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—Oh, bueno. Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él, ¿no?
Jimin se encogió de hombros, suponiendo que para cuando regresara a la escuela sería lo suficientemente cerca del final del año escolar para que no importará.
Después del almuerzo trabajaron juntos en Historia y en discutir literatura del siglo XX. Jimin había leído algunos de los libros, pero no todos.
Yoongi parecía conocerlos por dentro y por fuera. Tenía suficientes comentarios cuando se le hacían preguntas, pero sus respuestas estaban todas dirigidas a su tutor. Tan pronto como la clase terminó, Yoongi se fue rápidamente, incluso antes que el Sr. Xiao.
La cena fue otro asunto adorable pero incómodo con el Sr. Min, quien le preguntó si sentía que sus habitaciones y su educación eran satisfactorias. Yoongi no se les unió. Después que terminaron, Jimin decidió ir a buscarlo y preguntarle cuál era su problema. Su estómago se apretó ante la idea de enfrentarlo, pero decidió que no podía vivir temiéndole por los próximos seis meses; incluso si tenía que fingir su bravuconería.
Bajó las escaleras, para nada seguro de dónde mirar exactamente. Caminó hacia el gimnasio. Él no estaba allí, pero el penetrante olor a sudor y testosterona indicaba que había estado allí recientemente. Siguió caminando hacia el salón de clases. Vacío. Sabía que su habitación privada estaba más lejos por el largo corredor, pero no quería ir allí. Se sentía como una intrusión demasiado grande. Terminó en el cuarto de teatro, las manos en las caderas, bloqueada en su intención.
Mirando por las puertas de vidrio, la imagen del sol cayendo de repente le recordó dónde estaba exactamente. Se movió hacia la puerta, abriéndola. Yoongi estaba de pie, mirando la caída del sol, un sombrero bajo sobre su cabeza, cubierto por pantalones de deporte y una sudadera.
Podía ver que estaba respirando agitadamente.
De repente extendió los brazos y dejó salir el mismo grito agónico que ya había oído la primera vez que lo había visto. Como en ese momento, su corazón se contrajo con piedad. Esta vez, conociéndolo mejor, se preguntó si debía salir y poner sus brazos alrededor de él para reconfortarlo, o si correr hacia su cuarto y hundirse bajo las mantas.
Una sensación de intrusión se asentó sobre él y rápidamente retrocedió, cerrando silenciosamente la puerta. Todavía podía oírlo. Quería correr por las escaleras y esconderse. En su lugar, volvió al cuarto de pesas. Un estéreo en la esquina proveyó la música para cubrir el sonido de sus gritos. Jimin subió el volumen, luego encendió la cinta caminadora, subiéndose. Trotó hasta que Yoongi entró a la habitación. Y siguió trotando.
Jimin lo miró, vio la angustia todavía grabada en el rostro contrario, tanto en el lado dañado como en el otro. En lugar de dejar saber que sabía qué había estado haciendo, sonrió y lo saludó.
~☆👺👹☆~
Yoongi miró a Jimin, trotando en la cinta, claramente sin aliento. Sus ojos bajaron a sus jeans y pantuflas. Ropa completamente inapropiada para el ejercicio. Su camiseta era negra lisa y raída. Sacudió la cabeza, el enojo que había sentido al encontrarlo allí ahogándose en la sorpresa ante cuán poco preparado estaba para cualquier tipo de ejercicio.
Yoongi caminó en la habitación y bajó el volumen de la música, agradecido de que Jimin la hubiera tenido tan alto. Cuando salió, no había pensado en el hecho de que el menor estaba allí y de que podría verlo. No que no lo hubiera visto antes. Pero aun así.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Yoongi.
—¿Ah, me hablas de nuevo?
Yoongi entrecerró los ojos hacia Jimin, quien le devolvió una sonrisa.
—Estoy haciendo ejercicio, Yoon. Seguramente puedes entender eso, con tu conocimiento universitario, y todo eso.
Yoongi bajó el interruptor, apagando la caminadora. Jimin tropezó un poco al detenerse tan abruptamente.
—¡Oye!
—¿Estás tratando de lastimarte? —preguntó Yoongi.
—Sí, Yoon, ésa era mi idea cuando elegí la máquina más peligrosa imaginable... la gran y malvada caminadora.
Yoongi le dirigió una mano indicativa por su vestuario.
—Los jeans te restringen. No están hechos para ejercitarse. ¿Y pantuflas, realmente? Seguramente con tu inteligencia "superior a las clases que estás tomando" puedes imaginar que no están hechas para ejercitarse.
Jimin se inclinó hacia adelante, con las manos en las rodillas, respirando profundamente.
