacer una vez.

¿Creo que es un rito que todo adolescente debe hacerlo, no?

Me refiero a toda esa mierda que es salir, festejar y beber escuchando música en un lugar.

Ok.

Y un gruñido es mi aprobación y debo reconocerlo, riendo también y acomodando mejor mis lentes.

Hora después el bar que decidimos como elección, es uno de ambiente universitario.

Y Rodrigo me da unas palmaditas en mi espalda mientras entramos, por la cierta cantidad de gente agolpando el lugar y que nos recibe.

No estoy acostumbrado al gentío.

Digamos que comienzo a sospechar que, lo que es aglomeración de personas en un sector y entre cuatro paredes no es lo mío.

Siempre fui algo solitario y al tumulto de lo que fueron las peleas no la cuento, ya que eso era a mi beneficio y como quien dice, entraba, golpeaba y me iba.

Punto.

- Mesa libre. - Rodo ubica una en un sector del bar atestado.

- Tranquilo, debo cambiar esto... - Le digo, ya que sé, que me quiere dar ánimo.

Pero escuchar el ritmo palpitante de la música de moda y fuerte que nos envuelve, sumado a que apenas se puede caminar, no solo por todas las mesas ocupadas por estudiantes haciendo escaso el espacio mientras caminamos.

Sino, también.

Muchos de pies con tragos en manos y charlando entre ellos, me tienta a marcharme.

Pero, resoplo desechando la idea y cambiando mi actitud, cuando mi trasero toma asiento en la silla al llegar.

En una esquina y Rodrigo en otro y contra el tumulto, de manera que llamando a una bonita chica con la camiseta del bar y bandeja en mano le hizo nuestro pedido.

Pizza y cervezas para ambos.

Varios compañeros de la universidad con el tiempo y música pasando, se fueron acercando y percatando para sus asombros que yo también estaba.

Intercambiando saludos y golpes de puños los hombres y las compañeras algo fascinadas por ambos, mirando abiertamente a mi amigo que exuda por cada poro como habla esa atracción a todo gremio femenino, para luego a mí.

Somos un lindo combo a sus ojos, de uno intro y otro extrovertido.

He hice un gesto hacia un lado del bar y haciendo a un costado un puto rulo jodiendo mi frente por estar nuevamente algo crecido mi pelo, por no interesarme esa curiosidad de ellas que no dejan de charlar animadamente con Rodo rodeando nuestra mesa, mientras como mi segunda porción de pizza y bebo un trago de mi botella helada de cerveza.

BUENO.

Llegó la hora.

Sí, sí...lo que piensan justamente.

Y por eso me tomo este tiempo como dijo alguien una vez, para decirles en este momento que respiren hondo.

Mucho.

Ya que desde acá y según yo, mi vida cambia con un gran giro y para mejor, después de tantas mierdas.

Supuestamente, dije.

Y es para su desagrado.

Siento sus narices arrugadas y ya, leyendo con cara de trasero.

Cuando conocí a Marian.

Me corrijo, disculpen.

Yo, ya lo hacía.

De lejos, obvio.

Pero ella, me conoce a mí.

O mejor dicho, ella viene hacia mí.

Y ahí, estaba cuando voltee momentos y rechazando la conversación animada de Rodo con esas chicas.

Varias mesas de la nuestra y con amigas de sus clases, también bebiendo y disfrutando del lugar.

Hermosa como ella sola y como de toda mi jodida vida la vi.

Vestida provocativa, pero cada centímetro de ese vestido azul como corto, envolviendo y destacando cada curva del bonito cuerpo que tenía.

Su pelo de un castaño claro con su largo y lacio, suelto como siempre y sobre un lado de uno de sus hombros, causando la imagen de una linda cascada entre dorada y cobre, cayendo sobre un lado de su pecho dibujando el contorno de este.

Y sus ojos, otra cosa.

Unos dignos de levantar un templo por su mirada como color en cualquier parte del mundo.

Un verde como esmeraldas y tan intensos al mirar, como lo hace cuando nuestras miradas colisionan.

Sí.

Eso hacen, tanto la mía como la de Marian.

Los míos sin poder creer que llamé su atención y los de ella, sonrientes y totalmente fijos en mi persona.

