CAPITULO 3
HERÓNIMO
La bandera de la metalúrgica con sus colores bermellón, plata y negro se puede ver como flamea a media asta desde su alto, cuando ingresas al predio cumpliendo su respeto y luto llegando el lunes.
El coche de la empresa conducido por el chófer, me deja a los pies de la escalinata principal del Holding, pero mi ademán en alto lo detiene de salir y abrir mi puerta trasera para mí.
Lo hago yo mismo formulando que siga su marcha, ya que a mis clases en la universidad lo haré como estudiante normal tomando el autobús calles más abajo.
Con mi pie en el primer escalón mientras acomodo mejor de mi hombro la mochila que cuelgo, imposible y como siempre sin nunca cansarme de ello, observo todo lo que compone TINERCA como la altura y dimensiones con sus 30 pisos del edificio principal.
Y subo con largas zancadas y de dos en dos los peldaños, apurando mis pasos.
No hay mucho movimiento, porque permanecerá otro día más cerrada al público como a cada activo de la planta sea comercial o productiva.
Solo encontrando la seguridad correspondiente y desde la lejanía, algún auxiliar de turno como José tras la gran y doble puerta de vidrio principal, que al notarme apura para abrirla por mí.
Un hombre casi de la edad de papá y encargado de ello, muy amable como servicial, cual agradezco su gesto al pasar por su lado.
El hall de entrada, aún parece más grande con su enormidad al estar vacío de almas mientras me dirijo a uno de los ascensores mirando ambos extremos.
Solo yo y la compañía del sonido de las puertas de metal y acero esmerilado, abriéndose del elevador con su baja y suave música funcional de fondo y como cortina de todo, con el bip anunciando mi destino al apretar el botón número 30.
El recibidor del piso de papá, también se encuentra sin gente.
La mesa de recepción igual como el salón de reuniones en su frente.
Pero la puerta de la oficina abierta en su totalidad, me acusa que papá está dentro y apuro mis pasos con un ligero trote, el largo del corredor haciendo a un lado mis putos rulos que por el movimiento tapan mi visión.
Para encontrarlo de pie frente a su escritorio con un manojo de papeles en una mano y la otra en su cintura, mirando otra media docena de hojas que tipo abanico una al lado de la otra sobre la superficie de la mesa, lee concentrado.
Su saco de vestir sobre el respaldo de uno de los sillones como su camisa, ya lejos de una corbata y abierta varios botones de cuello, delata lo que ayer noté.
Que papá no vino a casa a dormir y pasó la noche acá, como me dijo mamá.
Y me apoyo por solo un momento contra el marco de la puerta, para mirarlo a mi placer y todavía, sin que haya notado mi presencia por estar absorto en sus pensamientos o mierdas de reflexiones.
Alto.
Muy alto.
De contextura grande toda su fisonomía y que, por lo que dice mamá con mucho orgullo voy a heredar, ya que estoy a pocos centímetros con mi edad de pasarlo o nivelar su altura.
Y aunque heredé tanto el color de ojos como tono de cabello de Marleane, los jodidos rulos y muchas de las facciones de papá.
Sonrío.
Como su alma negociadora y amar lo que estos cimientos no rodean.
La metalúrgica.
Y por un leve segundo y sin saber el por qué, viene a mi mente la fugaz pregunta de ese viejo que conocí en la noche funesta de la pelea.
El tal polaco.
Si esto, es mi pasión.
Y vuelvo a sonreír caminando a mi padre.
Yo, creo que sí.
- No viniste a dormir anoche... - Le digo bien nota mi presencia, poniendo mi condenado pelo detrás de mi oreja y dejando mi mochila sobre el sillón, donde descansa su saco.
Se sonríe triste.
- Lo siento, hijo... - Abandona su lectura como papeles. - ...pero avisé a tu madre, necesitaba hacer unas cosas...
- ¿Pensar? - Me acerco.
- Y también solucionar... - Agrega y me mira. - ¿No tienes clases?
- Más tarde.
- Bien. - Dice, invitándome a que tomemos asiento en los sillones, cual lo hace frente a mí y sin molestarse en correr su saco de vestir. - ¿Sabes algo de Gaspar? - Me pregunta y niego.
Y lo hago triste como muy preocupado entrelazando mis dedos entre sí, sobre mis rodillas y bajando mi mirada a ellos.
El muy puto, sigue sin atender a nadie.
Solo y por mamá sabemos, porque mantiene conversación con la suya, que solo vino a su casa por muda de ropa y lo que me preocupa, maldita sea.
En cierto estado sospechoso por consumir algún tipo de droga o ansiolítico.
Jodido de mierda.
¿Muchas blasfemias en pocas oraciones, dicen?
Disculpen, pero se las merece por bastardo cuando estoy tan preocupado por él.
- Creo que hoy asistirá a la U. - Lo tranquilizo. - Y podré hablar con él.
- Antes quiero que conversemos... - Me dice serio y resopla agotado. - Herónimo, lo que le sucedió al padre de Gaspar... - Piensa sobre su postura preocupada. - ...aparte de su negligencia ante lo que veía y traté en mucho tiempo de hacerle cambiar y se enteraron...
