Capítulo 20
Julieta
Hace dos días
Lo primero que vi cuando desperté fueron esas sosas paredes blancas, no había ventanas, pero suponía que ya debía ser de día, si estos tarados me habían secuestrado en la noche ya debieron pasar unas tres horas. Siento el cuerpo jodidamente pesado, seguro fue el veneno de mierda que nos pusieron en el auto. Pensaron en todo, ellos sabían que íbamos a estar ahí y esperaron el momento exacto para actuar y por más que quisiera pensarlo Mariel no hubiera podido hacerlo sola, ella no tenía la fuerza suficiente para golpearme. Tiene que haber alguien más, un hombre ¿Lucas tal vez? No, no lo creo, él estaba con Cristianno, si hubiera regresado o desaparecido lo hubiera dicho.
No pude ver ni su cara porque el imbécil estaba con pasamontañas sin embargo una extraña sensación de reconocimiento me invadió, yo conocía a ese hombre y no podía ser alguien con quien hubiera tirado, era algo más, como si fuera un amigo, pero no podía recordar quién era.
— ¡Oh! ¡La zorra ha despertado! — Dice un hombre algo gordo mientras se acerca a mí y me levanta del suelo con mucha facilidad— levántate querida, vamos a conversar.
Mi boca es más rápida que mi propio sentido común y digo: — Vete a la mierda gordo.
En ese instante siento como electricidad pasa por mi cuerpo ¿Qué mierda? Intento aguantar mis ganas de gritar para no darle el gusto, pero fallo y termino gritando y medio rogando por que pare. Él se ríe, claramente contento: — Escucha zorrita, tú vas a hacerme caso en cada cosa que yo diga, así es como van a funcionar las cosas a partir de ahora ¿Entendiste? Sé una buena chica y te prometo que te daré una recompensa que te gustará —comienza a frotarse contra mí— ¿Te parece?
Nunca he sentido tantas ganas de vomitar como hasta ahora y no me interesa si me va a electrocutar de nuevo con quién sabe qué pero no lo voy a aguantar. Como puedo me paro derecha y le tiro un cabezazo. Ese idiota voltea claramente aturdido dejándome el camino libre. Es mi oportunidad.
Aún mareada camino hacia la puerta, él vino desde allá. Mis piernas tiemblan como gelatina pero sigo en pie, como puedo llego a la puerta pero el hombre me sujeta de la cintura y sin esfuerzo me levanta y al instante me lanza contra la pared opuesta a mi posición. El aire abandona mis pulmones por unos segundos y logro recuperarlo mientras me jala el cabello y me levanta como un estropajo. Me siento jodidamente impotente.
Él riendo me dice: —No putita, no será tan fácil Salir de aquí, tú eres la mujer de Castillo ¿No es así? Tú sabes dónde está tu querido suegrito y más vale que me lo digas por las buenas. Ese imbécil nos traicionó y por poco acaba con nosotros. Ahora tu vas a pagar por ello, a menos que nos digas donde mierda esta.
Ahora la que ríe soy yo: — Pensar que hasta para eso eres imbécil, yo no sé nada de ese viejo desde hace años. Te equivocaste conmigo gordo. Yo no te voy a decir ni mierda, porque no sé ni mierda.
Él molesto me lanza un puñete en la cara, siento el dolor inmediatamente y sé que mi nariz está rota, o lo va a estar si recibo otro de esos. Levanto la cara para mostrarle que no me voy a doblegar y me dice: —Pues prepárate por que iremos tras toda tu parentela, los mataremos, uno por uno.
Queriendo molestarlo aún más sonrío y digo: —Pues te equivocas mi amor, mi familia no es débil. Nosotros no somos cualquier cosa y si querías a alguien que soltara todo de golpe pues la cagaste.
Le saco la lengua y el imbécil me suelta por lo que caigo al piso. No tengo ni tiempo para levantarme pues recibo una descarga eléctrica. No tengo ni fuerzas para quejarme, luego me da dos patadas en las costillas, no logro sostenerme y caigo de cara al suelo. Siento en mi boca el sabor a sangre y no sé si es por las patadas o el puñete.