¿Y eso?

Para luego y mientras Rodo despedía a esas chicas, se levanta con un par de amigas e ir en dirección al baño de damas del bar que está ubicado en nuestra dirección.

Pero caminando unos pasos con soltura y pasando por nuestra mesa, se detiene y da vuelta mirándome.

Palpitaciones dentro de mí.

Causando que Rodrigo por ese gesto, casi se ahogue con la pizza engullendo como si estuviera tragando un ladrillo, buscando hasta mi cerveza para que circule esa porción.

Y créanme, eso es grave cuando se trata de comida para él.

Y solo me limité a alcanzarle una servilleta a modo ayuda.

Lo siento.

Pero era imposible prestarle atención, ya que estaba totalmente encantado y sin apartar mi mirada de Marian, ante su total y sexY atención en mí.

- ¿Herónimo, no? - Dijo mi nombre sus labios con esa siempre sonrisa.  - Hola, Marian Linch... - Se presentó y olvidando su camino al baño con sus amigas, señaló las sillas vacías de nuestra mesa. - ¿Podemos?

Y con Rodo hicimos gestos, porque no podíamos hablar.

Yo de la emoción y él, por esa porción de pizza a medio masticar y que por la situación, no podía digerir llenando su boca.

Pero con la diferencia, que yo hice ademán de sí y mi amigo al mismo tiempo de no.

Y nos miramos por eso.

Sin embargo Marian no se inmutó, tomando asiento con sus amigas y ante la negativa de Rodrigo, que por primera vez desde que lo conozco y su fama le precede.

Sin sonrisa.

Limitándose a seguir o procurar tragar su comida atascada en su garganta.

Debí tomarlo como una señal.

¿Pero saben?

Fue imposible.

Estaba fascinado y fui el chico más feliz de este puto mundo, descubriendo esa noche que tenía absolutamente toda la atención de Marian en mi persona.

Conversando toda la noche y pasando de las cervezas a tragos y otro pedido de pizza, siendo mi sorpresa que Rodo ya no tenía hambre.

Se limitaba a dar pequeñas acotaciones y aunque las amigas de la chica que siempre me gustó, procuraban llamar o tener toda su atención, mi amigo siendo depredador nato no hacía caso.

Notando que y aunque, no intervenía en mi charla con ella, sí, estaba atento a mis movimientos y hasta percibiendo que mordía de vez en cuando una uña.

¿Preocupación?

¿No le agrada Marian?

Ni idea.

Pero asimismo, relajándose de a ratos creo y olvidando la situación de Marian con sus amigas entre nosotros.

Y riendo conmigo como siempre.

Pero, solo conmigo.

Llevándonos bien con tomadas de pelo e insultándonos uno con el otro en broma, tal como lo vivimos haciendo siempre, pero siendo suficiente que Marian abra su bonitos labios para acotar y Rodo volviera a su hermetismo.

Y más, cuando ya de madrugada y de salida a las afuera del bar.

Mierda.

Le dije que llevaríamos a Marian a su casa.

Negó.

- Ve tranquilo con ella... - Me dijo y lo miré extrañado.

Éramos inseparables y eso no iba a ocurrir ahora.

Quise refutar, pero detuvo un taxi y me sonrió.

- Te veo más tarde, hermano... - Abrió la puerta y me guiñó un ojo cómplice.

Tal, que no le llegaba a su mirada, pero en algo sí, tenía claro.

Pese a que sentía que no le caía en gracia Marian, él quería verme feliz.

Felicidad que me llenaba y más esa misma madrugada y tomando la mano de Marian ya solos y caminando a mi auto, me confesó que le gustaba.

Y más dicha se sumó.

Cuando cerca del campus y en mi mismo coche ya dentro, se colgó de mi cuello para besarme y me apretó contra ella diciendo que me quería con su respiración ya agitada por la excitación en mi cuello y me dijo luego.

- Hazme tuya... - Jadeo, montándose encima mío. - ...para siempre... - Me pidió.

Y eso hice, porque mi entrañas la llamaban a gritos al igual que mi pene ya hinchado y duro, mientras deslizaba mi asiento hacia atrás para mayor comodidad subiendo su vestido y corriendo su braga.

