C C B
Él era una bestia, y lo sabía. No necesitaba que un espejo se lo dijera. No necesitaba que su padre se negara a mirarlo, o las miradas lastimosas de los miembros del personal. Se tocó el costado de su cara, sintió la piel deformada, con bultos bajo sus dedos. Con disgusto, se alejó de la pared. Agarró la cuerda de saltar y empezó a dar saltos rápidos. El sudor empapaba su camisa y goteaba de su pelo. Había estado entrenando durante tres horas. A veces ayudaba. A veces, como hoy, ninguna cantidad de adrenalina, sudor o dolor podía aliviar su mente. Esta noche no dormiría.
Tiró la cuerda violentamente a un lado. Se estiró un par de veces y salió de la sala de entrenamiento. Era casi la hora. Corrió a su habitación y se duchó. Se colocó pantalones deportivos y una camiseta de manga larga, a pesar del calor. Empujó el sombrero marrón con fuerza sobre su cabeza. Al salir a la terraza de atrás, vio que casi era demasiado tarde. El sol estaba más bajo de lo que a él le gustaba. No es que importara tanto. Sólo tenía menos tiempo para reflexionar. Se volvió hacia la puesta del sol, el borde del mundo en llamas. Dejó que su mente retrocediera, hundiéndose en los recuerdos con la puesta del sol. Los recuerdos llegaron como dardos: penetrantes, dolorosos, imparables. A medida que el sol desaparecía, el último recuerdo explotó, sumergiéndolo en él.
Él levantó sus brazos y los dejó caer. Su grito fue fuerte y gutural, ascendiendo con la agonía hasta que su voz se volvió ronca con ella. Sus manos se cerraron en puños mientras su voz disminuía. Respiraba pesadamente.
La escuchó entonces, la risa. Se dio vuelta y vio entre los arbustos crepitando. Del otro lado, cinco cabezas empezaron a correr, moviéndose de arriba hacia abajo. No era la primera vez, pero esta noche, con el dolor tan profundo, no tenía su habitual moderación.
—¡Oigan! —gritó. Con eso, comenzó la persecución.
Se escabulleron en silencio a lo largo de la parte posterior del seto alto alrededor de la Casa del Monstruo. Jungkook guio el camino, llegando a arreglarlo para que Jimin caminara detrás de él. Jimin sabía lo que Tae estaba haciendo. Había sabido por algún tiempo que a Jungkook le gustaba, pero Jimin no estaba seguro de si a Tae le gustaba. A pesar de ser una buena persona, a veces podía ser dominante e inmaduro.
Tae sabía exactamente donde estaba la mejor posición para ver, lo que hizo que Jimin piense que probablemente había hecho esto antes.
Cuando se detuvieron, Tae le hizo un gesto hacia adelante.
—Ven aquí, Chim. Este es el mejor lugar para detenerse. —Tae le tomó del brazo y lo condujo delante de él hacia una pieza ligeramente elevada del suelo. Tae tenía razón: desde aquí tenía una clara visión de la parte trasera de la casa.
La casa era tan grande como parecía desde abajo. Un balcón en el segundo piso daba a la piscina, que era alimentada por una cascada artificial. Ladrillo y cemento rodeaban la piscina, a su vez rodeados de césped verde y frondoso. Altas ventanas polarizadas bloqueaban la vista del interior de la casa. Se sentaron en silencio, susurrando entre sí, mientras el sol descendía en el cielo.
Jimin estaba empezando a creer que estaban perdiendo el tiempo y que los rumores no eran más que historias cuando la puerta trasera corrediza de cristal se abrió. Jungkook sonrió mostrando sus dientes que lo hacían parecer un lindo conejito y le dio un codazo.
Jimin observó a la figura salir a la cubierta. Era alto... muy alto. Y robusto. Aparte de eso no podía ver nada. Estaba completamente cubierto con ropa excepto sus manos, que parecían totalmente humanas.
Un sombrero tipo Indiana Jones estaba bajo hasta sus orejas, cubriendo todo lo que podría haber visto. Se acercó al borde de la cubierta, cojeando un poco. Se detuvo en el borde de ladrillos y se giró hacia el sol poniente. Se quedó en silencio.
Hasta ahora, no había visto nada de él que probara que sea otra cosa más que una persona normal que no quería ser vista. Luego hizo algo extraño cuando el borde del sol desapareció. Extendió los brazos, como si quisiera abrazar a la noche, y alzó la cara hacia el cielo.
El grito que emanó de él, al principió lo sorprendió, por lo que saltó. Pero a medida que el lamento continuaba, pudo escuchar el dolor que brotaba del sonido. Su corazón se oprimió con simpatía y quiso llegar hasta él. El sonido desgarró su mente.
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Cuando se detuvo, el silencio fue ensordecedor durante un largo rato hasta que Seokjin soltó una risita nerviosa, que hizo reaccionar a Jungkook y a Tae. Jimin vio cómo la figura de pie con los brazos en las caderas se giró hacia ellos.
—Mierda. ¡Corre! —susurró Kook en voz alta.
—¡Oigan!
Jimin se estremeció al oír el grito de la figura que ahora estaba corriendo detrás de ellos. Jimin no era un buen corredor, en especial con sus tenis. Los otros estaban muy por delante cuando escuchó el ruido en los matorrales detrás de él. El terror se apoderó de él y corrió más rápido.
—¡Esperen! —jadeó. Ninguno de ellos ni siquiera vaciló. La punta de uno de sus tenis se atascó en una raíz en el camino. Jimin tropezó y cayó.
Cuando su cabeza hizo contacto con una roca al lado del camino, el mundo se volvió negro.
El dolor le atravesó la cabeza. Jimin gimió y abrió los ojos entrecerrándolos. El mundo a su alrededor rebotó en un giro vertiginoso.
Alguien lo cargó. Miró a la figura oscura. No podía distinguir ningún rasgo, pero la visión del sombrero de Indiana Jones trajo una nueva oleada de terror.
—¡No! —gritó Jimin. O más bien, trató de gritar. Salió como nada más que un gemido. Trató de liberarse, pero Yoongi lo sacudió y el movimiento trajo un rayo de agonía que a su vez trajo la oscuridad una vez más.
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