Capítulo VII

Un villano de temer

El celular de Jack no paraba de sonar en el bolsillo de su chaqueta. Lo tomó en su mano y atendió la llamada al ver que era Mackenzie Reynolds.

—Reynolds —contestó atrapando el aparato entre su hombro y su oído izquierdo.

Eran las seis de la tarde y Jack estaba cepillando los asientos en el estacionamiento del Departamento de Policías de Detroit; habían comido donas en su tiempo libre y las migas se esparcieron por todas partes. O'Bryan estaba anotando algunas cosas en un cuaderno, sobre el techo del coche.

Tanta paz solo presagiaba una gran tormenta. Ese mañana se hicieron un par de emparedados de queso con un vaso de jugo de durazno y se dieron una ducha, juntos, piel con piel, diciendo tonterías en relación a la noche anterior; jugando de mano como dos adolescentes enamorados que buscaban molestarse entre sonrisas. Luego se vistieron y Jack condujo hasta el trabajo en su querido Firenza. Se subieron al patrullero e hicieron diferentes recorridos, sin encontrar nada interesante más que denuncias, peleas callejeras y conflictos entre vecinos. Clyde insistió en dar una vuelta por el barrio del almacenero impertinente, porque quería asegurarse de que todo estaba en orden. Se encontró un grupo de niños que jugaban baloncesto y se bajó a saludarlos, jugó con ellos unos minutos mientras Jack se encargaba de atender la radio y luego les dio un discurso sobre ponerle empeño a su educación para que pudieran valerse por sí mismos algún día y no convertirse en delincuentes. Al terminar volvieron al estacionamiento, sin mencionar nada con respecto a lo que había entre ellos. Algo le decía a Clyde que Jack había cambiado su zona segura; estaba manso como un perro doméstico, ni siquiera se había insinuado ni una sola vez desde que dejaron el apartamento.

Tengo que hablar contigo, a solas. Sube a mi oficina en cuanto puedas —dijo ella con seriedad.

—Bueno... Voy enseguida, subiré en cuanto termine de limpiar el coche —explicó.

Te espero —contestó y cortó la llamada.

Clyde lo miró con curiosidad, pidiendo algún comentario sobre la llamada.

—No es nada, Reynolds quiere decirme algo y quiere que suba a su oficina.

Jack guardó el celular un poco nervioso y asustado. Esperaba que fuera para hablar de los ascensos que se rumoreaban, sin embargo otra parte de él pensaba en todas las situaciones que se habían generado en el estacionamiento. Se sentía culpable de estar omitiendo todo lo que estaba pasando con quien era su mejor amigo de la infancia. Además, desde que puso en funcionamiento su celular, tenía discusiones bastante acaloradas con Rachel sobre el divorcio y su hijo. Eso estaba taladrando su mente. Quería apagar el aparato, ignorarlo o bloquearla y no podía, tenía miedo de no contestar y que ella lo pusiera peor. Esperaba por su abogado, quien todavía no se comunicaba con él por el asunto del divorcio. También esperaba tener su día libre para poder hablar con su madre. No mencionaría a Clyde, eso podía esperar. Salir del closet no era una prioridad en un momento tan delicado, su padre lo aterraba. Siempre lo había mirado con orgullo, pensar en perder eso le revolvía el estómago. Luego miraba a Clyde, pensaba en la noche que había pasado con él y se mordía los labios; se sentía sexualmente satisfecho por primera vez en muchos años. No solo lo llenaba como amigo, sino como amante.

—Reynolds... —llamó con timidez desde la puerta entreabierta de la oficina.

—Entra, Tucker, y cierra la puerta por favor —contestó ella, que estaba ordenando unos portafolios de plástico en un librero.

Jack entró obedeciendo al mandato de su vicejefa. Se sentó en la silla y esperó que terminara. El silencio era pesado e incómodo. Cuando Mackenzie acabó de guardar todo, arrastró su silla de escritorio y se sentó frente a él.

—Jack... —inició y a Jack se le secó la boca. Cuando ella lo llamaba por su nombre era porque le hablaría de algo personal, en el plano de la amistad que compartían. Su mirada estaba repleta de preocupación—, ¿no tienes nada que decirme?

El hombre frente a ella titubeó y bajó la mirada.

—¿Te llamó mi esposa, Macky? —Reynolds agachó la cabeza y negó, sin embargo Jack continuó para desviar cualquier otro tema—, porque si es por eso, sí, me voy a divorciar de ella. Nuestra relación se fue a la mierda hace tiempo, decidí que...

—Jack, ¿tienes una relación con O'Bryan? —interrumpió ella en voz baja.

