08 | estrellarte y quemar

Una vez que el avión aterrizó, Lyanna y Tony se dirigieron al CCCT, y una vez que llegaron allí, Lyanna de repente se sintió bastante pequeña. Este edificio rezumaba autoridad, y cuando ella y su padre entraron, miró a su alrededor con asombro. Era como el cielo de la tecnología, con computadoras y consolas en cada escritorio disponible y cubriendo cada centímetro de la pared. Había cámaras, mapas y planos de todo tipo mostrados en las pantallas, con gente trabajando febrilmente en sus escritorios.

Al entrar en la sala de control principal, Lyanna se dirigió directamente a la mesa mientras Tony contestaba su teléfono. Sacando su computadora portátil de su bolso, Lyanna se desplazó a través de su Instagram. La llamada telefónica de Tony parecía bastante acalorada, ya que quienquiera que estuviera al otro lado de la línea claramente le estaba haciendo pasar un mal rato. Pero, al igual que Tony Stark siempre lo hacía, respondió con veneno.

—No, Rumania no firmó los Acuerdos —dijo Tony exasperadamente—. El Coronel Rhodes supervisa la limpieza... ¿consecuencias? Claro que habrá consecuencias. Claro que puedes citarme lo que dije, porque acabo de decirlo . ¿Algo más? Gracias, señor.

—¿"Consecuencias"? —dijo la voz de Steve, entrando a la habitación.

—El Secretario Ross los quiere juzgar. Le tuve que dar algo —respondió Tony.

—No voy a recuperar ese escudo, ¿no? —preguntó Steve.

—Técnicamente, es propiedad del gobierno —respondió Natasha—. Las alas también.

—Cuánta frialdad —dijo Sam con un movimiento de cabeza.

Tony se volvió y dijo—: Más cálido que la cárcel.

Lyanna sintió una mano sobre él poco después de que trajeran a Steve y Sam. Al darse la vuelta, encontró a Steve sonriéndole y cerró la pestaña de Youtube que tenía abierta antes de cerrar su computadora portátil.

—¿Cómo estás? —le preguntó Steve, sonando genuinamente curioso. 

—¿Cómo estoy? —preguntó Lyanna—. A mí no me arrestaron. No pensé que lo tuvieras en ti. 

—Sí, bueno, estoy lleno de sorpresas —respondió Steve.

 Freya apareció junto a ellos—. Sí, muy lleno de sorpresas.

—Puedo ver eso —dijo Lyanna, girándose en su silla para mirar las pantallas detrás de ella—. Es mental, ¿no? Todo está siendo observado. Estamos viviendo en un domo donde todos saben todo acerca de los demás.

—Como los Simpsons —reflexionó Steve.

Lyanna parecía impresionada—. ¿Disculpa?

—¿Los Simpsons? —cuestionó Steve—. La gente amarilla que vive en...

—Sé lo que son los Simpsons —dijo Lyanna—. No sabía que tú los conocías.

—Tuve algo de tiempo libre —dijo Steve.

—¿Así que viste Los Simpsons? —preguntó Lyanna con incredulidad—. De todas las cosas, Steve, ¿elegiste esa?

—¿Qué? —dijo Steve.

—Podrías haber elegido algo como, no sé, Friends o Cómo conocí a tu madre —respondió Lyanna—. Brooklyn-nine-nine, por ejemplo.

—¿Qué tiene de malo los Simpsons? —preguntó Steve.

—Nada —respondió Lyanna—. Pero podrías haber elegido algo un poco más... no sé... ¿no animado?

—Me parece que le tienes rencor a los Simpsons —dijo Steve.

—Claro que no —dijo Lyanna riendo.

—Aunque esta conversación suena fascinante, ¿quieren ver algo genial? —preguntó Tony, entrando a la habitación con algo en sus manos—. Saqué algo de los archivos de papá. Parece el momento justo.

—¿Una caja? —cuestionó Lyanna.

—No cualquier caja, mi querida hija —respondió Tony.

