Capítulo VII: La llegada de las hadas

Ocultarse en el boque era cosa fácil para los pativones, el campamento secreto hecho de hojas y ramas pasaba desapercibido por el entorno boscoso. Los kimmie-winnies que cada día eran más grandes, fueron puestos en cuevas que se encontraban en lo profundo de un acantilado que los gemelos Polum y Vralan encontraron cuando exploraban la zona, fue todo un reto construir escaleras que soportarían el peso de los pativones cargando en su espalda a los kimmie-winnies y que fueran lo suficientemente largas para que llegaran hasta el fondo acantilado. Los nifies y los sonpaz arcoíris fueron instalados junto al campamento secreto para mantener a las criatura vigiladas y contenidas. Lo que no podía mantenerse desapercibido eran las arcas enormes de metal. Esas tuvieron que ser desmanteladas de a poco y las piezas eran arrojadas al acantilado. Muchas veces las arcas y el campamento estuvieron apunto de ser descubiertos por los débiles seres que dominaban aquel planeta, pero de un modo los pativones se las arreglaban para desviarlos y que se alejaran. 

Cuando esos seres no estaban cerca, la vida en aquel bosque no era tan mala. En realidad, era parcialmente parecida a la que tenían en Plow y con el tiempo su alimento fue cubierto con sus cultivos y los frutos silvestres de la zona. Su techo era de hojas y madera, sus camas eran de musgo y más hojas. Su silla y su mesa eran ahora la hierba verde. Tenían acceso a un riachuelo de aguas frescas y cristalinas. Fue difícil, pero así fue como pasaron tres años. Durante esos tres años, Polum comenzó a concebir en su cabeza un espacio seguro para los suyos, para su hermano y para él. Mientras que Vralan de vez en cuando la idea de apoderarse de más territorio, pero eran simples pensamientos pasajeros que no compartía con nadie, ni siquiera con su propio hermano.

—Vralan —llamó Polum una noche que ambos estaban montando guardia—, ¿está todo bien?

—Sí, sí, claro —mintió—, ¿por qué?

—Es sólo que te vi muy inmerso en tus pensamientos, es todo.

—¿Escuchas eso? —inquirió Vralan de repente, en un intento de desviar el tema.

—¿Escuchar qué?

—¡Eso!

Polum agudizó su oído y en efecto escuchó un sonido peculiar. Era un armonioso tintineo como si a lo lejos tocaran cientos de campanas pequeñas que cada vez eran más audibles.

—¿Acaso son campanas? —preguntó Polum.

—Así parece, pero aún así no me gusta —comentó Vralan—. Ve y avisale a Wallace.

Polum asintió y rápidamente fue a notificarle a Wallce sobre el extraño sonido. El instructor, al comienzo pensó que se trataba de una ridiculez e ignoró al guardia. No fue hasta que el sonido que describía Polum llegó hasta los oídos del instructor. En ese momento, salió de la tienda donde estaba y miró al cielo y se sorprendió al ver el cielo negro de la noche con otras luces que no eran las plateadas estrellas, eran algo desconocido que emitía luz dorada.

—¿Qué demonios es eso? —inquirió Wallace.

Pensando que podría tratarse de alguna amenaza, los pativones que hacia un momento e encontraban dormidos, entraron en pánico y otros que se encontraban fueras de sus casas, empezaron a ocultarse.

Todos los guardias presenciaron el desfile de luces doradas en el cielo nocturno y se reunieron en un mismo punto. Aquellas luces se acercaban y el peculiar tintineo era cada vez más audible. Entonces se dieron cuenta que esas luces, no eran solamente luces, eran en realidad criaturas de una belleza divina. Su aspecto era similar a la de los seres que habitaban fuera del bosque, con la diferencia del tamaño que era mucho más pequeño, las orejas que terminaban en punta y las alas que parecían ser de cristal que les crecían de la espalda. Entre sus brazos llevaban cargando a unos animalitos peludos.

Algunos se quedaron maravillados, otros se espantaron y otros se mantuvieron en alerta. Pero todos los guardias se quedaron parados, esperando a que esas criaturas fascinantes descendieran más. Inesperadamente, una de las criaturas creció en un parpadeo en un estallido de brillo dorado.

Enbous asid, tlirtesaesl, la etrari sle idec haol —dijo la bella criatura.

Los pativones quedaron muy confundidos al escuchar el extraño idioma de los recién llegados, quienes entendieron al instante que no se pueden comunicar al ver las expresiones de los guardias. Entonces, la criatura alada hizo una señal con la mano diciendo que se acercaran.

—¿Está diciendo que nos acerquemos? —cuestionó un pativón cornudo.

—Eso creo —confirmó otro con aire confundido.

—Yo iré —anunció Polum avanzando entre sus colegas.

—¡Polum, no! —detuvo Vralan poniendo su mano en el hombro izquierdo de su hermano.

—Estaré bien.

Por una razón que Polum no podía explicar, aquellas criaturas le inspiraban confianza y al verla, creía ver en sus ojos una genuina bondad. Por eso se acercó sin miedo hasta los seres con alas. Aquella que hacía señas sonrió al ver a Polum acercarse y cerró sus ojos antes de tocarle las cienes que le brillaron en una luz blanca, provocando que los pativones se alteraran.

—¡Estoy bien! —anunció para evitar que los guardianes hicieran algo.

Al cabo de un par de minutos, la criatura con alas dejó de tocar las cienes del pativón, desapareciendo el brillo blanco.