Jack tembló, enmudecido. No contestó, tenía los ojos abiertos como platos y sus pupilas temblorosas se humedecieron.

—Eso no es justo... —musitó y se cubrió la boca, molesto—. No es justo que me lo preguntes así. No dejé a mi esposa por O'Bryan, esto es algo que... ¿cómo...?

Jack dejó escapar un par de lágrimas y de inmediato las barrió con su mano. Estaba temblando. Se sentía desnudo, débil. Sin embargo, Mackenzie puso su mano sobre la pierna de Jack y le dio un apretón firme, mirándolo fijo.

—Hey, a mí no me importa. ¿Oíste? No me importa —enfatizó—. No cambia nada entre nosotros. No te hace menos hombre, o peor policía, o peor persona. ¿Me estás escuchando? —Jack alzó el mentón sorprendido y asintió—. Lo único que me interesa es que no te perjudiquen ni anden de habladurías por ahí. Mason fue quien me vino con el chisme porque parece ser que te vio en el estacionamiento.

—No puede ser... Justo ese hijo de puta... —Se peinó el cabello hacia atrás con ambas manos, bufando—. Ahora sí que va a hacer de mi vida un infierno...

—Le dije que si hablaba se quedaría sin trabajo, pero igual no considero adecuado que estés intimando en el trabajo. Haz lo que quieras con O'Bryan pero donde corresponda. Aquí son compañeros de trabajo y no quiero que vuelva a pasar.

—No sé qué decir... —contestó Jack.

—¿Por qué no hablamos de todo esto? No me dijiste nada qué te ibas a divorciar. Y cómo es que tú y O'Bryan llegaron a... —gesticuló con las manos para no decir lo obvio—. ¿De repente te diste cuenta que eras homosexual?

—No, Reynolds —chistó y se inclinó hacia adelante—. A ver, no tengo nada en contra de los gays. Me estuve preguntando eso hace un par de días cuando todo comenzó, pero me gustan las mujeres. Supongo que... soy bisexual, ¿así se dice cuando te gustan las dos cosas? —Mackenzie se encogió de hombros indicando ignorancia en el tema—. Es decir, todavía me gustan las mujeres, no me dejaron de gustar, pero me gusta O'Bryan. Me gustó haber... —Asintió con la cabeza sin poder continuar la oración por vergüenza—. Ya sabes. Me gustó. Él me gusta como hombre.

—¿Y por qué te vas a divorciar de Rachel si no es por él? No entiendo esa parte —Se cruzó de brazos.

—No te voy a mentir. O'Bryan me está colocando en una posición en este momento de mi vida donde estoy cediendo ante lo que siento por él. Pero llegó en medio de mi crisis con Rachel. Ella se estaba tornando agresiva y posesiva. Me estaba desgastando. Y todo se mezcló. Quizá si mi relación con Rachel hubiera estado mejor, él la hubiera deshecho; no voy a ser caradura y decirte que él no me atrajo mucho más que ella.

—Cuidado, Jack, porque todavía estás casado y ella tiene las de ganar si descubre tu relación con O'Bryan. En este momento él está en posición de amante y ella podría demandarte por adulterio y eso te pone una posición desfavorable en el juzgado —comentó Reynolds y se cruzó de piernas, examinando sus botas de cuero.

—No lo había pensado. Me estoy quedando en su apartamento y solo me expuse en el estacionamiento. De todas formas ahora Mason lo sabe y va encontrar el modo de decirle a todo el mundo que soy un... puto, marica, o lo que se le ocurra.

—Veremos que no —contestó ella—. Vete a casa, Jack, trata de descansar.

La ventana de la habitación estaba a medio cerrar; las luces de la ciudad se filtraban y se reflejaban en las gotas de sudor de la espalda desnuda de Jack, quien tomaba nuevamente a O'Bryan, esta vez sobre la cama, hundido entre las sábanas blancas que se enredaban en sus piernas, de frente para verlo a los ojos y besar su boca que sabía a caramelo por un postre delicioso que comieron luego de la cena. Clyde se lo había traído desde una confitería que estaba en su recorrido habitual, un budín de pan que era un carnaval de sabores. La idea inicial era ver una película, la cocina quedaría para lavar por la mañana, sin embargo, cuando O'Bryan besó a Jack en el sillón, la química hizo lo suyo y los planes se pospusieron. Ambos tenían la ilusión de hacerlo por primera vez en la cama, con el aire acondicionado encendido para que el frío no los fastidiara; al desnudo y con la comodidad del colchón mullido, que nada tenía que ver con la superficie dura del sillón. Jack fue rudo, embestía con ganas porque Clyde no emitió queja alguna, solo gemía extasiado aferrado a su espalda, con ganas de más violencia.

