Hermanos. Capítulo único.
【Notas de la autora】
▶ One-shot basado en un cómic sobre Miles y Franziska que encontré en Pinterest hace ya algún tiempo. Al final de la historia, les dejaré un link (así como también el nombre del autor), dejando un respectivo agradecimiento por darme esta inspiración.
▶ Con respecto al punto anterior y para que la historia tenga sentido, Franziska von Karma la presentaré con una edad de 6 años, mientras que Miles Edgeworth tendrá 13 años. (Las edades son aproximadas para que el cómic tenga sentido en esta adaptación).
▶ Los personajes de Phoenix Wright: Ace Attorney y Miles Edgeworth Investigations no me pertenecen, sino a Capcom Co., Ltd.
▶ Créditos respectivos al autor de la imagen que he usado como portada de esta historia, solo le agregué el título y le di un pequeño filtro para que resaltase el título sin opacar a los personajes. Si alguien puede proporcionarme el nombre del artista, le estaré bastante agradecida.
▶ Una vez mas, trataré de no hacer demasiado énfasis en los detalles, pues estoy segura que la mayoría ya sabe de qué van los juegos. De cualquier forma, buscaré ser lo más clara posible para que no haya confusiones.
Y sin mas dilaciones, disfruten.
Para ser parte de la familia von Karma debes seguir ciertas reglas que te permitirán ser aceptado como tal:
1. Nunca cometer un error.
2. Siempre llevar la razón... aunque no siempre sea así.
3. Ser perfecto en todo. Siendo esta última regla la más importante de todas.
Puede que, en un principio, resulten bastante absurdas y quieras incumplirlas, sin embargo, debes tener en cuenta que siempre tendrás a una pequeña arpía pegada a tu costado que se encargará de que las acates o de lo contrario serás recibido con una lluvia de azotes de parte de la fiel fusta de la que nunca se separa... para tener solo seis años de edad, Franziska von Karma es alguien de temer y Miles Edgeworth tuvo tiempo suficiente para adaptarse a ella, su pequeña hermana mayor.
Han transcurrido poco más de cuatro años desde que Manfred von Karma le tendió una mano cuando más lo necesitaba y, en todo este tiempo, Miles ha sido guiado para convertirse en un fiscal prodigio que le permitirá castigar a todos los criminales con los que se cruzase; no obstante, él no está solo a lo largo de las extenuantes horas de estudio, pues la hija de su mentor nunca estuvo dispuesta a quedarse atrás, ya que ella lo declaró su adversario desde el momento en que se enteró que tomarían el mismo camino.
"Si eso te hace feliz..."
Y, por supuesto, hoy tampoco sería la excepción a esa rivalidad.
Desde muy temprano por la mañana, ambos niños se encontraban estudiando en el despacho de Manfred von Karma, ya que –por obvias razones- resultaba ser el lugar adecuado para formarlos como los fiscales que serían en un futuro próximo.
El silencio era absoluto en la habitación, pues era necesario para poder concentrarse en las tareas que cada uno llevaba a cabo, pero eso no quería decir que la pequeña Franziska fuera capaz de mantenerse quieta al dirigirle de vez en cuando un vistazo fugaz a su rival, quien se hallaba sentado a un lado suyo. "Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos", había dicho la pequeña al momento de tomar asiento antes que Miles, causando que éste solo pusiera los ojos en blanco una vez que se sentó en el lugar que ella le indicó.
Las horas siguieron su curso sin que los infantes se atrevieran a decirse algo, pues aunque Miles estaba consciente de las miradas furtivas que le dirigía su hermana, era preferible no reprocharle en absoluto a menos que quisiera ser azotado por la fusta; por otra parte, Franziska no era de las que iniciasen una conversación sin razón aparente, para alguien como ella le resultaba difícil hablar sobre algo tan trivial como el clima (por poner un ejemplo), pues no va con su personalidad. Así pues, ninguno de los dos advirtió la figura de Manfred von Karma en la habitación ahora que acababa de entrar, por lo que el fiscal invicto tuvo que dar unos cuantos golpes contra el piso haciendo uso de su bastón para que ambos niños alzaran la vista.
La tensión en el ambiente era palpable para la pequeña Franziska, quien dedujo que algo no andaba del todo bien, por lo que no tardó en buscar algún indicio en los fríos ojos celestes de su padre que explicasen su repentina presencia en el despacho; sin embargo, pocas respuestas podría obtener de parte de su mentor ahora que se daba cuenta que era ignorada, quizá, debido a la carpeta que llevaba consigo... quizá, porque era muy probable que haya elegido (una vez mas) a Miles Edgeworth para que lo acompañase a los tribunales, dejando en claro quién es el favorito de la familia.