Nos faltaba el aliento y respirábamos entrecortado, porque las ganas no podían de sentirnos y yo sucumbí en su ardiente mirada verde, tono provocativo y el calor de su cuerpo, cuando al fin la penetré.

Estaba seducido por completo, mientras el aumento de nuestros jadeos se empañaban los vidrios de mi auto y Marian a horcajadas de mí en el precario espacio, bajaba y subía a nuestro ritmo y la cogía con fuerza.

Y ambos gritamos nuestros orgasmos.

Felicidad y placer.

Mucho.

Y de ahí, nunca más nos separamos.

Marian se convirtió para mi orgullo y esa supuesta alegría, en mi novia.

Estaba encantada y yo, que no cabía en mi pecho.

Y más, cuando una tarde con ella en mi pen sobre unos meses saliendo, me dijo que nos casemos, causando que Marcello casi tire un juego de cacerolas que pulía desde la cocina al escuchar eso, quedando tipo coma mirándonos.

Pero Marian, ignoró su presencia y volteó nuevamente a mí, sonriente.

- No quiero estudiar más, Hero... - Saltó de mi lado y del sofá que estábamos recostados y miró lo que nos rodeaba. - ...quiero ser la señora de la casa... - Me miró con ternura. - ...y la tuya... 

Y fue suficiente para mí.

Sorprendiendo a todos, tanto familiares como amigos de nuestro pronto matrimonio y cosa que para mi asombro, Marian no quería postergarlo a largo plazo, cual eso sería la causa de grandes preparativos como la princesa que yo sentía que era y se lo merecía.

No.

Aunque fue una bonita fiesta, se hizo íntima y para los cercanos como ella me pidió.

¿Y sincero?

Más que feliz yo, porque solo quería eso como ella.

Que seamos esposos y nada.

Y que absolutamente nada.

Nos separara.

Abandonando como mencionó ese invierno siguiente de casados, sus estudios y de regreso de nuestra luna de miel, convirtiéndonos en una linda y joven pareja, siendo noticia en portadas de revistas y periódicos como noticia por un tiempo en los noticiosos también, ya que mi crecimiento con mi corta edad de empresario y con la metalúrgica creciendo a pasos agigantados siendo el heredero absoluto de mi padre y ahora estando casado, era tema insipiente y de mucha conversación al igual que para los paparazzis.

Cosa que empezaba a joderme la existencia, pero haciendo ese mal humor a un lado por ver que eso a Marian no la molestaba.

Hasta, creo que le gustaba.

Como muchas de las veces en un principio, acompañarme al Holding.

Donde de a poco le iba presentando ese mundo que me agradaba y quería que también, que ella amara.

El del acero.

Que se familiarizara con mi ambiente, presentado y mostrando todo lo que era TINERCA, tanto personal como infraestructura como mostrándole en mi oficina en una de sus muchas visitas, lo que serían mis T8P y que en un futuro no muy lejano, empezaría con viajes a ellas.

Y tomaba normal su cierto aburrimiento.

Lo reconocía, era joven como yo y obviamente, mis ambiciones estaban lejos de los de ella y a Marian le costaba mucho este mundo en cual me regía.

No solo la parte de señora de la casa, también ser parte de eso.

Y no la culpaba, ya que mi mentalidad con casi 20 años era muy madura y adulta con los objetivos de futuro muy marcados y Marian estaba lejos de esas ambiciones.

Era joven y como tal, solo quería divertirse, cual por mis obligaciones no me lo permitían mucho por siempre trabajar horas extras encerrado en la oficina.

Cosa que en un principio, fue motivo de ciertos encontronazos con ella.

Pero una tarde llegando a casa temprano para estar con ella, ya no.

- Entiendo tus propósitos...y te pido disculpas, Hero... - Me dijo esa noche al terminar de cenar. - ...tendría que apoyarte y sin embargo, hago lo contrario... - Me abrazó por detrás con cariño, notando la presencia de Collins y Grands, que acusaba una obligada reunión en la oficina del pen. - ...prometo, no más escenas de celos por no estar mucho conmigo. - Besó mi mejilla, incentivando a que me reúna y me puse de pie tomando sus manos.