A las dos de la madrugada ambos estaban tendidos sobre la cama cubiertos por una fina manta polar, todavía despiertos.

—¿Has podido comunicarte con algún abogado? —preguntó Clyde acariciando el pecho desnudo del morocho.

—Sí, ya tengo uno. Pero dijo que era un caso perdido el pelear por la tenencia de Lucas, a no ser que su madre tenga una enfermedad mental que la incapacite, tenga historial de maltrato hacia él, o consuma drogas y cree un ambiente inadecuado para la educación o crianza del niño. Con el asunto de... los golpes, el acoso y todo lo demás, no voy a ganar nada sin testigos; es mi palabra contra la suya. Así que dará inicio al proceso, enviará la solicitud y si ella no quiere darme el divorcio; pues... haré uso de la causal de separación de cuerpos, aunque en ese tiempo será un infierno ver a Lucas... —Hizo unos segundos de silencio, pensando en su hijo—. Él tenía diez meses cuando llegué a la vida de Rachel, ¿sabés? Un año y dos meses después me casé con su madre. Soy su padre; él no conoce a otro hombre como su padre.

—Y seguirás siendo su padre, deja de atormentarte —Se acercó para abrazar su pecho y apoyar la cabeza en su hombro—. Puede que ahora ella se comporte como una loca, pero eso no será para siempre. Tienes derechos.

—Sí... —Acarició el hombro de Clyde—. Gracias, Clay... por todo.

El aludido sonrió y se acurrucó, se moría por decirle que lo amaba, que estaría con él en los momentos más difíciles, pero era demasiado pronto. No sabía si él sentía lo mismo o si quería oír semejante confesión. Sería como atropellarlo con sus sentimientos; así que se quedó en silencio, acariciando su piel con la yema de los dedos.

El reloj marcaba las siete y cuarenta de la mañana cuando caminaban uniformados al patrullero, con las camperas cerradas hasta el cuello para mitigar el frío.

Jack revisó su celular para ver la hora y encontró un mensaje reciente sin abrir, de Rachel. Ya se veía venir otra discusión, otro nuevo intento de "solucionar el problema", en cambio leyó:

"Lucas te extraña esta preguntando donde esta su papa. mas alla de lo q este pasando con nosotros podrias venir a pasar un rato con el. primero está el niño no voy a hacerte un problema".

Clyde estaba parado del lado del acompañante listo para subir cuando lo vio comenzar a escribir un mensaje.

—¿Es ella de nuevo? —preguntó.

—Sí, dice que vaya a ver a Lucas, que no me hará ningún problema.

—Quiere verte y seguramente va a intentar hablar contigo de buena manera. ¿No lo ves? Quiere usar al niño como un puente entre ambos porque debe pensar que todavía la quieres y que tiene oportunidad de...

—¡Hey! Basta. Todavía la quiero... —Clyde enmudeció y bajó la mirada ante la de Jack, que lo observó con seriedad—. No odio a Rachel, no me obligó a casarme con ella. Lo hice por amor. No te equivoques conmigo, fueron tres años de matrimonio y cuatro y medio de noviazgo. Pareces una novia celosa queriendo llenarme la cabeza.

O'Bryan abrió la boca para decir algo, dolido e indignado, pero no supo qué contestar. Jack todavía escribía su texto, con la vista fija en la pantalla. Estaba confundido, ¿qué le había querido decir con que todavía quería a Rachel? Su castillo con Jack se desmoronó de una patada. Abrió la puerta del coche y se metió, dando un portazo al cerrarla.

Jack cerró los ojos lentamente al sentir el portazo, supo que había hablado sin pensar. Guardó el celular y entró al coche. Clyde miraba hacia afuera mordiéndose las uñas, lo observó de reojo.

—Clay... —llamó.

—¿Hn?

—Quizá no me expresé de la mejor manera...

—No, fuiste un cretino —contestó a secas.

Jack solo asintió.

—Lo que quise decir es que los sentimientos no desaparecen de un momento a otro, no es así de fácil... —inició.

—Lo sé.

—Si lo que te preocupa es que vuelva con ella, no lo haré... No estoy teniendo un desliz contigo hasta que el enojo entre Rachel y yo desaparezca, te estoy eligiendo.

Clyde lo miró a los ojos aún molesto.

—No vas a tener sexo esta noche —dijo y volvió a ver por la ventana.

Jack se rió por lo bajo, mordiéndose los labios.

—Bien —contestó enternecido por la actitud de su compañero.

—Bien —repitió y sin que el otro lo pudiera ver, se sonrió de lado. 

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