Capítulo 2: 💙{Sombras convergentes}💛


「🌗」—[Una semana después]—「🌗」



Saltando por los tejados ante la pálida luz de un día nublado, Misthia se precipitaba tras las pisadas resonantes de Stain mientras patinaba entre vallas y rellanos medio oxidados para poder alcanzarlo cuanto antes sin tener que activar las cuerdas que visualizaba con sus agudos sentidos de asesina. Se había hospedado bajo su techo un tiempo, hasta el día de la reunión de los diversos invitados de la Liga, para no ser perseguidos ni atrapados infraganti por las autoridades locales: afortunadamente, luego de la tormenta, la calma llegó a sus días y pudieron transcurrir en completa tranquilidad sin socializar demasiado entre ellos por sus conflictivos principios. No demoraron en descender de los edificios, camuflarse con los transeúntes como sombras redundantes y bajar por unas escaleras hasta dar con la puerta de la sede donde los citaron.

Giran se presentó bajo el umbral tras tocar un puñado de veces el tablón principal, un hombre de aspecto reservado que trabajaba como mediador con los criminales desalmados contratados para sus filas. Su cabello de plata bruñida estaba recortado a la derecha en un flequillo pendiente sobre unos ojos estrechos que vigilaban cada uno de sus sutiles movimientos, por detrás de unos lentes redondos, por encima de una perilla horrenda que apestaba a alcohol y un cigarrillo que colgaba de una sonrisa a la cual le faltaba una paleta superior, como una rendija que no daba lujos a la imaginación. Vestía una chaqueta lila y unos pantalones a juego, junto con una bufanda esponjosa que debería ser excesivamente calurosa en un rincón tan sombrío y horrendo como lo era aquel. El tipejo alzó las cejas, frunció el ceño y saludó como todo vago haría solamente con el dorso de la mano sin extender los dedos.

—Llegáis tarde —les dijo, sin molestarse realmente, mientras le daba una calada al cigarrillo, lo tiraba al suelo y lo aplastaba con los tacones de sus zapatos hasta extinguir la mecha—. El resto de becarios para la Vanguardia ya han sido fichados oficialmente, y os aseguro que la mayoría son fanáticos de los asesinatos por justicia que habéis estado cometiendo en el último tiempo. Os caerán bien, eso seguro.

—Pues esperemos que sea verdad —confió Misthia, adentrándose por ella misma sin esperar mayores implicaciones o alguna invitación del mayordomo de la casa. Stain se situó a su espalda, sin perderla de vista, y de reojo pudo notar que Giran sonreía ante su inepta presunción—. ¡Bueno, bueno! ¡A ver qué tenemos aquí...!

Las lámparas alumbraban la estancia con una luz atenuada que rondaba por cada recoveco como lunas difuminadas en un mar calmado. Había taburetes acolchados sobre un suelo de ajedrez, una larga barra y cientos de licores apostados en repisas y estantes al otro lado; había alguna vasija de textura italiana, cuadros renacentistas en las paredes, simbolizando el descubrimiento de una nueva era, como lo eran La Última Cena de Leonardo da Vinci o El Nacimiento de Venus de Botticelli: había un radiocasete de hace siglos, de aquellos inundados de colores variopintos, y un montón de nuevos reclutas para la causa. Tomura Shigaraki era de hecho quien ocupaba uno de los asientos, como un trono, sin siquiera dirigirles todavía la mirada, pues estaba bebiendo una copa de vino.

Ajustaba cuatro de sus dedos desnudos en torno al cristal: su cabello lacio parecía una capa de polvareda gris y sus ojos de carmesí se asomaban bajo una máscara con forma de mano que tapaba la mayoría de su rostro como si fuera una mascarilla facial. Por otro lado Kurogiri seguía viéndose como una figura erguida compuesta principalmente de humo, y llevaba un traje de mayordomo mientras limpiaba los platos en el fregadero.

—Parece que al fin han llegado, menos mal —dijo el líder de la Liga de Villanos, con un tono airado y despreocupado, separando las piernas que tenía cruzadas bajo la barra y girando las caderas sobre el taburete para plantarles una mirada acérrima que les penetraba el alma. Los estaba juzgando de arriba abajo. Misthia contuvo los nervios cerrando los puños y alisando los pliegues ligeros de la falda negra, descubriendo su cabello dorado y unos ojos oliváceos tras la capucha que irradiaban pureza—. Muy bien, podéis presentaros formalmente. Después de juzgaros, ya veré si os doy un nombre.

