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—Oh. —No estaba seguro de qué decir. Pensaba que estaría encontrándose con él de inmediato. Ahora tenía más tiempo para temer esa reunión.
—La cena es a las seis en punto en el comedor. Wendy te mostrará dónde está. Ahora. ¿Tienes alguna pregunta para mí?
—Uh, supongo. Quiero decir, ¿qué se supone que tengo que hacer todo el día?
—Vas a tomar tus lecciones con Yoongi, por supuesto.
—¿Se refiere a la escuela?
El señor Min apretó la mandíbula y rodó los ojos hacia el cielo.
—Sí, me refiero a la escuela.
—¿Y el resto del tiempo? Se supone que debo... ¿jugar con él, o llevarlo a pasear, o qué?
La mandíbula del Sr. Min cayó abierta ante sus palabras y una mirada de incredulidad cruzó su rostro.
—Dime, Park Jimin...
—Jimin —le corrigió él. El señor Min lo ignoró por completo, hablando por encima.
—¿Qué edad crees que tiene Yoongi?
Jimin se encogió de hombros.
—Realmente no lo sé.
—Tiene diecisiete años.
—Oh. —Estaba sorprendido—. Pero él no es normal, ¿no?
La mandíbula del Sr. Min se apretó con fuerza mientras miraba ferozmente hacia abajo a su escritorio. Sujetó sus manos lo suficientemente firmes como para hacer que se tornaran blancas. Justo cuando la incomodidad se volvió alarmante, él lo miró.
—Mi hijo es normal en todos los sentidos que cuentan. Su mente es más aguda que otros jóvenes de su edad.
Jimin levantó una mano con la palma hacia arriba.
—Lo siento, no lo sabía. Pensé...
—Sé muy bien lo que pensó. —Tomó una respiración profunda, relajándose visiblemente—. Escucha, Park Jimin, no hay nada malo con su capacidad mental. Pero él tiene... cicatrices. Su rostro está... —Se empujó hacia atrás desde el escritorio, caminando alrededor, enojado otra vez.
Simplemente no lo mires fijamente, ¿de acuerdo?
Él abrió la puerta y gritó por Wendy.
—Lo siento, Sr. Min —murmuró Jimin mientras lo pasaba. Él colocó una mano sobre su brazo.
—Llámame Jihoon. Si vamos a estar viviendo bajo el mismo techo, no hay necesidad de formalidades.
—Lo llamaré Jihoon cuando usted me llame Jimin —dijo él mientras entraba en la sala. Él cerró la puerta tras de sí sin dar respuesta cuando una mujer llegó corriendo desde la puerta en la parte posterior de la entrada.
—Usted debe ser el joven Park —dijo Wendy, tomando las manos de Jimin entre las suyas.
—Jimin —le corrigió, sonriéndole a esta genuina mujer. Era baja, probablemente apenas alcanzaba el metro y medio. Su cabello gris se apilaba en la parte superior de su cabeza en un moño. Era redonda, con las mejillas casi asfixiando sus ojos con su gran sonrisa acogedora.
—Jimin, entonces —aceptó ella fácilmente—. Mi nombre es Wendy.
—Sí, lo sé —dijo Jimin—. Creo que el pueblo entero lo sabe después que el Sr. Min simplemente lo gritara a todo pulmón.
Wendy se rió.
—Creo que me vas a caer bien, Jimin.
Ella llevó a Jimin por las escaleras y por un largo pasillo hasta su habitación. Supo que era su habitación porque su bolso yacía en medio de una cama que era tres veces más grande que la de Jimin, y tan alta que había que saltar para llegar a ella. Estaba cubierta con una especie de edredón blanco de seda que brillaba en la luz del sol. El alfombrado también era blanco, y se aplastaba bajo sus pies. Rápidamente se sacó sus zapatos, porque no quería estropear la pureza del color... y también porque quería sentir la suavidad directamente sobre sus pies.
Gracias al cielo que había traído pantuflas.