Gordo de mierda, pienso.
Recibo varios golpes más, en la espalda, en el estómago, en todas partes, pisa mis manos hasta que tengo que consigo fuerzas para gritar. Todo esto sigue, parece nunca acabar, pero acaba, o tal vez no. Tal vez solo he perdido el conocimiento.
***
Cuando vuelvo a entrar en razón estoy sentada en una silla con ambas manos amarradas al igual que los pies descalzos, mi vista no está nada nublada por lo que el efecto del veneno ha desaparecido. Levanto la mirada y observo el mismo cuarto, veo mis manos, varios de mis dedos están algo amoratados y con cortes, al intentar moverlas siento el dolor llegar hasta mis hombros. Ahora recuerdo, me pisó las manos el gordo de mierda ese.
Mi cabello sigue suelto y por lo que puedo ver ahora está completamente enredado. Usualmente mi cabello tiene ondas, en realidad es bonito pero en ocasiones prefería lacearlo, ocasiones como esta. Cristianno siempre me dijo que le gustaba mi cabello, que le gustaba así, natural. El recordarlo me entristece ¿Por qué no ha venido por mí? ¿Le habrá pasado algo? ¿Estarán las chicas bien?
Julieta, olvida eso, ellos no son nada débiles así que no debes pensar sonseras. De seguro algo más pasó, ya vendrán y si no lo hacen escaparé yo.
A lo lejos escucho pasos dirigiéndose hacia donde estoy yo ¿Por qué escucho los pasos con tanta claridad? ¿Este lugar estará vacío? Qué raro.
Segundos después la puerta a mi lado se abre y entran dos personas, el hombre de hace un rato y otro más. En la puerta se quedan tres personas más, una parece ser mujer, pero no puedo estar segura, observo a los tres pero no puedo distinguirlos bien, todos llevan pasamontañas.
El gordo se me acerca y me sujeta del rostro, puedo sentir su aliento mezclado con alcohol: —Tardaste en despertar zorrita. Ahora si cooperaras ¿No es así? —Gruño en respuesta. El solo me suelta y el otro que estaba observando únicamente se acerca hacía donde estoy, lo miro fijamente queriendo no demostrar ningún temor, por más que sé que me estoy muriendo por dentro.
Se saca el pasamontañas y el hombre que veo es bastante joven, hasta podría decir que es contemporáneo conmigo. Cabello negro, tez media, ojos algo achinados, bastante alto, facciones bastantes comunes aquí en Perú pero no dejan de ser bien definidas. Sonríe por que ve que lo estoy analizando y me dice mientras quita mechones de mi cabello de mi rostro: —No me voy a presentar, pero más te vale que me recuerdes ¿Bien? Solamente quiero que me digas lo que queremos saber y te prometo que te soltamos. Es un gasto innecesario de energía y sabes que podrías morir, así que ahorrémonos eso, dime donde mierda esta David Castillo, que es lo que sabes sobre los vídeos del SIN o donde están y te podrás ir. Hasta te podemos escoltar.
— Oye ¿No le estás diciendo todo de golpe idiota?— volteo hacia el gordo, que lo mira con algo de recelo — es obvio que así no va a decir nada.
— Puedes llamarme por mi nombre Mendoza— el gordo lo mira con odio— lo mejor es que sepa quiénes somos, no me digas que tienes miedo. Bueno, ya sabes cómo se llama mi compañero, con saber mi apellido te bastará por ahora, aunque no planeaba decírtelo: Espinoza.
Bueno al gordo ya no le podré llamar gordo. Yo que ya me estaba acostumbrando. Espinoza me saca de mis ensoñaciones con su voz: — ¿Me lo vas a decir o no? No tengo todo el día amor. No me digas que este imbécil te ha asustado tanto que no quieres hablar ¿Es eso? —veo como le propina un golpe en la nuca al gor- a Mendoza— Tch, ya te hiciste el machito con ella, ese espectáculo es deplorable.
Mendoza bufa y yo me atrevo... espera ¿Me atrevo? Este chico me causa más temor que el otro: —Ya les dije que no sé nada. Yo no sé nada del viejo desde hace años, créanme maldición.