A su alrededor, el resto de miembros recientes esperaban con ansias su respuesta. Aunque, para su sorpresa, pudo reconocer a más de un rostro conocido que había provocado miedo en las calles durante las últimas semanas: Spinner, un mutante rebelde con piel de lagarto que se vestía idéntico a Stain; Mr. Compress, un mago enmascarado arropado con los sortilegios robados de sus famosas manos de ladrón; Moonfish, un psicópata atado a una camisa de fuerza que había causa múltiples destrozos en las carreteras mientras escapaba también de los brazos de la ley; y Lighter, aquel que asesinó a su maestro... También pudo visualizar a una especie de colegiala de ojos saltones y cabellos rubios revoltosos que la miraba emocionaba, cuchillo en mano, como si aquello resultara excitante por algún complejo motivo que prefería no destacar. También pudo vislumbrar a un tipo gigantesco embozado por una túnica verde, pero los brazos brillaban precisamente por ser abultados junto al haz escarlata que resplandecía por debajo de sus cejas encrespadas. También pudo ver a una clase de hombre de cabello largo cayendo a los lados y barba tupida, esgrimiendo un martillo que colgaba sobre sus hombros, a otro joven de cabello azabache y con la mitad de su cuerpo, sobre todo la mandíbula, grapado por piel cicatrizada o calcinada, y a un pobre tipejo muy alterado que iba completamente recubierto por un traje de tela gris. Más tarde descubriría que aquellos últimos, en orden, se llamaban Himiko Toga, Muscular, Magne, Dabi y Twice.

Pero antes de eso, desde su extravagante perspectiva, algunos se veían más amenazantes y fieros que otros simples locos. Las cuerdas no se agitaban en trémulo, así que debería de estar bien comenzar tosiendo para presentarse adecuadamente. Misthia se adelantó primero, sin sacarse ningún cuchillo de la manga para ir ganando su fe.

—Tengo muchos nombres, pero los nombres no hacen justicia. Solo las acciones pueden saldar las deudas —dijo, sin ton ni son, creyendo totalmente en su causa—. Algunos me llaman Misthia, cómo sabréis.

—¿Y qué puedes hacer? Tus habilidades no son precisamente famosas.

—Puedo predecir el curso de los acontecimientos siguiendo unas reglas determinadas por unas cuerdas, que ahora mismo están aquí, junto a nosotros, flotando en una nada invisible —confesó, sin llegar a explicar aquel extraño poder que despertó durante su enfrentamiento con Stain, quien, a su vez, no se vio ofendido por ocultarlo de aquellos villanos. Mostrar sinceridad cimentaba confianza mutua, cierto, pero no sabían hasta qué punto Tomura los quería para su escuadrón, y era mejor reservarse algunos detalles para más adelante en caso de necesitarlos. Continúo ante el interés haragán de los villanos y la ceja alzada del líder—. Las cuerdas nunca se equivocan y siempre llevan al mejor destino entre todos los senderos posibles. Además, tengo grandes aptitudes de infiltración, actúo que no veas, y también puedo recopilar información muy fácilmente. Soy un regalo para la Vanguardia.

—No está mal... —Tomura desplazó su vista hacia Stain—. ¿Y tú qué? ¿Qué puedes hacer?

Stain, tras su traje militar, sus vendas blancas con retazos rojos, hizo el ademán de sacar a relucir el filo rutilante de su espada apuntando hacia el techo. Su mirada, intensa, escondía más secretos de los que revelaba y su cabello enmarañado se agitaba como una corriente negra de serpientes que surcaba su espalda.

—Eliminar a los falsos. Esa es mi afición.

—¿Nada más?

—Es más que suficiente. Un héroe me enseñó una vez que, cuando tratas con criminales, debes ser todo lo honesto que puedas —dijo el Asesino de Héroes, retirando la cuchilla a la funda que colgaba detrás de su hombro, pero no del todo—. No soy tan idiota como para descubrir mi quirk delante de un grupo que, bien, podría asesinarme a la primera de cambio.

—Entiendo... —Tomura, por segunda ocasión, les juzgó de arriba abajo con su amplia mirada de entrevistador mientras los demás miembros de la nueva Vanguardia murmuraban o intercambiaban breves palabras entre ellos. Más tarde se recostó sobre la barra con el codo, tomó un sorbo de su preciado licor y cuando terminó azuzó la copa entre sus dedos mirando la marea licuada de uvas—. ¿Sabéis? En Venezuela existe una leyenda de un demonio muy anciano, que silva y silva, que se lleva a los borrachos menos maduros en un saco y, perseguido por una jauría de mastines rabiosos, arrastra sus huesos por los campos sin conocer el cansancio. Él susurra, siempre consciente, y descuartiza a quienes no son cautos. Y por eso os digo que uniros a la Liga podrá ser como meteros en ese saco. Os curaremos si hace falta, pero no me haré responsable cuando os maten, y seréis en todo momento mis piezas.

