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—¡Yoongi, vuelve aquí! -Gritó el Sr. Min.

Jimin seguía mirando el lugar vacío donde había estado de pie. Se sentía congelado. Todo el lado derecho de su rostro estaba... derretido era la mejor palabra que podía encajar. Pesados bultos de piel empujaban hacia abajo el párpado inferior de su ojo. Crestas encrespadas y gruesas de piel roja cubrían su mejilla y colgaban de su mandíbula.

Brillante piel rosa y tirante cubría en parches ese lado de la frente. Parecía la broma más cruel de la naturaleza que le diera la mitad de un rostro perfecto, y la mitad del más horrible.

—Lo siento —dijo el Sr. Min bruscamente—. Voy a traerlo de vuelta.

Dio un paso delante de la puerta antes de que Jimin se descongelara.

—No —dijo Jimin rápidamente, colocando una mano sobre su brazo— . Déjeme ir a mí.

El Sr. Min levantó una ceja.

—¿Estás seguro? —Podía oír la duda en su voz. Jimin no se sentía muy seguro de sí mismo.

—Estoy seguro —dijo. Se acercó a la puerta, salió y se detuvo—. ¿Alguna pista? —dijo Jimin dándose vuelta.

—Prueba el jardín de rosas. —El Sr Min le dio sus instrucciones, ofreciéndose una vez más ir él mismo. Jimin sacudió la cabeza y siguió las instrucciones que le había dado, con los nervios cosquilleando de aprehensión.

Yoongi caminaba dentro de los límites de las paredes de esta sección del jardín. Era su santuario, un lugar en que podía esconderse de todo el mundo exterior. Por lo general, lo tranquilizaba. No esta noche. 

Esta noche la bestia rugía por su culpa.

—Oye.

Yoongi se sacudió al oír el sonido de su voz. Sin pensarlo, se volvió completamente en dirección suya, sorprendido por la intrusión. Jimin le sonrió inseguro, sus manos metidas en los bolsillos delanteros de sus jeans, su rostro reflejando su inquietud. Yoongi se sorprendió una vez más por su belleza.

Su cabello oscuro brillaba a la luz de la luna. Su piel parecía casi traslúcida.

—¿Qué estás haciendo aquí? —exigió. Jimin saltó ante su tono áspero, y él se dio la vuelta.

—Tu padre me dijo dónde encontrarte. 

Yoongi gruñó en respuesta, con los dientes apretados.

—Escucha, Yoongi, yo...

—¡Yoon! dime solo Yoon.

Jimin se quedó en silencio el tiempo suficiente para que se volviera en su dirección, una vez más para ver si todavía estaba allí.

—¿Estás tratando de decirme, a tu cortés manera, qué prefieres ser llamado Yoonie? —dijo Jimin finalmente, su voz apenas temblando.

Su comentario lo sorprendió, y casi sonrió. En cambio, él hizo un gesto con la cabeza una vez en sentido afirmativo.

~☆👹👺☆~

—De acuerdo, genial. —Jimin se inclinó casualmente contra el enrejado, cruzando un pie sobre el otro—. Voy por Minnie. Tu padre insiste en llamarme Park Jimin. —Jimin se encogió de hombros—. Obviamente, él insiste en llamarte Yoongi. ¿Tiene algún TOC (Trastorno obsesivo compulsivo)  en llamar a la gente por su nombre completo?

Se mordió el interior de la mejilla para contener otra casi sonrisa.

—Supongo que sí —dijo, sentándose en el banco en el centro de la zona del jardín.

Jimin se enderezó y vaciló, luego se movió hacia él. Cuando Yoongi se puso rígido, Jimin alzó una mano hacia el banco y dijo—: ¿Puedo?

Yoongi se encogió de hombros, pero se movió a la derecha para que pudiera sentarse. Se sentó, solo un poco de evidente vacilación en sus movimientos. Puso ambas manos en el borde del banco, inclinándose un poco hacia delante, cruzando sus tobillos y sus pies balanceándose adelante y atrás unos centímetros.

—Parece que vamos a ser compañeros de habitación durante un tiempo, y compañeros de clase. Así que vamos a empezar por pedir disculpas.

Yoongi lo miró, sorprendido.

—¿Pedir disculpas?

—Sí. Es decir, es probable que obtengas miradas horribles de la gente todo el tiempo. Lamento ser uno de ellos.

Yoongi negó con la cabeza. No sonaba como si fuera del tipo de soborno de su padre. Pero tal vez todo esto era parte del juego.

—Está bien. Yo probablemente haría lo mismo. —Yoongi lo miró—. Demonios, lo hago cada vez que veo mi reflejo.

Jimin sólo lo miró fijamente, como si tratara de averiguar a qué venía su comentario. Entonces sonrió, una ligera risa viniendo de Jimin.  Yoongi fue golpeado de nuevo por su magnificencia. Su sonrisa iba más allá de lo que jamás había visto, sus ojos cerrados haciendo medias lunas y sus mejillas abultándose.  Él le devolvió la sonrisa, incapaz de detener la reacción.

—Así que... —Arrastró las palabras en una larga frase—. ¿Cómo es que no cenaste con nosotros?

Yoongi se inclinó, recogiendo un pétalo que se había caído al suelo. Comenzó a triturarlo en diminutos pedazos.

—Rara vez ceno con mi padre.

—¿Por qué? —Jimin empujó su hombro ligeramente con el suyo—. ¿Es por toda la cosa de llamarte Yoongi?

Él sonrió, pero negó con la cabeza.

—No, es por... otras cosas.

—Secretos, ¿eh? —Jimin se puso de pie y se acercó a uno de los rosales, inclinándose para tomar una profunda bocanada del olor. Yoongi lo observó. No estaba completamente inconsciente del mundo exterior.

Sabía al ver sus jeans que no eran caros. No eran jeans por los que había pagado extra para comprarlos pre-gastados—. ¿Alguna vez deberás comer con nosotros, no te parece? —Se volvió para mirarlo de nuevo—. ¿O voy a ser sometido a la alegría de comer a solas con él todos los días?

Se encogió de hombros, pero antes de que pudiera responder, Jimin continuó:

—¿Y qué pasa con toda esa comida? En serio, había suficiente comida para alimentar a la mitad de la ciudad. ¿Cómo es que no pesan más de ochenta kilos? ¿Postre, también?

Yoon hizo una mueca.

—No siempre comemos tanto. Solo cuando tenemos invitados.

—Bueno, entonces planeo ganar mucho peso en los próximos seis meses. —Jimin vino y se sentó a su lado en el banco de nuevo.

—¿Pasaste del postre?

—Si comía un bocado más, habría... bueno, digamos que no se habría alojado en mi estómago.

—No tienes ni idea de lo que te pierdes. Casi todo lo que hace Yeojun es increíble, pero sus postres son divinos.

Jimin lo miró. Sus ojos se movieron hacia el lado derecho de su cara, viajando a través de las cicatrices. Se obligó a permanecer en su posición y dejarla. Su mirada parecía tener el peso de los dedos. Esperó a que la repugnancia regresara en su expresión. Sus ojos se volvieron hacia él.

—Tienes una sonrisa muy bonita, ¿sabes? —dijo Jimin.

—No tengo motivos para reír a menudo —dijo Yoongi. Inmediatamente deseó poder retirar las palabras. ¿Por qué dijo eso?

—Bueno, eso es una lástima —dijo Jimin.

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