Prólogo

Polum, el rey de Naterda miraba el cielo estrellado a través del hueco redondo que funcionaba como ventana. Se preguntó cuántas noches estrelladas no ha visto ya en sus decenas de años de vida. Sus ojos han visto tantas cosas, ha presenciado tanta muerte pero también ha visto cosas bellas como ver a Naterda crecer y cambiar con el paso del tiempo, al igual que sus hijos, Bruce, Verónica, Mariana, Hanna y Annie.

Polum era un pativón cornudo, una criatura alta, robusta, de ojos rasgados, pequeños y negros, tan negros como sus cabellos largos reunidos en una melena. De su melena sobresalía, en el lado izquierdo de su cabeza una gran asta de venado. Sobre su rostro descansaban un hocico, un par orejas parecidas a las de un lobo. Su piel por completo era gris, a excepción de sus dos patas de pato, que eran de un color celeste.

Peculiares son los pativones cornudos, tanto por su apariencia como por su historia. Pues fueron ellos quienes, tras perder su hogar, viajaron años luz en busca de un hogar y se encontraron con un planeta habitado por otro tipo de criaturas, humanos. Por miedo a ser descubiertos, mantuvieron su estancia en las sombras. Con el paso del tiempo, más criaturas igual de peculiares se les sumaron y terminaron por fundar el reino de Naterda, un lugar para todo tipo de criaturas que busquen un refugio y un nuevo hogar. Así, más criaturas llegaron para instalarse en Naterda y juntas construyeron un hermoso reino, donde todos son bienvenidos. 

Y aunque Polum se sienta orgulloso de lo que su reino se ha convertido, hay algo que en ocasiones eclipsa su alegría, algo con lo que ha tenido que lidiar desde hace años, la culpa. La culpa de no poder salvar su hogar de la destrucción, la culpa de ver la muerte de guerreros que lucharon en una batalla que él provocó, la culpa de tener que sacrificar a su hermano gemelo por el bien de la paz.

Porque Polum alguna vez tuvo un hermano, de nombre Vralan. Eran inseparables y juntos fundaron y levantaron Naterda, pero las ambiciones y convicciones de ambos los llevaron a distanciarse y luego luchar entre ellos en dos ocasiones, una más fatal que la otra.

—Polum —llamó una dulce voz femenina que sacó al rey de sus pensamientos.

Se trataba de Lidia, la reina de Naterda, esposa de Polum y madre de sus cinco hijos. Lidia era una mujer de mediana estatura, complexión delgada, tez blanca, pelo negro, corto y esponjado y con unos preciosos ojos color avellana. Claro que lo que más resaltaba de ella eran sus alas que parecían estar hechas de cristal y sus orejas puntiagudas.

—Sólo estaba mirando las estrellas —dijo Polum.

—La cena está lista —sonrió la reina.

El pativón cornudo asintió y siguió a su esposa hasta el comedor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top