La mestiza griega se encogió de hombros, sin desviar ni entornar la mirada al suelo.

—No me preocupo, entonces —manifestó dibujando una sonrisa tenaz—. Sé que las cuerdas nos guiarán.

—Oh, ¿sí? —Alzó una mano, iniciando el fuego—. ¿Y por qué no nos haces una demostración, Misthia?

Las cuerdas celestes, tal y como sospechaba, se alinearon alrededor suyo en un estado de puro pavor y se concentró en centrar correctamente los movimientos y el torno petrificado de villanos que la rodeaba. De refilón, pudo desenfundar una daga a la altura de su hombro, girar sobre sus propios talones e identificar una sombra distante y cercana al mismo tiempo que trató de empalarla por la espalda con un ataque a traición que soltó una lluvia de chispas plateadas; y, acto seguido, las cuerdas espolearon su reacción y logró esquivar una ráfaga de fuego cristalino que a punto estuvo de incinerar sus mechones o su capucha, y casi alcanzando por accidente a la primera agresora. Toga retrocedió apoyando las suelas contra el pomo de puerta y la embistió nuevamente, para ser recibida por un puntapié en plena boca del estómago que la derribó en seco al suelo, pero su sonrisa de zorra no se vio lastimada ni una gota. La escuchó toser, al tiempo que confrontaba a Dabi y ensanchaba su mueca de felicidad. Misthia observó, con su corazón amartillado, las llamas extinguiéndose en aquel brazo grapado que ya atesoraba putrefactas cicatrices, y se puso en calma cuando las cuerdas dejaron de advertir el peligro.

Un fuerte aplauso resonó en la estancia.

—Enhorabuena, parece que no mentías —Tomura sonó honesto, a medias tintas—. Puede que tus reflejos nos sirvan mejor que cualquiera otra cosa. Por mí, estás dentro.

—Menos mal —suspiró, sin soltar la picardía de su semblante—. Es la peor entrevista en la que he estado, y eso no lo digo siempre.

Cruzó la pasarela de luces nocturnas que se formó únicamente en su mente hasta el taburete vecino del jefe, atribuyéndose la victoria como una diva, se dio un lujazo reposando las piernas, se acomodó cuadrando adecuadamente la espalda, husmeó el dulce y áspero sabor del licor que impregnaba el aire en volutas, que resultaba ser vino de uvas tal y como había temido, agarró la copa del asidero cual cuchillo cautivado por sangre espesa y bebió, rellenando con tales sabores sus papilas gustativas y con un fragor picante descendiendo por su garganta. La Liga había dilucidado cada movimiento sin disimulo y con aprobación, tras su galante espectáculo. Mientras, Stain descuadraba la mandíbula sin siquiera desentonar todavía su guardia alta.

No culpaba su desconfianza. Era un asunto difícil, para muchos, pero ella sabía bien lo que hacía, siempre y cuando las cuerdas no volvieran a traicionar sus costumbres como la última vez con Ingenium.

Desde pequeña había sido así, realmente: una rarita, como dirían algunos tantos desgraciados, que disfrutaba con el precio de un buen juicio a su modo de verlo. Su madre más de una vez le había inculcado que dicho don era mejor conocido por el nombre de una maldición, que no debía confesárselo a nadie, que no podía hablar de aquellas líneas de enredaderas sinuosas que iban recorriendo el presente hasta un futuro distante si quería preservar su paz, como cuando Hermes o Prometeo se metían en juegos macabros con dioses mayores a sus primeras edades y todo les terminaba costando un hígado como mínimo. Su padre, en cambio, estudió el ciclo de la Tierra y de los seres que la habitaban junto a un valioso compañero suyo de I-Island, creando modificaciones genéticas en los cuerpos, con él como un primer sujeto de pruebas que salió exitosamente bien. Y aun así, Tama jamás sintió ni una verdadera gota de aprecio por sus padres..., bueno, ¿quizás sí?, ¿quizás por mostrar compasión mientras cuidaban de su sana alimentación? Ciertamente no lo sabía, pues Juan Levante les arrebató la calma de aquellos días precediendo a una augusta tormenta. Aquel héroe y asesino significó mucho más para ella a partir de ese día por entrenarla y no tratarla como una bruja endemoniada, como hacía otros niños de su edad.

