Capítulo V: Evacuación definitiva

En el universo hay estrellas que pueden ser el origen de cosas mágicas como de entes cósmicos peligrosos con la capacidad de vivir eones y de destruir todo a su paso. Para algunos, el sol es una estrella que da calor y luz, para otros es la condenación definitiva de planetas. Los pativones no lo sabía todavía pero todo lo que conocía sería destruido por un ente cósmico y nada podría evitarlo.

Dieciséis años después de que los gemelos Polum y Vralan se convirtieran en guardianes, una bola de fuego cayó en picada justo en el centro de Plow. Nadie fue testigo de que el fuego no se extinguía y que comenzaba a tomar una forma humanoide y una figura femenina se podía ver dibujada en las llamas vivientes. Cuando el fuego se disipó, apareció una mujer pálida con un vestido ligero tan rojo como la sangre y su larga cabellera era color ceniza. Cuando sus ojos llameantes miraron alrededor y vieron toda la vida que había en Plow, en sus labios rojizos se dibujaron una perversa sonrisa. Comenzó a caminar para contemplar su alrededor y por cada paso que daba, dejaba sus huellas humeantes marcadas sobre la tierra.

Risueña era aquella entidad que comenzó a lanzar fuego de sus manos. Quemó comarcas y fuertes y el fuego que lanzaba se propagaba y cuando consumía lo que tuviera dentro hasta hacerlo cenizas, el fuego regresaba a ella, haciéndola más poderosa. La figura femenina volvió a convertirse en llamas, pero las flamas eran grandes, como las torres de un palacio. El fuego ascendió hasta los cielos de Plow, decorándolo de un rojo intenso, evaporando todas las nubes en un mismo instante, elevando la temperatura bruscamente.

La noche que la vida de los hermanos Polum y Vralan iba a cambiar para siempre, se encontraban dormidos, en el dormitorio de su fuerte número cuatro. A mitad de la noche, Wallace, junto con otros instructores entraron al dormitorio y despertaron a los guardias escandalosamente, ordenando que ejecutaran la "evacuación definitiva" inmediatamente. Los guardias titubearon por un segundo al escuchar la orden, pues sabían que la "evacuación definitiva" era un acuerdo entre todos lo fuertes de que en caso de que Plow ya no fuera habitable, los guardianes debían llevar a cuantos civiles les fuera posible al fuerte más cercano para que fueran puestos en arcas hechas de metal que servirían para abandonar el planeta.

Polum y Vralan se levantaron y corrieron hasta subir a la carreta que se dirigía a su comarca natal porque había ahí una pativón que les importaba más sobre el resto, su madre. Cuando salieron sintieron el repentino calor y vieron horrorizados el cielo pintado de rojo, entendieron de inmediato la urgencia de usar ejecutar la "evacuación definitiva". 

El conductor presionó al sórtubus para que andé más rápido, pues la situación ameritaba velocidad. El viaje se redujo a la mitad, pero el temor aumentó pues del cielo claramente avistaron que caían grandes bolas de fuego.

Para cuando los gemelos llegaron, varias bolas de fuego se habían estrellado contra su comarca, dejándola arder en llamas, quemando lo que alguna vez fue, pues estaba quedando irreconocible.

—¡Ve por mamá, yo intentaré salvar a cuantos pueda! —dijo Vralan.

Polum asintió y corrió hacía la casa donde creció. No tardó mucho ver que entre los pativones que corrían apurados, estaba su madre intentando huir también del peligro.

—¡Mamá! —exclamó Polum con desesperación sin dejar de correr hasta ella.

La mujer logró escuchar el llamado de su hijo y sin detenerse, lo buscó con la mirada y entre el montón de pativones lo encontró corriendo hacía ella. Verlo en medio de aquel caos, la hizo sentir aliviada y esperanzada, así que con sus aletas azules aceleró el paso tanto como pudo.

—¡Hijo! —respondió la madre.

Del cielo otra bola de fuego cayó e iba a estrellarse justo entre Polum y su madre.

—¡Mamá, cuidado! —advirtió.

La mujer se dio cuenta del peligro que venía justo hacía ella y se dio la vuelta para correr lo más lejos posible de la bola de fuego, pero la bola era demasiado grandes y rápida como para escapar de ella así. Con el contacto de la tierra, la bola de fuego estalló en una ola de ardiente luz que alcanzó a la madre de los gemelos.

Polum sintió un vuelvo en el corazón, mas no se detuvo y continuó corriendo y rodeó la llama que recién había nacido y encontró al cuerpo de su madre tirado sobre lo poco a quedaba de hierba verde en Plow. Sus ojos oscuros se inundaron de lágrimas cuando notó que toda la mitad de la pativón estaba quemado.

—Mamá —llamó con la voz entrecortada sabiendo que no respondería, mientras la tomaba entre sus brazos.

