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Él era hermoso, y lo sabía. Se sentó mirando a su reflejo en el espejo ovalado de su baño. Piel clara intacta, brillante cabello oscuro y ojos azul que le devolvían la mirada.
La belleza era el infortunio en su vida que muchos envidiaban, pero sólo porque no entendían la carga que conllevaba. Deseó por una vez ser elogiado por su mente en lugar de su apariencia.
Se apartó del espejo, sus ojos recorriendo la vieja habitación. Estaba limpia y ordenada, como siempre la mantenía. El hizo lo mismo con el resto de la pequeña casa, a pesar de los constantes intentos de su padre de socavar sus esfuerzos.
Abrió su armario, echando un vistazo al poco contenido. El sueldo miserable de su padre no hacía nada por su vestuario, lo cual requería creatividad de su parte. Podía coser tan bien como cualquier costurera profesional, y mantener su armario actualizado cambiando los artículos.
Menos mal que era algo así como un creador de tendencias en lugar de un seguidor de ellas. Alguien llamó a la puerta, y rápidamente se puso un par de jeans desgastados —gracias a Dios por esa tendencia de moda—y una camiseta rosa con parches de encaje. Corrió por toda la casa, poniéndose los mocasines que estaban cerca del sofá.
Estaba agradecido de que su padre no estuviera en casa. El abrir la puerta reveló a Jungkook y Taehyung, sus dos soulmates, y a Namjoon y Seokjin.—Hola, Jimin—dijeron Jungkook y Taehyung al unísono. Namjoon puso los ojos en blanco cuando se rieron, pero Seokjin, quien había estado enamorado de Namjoon desde que Jimin lo rechazó, sonrió con indulgencia.
—Hola, chicos —dijo Jimin, cerrando la puerta detrás de el, sin molestarse en cerrar con llave. No era exactamente el vecindario principal para que los ladrones buscaran objetos de valor. Bajaron por la calle, Namjoon y Seokjin detrás de los chicos riendo con los brazos enlazados, pateando una roca de vez en cuando.
Llegaron a Punky Burgers, el local de mala muerte que era el único lugar donde pasar el rato en la metrópoli no tan próspera de Busán. La ciudad no tenía absolutamente nada que ver con la belleza de su homónimo, bueno, no de este lado, de todos modos. Ellos juntaron su escaso dinero y compraron dos órdenes de papas fritas y una orden de aros de cebolla, así como un refresco extra-grande para compartir. Encontraron su mesa de siempre, ahuyentando a dos palomas, y haciendo caso omiso a la superficie manchada de barro y salpicaduras de alimentos.
La conversación fue habitual, cotillear sobre otros en la escuela o quejarse de los maestros. Evitaron hablar de sus vidas hogareñas, ya que no había muchas cosas buenas que decir de alguna de ellas. Jimin sólo medio escuchaba la conversación mundana, hasta que el tema cambió.—¿Quién está dispuesto a ir a la Casa del Monstruo esta noche? —preguntó Namjoon al grupo.
—Oh, vamos —gimió Jungkook—.¿Cuándo vas a renunciar a eso? Los ojos de Jimin se movieron del grupo a la casa de la que hablaban. Estaba en lo alto de la colina, sobre la ciudad. Era más grande que sus cinco casas juntas, opulenta, hermosa... y misteriosa. Nadie había estado nunca dentro de sus paredes. Por lo menos, nadie que ellos conocieran. El dueño de la ciudad vivía allí. Él no poseía la ciudad exactamente, pero poseía el único banco en la ciudad, lo cual era básicamente lo mismo.—Renunciaré cuando dejen de ser unos cobardes y vengan conmigo —le dijo Nam a Jungkook.
—Eso no va a suceder —dijo. Jimin sabía que mentía. Kook quería ir tanto como Nam. Jin por lo general se unía a Nam tratando de persuadirlos, pero desde que había desarrollado un enamoramiento por Tae, esperó a oír su opinión antes de expresar la suya. Era tan obvio. Y Tae era tan ajeno a todo.—¿Qué hay de ti, Jimin? ¿Estás dentro? — Jimin no le contestó a Nam.
La mayor parte de el sabía que estaba mal, que ni siquiera debería considerarlo. Otra parte de el tenía curiosidad. Más que curiosidad, la verdad. No por el monstruo, no tanto, aunque pensaba que tal vez querría echarle un vistazo, pero la mayoría era curiosidad por la casa.
Del otro lado de la ciudad, había gente con dinero, como sacado de una novela de Dickens. Tenían grandes casas, manejaban buenos autos, usaban ropa de diseñador. Pero la Casa del Monstruo era otra cosa. La Casa era el tema de películas por su tamaño y su misterio.
En lugar de responder a Nam, se encogió de hombros. Eso lo mantuvo neutral, le daba la oportunidad de ir con lo que todos los demás decidieran.—Yo estoy dentro —dijo Tae.—Yo también. —La respuesta de Jin fue rápida, siguiendo a la de Tae.—Parece que tú eres el único que no se decide —le dijo Nam a Kook.—Bien, lo que sea. —Le mostró su dedo índice, como si se rindiera a la presión del grupo.
Pero Jimin sabía mejor.—Vamos, entonces.—Espera. ¿Ahora? —preguntó Jimin.—¿Por qué no? Va a oscurecer pronto. Los rumores dicen que el monstruo sale justo antes del anochecer para aullar a la luna. Si vamos a ir, no me quiero perder el show. —Nam encontró graciosa su rima y no se dio cuenta de que nadie se río con él.
Limpiaron su desorden, dejándolo en la parte superior del desbordante bote de basura. Jimin sentía ciertas dudas sobre ir ahora. Por mucho que quería ver la casa, el no quería ser uno de los chicos que subía sólo para poder decir que vieron al monstruo. Parecía cruel.—¿Vienes? —Jungkook lo volvió a llamar. Jimin miró hacia donde ya estaban paseando por la carretera. Decidiendo que no quería ser el único que se negara a ir, corrió hacia ellos, dejando a un lado su recelo. Estúpida presión de grupo.
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