Alguna vez le devolvería el favor a su legado, ese tal Draco Levante que quedó tercero en el Festival Deportivo. Ya era mucha coincidencia oír de él, y que, encima, se topase con una foto de la piel escamada de dicho joven sobre la barra del bar donde descansaba Tomura le provocó más curiosidad. Le echó una ojeada.

—¿Te parece guapo? —dijo de repente una voz chillona a su espalda. Himiko Toga al aparato—. A mí no, pero Tomura dice que sangra mucho porque se esfuerza mucho. Estoy deseando clavarle un cuchillo y cortarle los brazos para beber de sus venas.

Tama torció las cejas y ni le dedicó una mirada rotunda a su nueva compañera de colmillos afines.

—¿En serio? ¿Y no sería mejor matar a la familia y luego incendiar su casa? —cuestionó en alto, con voz de discrepancia que solo atrajo más miradas cautelosas de los reunidos—. Bueno, es lo que haría yo. Me lo debe.

—¿Por? ¿Conoces a Draco Levante de algo? —El dependiente, Kurogiri, se atrevió a soltar de golpe. Misthia tosió aclarándose la garganta y depositando la fotografía de vuelta en la barra.

—Personalmente, no. Familiarmente, esa es otra cuestión. —Se cruzó de piernas, una encima de otra—. Su padre me entrenó, mató a los míos, y después me abandonó en un orfanato que acoge niños de origen extranjero que hayan nacido en estas tierras. Así que, sí, muy considerado. Su vástago será majo y todo lo que quieras, pero si el padre no está, alguien debe pagar.

—Vaya, qué pequeño es el mundo —confesó una voz de repente.

Misthia ladeó la cabeza y acentuó sus orejas para escuchar el eco metálico atrofiado en la garganta de aquel asesino que le quitó su trabajo, y decidió reprimir su constante marea de ira por el momento. No era buena idea forjar enemigos, sino trazar alianzas dentro del grupo, y prefería considerar a aquel ladrón de justicia su fiel compañero antes de clavarle cualquier puñal en el cuello. El pesado traqueteo de las pisadas acorazadas rechinó junto a las piezas del suelo justo cuando se plantó en el taburete de al lado y ojeó la ficha con la imagen de Draco.

—Yo también quiero matarlo —citó Tomura al flanco opuesto, mientras Lighter abría unos engranajes como tiras de hojalata bajo su casco ennegrecido y las venas de su cuerpo se iban mitigando, para asomar levemente una sonrisa cerrada por varias estrías que pidió un buen licor al camarero. Recibió su oferta y bebió sin enseñar la cara—. Me recuerda a mi padre.

Lighter terminó su tarea y contuvo un eructo entre sus dientes hirvientes.

—Ya... Mi hermano no era el mejor ejemplo criando niños, lo recuerdo bien. —apuntó a decirle amargamente y continuó el acto fumando un cigarrillo, que expulsó unas volutas de humo gris y las esparció por el lúgubre ambiente del bar. Quiso taparse los orificios nasales, pero allá dentro debía ser respetuosa y aspirar aquella peste que tanto le solía desagradar—. Te instruyó para pelear con armas de largo y corto alcance, ¿verdad, Misthia? Me habló de ti más de una vez, admiraba tu determinación. Tuvo una época persiguiendo sectarios por medio mundo y dejando huérfanos por doquier. Estás loco, le decía yo constantemente, pero no me hacía ni puto caso, que el muy inútil seguía y seguía desatando su rabia contra padres y madres afiliados a los Buscadores del Ser. Y luego entrenaba durante horas a Draco hasta hacerlo toser, aunque el niño parecía tan entusiasmado con la lluvia de sueños que le idolatraba su padre que en verdad no es de extrañar. Al fin, en parte, lo entiendo. No sé cómo hubiera reaccionado yo en su situación. El miedo nos ciega la mente, rompe la cordura y la agrupa en un conjunto de inseguridades.

—A mí me lo vas a decir..., tío —concluyó Misthia, enjugándose los labios con otro sorbo—. ¿Te puedes creer que a veces me ponía chalecos antibalas y me disparaba a bocajarro para acostumbrarme al retroceso del impacto? Me dejaron moretones.

Una risa amortiguada se les escapó a ambos. Tomura los examinó, extrañado.