—A mí me parece una caja —dijo Lyanna, mientras Steve se sentaba a su lado.

—Roosevelt firmó el proyecto de Préstamo y Arriendo con estas en 1941 —explicó Tony, colocando la caja abierta sobre la mesa.

Lyanna se inclinó hacia adelante—. Una caja vieja con algunos bolígrafos polvorientos. Genial.

—Brindando ayuda a los Aliados cuando más la necesitaban —continuó Tony.

Steve chasqueó la lengua en desacuerdo—. Algunos dirían que eso acercó más a nuestro país a la guerra.

—Si no fuera por estas, no estarías aquí —dijo Tony sin rodeos—. Estoy tratando de, ¿cómo lo llamas? —señaló la caja—. Es una rama de olivo. ¿Así lo llamas?

Tony se sentó al otro lado de Lyanna, apoyó el codo en la mesa y se mordió una de las uñas con anticipación. Steve miró a su alrededor—. ¿Está Athena? No la vi.

—No, se quedó en casa con la bebé —dijo Tony—. Está...

—¿Embarazada? —asumió Steve.

—No, definitivamente no —respondió Tony rápidamente—. Dos hijas ya es bastante malo.

—Mamá no está contenta con él porque sigue llevándome en viajes de negocios —dijo Lyanna, antes de mirarlo indignada ante sus palabras—. Que grosero.

—Hace unos años, casi pierdo a Athena, así que destruí mis trajes y le prometí que me mantendría fuera de la pelea —dijo Tony—. Luego tuvimos que acabar con HYDRA y luego con Ultron. Fue mi culpa. Y luego, y luego, y nunca me detengo. Porque la verdad es que no quiero detenerme. No quiero perderla. Pensé que con los Acuerdos podríamos dividir la diferencia —Tony se echó hacia atrás en su silla y se puso de pie—. En su defensa, soy problemático. Todavía no sé cómo me aguanta.

—Con gran esfuerzo —respondió Lyanna.

—Papá era insoportable, pero él y mamá siempre hacían que funcionara —dijo Tony con un tono ligeramente amargo en su voz, como si envidiara a sus padres.

—Me alegra que Howard se haya casado —dijo Steve—. Solo lo conocí cuando era joven y soltero.

—¿En serio? ¿Se conocían? —preguntó Tony sarcásticamente—. Él nunca lo mencionó. Solo unas mil veces, quizás. Dios, te odiaba.

Steve miró a Tony con una mezcla de ofensa y arrepentimiento escrito en su rostro—. No quise dificultar las cosas.

—Lo sé, porque eres muy educado —respondió Tony.

—Si veo que una situación va a ir mal, no puedo ignorarla —afirmó Steve—. A veces me gustaría poder.

—No, no te gustaría —respondió Tony, y Lyanna se preparó mentalmente para el siguiente argumento.

Steve sonrió—. No, no me gustaría. A veces...

—A veces quiero golpearte en tu dentadura perfecta —finalizó Tony enojado.

Lyanna jadeó—. ¡Papá!

—Pero no quiero que te vayas —aclaró Tony—. Te necesitamos, Cap. No puede pasar nada irreversible, si firmas. Podemos legitimar las últimas 24 horas. Barnes será transferido a un centro psiquiátrico estadounidense en lugar de a una prisión Wakandiana.

Steve agarró uno de los bolígrafos, ponerse de pie y juguetear con el instrumento de escritura—. No digo que sea imposible, pero tendría que haber garantías.

—Claro —dijo Tony rápidamente—. Cuando se calmen los medios podemos modificar los documentos. Haría que ustedes y Wanda sean reincorporados...

—¿Wanda? ¿Qué hay con ella? —interrumpió Freya.

—Está bien. Está confinada al complejo —respondió Tony—. Vision le hace compañía.

—Dios, Tony —dijo Steve—. Cada vez que creo que ves las cosas correctamente...

