Me alegré al volver a verla. Cuando la tenía frente a mis ojos para mí fue una mezcla de emociones, llegué a pensar que no me reconocería y fue todo lo contrario.

—¡Hola! —dijo ella muy sonriente, me miró de pies a cabeza fugazmente como si me inspeccionara, trató de disimular pero lo noté.

—¡Ho-hola! —respondí algo nervioso por lo sucedido—, ¿qué vas a pedir?

Sonrió una vez más.

—Quiero un pan de chocolate, nada más —Me miró fijamente a los ojos, esquivé su mirada de lo nervioso que estaba y anoté su pedido en la libreta que tenía en mi mano izquierda—. Las chicas quieren lo mismo, ¿verdad?

Al mirar a sus amigas ellas asintieron.

—¡Ok! Ya les traigo su pedido —Así terminó la conversación entre los dos.

Me marché directo a ver los panes de chocolate, casi choco con otra mesa pero no le di importancia, estaba feliz.

Mi felicidad era ella que me enamoraba con su hermosa sonrisa.

Espera ser quien les llevara los panes pero cuando salí, ya no se encontraban sentadas, me desanimé, estaba muy ocupado porque llegaron bastantes clientes y no pude entregarles el pedido personalmente.

La hora de cerrar la panadería llegó, estuve limpiando todas las mesas. Al llegar a la mesa en la que había estado con sus amigas noté un papel, doblado de una extraña forma, lo desdoblé y me sorprendí al descubrir que se trataba de un mensaje.