Capítulo 4

Los caballeros asignados al leve recorrido estaban algo indecisos.

Las órdenes del duque eran proteger exclusivamente a Lanzel. Aún con esto, ellos protegerían con todo su corazón al hermoso jovencito, solo había un inconveniente de esto; ¿Qué pasaría con la señorita Jubelian? ¿No entraba en las órdenes?

— Padre, ¡mira estos pendientes! ¡Son hermosos!— la emoción en su voz y la bella sonrisa derritio a todos los que pasaban.

Regis tenía una leve sonrisa, casi imperceptible. El único capaz de hacer cambiar la típica expresión fría era Lanzel.

— Escoge todo lo que gustes. Lo compraré.

Jubelian hizo una mueca ante los precios de los productos. No podía comprar nada de eso, era una exageración.
¿Cómo podrían transformar un simple oso de felpa en un costoso accesorio lleno de gemas? Simplemente era algo absurdo que comprar, pero siempre habrá alguien que supere sus espectativas.

— ¡Padre, ese oso es adorable!

En este caso, su adorable hermano.

Las facciones del duque se suavizaron al escuchar reír a su hijo. Jubelian esquivo la hermosa escena familiar con un sentimiento desconocido.

Parecía que a cada paso que daban el duque y Lanzel, ella retrocedía dos más, quedándose tras de ellos como si de un guardia más se tratase.

Y tal como predijo, el resto de la tarde se mantuvo siguiéndolos con los demás caballeros. Tanto fue el recorrido que sus pies se encontraban hinchados, adoloridos y sudorosos. Notó las miradas hacia ella y solo entonces quiso salir corriendo.

Que salida tan horrible.

— Lanzel, ¿Quieres descansar un poco?

Jubelian internamente gritó una afirmación. No sé atrevió a decir nada, solo lanzo una mirada de muerte a su hermanito.

¡Acepta!

— N-no— sintió un escalofrío recorrerle.— quiero decir, si, tomemos asiento.

Lanzel suspiro algo acalorado. El también estaba cansado, su cuerpo no estaba en optimas condiciones para una caminata tan larga y además de eso tener contento a su padre era una verdadera calamidad.

Lo único que deseaba ahora era irse a casa, comer algun postre frío, tomar un baño y dormir lo que quedaba del día.

Tomó una bocanada de aire al sentir un ligero mareo. Cerro sus ojos y se sostuvo de la mano de su padre.

El duque rápidamente lo sostuvo. Acercó su mano a la frente de su hijo notando al instante la temperatura elevada. Los suaves jadeos entre cortados le hicieron hervir en nervios.

— Lanzel, hijo mío. — palmeó la mejilla en busca de una reacción. — Vamos, abre los ojos.

Tenso las facciones de su cara. Los guardias conmocionados se movieron al ver la brusquedad y desesperación del Duque con Lanzel.
Estaban igual de perdidos, pero lograron organizarse bien en llamar al carruaje, vigilar y evitar escándalo en el pequeño pueblo.

Regis paso sin mirar a nadie y subió al carruaje que recién había aparcado. — ¡Rápido! ¡Al ducado!

El cochero obedeció sin chistar, aún sabiendo que la joven señorita estaba a tan solo unos metros.

Tras la partida del duque, Jubelian se quedó quieta sin saber por dónde ir o mirar. Solo tenía por compañía a los caballeros de su padre(que parecían también haberse olvidado de ella).

Mordió su labio al notar como se iban.

¿Qué debería hacer? ¿Debería seguirlos o simplemente quedarse?

El temor de quedarse sin nadie le hizo dudar. Ya estaban a una distancia considerable y si no se movía los perdería de vista.
Sintió un nudo en la garganta.

— ¡D-disculpen-!

Un pequeño toque en su hombro la interrumpió.

— Joven señorita. — la peliplateada rápidamente giro su mirada. Al ver de quién se trataba, suspiro temblorosa pero aliviada. — Disculpe mi imprudencia, la vi sola y pensé que se habia perdido entre todo el agetreo.

Jubelian negó llorosa ante uno de los caballeros de su padre que se había quedado atrás, cuidándola sin ella darse cuenta.

— G-gracias, Sir. — sollozó. — Gracias por esperarme.


— ¿Y bien? ¿Mi hijo estará bien?

El doctor guardo lo último de sus pertenece. Asíntio al girarse y quedar frente a frente al temible duque.

— Se encuentra bien, Mi lord. Simplemente tuvo un golpe de calor, nada grave.— tomó su maletín sin apartar la mirada del serio hombre. — ¿Usted se encuentra bien?

— Perfectamente, gracias por su atención.

— No hay problema, es mi trabajo después de todo.

Al estar frente a la entrada de la habitación, el doctor se tomó un momento para ver al duque. A pesar de su insistencia, el hombre no dejo que lo revisará, estaba demasiado alterado para eso.
Detuvo sus pensamientos y salió de la habitación. Esperaba que el duque se cuidara y no volviera a recaer.

Regis se mantuvo un tiempo con su retoño, observando cualquier movimiento o sonido, esperando que se despertará a pesar de que su cuerpo le exigía algo de descanso.

El no cedería hasta verlo abrir sus amorosos y brillantes ojos.

Parpadeó.

No dormiría.

Al cerrar un momento su visión, termino por dormír. Lanzel entreabrio los ojos para asegurarse de que su padres descansaba y solo entonces, al verlo reposando en el sillón, se levantó indiferente de la cama.

Examinó la habitación gracias a la luz de la luna. No era la suya, era de su padre. Tal cosa lo hizo sonreir con frialdad.

"Oh, bueno, no pensé realmente que mi padre haría un escándalo por algo tan simple."

Esperaba que Max no se atreviera a visitarlo en los próximos días o de lo contrario terminaría sin una parte esencial de su cuerpo.

Aún estaba molesto por la evasiva del matrimonio. Era doloroso.

El si llegó a sentir algo por Max, realmente deseaba casarse con el aún a escondidas de su padre, del emperador y por ende, de su prometido. Incluso, le había sugerido escapar y formar su propia familia.

Estaba dispuesto a dejar todo por Max. Todo.

¿Por qué no aceptaba?

¡¿Por qué no podía ser feliz?!

Cubrió su rostro, enterrando sus uñas en el.

Odiaba ser un doncel, odiaba su posición, su apareciencia y sus genes.

Cómo detestaba a su madre.

A su padre.

Incluso, en algún momento llegó a odiar a su hermana.

No retuvo sus lágrimas. Se mantuvo en sus pensamientos. Mirando como las perlas caían y se posaban en las sábanas.

Lloró con más intensidad.

Toda la culpa la tenía su asquerosa madre, la bruja que lo maldijo.

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