—Son 40 hectáreas con pileta —dijo Tony—. Tiene sala de proyección. Hay peores formas de proteger gente.

—¿Protección? —preguntó Steve con incredulidad—. ¿Así es como lo ves? ¿Protección? Es confinamiento, Tony.

—Ella no es ciudadana estadounidense —dijo Tony en voz alta—. ¡Y no le dan visas a armas de destrucción masiva!

—¡Es una niña! —espetó Steve.

—¡Dame un respiro! —gritó Tony—. Hago lo que hay que hacer para evitar algo peor.

—Sigue diciéndote eso —dijo Steve, volviendo a colocar el bolígrafo sobre la mesa—. Odiaría romper el set.

Lyanna se volvió hacia su padre mientras Steve y Freya se alejaban, observando a Tony ponerse sus característicos anteojos teñidos de rojo, como si de alguna manera pudieran hacer que todo desapareciera. Alcanzando su mano, Lyanna apoyó la suya sobre la de él, tomándolo con la guardia baja.

—Oye, no te culpes por esto —dijo Lyanna—. No es tu culpa. 

—Lo sé, es solo que...

—Tú y Steve lo resolverán —le aseguró Lyanna a su padre.

Tony apretó la mano de Lyanna—. ¿Qué haría yo sin ti?

—Estrellarte y quemar —dijo Lyanna en tono de broma. 

—Ja, ja, —dijo Tony—. Muy graciosa. 

Lyanna sonrió—. Vivo para entretener.

Pasó el tiempo y Lyanna se encontró sola de nuevo. Su padre desapareció, presumiblemente para atender algún tipo de negocio, mientras que Lyanna permaneció en su asiento. No había nada que una chica pudiera hacer en un lugar como ese, así que mientras estaba sentada en su computadora portátil jugando un juego estúpido que descargó en línea, se encontró deseando poder dormir. Sus oraciones casi fueron respondidas y se habría desmayado en la mesa si no hubiera sido por el regreso de Steve y Freya.

Cuando se le preguntó por qué había hecho un regreso improvisado, Steve simplemente le dijo a Lyanna que Bucky estaba siendo interrogado. Lyanna apagó su computadora portátil, se dio la vuelta y miró las pantallas, notando que su padre estaba de pie junto a Natasha frente a ella. 

Mientras Lyanna miraba las pantallas, el evaluador entró y se sentó.

—Hola, Sr. Barnes —comenzó el doctor—. Me enviaron de la ONU para evaluarlo. 

Steve estaba de pie con los pies ligeramente separados y los brazos cruzados, una mirada concentrada en su rostro. Si Lyanna hubiera estado prestando atención a su rostro, habría visto las líneas de preocupación que comenzaban a formarse en los ojos de Steve y la forma en que las comisuras de su boca se movían hacia abajo cada vez que el evaluador le hablaba a Bucky de una manera que sugería que estaba hablando con un bebé. 

Lyanna estaba mirando las pantallas, pero sin importar cuál mirara, siempre tenía una vista de Bucky y el evaluador. Las cámaras estaban por todos lados, y estaría tentando su suerte si dijera que no estaban siendo vigilados en este mismo momento; miradas indiscretas siguiendo cada uno de sus movimientos, observando las reacciones de Steve a la evaluación actual.

—¿Le molesta si me siento? —preguntó el evaluador. Bucky no dijo nada, así que el hombre se sentó en un escritorio frente a la caja en la que Bucky estaba atrapado—. ¿Su nombre es James?

Sharon Carter apareció y le entregó a Sam una hoja de papel con una letra tan pequeña que Lyanna apenas podía descifrarla—. El recibo de tu equipamiento.

Sam miró el papel y frunció el ceño—. "¿Traje de pájaro?" Por favor.

—Yo no lo escribí —dijo Sharon, sonriendo.

Sharon miró a su alrededor para asegurarse de que nadie estaba mirando, se inclinó hacia la consola "restringida" y presionó un botón, iluminando la pantalla sobre la cabeza de Steve. Esto les dio a los cuatro una mejor vista de lo que estaba sucediendo.