- ¿Las apuestas y consumo? - Interrumpo, cual asiente.
- ...fue por la vicepresidencia. - Formula.
Y no entiendo en su totalidad, ya que y aunque papá lo venía anunciando y no se sabía, quién podía ser el elegido de ese puesto tan deseado por muchos trabajadores de TINERCA.
Tanto, muchos como yo en persona y hasta inclusive, siendo motivo de muchas charlas con Gaspar entre risas detrás de su camioneta y mirando desde una altura con su noche estrellada, las luces de la ciudad bebiendo algunas latas de cervezas y chocando estas a modo brindis.
Presentíamos que lo iba ser su padre.
- Apreciaba y lo hago por Eduardo, por muchos años de amistad de época universitaria... - Me dice por el padre de Gaspar. - ...fue incondicional en ciertos aspectos, pero jamás pondría lo que amo después de ustedes, en sus manos por esa elemental inestabilidad que siempre tenía junto a sus adicciones, cual sabía de ellos por ser amigo y jefe... - Prosigue y suspira largamente. - ...intenté ayudar, pero fracasé...
Asiento sin terminar de procesar todo, mientras lo veo ponerse de pie y que camina más pensativo hacia el gran ventanal con vista, tanto al inmenso predio metalúrgico como ciudad.
- ¿Entonces? - Pregunto lo poco que se me ocurre.
Su imponente espalda es toda mi visión que se contrasta como un aura imponente contra el brillo diurno que refleja el cristal.
- Nunca voy aceptar una sociedad limitada, como tampoco un concejo de socios accionistas. - Y su perfil se dibuja, por voltear sobre su hombro para mirar en mi dirección. - Siempre esto, va a tener una sola persona como dueño absoluto y fundador... - Gira a mí. - Tú, hijo...
Y mi mandíbula se desencaja.
Porque, aunque era de suponer que lo manejaría más adelante, siempre pensé que sería tras recibirme.
- Este año cumples tus 18 con tu primer inicio universitario. - Continúa. - Sé que amas la empresa... - Se sonríe. - ...y pese a que estás algo verde como joven, tu potencial no te abandona y mi deseo era iniciarte a la par mía, de lo que muchas veces hablamos con nuestro entusiasmo... - Recorre las cuatro paredes que nos rodea, pero en sí, a lo que es TINERCA en general. - ...tus orígenes de lo que vas hacer y convertir... - Finaliza con cierto aire de orgullo que hace vibrar cada célula de mi ser por la emoción en sus palabras.
Y por solo un momento.
Tan solo, un pequeño instante.
Olvido mi preocupación por Gaspar, porque mi mente divaga a lo que dibujo en mis ratos libres de clases sobre los márgenes de mis cuadernos.
Ok.
En casi todas mis horarios de clases, porque me aburro.
Y es en lo que soñamos más de una vez con papá en cuanto a la metalúrgica y su expansión por una idea mía.
Desarrollar, construir y formar siendo una sede madre esta.
Varias más, pero ubicadas estratégicamente en diferentes partes del mundo.
- Jamás incité ni alenté a Eduardo con esa postulación... - Niega. - ...y creo que tampoco él, nunca esa jerarquía la deseó con fines más que y como, su salvavidas de la vida errante que estaba teniendo y consumiendo... - Camina de regreso, pero no a los sillones.
Más bien a ese abanico de papeles de su escritorio, tomándolos para introducirlo a una carpeta roja, cual me la eleva y la mira por varios segundos.
- En esta carpeta roja Herónimo, está el futuro. - Continúa. - Tu declaratoria como dueño absoluto de todo TINERCA con la fecha de tu cumpleaños y la que, como reina madre con su color liderará el resto de colores...
- ¿Resto? - Pregunto y asiente, mientras me pongo de pie y camino a mi padre.
- Colores de carpetas que van a representar a las otras fuerzas... - Me mira. - ...las metalúrgicas, hijo... - Murmura y quiero decir algo, pero nos interrumpe el mismo José de entrada de Holding, apareciendo por la puerta abierta de la oficina.
- Señor Vincent... - Habla. - ...su coche está listo... - Le recuerda.
Supongo que una cita de negocios o una mierda así.
- Cierto. - Papá murmura, verificando la hora de su reloj, para luego palmear mi hombro. - Debo estar en el astillero... - Me mira recogiendo su saco de vestir y sin abandonar la carpeta roja. - ¿Quieres que te lleve a la universidad? - Y niego, tomando también mi mochila.
- Tomaré el autobús... - Camino con él y José a la par, ya afuera y en dirección al ascensor.
Y eso hago una vez fuera despidiéndolo y viendo como un encargado del parking externo le acerca el coche y tomando sus llaves en el aire, mi viejo echándome un último vistazo rodeando su coche, me regala una sonrisa y un guiño de ojo cómplice.
Y lo mismo hice colgando mejor mi mochila y haciendo a un lado otra vez mis jodidos rulos a un costado por llevar algo largo el pelo.
Le sonreí.
Mucho.
Y jamás en toda mi puta vida después.
Pensé mientras lo vi irse, saliendo de la rampa de entrada y retomando la jodida calle.
Que esa vez, iba ser la última, que vería la sonrisa de mi padre querido...
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