- También te prometo... - Le murmuré. - ...que no será siempre y esto, solo breve hoy... - Pero me negó, interrumpiéndome.

- ...no te preocupes, estás convirtiendo un imperio y necesitas estar abocado a ello. - Me respondió tranquila, mientras con un gesto a Collins y Grands, les dije que aguarden en la oficina y acompañaba a Marian a nuestra habitación. - ...tengo ganas de ver unas amigas... - Mira su reloj. - ...aún estoy a tiempo ¿te molesta? - Me preguntó. - Volveré temprano... - Besó mis labios.

Y también le correspondí, hasta el punto de hacernos jadear a ambos contra una pared.

- Mandaré a Grands por ti... - Le dije sobre sus labios y acariciando su cuerpo.

Y sonrió sobre mi boca.

- Esta bien, pero te aviso cuando... - Mordió mi labio y sonreí.

- Marian... - Gemí su nombre y en un abrazo que me correspondió. - ...quiero un bebé... - Le murmuré, lo que últimamente le pedía por mis ansias de ser padre.

Pero en esas charlas, ella me negaba como ahora escapando de mis brazos.

- Herónimo... - Me reprochó, acomodando su pelo y caminando a su tocador por labial, ya que se lo había borrado con el beso que le di. 

Se inclinó para pasarlo suave por esa boca que tanto amaba y frente a su espejo.

- ...somos jóvenes para eso, todavía... - La misma excusa de siempre. - ...estamos recién casados y un niño, solo traería complicaciones... - Intenta explicarme, mientras busca su carterita y echa un último vistazo a su imagen en el espejo.

Gira a mí.

- ...eso sería pañales, llantos a la madrugada constantes, limitar nuestras vidas... - Se queja, acercándose donde quedé. - ...y yo quiero, solo estar contigo y nada más... - Volvió a sonreír. - ...confórmate por un tiempo con Rodo. - Fue su despedida con otro beso y saliendo de nuestra habitación.

Dejándome solo y con mis pensamientos, fuera de esa broma de Rodrigo.

Era algo obvio que ambos no se caían y de un principio.

Sin embargo, jamás Rodo interfirió en nuestra relación como Marian tampoco en mi amistad incondicional con él.

Digamos que los dos y por mi bien, se ignoraban mutuamente y ya acostumbrados que ellos, eran parte de mi vida siempre.

Camino hasta su tocador, donde momento antes estaba y me siento como miro todo lo que lo compone, lleno de cosméticos y cosas femeninas.

Al igual que Marcello y por más esmero que mi viejo amigo le ponía, no lograban congeniar.

Supongo que Marian no era buena con eso de la señora de la casa, ocasionando desantender bastante nuestro hogar y Marcello no aprobaba eso, ya que mi joven esposa prefería salir y visitar amigas durante y casi todo el día que estar encerrada con él.

Abro uno de los cajones y sonrío al hurgar y encontrar lo que busco.

Lo miro entre mis dedos al frasco que muestra prolijo, su consumo diario y quedando pocas pastillas.

 Suspiro.

- Necesito que hagas una copia de esto, pero que en su lugar tengan vitaminas C... - Ordeno sin siquiera voltear y sin dejar de mirar los comprimidos.

No hace falta.

Tanto Collins como Grands, siempre son mi sombra.

Sonrío.

Y no me abandonan.

- Sí, señor Mon. - Grands se acerca para capturarle unas fotos.

Sí, sí...ya sé lo que piensan.

No me miren así.

Mezquino de mi parte.

Pero recuerden que estaba ciego de amor y creí.

Creí, dije.

Que me amaba y justificaba esa oposición a no querer compartirme con nadie por ese motivo.

Y por más que ese razonamiento, era algo pequeñito y hecho con mucho amor por los dos.

¿Pero recuerdan lo que dije esa vez, cuando expliqué esto?

Bien.

Esas son mis chicas.

Sí.

Mi culo a ese amor.

Ya que, después de esto y por mi ingenuidad.

El caos se desató y tristeza oscura me embargó.

Mucho.

Y con ello.

El principio del fin.

Mi biblia y mi calefón, con mis 4 reglas...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top