—No estoy aquí para juzgarlo —le aseguró el evaluador a Bucky—. Sólo quiero hacerle unas preguntas. ¿Sabe dónde está, James? —Bucky, de nuevo, no dijo nada, mirando directamente a sus rodillas. El evaluador se mostró imperturbable—. No puedo ayudarlo si no me contesta, James.

Bucky finalmente miró hacia arriba, y cuando habló, su voz era ronca—. Mi nombre es Bucky.

Mientras continuaba la evaluación, Lyanna deslizó su asiento hacia la mesa y recogió las imágenes que estaban allí. Mostraban a Bucky, con un pasamontañas negro pero, no obstante, sus rasgos eran discernibles, caminando hacia una camioneta, con los ojos fijos directamente en la cámara. Steve perdió su interés en la pantalla y miró por encima del hombro de Lyanna, tomando la imagen de ella suavemente.

Para ser una quinceañera, Lyanna era perspicaz y pensó que tal vez algo no cuadraba. Después de años de cabos sueltos y "sí" y "tal vez", había aprendido a dibujar todas las soluciones posibles, y en este momento su mente estaba corriendo a un millón de kilómetros por hora, todo por esa imagen que no coincidía.

—¿Por qué las Fuerzas Conjuntas publican esta foto para empezar? —preguntó Steve con curiosidad.

—¿Correr la voz, involucrar a tantos testigos como sea posible? —sugirió Sharon.

—Claro —dijo Steve—. Es una buena manera de sacar a alguien de su escondite. Detona una bomba y te tomarán una foto. Tendrás siete mil millones de personas buscando al Soldado del Invierno.

—¿Qué? ¿Estás diciendo que alguien lo incriminó para encontrarlo? —preguntó Lyanna.

—Steve, buscamos al tipo dos años y no encontramos nada —respondió Sam.

—No bombardeamos la ONU —señaló Steve—. Eso llama la atención.

—Sí, pero no garantiza que el que lo incriminó lo atrape —afirmó Sharon—. Garantiza que nosotros lo hagamos.

Lyanna jadeó—. ¡Eso es lo que querían!

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Freya.

Lyanna levantó sus manos—. Esto va a sonar completamente absurdo, pero escúchenme. Sharon dijo que garantiza que los federales atraparán a Bucky, ¿verdad?

Steve, Sam y Sharon asintieron.

—Entonces, quizás lo hicieron a propósito —dijo Lyanna—. Al sacar a Bucky de su escondite, todo el mundo está en alerta máxima. ¿Y si lo hicieron para que todos estuvieran pendientes de él? ¿Y si lo hicieron porque sabían que no lo iban a atrapar? ¿Qué pasa si todo esto es una trampa y lo hicieron para que Bucky no pudiera correr? Míralo, atrapado e indefenso ahí dentro. No se necesitaría mucho para sacarlo.

—Sí —dijo Steve, mirando la pantalla atentamente. Las palabras de Lyanna parecieron resonar dentro de él y sus ojos se clavaron en los de ella—. Eres más inteligente de lo que todos te dan crédito.

—Dime, Bucky —comenzó el doctor, su mano moviéndose a través de la página mientras escribía notas en el papel—. Has visto mucho, ¿no?

El ceño fruncido de Bucky se profundizó—. No quiero hablar de eso.

Lyanna tomó su computadora portátil, abrió un navegador web y escribió el nombre del hombre que estaba interrogando a Bucky. Mientras se desplazaba por los resultados de la búsqueda, el interrogador siguió hablando.

—Temes que si abres la boca, los horrores no paren nunca —sugirió el evaluador, inclinándose hacia adelante con un brillo en los ojos—. No te preocupes. Sólo tenemos que hablar de uno.

La computadora portátil de Lyanna se tildó, la pantalla siseó antes de volverse negra.

Y luego todas las pantallas y las luces de las instalaciones se apagaron.

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