"¿Y qué hay de mí? ¡Debería ser yo la que esté en los tribunales junto a ti, papá!", sus pensamientos eran todo lo que tenía para desahogarse al no estar prestando atención a la conversación que se llevaba a cabo frente a ella, pues sabía que poco podía hacer con sus rabietas, salvo empeorar la situación con su padre. "¡Me he esforzado tanto en seguir tus pasos incluso antes de que él llegase!", tragó saliva al sentir que un nudo se había formado en su garganta... no debía llorar, no en presencia de Manfred von Karma. "¿Qué es lo que tiene de especial? ¿Por qué siempre lo eliges antes que a mí?", su orgullo le obligó a desviar la mirada al libro que tenía entre sus manos, aparentando estar inmersa en su lectura.
No obstante, el joven Miles fue el único consciente del cambio en el humor de la pequeña que tenía sentada a un lado suyo, pues fue capaz de vislumbrar (aunque sea por el rabillo del ojo) esos dos lindos zafiros siendo opacados por lágrimas que la niña se negaba a derramar. Sabía que le estaba arrebatando a su padre, pero poco podía hacer para que el fiscal le escuchase en que tomara en cuenta a su hija por igual... es solo que... rara vez cambiaba de opinión, lo que aumentaba esa opresión en su pecho llamado culpabilidad.
Sin escuchar el resto de la conversación (salvo algunas palabras al azar que podrían ser o no importantes, ya lo averiguaría luego), Edgeworth se levantó de su asiento una vez que Manfred se dispuso a salir del despacho siendo ya la hora de partir a los tribunales, no podía permitirse retrasos, por ello es que no era necesario ordenarles nada a estos chiquillos, ellos ya sabían qué hacer.
Como el autómata que se había vuelto, Miles iba un par de pasos tras su mentor, pero antes de siquiera llegar al umbral de la puerta, se detuvo en seco al escuchar un sollozo proveniente de su espalda. "¡¿Franziska?!", la preocupación comenzó a embargarle, por lo que giró sobre sus talones buscando confirmar ese llanto que sus oídos captaron y que tanto temía confirmar.
–Franziska...- su voz apenas fue audible incluso para él, después de todo, ¿qué podía decirle sin que la hiriera aún más? Mordió su labio inferior, al no tener el valor necesario para reconfortarla, pero antes de que su mente decidiera cualquier otra cosa, fue interrumpido por su mentor, quien ya estaba en la entrada de la mansión familiar esperándole... ajeno a la situación.
– ¡Miles, no pierdas más el tiempo!- la severidad en esas pocas palabras lograron que el joven de ojos color gris despertara de su ensueño, era duro volver a la triste realidad donde una niña solo quería el cariño de su padre y él, tan cruelmente se lo arrebataba sin tener más opciones.
– ¡Y..ya voy, señor!- una última mirada y un adiós silencioso no fueron suficientes para apaciguar el corazón de Miles Edgeworth. Tenía que hacer algo al respecto, pero ¿cómo?
– ¿Todo en orden?- cuestionó el mayor con sequedad al dirigir su mirada celeste sobre el gris acero de su discípulo.
–Y..yo... eso creo, señor- Miles apartó la mirada por instinto en un intento de evitar que su mentor descubriese aquello que lo inquietaba, pero ese simple acto dejaba en claro su prioridad: Franziska.
"Patético. Sigue siendo un libro abierto".
–Ella estará bien- comentó Manfred al adivinar el hilo de pensamientos de su discípulo, provocando que éste se sorprendiera al haber sido descubierto tan fácil.
–Yo... no lo creo...- murmuró el niño con cierta timidez.
– ¿Qué vas a saber tú sobre Franziska? ¡Es una von Karma, ella es perfecta en todo lo que hace! ¿Está claro?- sentenció el mayor dando un golpe sobre el piso con su bastón, dejando en evidencia lo poco que le importaban los sentimientos de su propia hija. Lo único que quería era terminar esta conversación absurda.
La bilis se acumuló en la boca de Miles al escuchar a su mentor hablar de esa manera tan... despectiva sobre su hermanita. ¿Cómo era posible que él no estuviese enterado del cariño que la niña aun le tenía? ¡Es su padre! ¡Debería al menos estar orgulloso de que quiera seguir sus pasos como la fiscal prodigio que será algún día!