—Saludos, "pationes" —volvió a hablar la criatura alada, ahora en el idioma de los pativones, aunque con cierta dificultad—. No tener miedo, nosotros no venir a atacar.

Los pativones se relajaron al escuchar aquello.

—Yo ser princesa Lidia y ser hada —se presentó—. Venimos de un lugar distante que  ser destruido y mi pueblo y yo queremos encontrar un nuevo hogar.

—Nuestro planeta también fue destruido y llegamos aquí en busca de un hogar —contó Polum—. Hace tres años que estamos aquí y desde entonces hemos vivido escondidos de la especie dominante que habita este mundo.

—¿Por qué se esconden? —preguntó Lidia.

—Tememos que reaccionen de manera violenta y no queremos luchar, pues sabemos que somos más grandes y fuertes que ellos, además somos una especie pacífica. Encontrar un planeta como este es complicado y no queremos arriesgarnos.

—Entiendo su preocupación y ser cierto que encontrar un planeta con estas condiciones no ser nada común —asintió la princesa hada—. Yo proponer una unión entre "pationes" y hadas y así ayudar a los dos.

—¡¿Qué nos asegura que no son una amenaza?! —gritó un pativón.

—Esta desconfianza no es de sorprender y la verdad no tener cómo asegurar que no ser una amenaza para ustedes, aunque la única prueba que yo tener es que si las hadas fueran una amenaza, ya estaríamos peleando, ¿no lo creen?

—¡¿Cómo pueden sernos ustedes de ayuda?! —inquirió otro guardia.

—Las hadas trabajar bien con la naturaleza, ser buenas para hacer cosas a mano, ser buenas con animales y nosotras tener magia.

—Disculpa, ¿dijiste "majia"? —preguntó Polum.

—Sí, magia. La magia ser algo que nos permite a las hadas hacer cosas extraordinarias, por ejemplo —explicó Lidia—, con la magia puedo aprender su idioma muy rápido y con la magia podemos sobrevivir al espacio.

Los pativones se miraron unos a otros, pues bien las hadas podrían ser de gran ayuda, también podrían ser una gran amenaza. Polum que las hadas no recibirían una respuesta inmediata.

—¿Les importaría a ti y a tu pueblo esperarnos justo aquí para tomar una decisión?

—Esperaremos su respuesta —accedió Lidia—. ¡Prosaeremes quia! —exclamó al resto de las hadas.

Los pativones regresaron a su campamento secreto y discutieron si debían o no recibir a las hadas. Tras una larga discusión, se determinó que sí serían bienvenidas por un tiempo en el que tendrían que demostrar que pueden ser de utilidad para la comunidad. Polum fue escoltado por Vralan y más guardianes para comunicarles a las hadas sobre la decisión.

—Princesa Lidia —dijo Polum—, de parte de toda la comunidad de pativones, le comunico que las hadas serán recibidas en nuestro campamento, con la condición de que desarrollarán sus habilidades para el bien común.

La princesa sonrió una vez más y Polum quedó fascinado por ésta.

—Muchas gracias...¿cuál es tu nombre?

—P-Polum.

—Muchas gracias, Polum, nunca podremos pagar tanta gentileza y te prometo en nombre de mi pueblo que trabajaremos cada día para ayudar a los "pationes" y así formar una fuerte alianza entre ambas especies.

—Pativones, se dice pativones —corrigió Polum.

* * *

Cuando amaneció, el bosque fue visitado por tres débiles seres de la especie que dominaba aquel planeta que los pativones adoptaron como su nuevo hogar. Uno de ellos era de una edad avanzada, el segundo era el más joven y el tercero, el que llamaba más la atención, usaba un traje brillante que lo hacía ver un tanto más intimidante y en su mano sostenía una especie de lanza con una empuñadura en forma de cruz con una joya roja en el centro. El portado de aquel objeto de aspecto peligroso era seguido por una decena de monstruos andantes hechos de piedra roja.

—Juro que escuchamos un molesto tintineo anoche —contó el anciano—, ¿a qué sí, muchacho?

—Así es, mi padre no le miente, señor Ryder —confirmó el más joven.

Cuando los pativones se percataron de la presencia de los intrusos, sigilosamente pidieron a todos que se ocultaran, pero Lidia les pidió que se tranquilizaran.

—Nosotras poder con esto, confíen en nosotros.

Los pativones dudaron un poco, pero cedieron ante la idea de ver qué podían hacer las hadas. Lidia hizo una seña para que algunos de sus súbditos la siguieran volando hasta la entrada del campamento de los pativones. Cerraron los ojos y susurraron algo, mientras los pativones presenciaban la escena.

—¡Ahí vienen! —anunció un guardia.

Cuando los intrusos se toparon frente al campamento, no reaccionaron en lo absoluto, en realidad actuaron como si de verdad frente a ellos no hubiera nada fuera de lo común. Lo más impactante era que los pativones sí podían ver a los intrusos. Los intrusos no tardaron en alejarse.

—¿Qué acaba de suceder? —preguntó otro guardián.

—Usaron su magia, ¿no es así? —dedujo Polum.

—Así es —confirmó la princesa—. Con nuestra magia creamos una ilusión frente a los intrusos y los hicimos creer que no había nada más que árboles.

Las hadas acababan de demostrar que sí podían ser de ayuda para toda la comunidad y se aseguraron su estancia en el campamento secreto.

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