CCB
Jimin se quedó mirando por la ventana de su dormitorio. La valla trasera de madera estaba aproximadamente a sólo cinco metros de su ventana a través de un tramo de césped casi muerto. La valla en sí estaba desconchándose y cayéndose a pedazos en algunos lugares, incluso combándose cerca de una de las esquinas.
Suspiró y dejó caer la punta de la sábana que servía de cortina. Una mirada a su reloj le dijo que sólo le quedaban unos pocos minutos. Se acercó a la cama y recogió su pequeño bolso. No tenía mucho que llevarse consigo. Una tarjeta escrita a mano en un pedazo de papel cayó al suelo. Jimin la recogió.
Jungkook, Taehyung, Jin y Namjoon le habían lanzado anoche a una fiesta improvisada. Por supuesto, fueron sólo ellos cinco, ya que ninguno de ellos podía permitirse el lujo de hacer una fiesta real, ni tenían casas lo suficientemente grandes como para dar cabida a más de unas cuantas personas. Le habían hecho un pastel que se parecía ligeramente a Sully de Monsters, Inc.
La tarjeta escrita a mano tenía un monstruo grotesco dibujado al frente, cortesía del talento bastante singular de Jin. En el interior, decía: "No dejes que el monstruo te coma. Pero si lo hace, ¡lo cortaremos y te rescataremos!"
No tenía permitido decirle a nadie los detalles de su acuerdo con el Sr. Min. Su padre sabía por qué Jimin estaba yendo, que el banquero accedió a pagar la factura del médico, y por supuesto sabía lo de la criada, pero no sabía el resto. A sus amigos les habían dicho que estaba siendo asignado al servicio comunitario en la Casa del Monstruo por invasión de propiedad. Ninguno de ellos se había ofrecido a admitir su parte como cómplices y tomar parte de la responsabilidad.
Levantó la mano y frotó sus dedos por la cicatriz debajo de su cabello. Le habían quitado los puntos hace unos días, y honestamente, ya la cicatriz era tan delgada que apenas se podía ver.
Un bocinazo lo alertó de la llegada de su transporte. Guardó el papel en el interior de la bolsa y caminó a través de la pequeña sala de estar hasta la puerta principal. Su padre estaba en el trabajo. No podía permitirse el lujo de perder más días de los dos en el que se había quedado en casa para cuidarlo.
Una larga limusina negra lo esperaba. Rápidamente miró arriba y abajo por la calle para ver quién podía estar mirando. Casi todo el mundo estaba en el trabajo, y no vio a nadie que quisiera descubrir quién estaba tocando la bocina. Jimin salió corriendo y se deslizó, cerrando de golpe la puerta detrás de él antes de que el conductor pudiera hacerlo.
Miró por la ventana mientras el conductor inclinaba su sombrero con una sonrisa divertida y caminaba hacia el lado del conductor.
Jimin se deslizó hacia abajo en el asiento, aunque dudaba que alguien pudiera ver a través de las ventanas oscuras. Condujeron por las calles llenas de baches y por la larga colina hacia la casa que él había tanto envidiado como temido por tanto tiempo.
El conductor pasó a través de las puertas de hierro forjado y por el camino circular, deteniéndose en el frente. Jimin miró la casa con tristeza.
Era mucho más alta de lo que parecía desde abajo, e incluso desde donde ellos se habían escondido detrás de los setos.
Saltó cuando el conductor abrió la puerta y se preguntó si podía esconderse en el auto durante los seis meses. El terror se apoderó de él al pensar en atravesar las puertas de la casa.
Estaba seguro de que las historias del monstruo eran exageradas, seguro de que él era humano. Bueno, tal vez no seguro. Pero pensaba que él probablemente lo era. Quizás. Eso esperaba.
A medida que salía, otro hombre bajó los escalones, vestido formalmente. Era alto y delgado, calvo, con escaso cabello gris a los lados de la cabeza. Sus ojos, sin embargo, eran brillantes y amigables.
—Joven Park —dijo él, haciendo una reverencia. Parecía un gesto ridículo, y sin embargo, de alguna manera parecía correcto viniendo de este hombre tan formal—. Mi nombre es Heechul. Bienvenido a la Residencia Min. —Jimin sólo asintió mientras el mayordomo tomaba su bolso del conductor—. Gracias Jung.
Heechul subió los escalones hacia la casa, y Jimin asumió que tenía que seguirlo. Él se despidió con la mano al conductor y siguió al anciano a la casa.
La entrada se elevaba muy por encima de su cabeza. El piso era de madera oscura y pulida que brillaba espléndidamente. Las paredes eran texturizadas y estaban pintadas con diferentes tonos de beige y dorado.
Tapices colgaban en lo alto de las paredes. Una escalera de madera se curvaba a lo largo de la pared hasta el piso superior. Oscuras puertas de madera a ambos lados de la entrada y en la parte trasera frente a la entrada ocultaban otras habitaciones. Jimin se sintió un poco como si hubiese retrocedido en el tiempo.
Heechul se acercó a una de las puertas laterales y le hizo señas de seguir adelante.
—El Sr. Min desea hablar con usted antes de que le muestren su habitación.
Esto lo asustó.
—¿El Sr. Min está en casa?
—Sí, joven.
~~♡🍓🍃♡~~
Los nervios de Jimin estaban tan tensos como lo habían estado cuando él se le había acercado en el banco. Tomó aire y caminó hacia adelante, entrando cuando Heechul abrió la puerta. La cerró suavemente detrás de él, pero en su mente sonó tan fuerte como la puerta de una celda en la cárcel.
El Sr. Min estaba sentado detrás de un gigantesco escritorio que empequeñecía al del banco. Aparte del escritorio, la habitación era totalmente moderna. Él tecleaba repetidamente en un teclado, del que sólo levantó la mirada por un momento cuando Jimin entró, con un dedo levantado para pedirle que le diera un minuto. Las paredes estaban cubiertas con obras de arte claramente costosas, un bar a un lado lleno de varias botellas llenas de algún tipo de líquido que ella suponía costaba más por botella inclusive que todo lo que su padre se las arreglaba para beber en un año.
—Pasa adelante, Park Jimin. —Él se retorció ante su voz, pero se acercó a su escritorio. Estaba sorprendido de que lo llamara por su nombre, por la totalidad de todo su nombre—. Siéntate —dijo, señalando una de las sillas frente a su escritorio. Estas sillas eran más grandes, y por mucho, más lujosas que esas que yacían en su oficina en el banco.
—Wendy te instalará en breve, pero quería la oportunidad de hablar contigo primero.
—¿Wendy? —preguntó Jimin.
—El ama de llaves. ¿Cómo estuvo el viaje hasta aquí?
—Pretencioso —respondió Jimin con sinceridad.
Un agudo sonido de risa provino de él.
—Lo siento —dijo con sarcasmo—. La próxima vez enviaré un taxi.
—Gracias, apreciaría eso.
El Sr Min gruñó ante su respuesta.
—Después de que estés instalado puedes tener algo de tiempo libre. Conocerás a Yoongi esta noche, después de la cena.
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