—¿Qué broma es esta? ¿Esto es una especie de reunión familiar y no estábamos ni enterados en la Liga? —Otro compañero, Misthia creyó que era Twice, quiso meterse en el embrollo sacudiendo los brazos y aludiendo entre argumentos que ojalá él también estuviera involucrado en el historial criminal de la familia Levante. Otras veces se lanzó algún corte a sí mismo—. De todas formas, Misthia, el maestro me ha prohibido matarlo por el momento. Al parecer, tu odiado Fénix estuvo trabajando para él y quiere aprovecharse un poco del chico. —La rubia quiso pestañear con los labios para interrumpirlo, pero no pudo—. Si quieres lastimarlo profundamente, habla primero con él. No creo que hacerle daño le moleste mucho. Si no, puedes descargarte con este otro de aquí. Es igual de injusto que All Might.

Se parece a la Ladrona de Jade, pensó, examinando los ojos de esmeraldas bajadas en ríos de jade de aquel pobre chico que había sido fijado como objetivo por la Liga. Y de pronto, otro pensamiento ocupó su memoria.

—Espera, ¿no eres el líder? ¿Y quién se supone que manda aquí...?

—¿Alguien hará el favor de decirme si estoy reclutado, o qué? —la cortó Stain, quien todavía los analizaba cuidadosamente desde el umbral. Tomura se giró hacia él cabeceando hacia un lado como un perezoso.

—¿Quieres unirte? —le dijo con voz amarga.

—No mucho, la verdad. —Se llevó la mano al cuello para rascarse el torso. Su voz, en cuestión de rictus, parecía imperturbable y hasta cierto punto molesta—. No me gustaría que matéis a quienes no se lo merezcan, como All Might por ejemplo; que, por cierto, fue uno de vuestros primeros objetivos, involucrando a toda una clase de jóvenes estudiantes que aún estaban a tiempo de seguir por un buen rumbo. Si sois justos, tal y como decís, ¿cómo lo explicas?

—All Might es un cretino violento que emplea sus puños para el beneficio de quienes más le interesan. Se lo merecía. —Volvió la mirada a su copa y jugó con el licor de moras.

—No existe un mundo donde el ser humano carezca de violencia. Es un bien necesario para la sociedad, nos guste o no —insistió el Asesino de Héroes, retrocediendo cautelosamente—. Lo que deberíamos contrarrestar es la crueldad que expresan algunos de esos héroes, los abusos de autoridad y las locuras que cometen por sus cínicas ambiciones. ¿No te parece eso mucho más interesante?

—En cierta medida, sí, pero no. —De repente, aplastó la copa entre sus lánguidos dedos y los cristales como esquirlas rebotaron o se clavaron en su piel mientras el licor se derramaba en brazos de sangre caliente. Tomura Shigaraki, tan sádico como sólo podía serlo él, sonrió lamiéndose los trozos que se vieron envueltos en su guante y los fue retirando a dentadas de uno en uno, mientras Stain forzaba una mueca hastiada. Misthia y algunos nuevos miembros también contuvieron jadeos ahogados de la sorpresa—. Estás argumentando que repartir palizas, masacrar y torturar por el bien común es realmente un bien común. Pues déjame decirte que eso es una completa estupidez, Asesino de Héroes. No hay mal que por bien no venga. No hay calma que no surja tras una gran tormenta. No hay oscuridad que no nazca de la luz, pues la maldad es eterna.

»¿Sabes qué? La infancia puede ser dura cuando a uno no lo respetan, pero ese chaparrón que nos cae sobre la espalda también nos transforma en lo que siempre debimos ser. Somos villanos, para ellos, ¡y estaremos orgullosos de pelear por los derechos que nos fueron arrebatados y por los sueños que aplastaron esos miserables sacos de mierda! ¡Si el mundo nos pide pelear, pelearemos! ¡Porque todos aquí hemos sido reunidos por los hilos del destino, para que la sociedad nos considere algo más que meros indulgentes que no tienen dónde caerse muertos! ¡No seremos de nuevo maltratados por jueces que aboguen por una supuesta falsa promesa de paz, ni tratados como monstruos cuando antes no lo éramos! ¡Les daremos esa oportunidad a otros, los convertiremos en lo que son y derribaremos esa sucia alfombra que nos oprime para construir un nuevo pilar! ¡Y si la sociedad aplaude a un Símbolo de la Paz, entonces vamos a pisotear esa voluntad aunque nos cueste la vida! ¡Sí o sí, vamos a ganar! ¡¿QUIÉN ESTÁ CONMIGO?! —El murmullo general que había creado con su arrebato, se convirtió en varios vítores y un puñado de ovaciones procedentes de los residentes del local. Misthia tampoco se quedó atrás y aplaudió vagamente rondando los ojos, sin darle mucho crédito, pues no estaba interesada en exceso por la opinión de su líder; ella seguiría su propia corriente de justicia, incluso si debía tomar el timón del barco...