"Vamos, Miles, contrólate, no lo eches a perder... ¡hazlo por Franziska!".
– ¿Está seguro que no puede acompañarnos, solo por esta vez?- era típico de los niños esquivar una pregunta con otra, pero Miles arriesgaba mucho al comentarle que la pequeña de cabello platinado estaba ahí dentro llorando sin consuelo alguno.
–Tsk...- no estaban llegando a ninguna parte y detestaba perder el tiempo de ese modo, incluso para alguien tan perfeccionista como él, era inconcebible que sus planes no salieran como deseaba, especialmente si debía lidiar con alguien tan terco como Edgeworth –Haz lo que desees-
– ¿Señor?- preguntó el niño con cautela.
– ¿Tengo que volver a repetirlo?- bufó el mayor, harto de esta estupidez –Franziska puede acompañarnos, ¿entendido?- los ojos de Miles se iluminaron de inmediato al escuchar el cambio en la decisión de su mentor, bien podría darle un abrazo a manera de agradecimiento, pero es un von Karma con el que está tratando, será mejor no tentar a la suerte.
– ¡Gracias, señor!-
–Tsk... que esta sea la última vez-
El joven Edgeworth se apresuró en volver sobre sus pasos con la intensión de ir directo al despacho, pues algo le decía que la pequeña Franziska aún se encontraría ahí solo para eludir al ama de llaves o cualquiera que estuviese por los alrededores, pues bien había aprendido en este tiempo que ella nunca se mostraría ante los demás en un momento de debilidad. Esbozó una pequeña sonrisa al pensar en todo lo que sabía acerca de su hermanita... sus éxitos, sus fracasos, sus anhelos, todo... sin darse cuenta, él se había convertido en su confidente, tal vez en su mejor amigo, aun cuando fuese hostigado por esa arpía. Era curioso, cierto, pero en algún punto comenzó a agradarle esa pequeña yegua desbocada.
"Somos familia después de todo".
Conforme se acercaba al estudio, aminoró sus pasos a la espera de no sorprenderle como para ser recibido con toda clase de insultos, lo que menos deseaba era arruinar la buena noticia que traía consigo, sin embargo, ¿sería capaz de contagiarle su entusiasmo? Estaba a punto de averiguarlo. Se detuvo de golpe en el umbral de la puerta, sintiendo cómo su corazón volvía a encogerse al ver que la niña se esforzaba en mantener oculto su rostro mientras abrazaba con fuerza sus rodillas, estaba claro que no pudo contener más su llanto, esos temblores la delataban.
"Franzy..."
Sin llegar a pensarlo demasiado, Miles retomó su caminar hasta estar lo suficientemente cerca de la niña como para ser capaz de tocarle los hombros con dulzura; si tan solo fuese posible eludir el golpe que estaba a punto de recibir por su atrevimiento, al menos ya tenía un punto a su favor.
– ¿Franziska?- la aludida se sobresaltó al escuchar esa voz masculina que tanto detestaba, por lo que no tardó en buscar a su interlocutor para encararle.
– ¿Miles?- limpió sus pómulos con la palma de sus manos, podría decirse que estaba hecha un desastre -¿Qué haces aún aquí?- de un momento para otro, la infante frunció el ceño al creer que el chico solo se quedó para burlarse de su condición, ¡eso sí que era caer muy bajo! -¿No se supone que deberías estar de camino a los tribunales con papá?- aunque trató de sonar lo más mordaz que le fue posible, el hipo (consecuencia de su llanto) se lo impedía, provocando que sonara un tanto graciosa.
–Es verdad...- el niño esbozó una sonrisa traviesa, la cual habría de confundir a la hija de su mentor, ¿a qué venía tanto misterio de su parte? –Papá... quiero decir...- tosió –El señor Manfred ha cambiado de opinión-
– ¿De qué hablas?- inquirió con desconfianza.
–Franziska, ¿es necesario que te lo explique?- emitió un suspiro que dejaba en claro su decepción por estar frente a una von Karma tan ingenua.
–Pse...- las mejillas infladas en la menor eran de lo más adorables, pero preferible no mencionarlo.
–Tú ganas...- volvió a suspirar –Lo que trato de decir, es que podrás acompañarnos a los tribunales- el silencio que prosiguió fue absoluto, pues aguardaba a que sus palabras hicieran el efecto deseado en Franziska, sin embargo, no todo sale según lo planeado, ya que la niña no tardó en estallar al considerar que le estaba mintiendo.