—Sí, bueno, no todos tenemos los Billetes de Papi para comprar las zapatillas correctas.
―Antes llevabas zapatillas de deporte.
—¿Puedes volver a no hablarme? —preguntó Jimin irritadamente.
Yoongi se volvió para irse y Jimin salió rápidamente de la caminadora, poniendo una mano en su brazo.
—Estoy bromeando, Yoon. Por favor no me des otra vez el tratamiento del silencio. Prefiero que seas malvado conmigo a que me ignores.
Yoongi miró a su mano, luego lentamente llevó su mirada a la de Jimin.
—No puedo entenderte.
—No es tan difícil, Yoon. Soy bastante simple. —Yoongi abrió la boca y Jimin levantó un dedo—. Déjame poner eso de otra manera. Soy bastante básico.
Yoongi mordió el interior de su mejilla para evitar sonreír ante su comentario. Éste era el Jimin en quien él había comenzado a confiar la noche anterior, pero sabía que también estaba el Jimin que había oído esta mañana, y el Jimin que se había metido en su propiedad para echar un vistazo al monstruo.
Jimin estiró una de las piernas, y Yoongi volvió a sacudir la cabeza.
—¿Estiraste antes de ejercitarte?
Jimin le dio una sonrisa torcida.
—Um, no, no realmente.
—¿Tienes un traje de baño?
—Eso es aleatorio. Tienes ganas de nadar, ¿cierto?
—No, estoy pensando que necesitas meterte en el jacuzzi antes de que tus músculos se acalambren.
—Estoy pensando que podrías tener razón —concedió Jimin, sorprendiéndolo—. ¿Nos vemos allí?
Yoongi apartó la vista. No había forma de que permitiera que él lo viera en su traje de baño, pero supuso que podía sentarse afuera con él.
Asintió y Jimin salió de la habitación, moviéndose un poco como un anciano. Unos segundos más tarde, oyó que lo llamaba. Salió rápido y lo vio parado en el segundo escalón.
—¿Qué sucede? —preguntó Yoongi.
—Um, sólo estaba preguntándome si estás dispuesto a ayudarme a subir la escalera. Mis piernas están un poco fideosas.
—¿Fideosas? ¿Ésa es una palabra?
—Para mi propósito, lo es.
Jimin pasó un brazo por el suyo cuando comenzaron su lento ascenso.
Después de cinco escalones, Yoongi gruñó y se inclinó, tomándolo en brazos, ignorando el dolor penetrante que vino a su brazo derecho con la acción.
—¿Qué estás haciendo? —chilló Jimin, envolviendo un brazo alrededor de su cuello.
—No estoy coqueteando contigo, si eso es lo que te preocupa. Sólo que no tengo toda la noche para intentar que subas dos pisos por escaleras.
—Ja-ja —dijo Jimin sarcásticamente, pero no se volvió a quejar.
Cuando llegaron a su habitación, él lo puso sobre sus pies.
—Te esperaré aquí afuera —dijo Yoongi.
—No, entra. Puedes esperar en mi cuarto y yo me cambiaré en el baño.
Yoongi se habría negado, pero Jimin no esperó una respuesta, simplemente entró al cuarto, dejando la puerta entreabierta para él. Se quedó parado por unos pocos momentos antes de decidir que estaba siendo estúpido.
No lastimaría esperar adentro.
Entró, y se dio cuenta de que no había estado en esta habitación desde poco tiempo después de haberse mudado allí siete años atrás. Le trajo recuerdos de un cuarto idéntico en un lugar diferente derrumbándose sobre él. Se había olvidado de cómo estaba decorado; justo como el de su madre en su última casa. Debería haberse quedado en el corredor, habría retrocedido hacia el corredor hasta que las sábanas que se veían en la cama llamaron su atención.
Se acercó y deslizó la mano sobre la superficie de algodón. Sabía que habría habido sábanas de seda en la cama para Jimin. Era una cuestión de orgullo para Wendy con los invitados asegurarse de que durmieran sobre lo mejor. Era de esto de lo que se había estado quejando,
¿quería sábanas de algodón?
Jimin abrió la puerta del baño y Yoongi retrocedió con culpa. Jimin tenía una de las toallas envuelta alrededor de su cuerpo bajo los brazos. Yoongi pudo ver las clavículas del chico sobre la toalla blanca.
—¿Puedo pedirte algo antes de que bajemos? —preguntó Jimin.
Yoongi asintió. Su respuesta fue tan inesperada como las sábanas.
—¿Puedes mostrarme cómo encender la ducha?
Volvimos con esta historia. ¿la extrañaron?
ya vieron la bonita portada hecha por TEKOOLV A poco no esta genial.
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