Stain, patidifuso, dibujó una sonrisa de oreja a oreja bajo aquel antifaz sin tabique.

—Comienzas a caerme mejor —dijo al final, y añadió—: ¿Puedo tomar una copa?

—Adelante, sírvete —Aquel hombre de cabellos celestes lo invitó con un breve gesto que el asesino no dudó en consentir y avanzó hasta cerca de su posición—. Coge sitio en la barra si vas a beber, y... —empezó a decir, justo antes de que una cortina de viento surgiera en mitad de la habitación. Algunos miraron preocupados a Kurogiri cuando una especie de portal de oscuridad reflectante tomó presencia en medio del bar, pero este negaba con la cabeza, mientras se agarraban los atuendos para mantenerlos sujetos—. Oh, mira qué oportuno, ahí viene nuestro último invitado del día. —Misthia no pudo evitar preguntarse qué estaba sucediendo, y cómo es que una nueva recluta podría entrar de forma tan ostentosa sin la necesidad del don del camarero—. Kurogiri, enciende el televisor. Será mejor que hable él.

—A su servicio.

https://youtu.be/TfX2c43VNfg

La boca de las tinieblas se ensanchó como una grieta que devoraba al aire en la estancia, arremolinando las cosechas del coraje y sembrando las semillas de la discordia implantada en sus suspendidos corazones. El frescor que corría en círculos por la sala no cesaba con su vaivén, y se iba intensificando al transcurso de cada efímero segundo, al tiempo que Kurogiri acataba las órdenes de su jefe y con un mando encendía la pantalla colgada a la pared que había en un lateral: un brillo celeste fluctuó, sin embargo, a pesar de la silueta curva de la cabeza de un hombre, no hubo voz alguna. Misthia, ante todo, tanteó los cuchillos de plata maciza que escondía por debajo de su ropa y se preparó para la peor de las misivas, en caso de cumplirse, pues las cuerdas denotaban tranquilidad enlazando la atmósfera. Tal vez me estoy preocupando demasiado... Relajó los músculos ante el pánico y el bullicio que comenzó a surgir entre algunos de los presentes y rió por lo bajo con algunas de sus reacciones.

No culpaba su incertidumbre.

—¡Qué miedo! —gritaba Twice, estirándose de la máscara que llevaba encima puesta. Las brumas se desplegaron en una puerta completa de oscuridad errante, plagada por colores siniestros entre los que se iban destacando el morado del vacío y azabache del odio—. ¡Qué épico!

El marco de la puerta se extendió como una raíz cubriendo gran parte de la atmósfera con una esencia fría que les rozaba la piel con un susurro que predicaba la muerte. Aunque ni aquella amenaza funcionó con el rictus pálido y el sudor de Misthia, que todavía trataba de procesar si las cuerdas no la engañaban de nuevo como la última vez que estuvo metida en un peligroso enfrentamiento.

—¡¿Qué tiene esto de épico?! —Jiran, aferrado a la barra, se quejaba del humor de Twice sin soltarse tampoco del cigarro que atrapaban sus dientes. Tomura le reprochó, ¿a quién demonios nos has traído?, de igual forma. La voz calzada de rabia resplandecía, mientras doblaba las piernas para subirse al taburete o no ser tragado por aquel vórtice tan inesperado.

—Kurogiri, ¿sabrías frenarlo? —Sin embargo, no hubo tiempo para respuestas.

Las ráfagas frenaron su mordaz estampida y los segundos se detuvieron de golpe cuando una figura traspasó aquel portal con un porte elegante digno de cualquier elogio: al principio, fue un simple cuervo de plumas oscuras como el aguacero por las noches y un pico extenso que se curvaba hacia su garganta; luego, la criatura se elevó y de allí nació la verdadera figura que Misthia había apreciado con envidia e ilusión. Era una mujer, alta y esbelta, vieja y poco arrugada, que palidecía de un repulsivo tono de piel verde y una mirada endulzada por unos prismas dorados, ojos radiantes como pocos. Sus mejillas parecían hundidas, acentuando levemente y de manera hermosa las cuencas de una muñeca esculpida por los mismos dioses. Su túnica negra, lila por dentro, resbalaba a ras del suelo, secundada por mangas raídas que solo servían para estilizar más su extravagante vestimenta. Remataba el conjunto con una capucha ceñida que formaba dos largos y retorcidos cuernos en alto como si se tratara de una corona. Además, blandía un largo bastón de madera atenazado fuertemente por unos dedos huesudos, de largas uñas y varices: y el bastón poesía en su extremo superior una esfera esmeralda que, a su vez, estaba anclada a unas ramas esqueléticas con forma de mano.

