1. Nocturna (Parte I)
La vigilante más conocida como Nocturna llevaba un largo tiempo viajando de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y todo con el afán de obtener respuestas sobre la verdadera asesina de su padre.
En su largo viaje estuvo un tiempo en la ciudad de Quito ayudando a Tigre, un reciente héroe que se volvió famoso tras salvar a las personas en varias ocasiones, ambos hicieron equipo por un breve periodo sin embargo ella se marchó para continuar su búsqueda.
De día se mostraba como una mujer normal y corriente que andaba de turista pero de noche como su alias lo indica, bajo el nombre de Nocturna iba tras los criminales, porque a pesar de querer vengar a su padre no podía dejar que cualquier loco ande por las calles libre matando a personas inocentes o robando cosas que no le pertenecieran.
—¡Que aburrido es esperar! —dijo para sí misma, luego resopló. Ella se encontraba acuclillada en la terraza de un edificio vigilando a cuatro hombres pertenecientes a una agencia científica criminal, los cuales habían irrumpido en las instalaciones de un pequeño laboratorio de carácter investigativo que recientemente había hecho su apertura a todo público conocedor y no conocedor de la ciencia.
El pequeño laboratorio llamado Laboratorio Saunders en pocos días había captado la atención de la prensa y demás medios de comunicación por sus novedosas innovaciones tecnológicas además de sus investigaciones.
Ella movió sus visores nocturnos de un lado a otro al notar que solo tres hombres habían salido del Laboratorio Saunders, miró a la derecha y a la izquierda pero no pudo encontrar al cuarto ladrón.
—Opino igual —dijo un hombre apuntando a la cabeza de Nocturna con una pistola—Para qué esperar cuándo puedes ir por ti mismo a acabar con la persona que te está vigilando, te doy un consejo debes ser más cuidadosa al vigilar.
Nocturna hizo un movimiento rudo intentando zafarse del sujeto pero no pudo o al menos eso hizo creer.
El hombre resultó ser el faltante del cuarteto que al mismo momento en que apuntaba a Nocturna, con su otra mano sacó un teléfono celular de su bolsillo izquierdo, buscó un número de forma veloz y lo marcó.
—Como se los dije la tengo —dijo antes de cortar la llamada— Si te mueves te mueres, suelta esos visores lentamente, en la agencia ya todos sabemos de ti.
Nocturna asintió levemente y procedió a dejar sus visores con lentitud sobre el suelo, como él le había indicado. El hombre de la pistola giró su cabeza un poco hacia la derecha para corroborar que los visores estuvieran en el suelo.
—¿Listo? —preguntó la mujer de cabello corto.
—¿Para qué? —el hombre que la apuntaba se sorprendió ante tal pregunta, sabía que ella tramaba algo, había leído el historial de la vigilante hace un tiempo atrás.
—¡No debiste preguntar! —contestó Nocturna que en un movimiento rápido se giró a la derecha para sostener con fuerza el arma al mismo tiempo que golpeaba al hombre en su entre pierna con una potente patada.
Evidentemente el hombre se preocupó más por apaciguar el dolor de su entrepierna que en disparar a la vigilante, ella aprovechó el momento para darle un puñetazo en la cara y así quitarle la pistola para terminar golpeándolo una vez más en la cara con su propia arma, así lo dejó inconsciente.
En el momento en que el hombre cayó llegaron sus tres compañeros, dos de los cuáles empezaron a dispararle pero Nocturna fue rápida al sacar su muy útil paraguas, lo abrió y se protegió de las balas.
—¡Eso no te pertenece! —gritó uno de ellos al terminar de disparar mirando fijamente el objeto de color negro que la heroína usaba para protegerse.
—¡Por gusto gastan balas! —exclamó ella—. Ustedes saben que este paraguas es a prueba de balas, son bien tontos al seguir disparando.
Los dos sujetos se miraron entre sí y decidieron pelear mano a mano con ella.
Nocturna continúo usando su paraguas para protegerse de las balas del tercer ladrón, que aún le quedaban algunas y debido a su terquedad le resultaba mejor disparar que pelear directamente con la vigilante, ya la conocían, además de leer su historial ellos mismos habían escuchado mucho sobre ella en los últimos años, la mayoría de los integrantes de la agencia la describían como una mujer letal, muchos llegaron a considerarla como su principal enemiga.
Los dos hombres intentaron golpearla pero evidentemente Nocturna era mucho más ágil y fuerte, esquivaba sus intentos de puñetazos un par de veces y al final resultaba que ella les daba los puñetazos, solo que Nocturna si llegaba a golpearlos a diferencia de ellos.
A uno lo venció dándole una patada en el abdomen y luego otra en la cabeza, al siguiente lo venció lanzándolo a una pared debido a que cuándo se le acercó ella solo tuvo que abrir su paraguas para crear una especie de leve pero eficaz ráfaga de aire.
Al ultimo de los cuatro lo venció al golpearle la frente con su propia arma tal y como lo había hecho con el primero de ellos.