Mientras tanto, Vralan estaba ayudando a escapar a unos pativones cuando una extraña sensación lo invadió repentinamente. Su única asta comenzó a emitir una luz de un azul intenso, tan intenso que la luz por un momento fue más brillante que el incendio que había a su alrededor. Por un breve lapso de tiempo, no veía con sus ojos, veía con los ojos de su hermano y pudo a su madre. También supo que ella había fallecido y sintió la misma tristeza que su gemelo sentía en esos momentos. Por ese lapso, Polum y Vralan eran uno.

Vralan llevó a los pativones hasta una carreta y se adentró de nuevo a la comarca en llamas para ir por su hermano, pues sabía que en ese momento lo necesitaba. La unión psíquica que recién acababa de tener Vralan le hizo saber exactamente dónde se encontraba Polum, por lo que no le resultó difícil encontrarlo entre los pativones que corrían desesperados por salvarse.

—¡Polum tenemos que irnos! 

Vralan sólo recibió de respuesta el llanto de su hermano gemelo. Como último gesto a su madre, Vralan le cerró los ojos y de cierto modo lucía como si estuviera durmiendo. Sin dejar que sus sentimientos lo dominasen, comenzó a tirar de Polum, pero él oponía resistencia. 

—¡Polum, por favor, no podemos quedarnos aquí, es peligroso. Mamá querría que escaparamos!

—¡No podemos dejarla, Vralan!

—¡Pero debemos hacerlo! —repuso sintiendo que el sentimiento de pérdida le ganaba.

Polum dejó delicadamente el cuerpo de su madre sobre la hierba y dejó de resistirse.

—¡Te veré en el fuerte! —dijo Vralan en la salida de la comarca—. ¡Aún hay pativones que rescatar, pero llegaré!

—¡No, no voy a perderte a ti también, tú vendrás conmigo!

—¡No puedo, debo ayudar!

—¡¿Qué pasó con hermanos hasta la muerte?! —recordó Polum—. ¡¿O acaso vas a romper tu promesa?!

—¡No, voy a regresar a tiempo, lo prometo!

—¡Si no piensas regresar ahora, entonces yo tampoco. Si morimos, moriremos pronto!

Los hermanos retomaron su papel de guardias por última vez y ayudaron a todos lo pativones que pudieron, pues las bolas de fuego seguían cayendo del cielo con mayor frecuencia y eran cada vez más grandes. Cuando todo prendió fuego y era imposible estar en la comarca, los guardianes supieron que la situación era crítica y que debían volver al fuerte en cuanto antes. Así que subieron a la última carreta dejando su comarca incendiada atrás. 

Para cuando los hermanos llegaron con los sobrevivientes, el fuerte estaba semi-destruido por el fuego. Entraron y guiaron a los pativones rescatados a la zona alta del fuerte donde las arcas estaban preparadas. Ahí, encontraron a Wallace, quien sería el encargado de dirigir una de las arcas.

—¡Ustedes, los gemelos! —llamó el instructor—. ¡Suban!

Los hermanos obedecieron y junto con algunos pativones que ayudaron a escapar subieron al arca, siendo Wallace el último en subir y quien cerraría el acceso. El instructor entonces se puso al timón y ordenó a dos guardianes que giraran unas manijas para cerrar la cubierta con una cúpula de cristal.

—¡Gemelos, bajen esas palancas a la cuenta de tres! —ordenó Wallace.

Las palancas a las que se referían eran las que estaban a extremos contrarios, una a la derecha y otra a la izquierda. Polum corrió hacía la palanca izquierda y Vralan corrió hasta la palanca izquierda.

—¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! —contó Wallace.

Los gemelos bajaron las palanca al mismo tiempo, las cuales hicieron desplegar las alas laterales inmensas del arca y activar. El arca comenzó a deslizarse y salió por el hueco predispuesto para ello y el arca no cayó, sino que comenzó a volar. Wallace jaló hacía arriba el timón para ascender el arca. Unas bolas de fuego comenzaron a caer del cielo rojo y el instructor tuvo que esquivarlas, moviendo el arca bruscamente a los lados. 

Polum y Vralan vieron a través de la cúpula de cristal más arcas volando que desafortunadamente no pudieron esquivar las bolas de fuego y se desplomaron de inmediato. Luego, a su alrededor se tornó rojo aunque notaron que el arca se estaba calentando. El rojo intenso fue tornándose cada vez más oscuro y la temperatura fue descendiendo. Cuando menos lo esperaron, ya estaban en el espacio exterior.

Se quedaron maravillados al ver el profundo espacio negro con estrellas. A Polum le llamó la atención la irradiante luz que podía ver de reojo por la izquierda. Para su sorpresa, no se trataba del sol, pues éste estaba un tanto más alejado a la derecha. Se trataba de Plow, que brillaba casi tanto como el sol por el todo el fuego que la entidad cósmica provocaba con sus bolas de fuego que desolaron todo el planeta. Vralan también vio a su planeta convertirse en llamas y sintió por primera vez en su vida miedo por no saber lo que sucedería, pues estando en el arca, él y su gemelo estaban dejando su planeta natal y todo lo que conocían atrás.

Polum y Vralan se miraron y Vralan pensó que lo que sea que sucediera, se tendrían el uno al otro, que era más que suficiente, pues juntos eran más fuertes.

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