La invitada tosió, tapándose cortésmente la boca con la manga y removiendo el humo que había convocado en su presentación. Los ojos de Misthia fueron como estrellas en aquel momento, víctimas de una oleada de hipnótica admiración. Sentía una emoción de absoluta maldad proviniendo de aquella enigmática mujer; asimismo, las cuerdas en trémulo se mostraban aterradas de solo respirar su misma esencia.

Le fascinaba.

—Este mundo queda bastante lejos... Espero que valga la pena —formuló, más abanicada por los doseles de oscuridad que había ocupado su espacio anteriormente. Desplazó la mirada por los alrededores y los analizó a todos en un santiamén—. Uhm, ya veo. No está mal.

La Liga calmó sus estribos cuando el portal fue cerrándose hasta encogerse en un mangual de oscuridad, y luego desapareció. Las cuerdas que rodeaban a la bruja se tiñeron de un negro profundo que provocó un leve respingo de pánico en Tama; era como un torbellino de vertiginosa malicia, que se enfocaba en un diminuto fulgor radiante que al menos pudo relajar su corazón. La muchacha suspiró, desairada, y retomó el filo de su hoja mientras ponía el oído tras la capucha para escuchar la entrevista que tendría aquella doncella con el alto mando misterioso de la Liga.

Y a pesar de todo, Jiran fue quien se levantó primero y se acercó para estrechar las manos con aquella mujer, la cual no demoró en responder la cordial bienvenida con una serena sonrisa en su casi inexpresivo semblante.

—Usted debe ser la señorita Maléfica, si no me equivoco... —saludó, ruborizado y apurado. La villana rió entre dientes.

—No lo hace —replicó gustosamente—, y me place decirlo.

—Bien... —Jiran juntó las palmas a la altura del abdomen y rodó la mirada desde Magne hasta Muscular, como un aspersor, envuelto en un hálito de preocupación—. Ahora que nos conocemos, ¿cuáles son tus intenciones uniéndose a este pequeño tajo de villanos de poca monta que aspiran a lo más alto?

Una mueca se retorció bajo la ensombrecida tez de la villana, que sacaba la barbilla con entereza.

—¿Y quién os ha comunicado que tengo intención de unir lazos con la Liga de Villanos? Del revés, os deseo en mis filas para exterminar este mundo de pacotilla y apropiarme de su corazón.

Directa al ajo, diría Misthia en bajo. Ante dicha maraña de oraciones otros cuantos miembros se alertaron, cada uno proyectando herramientas, cuchillos o incluso puños, sin vacilar, y dirigiéndose hacia la invitada en particular; aunque la desconfianza había sido sembrada, a su modo de verlo. Apuntó su filo, pero no solo a Maléfica. Acababan de integrarse en la Liga y ya se estaban cometiendo las primeras traiciones, actos que provocaron una siniestra sonrisa de diversión aún más larga y estrecha en su cara. Tomura podía ser su objetivo dependiendo del trato que le ofreciera la bruja. La mujer, en cambio, no alteró su imperturbable semblante y hasta comenzó a reír con una descarada febrilidad, observando su macabro resultado: las cuerdas gruñeron a su alrededor, y su reacción solo desconcertó más al grupo recientemente conformado.

Y paró de reírse golpeándose el estómago, hasta que, tras una tensa pausa, profirió por su lengua bífida:

—Qué deprisa desenfundan los súbditos, ooooh, tan adorables —dijo con una mezcla soez de ternura y picardía. Elevó un brazo y bajó la túnica que lo arremangaba, dejando a la vista una pócima carbonizada que tomaba el color de sus venas y las ennegrecía con una espesa capa de piel enfermiza—. No creáis que seréis capaces de vencerme solo en cuestión de números, jovencitos. Yo poseo la oscuridad, yo soy mismísima oscuridad. Y a la oscuridad no se le puede dañar, a no ser que vuestros corazones estén nublados de su sangre elemental. ¿Entendéis a lo que me refiero? Si me transformara aquí adentro, devoraría cada tripa antes de que alguien pudiera siquiera comenzar a moverse —prosiguió mofándose entre la incerteza de su rumor—. Sois unos ineptos, unos villanos ineptos en comparación a las maravillas que puedo generar con estas manos curtidas de una verdadera batalla, como no la podéis imaginar...