Revisó los bolsillos de cada uno, hasta que encontró las llaves de una de las dos motos en las que ellos llegaron.
Antes de marcharse con su nueva moto, los dejó amarrados de espaldas, en espera de que la policía se encargara de arrestarlos, la alarma de los laboratorios Saunders ya había sonado solo era cuestión de minutos para que fueran a la apresados.
No perdió el tiempo y se fue en su nueva moto, la había estado anhelado desde que la vio en el parqueadero del laboratorio Saunders.
Mientras manejaba no pudo evitar soltar un par de lágrimas que caían de sus ojos, se detuvo un momento y se colocó un casco negro que estaba sujeto a la parte trasera de la moto.
Sus lágrimas se debían a que recordó que a sus quince años su papá le enseñó a andar en moto, casi toda su vida vivió con su padre ya que su madre falleció cuándo ella tenía tan solo tres años, por ese motivo se sentía tan apegada a su padre, porque fue su única familia durante gran parte de su niñez y adolescencia.
—¡Esto no es tan difícil, ya lo verás! —le decía su padre tratando de darle confianza—. Si yo puedo tú también.
—Pero tú fuiste militar y yo solo soy una adolescente —contestó ella muy desanimada con las manos en la moto mientras no dejaba de mirar sus raspones en sus piernas debido a varias caídas que tuvo intentando aprender a manejar.
Su padre al verla así, se acercó para darle ánimos, no iba a dejar que su princesa estuviera triste.
—Fiorella, mi vida, no te desanimes —exclamó su padre antes de darle un tierno beso en su frente—. Tu eres más fuerte que yo, siempre lo has sido, no te sientas inferior a nadie jamás, tu vales mucho, nunca dejes que ningún hombre, mujer o cualquier circunstancia te haga sentir así, yo confío en ti.
Con tales palabras Fiorella se llenó de valor, secó sus lágrimas, se colocó el casco y una vez más intentó manejar, pero no fue un intento cualquiera, ese día ella finalmente logró aprender.
—¡Muy bien Fiorella! —dijo alegre y emocionado su padre mientras no paraba de decir su nombre una y otra vez. Un nombre que en su adultez ya no usaba mucho, Fiorella Moreno, pasaba desapercibida la mayor parte del tiempo, dejó de ser Fiorella para convertirse en algo más, para ser Nocturna.
Varios días después de que aprendió a manejar moto, ella decidió que quería aprender a pelear, lo anhelaba, deseaba hacerse fuerte y que más aprenderlo de su padre, un militar retirado que al principio no quiso pero luego terminó aceptando.
Pensó que era mejor que su hija aprendiera a defenderse por si en algún momento él ya no pudiese acompañarla.
Fiorella tuvo varios moretones en su cuerpo en el transcurso que aprendió a pelear, estuvo aprendiendo y entrenando hasta los dieciocho años. Al comienzo se le hizo difícil porque tuvo que aumentar su agilidad y velocidad con ejercicios variados, trotaba todas las mañanas en compañía de su padre, luego aumentó su masa muscular con las pesas caseras y demás objetos que su padre conservaba en su casa, aumentó su resistencia con ejercicios cardíacos y demás técnicas.
Su entrenamiento fue tan arduo y pese a las dificultades no desfalleció en ningún momento porque su padre siempre estaba motivándola a ser mejor.
El mismo día en que Fiorella cumplió sus dieciocho años de edad, su padre la llevó a una crepería, su trabajo como agente de limpieza no daba para algo más pero aún así decidió compartir con su hija, a Fiorella tampoco le importaban los regalos materiales, su mejor regalo era pasar con su padre, al terminar de comer un par de crepes y salir del local algo malo ocurrió, un gran carro negro se estacionó rápidamente frente a ellos, unos hombres de traje salieron del carro lanzando una especie de granada que provocó que los dos cayeran al suelo inmediatamente.
Pasaron dos horas hasta que Fiorella pudo abrir sus ojos y recuperar su conciencia. Ella se asustó, recordó lo último que vio antes de desmayarse que fueron los dos hombres de traje.
—¡Papá! —gritó luego de verse atrapada en una camilla con los tobillos y muñecas sujetas con un cuero resistente—. ¿Dónde estás?
—¡Aquí estoy, mi niña! —dijo su padre el se encontraba a su lado en una camilla atrapado al igual que su hija—. Todo va a estar bien, tranquilízate, pronto saldremos de aquí.
Fiorella miró hacia arriba, se encontraba en una especie de sala médica, con cielo raso y paredes de color blanco, levantó un poco su cabeza y pudo ver que habían varios monitores además de mesas metálicas que contenían tubos de ensayos además de otros frascos contiendo químicos, jeringas, viales, gasas y demás objetos que ella no pudo contar al ser tantos.
—¡Oh ya despertó su hija! —dijo un científico que estaba al frente de las camillas sentado en una silla giratoria, estaba escribiendo varias cosas en una computadora, se levantó y fue donde ella—. No te preocupes cariño, esto será rápido, además no tiene que ver contigo, al menos no por ahora.