Un gran escritorio en forma de L en la esquina servía para dos propósitos. Un lado estaba claramente acomodado para hacer la tarea, con una lámpara, implementos de escritura, una computadora, y un montón de espacio en el escritorio para libros o escribir. La otra parte tenía un gran espejo atrás. Un cepillo, un peine y un espejo de mano yacían en el centro del escritorio. La parte posterior del mismo contenía una serie de aplicadores de maquillaje. Jimin sonrió de placer. Él nunca había sido capaz de permitirse el lujo de aplicadores de maquillaje reales. Siempre había tenido que usar los más pequeños e ineficaces que venían incluídos.
—¿Ésta habitación es mía? —preguntó Jimin, queriendo asegurarse antes de hacer suposiciones.
—Por supuesto —dijo Wendy. Señaló al otro lado de la habitación—. Por allá está su baño.
—Espera. —Puso una mano sobre el brazo de Wendy—. ¿Estás diciendo tengo mi propio baño? ¿No tengo que compartirlo con nadie?
—No, Jimin. Es todo tuyo.
Jimin trató de imaginar no tener que bajar la tapa del inodoro cada vez que entrara, no tener que enjuagar la pasta de dientes de alguien más en el lavamanos o sacudir sus pelos de barba fuera de la encimera. Se preguntó si había muerto e ido al cielo. Sin duda era lo suficientemente blanco aquí para ser el cielo, y Wendy parecía lo suficientemente dulce como para ser un ángel.
—¿Puedo hacer algo por ti? ¿Conseguirte algo? —preguntó Wendy.
—No, estoy bien.
Wendy señaló una pequeña mesa cerca de la ventana.
—Hay agua allí por si tienes sed —dijo—. Regresaré justo antes de las seis para llevarte a la cena.
—Muy bien. —Se volteó cuando Wendy se acercó a la puerta—. Gracias, Wendy. Aprecio todo.
Wendy simplemente sonrió mientras cerraba la puerta. Jimin miró a su alrededor de nuevo, luego giró en un círculo, abrazándose a sí mismo.
Se dejó caer en la cama, que era más suave que cualquier cosa que hubiese sentido, el sedoso cubrecama fresco y suave bajo su mejilla. Se incorporó y se dirigió al baño.
~☆☆👹👺☆☆~
Era tan estrictamente blanco como su habitación, sólo con toallas azul cielo y un jarrón de flores de color azul sobre el mostrador para romper la monotonía. Una gran bañera yacía en el centro del baño justo en frente de él con una pared de mármol en la parte posterior de la misma. Jimin nunca había tomado un baño en bañera. Sólo tenían una ducha en casa.
Parecía un desperdicio de agua a juzgar por el tamaño de la misma. Miró a su alrededor, preguntándose dónde estaba la ducha. Tal vez la gente rica no se duchaba, sólo se bañaba.
Viendo una abertura al lado de la bañera, Jimin la siguió y descubrió la ducha. Era en forma de media luna, siguiendo la parte posterior de la bañera, con una abertura en ambos extremos. Dos cabezales de ducha por encima de él venían directamente del techo. Tres más sobresalían de la pared a distintas alturas. No había pomos que se pudieran ver que abrieran el agua.
Salió por el lado opuesto al que entró, y vio a un pequeño pasillo, al otro lado de la habitación. Jimin entró y descubrió un armario. No, eso no era correcto. Era una habitación para la ropa. Podía poner toda la ropa de su armario y de la Boutique de Jin en la ciudad allí adentro y todavía tendría espacio de sobra. Incluso tenía dos tocadores en el interior, y un sofá para sentarse en el centro. Jimin regresó y recuperó su pequeño bolso, volviendo al armario.
Le tomó cinco minutos para vaciar el bolso, colgar sus camisas y doblar el resto en un cajón. Su ropa parecía mísera y fuera de lugar en el armario. Se recostó en el sofá, anhelando su pequeña casa andrajosa, mirando hacia el techo del armario, y por primera vez desde que había descubierto su destino por su mal aconsejado viaje a la Casa del Monstruo, Jimin lloro.
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