—¿Cómo qué? —Spinner, desde una esquina, ponía en ristre un mandoble compuesto por cientos de armas blancas como una alabarda de cuchillas plateadas pronunciadas hacia su inminente destino. Al igual que Draco, una capa de escamas iba recubriendo su piel como una coraza de lagarto. Al igual que Stain, lucía un antifaz rojo que se iba degradando blanco a medida que se fundía con sus cabellos índigos en punta. También lucía un chaleco compuesto por millares de armas, una pechera negra, un pantalón vaquero arrugado por las peleas callejeras y un cinturón del que colgaban más hojas como flecos. En sus brazos se hallaban vendas, y en sus piernas unas botas con estacas—. ¿Qué puede hacer una señora de tu edad rodeado de villanos? Si puedes transformarte, te cortaremos el cuello antes de que suceda y listo.

El hombre de la pantalla, que había sido testigo de todo el espectáculo, suspiró sin decir nada en cambio. Misthia se llegó a cuestionar si aquel supuesto líder real haría algo o si, por el contrario, solo estaba ahí respirando como una maceta decorativa.

Spinner intentó avanzar, pero Tomura lo frenó en seco alzando el brazo por delante de él. Sin un ápice de energía emanando de su ser, el joven maestro de la Liga de Villanos enderezó la espalda, caminó hasta quedar frente a frente con la entrevistada y alzó la barbilla con una pose de superioridad que detonaba toda su arrogancia. Ellos antes no habían conseguido moverlo, pero esa mujer sí... Es peligrosa.

—¿En serio crees que puedes venir aquí, a nuestra guarida, a decirnos lo que tenemos que hacer? —bufó—. Estás loca. Puedes irte si quieres, pero no encontrarás ayuda en Kamino.

Por el contrario del efecto deseado, Maléfica ensanchó aún más sus labios mientras los planes se cocían a fuego lento dentro de ese misterioso cerebro que cada vez más llamaba su atención, y la cautivaba como si estuviera por morder un anzuelo. La bruja estiró sus delgados dedos hacia la pantalla donde el hombre los vigilaba.

—No sé, pero tal vez las noticias os deslumbren.

Arrollados en dudas, Twice cambió de canal sin el permiso de Tomura mientras se peleaba con Toga por el mando de distancia de Kurogiri, y la luz... O, mejor dicho, la oscuridad los sumió en la perplejidad.

Unas bestias asolaban la entrada principal de la estación del metro, donde correteaban los estudiantes de UA y unos cuantos civiles.

¿Qué son esas cosas? El asombró se apoderó de ella.

—¿Os sigue añorando mi retirada, u os tienta la oferta? —dijo Maléfica con sorna.



「🌗」—「🌗」

5550 palabras.


Un capítulo relajado, tranquilo, pacífico incluso. Para empezar, este capítulo está narrado desde el punto de vista de Misthia, aquella villana de Camino a la Luz que protagonizó diversos capítulos propios para desmeritar todavía más al Fénix como héroe. En esta historia, Misthia toma un rol importante al ser la hermanastra perdida de Draco, y hacedme caso cuando os digo que su mente maquiavélica provocará muchos problemas a medida que todo se vaya desarrollando. 

Por otro lado, Marco Levante ya está en las filas de la Liga. En la segunda parte de la saga original,  este encuentro va a ser formalmente ambientado, pero ya que este es una especie de spin-off, pues prefería dejar ese misterio al aire de cómo pudieron relacionarse entre ambos bandos. Recordad que Marco quiere a su sobrino muerto, pero la Liga no, por el momento. ¿Qué sucedió?, ¿cómo lo convencieron? ¿Están mintiéndose los unos a los otros? Os dejaré esas preguntas.

Y por último, Maléfica. No es un personaje original de Kingdom Hearts, pero más de uno sabrá de su importancia dentro del primer juego y de lo poderosa que puede ser como oponente durante esta historia, donde los niveles de poder son algo más estrictos que en la versión original. Solo esperad y veréis...

Si tenéis algunas dudas al respecto, sobre el futuro de la historia me refiero, por aquí os dejo un hueco que no dudaré en responder. ->

Muchas gracias por leer.

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