—¡No vuelvas a tocar a mi hija nunca más! —exclamó furioso el padre de Fiorella al ver que el científico tocaba la frente de su princesa—. Si lo haces...
—¿Si lo hago qué? —preguntó de forma desafiante del rubio científico—. En tu posición no te conviene hacer amenazas.
El científico de nariz alargada regresó a la computadora, estuvo escribiendo algo hasta que luego tomó un lapicero con un micrófono en su tapa.
—Prueba número uno, en menos de un minuto el sujeto comenzará a sentir los cambios —hablaba mientras sostenía la pluma que la colocaba muy cerca de su boca.
Miró su reloj y luego miró al padre de Fiorella que repentinamente empezó a sudar, las venas de su cuerpo se marcaron por breves segundos y después él empezó a gritar muy fuerte, sentía un gran dolor por todo su cuerpo.
—¡Papá! —gritó Fiorella al escuchar como su padre sufría—. ¿Qué le haces, maldito?
El científico hizo caso omiso y empezó a caminar por toda la sala.
—El sujeto masculino de cincuenta y dos años presenta dolor al inicio, conforme avance el efecto de la dosis podremos corroborar si realmente resulta ser nuestro sujeto —decía mientras sostenía su lapicero—. En breves minutos o quizás segundos podremos ver si presenta una buena evolución o si este no es el caso.
El padre de Fiorella intentó desatarse, sintió una extraña fuerza dentro de él, estuvo a punto de romper las ataduras pero el extraño suero que se le aplicó perdió su efecto rápidamente, quedando inconsciente.
—El sujeto no pudo soportarlo —continuaba grabando—. Al parecer tendremos que probar de nuevo con alguien más joven —miró a Fiorella.
Ella pudo notar cuándo el científico loco la miró.
—¡No! —gritó Fiorella haciendo énfasis en la "o"—. ¡Papá ayúdame!
No dijo nada más debido a que el rubio que usaba bata le inyectó un sedante.
—Nuestro sujeto número dos, de sexo femenino ha sido inducida a sedación —mencionó al mismo tiempo que miró la cámara que estaba en la esquina superior derecha de la sala—. Esperaremos unas cuantas horas más para comenzar la prueba.
Pasaron alrededor de dos horas para que Fiorella finalmente despertara, sin embargo su padre aún no lo hacía, al igual que ella él también fue sedado.
Inmediatamente a lo que despertó empezó a sentir un fuerte dolor, también sudo bastante al igual que su padre y así mismo sus venas se marcaron por breves segundos.
—Sujeto de prueba número dos, de sexo femenino de apenas dieciocho años inicia presentando los mismo efectos que el sujeto número uno —él científico de estatura baja se acercó a ella para observar más de cerca.
Fiorella gritaba debido al intenso dolor que sentía hasta que dejó de hacerlo, cerró sus ojos por un momento, el monitor reveló que su pulso y su frecuencia cardiaca dejaron de aparecer.
—¿Qué? —preguntó consternado el científico, se molestó porque su suero no estaba funcionando como debía, se puso a pensar sobre que elemento que usó en el suero le falló o si alguno le faltó—. ¿Tampoco pudo soportarlo?
Él llevó sus dedos al cuello de Fiorella para corroborar su deceso pero al acercarse lo suficiente recibió un cabezazo por parte de ella, abrió sus ojos y estos tenían un color diferente, en sus ojos se podía ver un azul, un azul brillante, de forma increíble rompió las ataduras de cuero de sus muñecas y de sus tobillos.
Se levantó, miró al científico por un momento, se encontraba molesta pero fue a la otra camilla para liberar a su padre, rompió las ataduras de un solo tirón, eso provocó que su padre de a poco se fuera despertando.
—¡Sorprendente! —exclamó aún en el suelo el científico—. El sujeto número dos superó las expectativas al asimilar el suelo de forma eficaz, se ha convertido en un arma humana, se ha convertido en lo que esperábamos.
Cuándo el se levantó empezó a aplaudir pero Fiorella se le acercó para sostener sus manos y apretarlas con fuerza.
El científico evidentemente gritó producto del dolor que sentía cuándo sus dedos se partían de a poco.
—¡Hija, no! —su padre trató de detenerla— No lo hagas, tu no eres una mala persona, vámonos ya de aquí.
Sus ojos volvieron a la normalidad, ya los tenía café como siempre, ella asintió y fue a abrazarlo para luego salir de la sala no si antes noquear al científico al darle una patada en la cabeza.
Al salir de la sala se encontraron con un largo pasillo en dónde a los lados habían puras puertas, la alarma del lugar sonó muy fuerte.
En la parte superior del pasillo estaban instaladas varias pantallas en dónde se mostraban vídeos de Fiorella manifestando sus nuevas habilidades.
—¿Yo hice eso? —preguntó aún incrédula después de ver esos videos—. ¿Cómo es eso posible?
—Lo averiguaremos después ahora tenemos que salir de este lugar —mencionó su padre abrazándola.
Varios guardias aparecieron detrás de ellos, no pensaban dejar ir a su experimento exitoso.
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