– ¡No juegues conmigo, Miles Edgeworth!- logró empujar al susodicho para apartarlo de ella, odiaba tenerlo tan cerca... detestaba todo lo que estuviese relacionado con él y lo dejaba en claro ahora que se cruzó de brazos – ¿En verdad esperas que te crea?- bufó – ¡No soy estúpida!, sé que eres su preferido y por eso te toma en cuenta cada que él lleva un caso, ¡eres el prodigio que tanto deseaba!- mordió su labio inferior, no quería llorar de nuevo –Y yo... yo no soy nada comparada contigo- snif –No soy tan genial como tú- posó sus zafiros sobre el frío acero de los ojos de su hermano, se podía ver lo irritados que estaban a causa de las lágrimas – ¿Por qué querría tu compasión?-
–Franziska...-
–Si solo te quedaste aquí para burlarte, entonces... ¡lárgate!- le señaló la puerta -¡Déjame sola! ¡No necesito saber que soy tu bufón, Miles Edgeworth! ¡Ya me lo acabas de dejar en claro!-
El joven aspirante a fiscal se quedó de pie en su lugar, inmóvil, asimilando lo que acababa de escuchar solo por haber subestimado la terquedad de su hermana. Sí, es cierto que imaginó un desenlace distinto para esta conversación, pero ver que la soberbia de Franziska no tenía límites, le sacaba de sus casillas. ¿Debería proceder de otro modo para que ella creyera que su padre cambió su decisión? Cuando las palabras no son suficientes, es necesario entrar en acción.
–No- respondió con firmeza.
– ¿Qué acabas de decir?- Franziska alzó la mirada una vez más, furiosa a causa de lo testarudo que puede llegar a ser Miles Edgeworth.
–No me iré- volvió a sentenciar –No sin ti-
– ¿Enserio?- enarcó una ceja –Me gustaría ver que lo intentaras- el discípulo de Manfred sonrió con suficiencia, había estado aguardando para que usase esa frase... le estaba retando y no se iba a echar para atrás.
–Será un placer- murmuró al mismo tiempo que se acercó a Franziska para poder tomarla en brazos, esa era la única forma que le permitiría llevársela consigo sin que opusiera demasiada resistencia.
– ¡¿Qué haces?!- asustada, la hija del fiscal acabó por abrazarse del cuello de Miles, si bien era ligera, ser cargada como si fuera un costal de papas era inconcebible para alguien como ella... demasiado vulgar – ¡Bájame! ¡Ahora!- exigió.
El joven Edgeworth ignoró la petición de su hermana pequeña, permitiéndose afianzar su agarre en la niña, pues estaba seguro que le esperaban varios golpes como respuesta a su acto. "Lo que hago por ti, para hacerte feliz".
Por otra parte, Manfred von Karma seguía aguardando en la entrada de la mansión por los dos chiquillos, su paciencia estaba llegando a su límite y antes de que se le ocurriera ir a buscarlos por su cuenta, los griteríos de su hija le hicieron saber que ya estaban de vuelta. Sin decir nada al respecto al toparse con esa ridícula escena, el mayor se agachó para tomar entre sus brazos a la pequeña Franziska, quien se calmó de inmediato al sentir la calidez de su padre. ¡Por fin tenía la oportunidad de abrazarlo!, y todo gracias a Miles Edgeworth, su eterno rival... su hermano mayor.
Tomando un profundo respiro que le permitiría calmar sus emociones, la aspirante a fiscal acabó por recargar su mentón en el hombro de Manfred, pues así le sería posible dirigirle una mirada llena de gratitud a ese niño de ojos grises que se quejaba en silencio por el dolor de los coscorrones recibidos en su cabeza.
–Gracias, Miles...- susurró, esbozando una sonrisa que le hacía ver adorable, incluso con ese sonrojo que adornaba sus mejillas de porcelana.
No eran necesarias más palabras, solo bastó con corresponderle la sonrisa para hacerle saber que había hecho lo correcto, que no le mentía.
Profirió un suspiro en el que dejaba en claro que ya todo estaba en orden, ahora podían proseguir con su camino.
"De nada, Franziska".
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Link del cómic en que se basó este one-shot: https://www.pixiv.net/member_illust.php?mode=medium&illust_id=4989333
Link del artista en cuestión: https://www.pixiv.net/member.php?id=208278
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