Espinoza niega con la cabeza y se aleja un poco de mí, suspira y me propina un fuerte golpe en la quijada. Mierda, duele mucho. Mi boca siente la sangre acumularse y no tengo de otra que escupirla, la veo caer a mis pies. Cuando logro levantar la cabeza él me mira y levanta una ceja. Pareciera que le aburre esto, si es así ¿Por qué esta aquí?
—Creo que me explique bien, o me dices lo que sabes sobre Castillos o los malditos videos o te prometo que te vas a arrepentir de haberme hecho enojar ¿Así o más claro?
Paso la saliva que queda en mi boca y repito como grabadora: —Pero no lo sé ¿Qué quieres que te diga? Castillo nos dejo hace mas de 10 años, yo no lo veo desde ese entonces—miente Julieta, miente— Maldita sea, ese viejo de mierda nos dejó a nuestra suerte y todos ustedes deben saberlo bien. Solo sé que no está en el país. Aparte, no se a que vídeos del SIN te refieres. Si son esos que armaron un escándalo en los 90' solo los vi en las noticias, te lo juro.
Y es mentira, claro que se de lo que habla, cuando ese viejo nos dejó, yo, Mica y Anto comenzamos a investigar más sobre él. Poco a poco los chicos fueron integrándose hasta que reunimos toda la información necesaria: Castillo había sido alguien bastante cercano a la mano derecha de nuestro presidente en la época del terrorismo. Ese imbécil le decía que funcionario comprar y cual matar. Pero era únicamente una hipótesis, nosotros pensábamos eso solamente por las pequeñas notas o diarios que nos dejaron nuestros padres. Para los ojos del resto, David era un completo equis en la historia, y se había salido con la suya.
Recuerdo vagamente cuando mi mamá le comentaba a la de Anto que Castillo estaba metido en algo muy turbio. En algo que involucraba al SIN. De allí nació la hipótesis.
Mendoza bufa y sale de la habitación. Espinoza espera que se vaya y cierre la puerta para hablar: —Te creo, pero desgraciadamente no puedo no hacerte nada. Eres nuestra carnada, a la que queremos es a Bianchi, ella lo sabe, aunque no sea consciente. Escúchame, cuando salgas de aquí tienes que buscarme, ahora no, en un tiempo, me vas a necesitar ¿Bien?—No entiendo, mi cerebro no procesa esto—Cárdenas, ese es mi apellido, búscame. Oh, algo más, lo siento por lo que va a pasar, pero es algo necesario.
Mientras sigo procesando las ideas y mirándolo con sorpresa, Mendoza entra en la habitación nuevamente, trae un balde, una toalla y se escucha algo metálico al final de este. Mierda, tengo una idea de lo que va a pasar. Quiero desmayarme, no quiero ser consciente de lo que va a pasar. Tengo miedo, no quiero más dolor. Cristianno, ven.
Una lágrima se escapa de mi ojo y sollozo lo más bajo que puedo. Ambos se sorprenden por mi reacción, hasta yo me sorprendo pero es la reacción de mi cuerpo ante el miedo, no tenía esa sensación hace mucho. Así, media llorosa les grito: — ¡No sé nada! ¡¿Entienden?! ¡No lo sé! —Mendoza saca lo que había al fondo del balde y me lo enseña, un alicate. Oh mierda, mis uñas.
— ¿Sabes para qué es esto no?— sonríe Mendoza, Espinoza solo me observa, callado, en la esquina del lugar— Si tú no nos quieres decir nada, es perfecto. Podré probar mis métodos disuasorios contra ti.
Quiero gritar, quiero patalear para que no lo hagan, pero me quedo callada. Este problema es mucho más grande que nosotros. Es algo que involucra la política de nuestro país, necesito saber más, quiero saber más, y si este es el precio lo tendré que pagar.
El dolor reemplaza todo pensamiento y conjetura. Veo claramente como la uña de mi pulgar está siendo levantada. Maldita sea como duele, pero solo gruño, me niego a darle el placer de verme pidiendo que paren. El tiempo pasa demasiado lento.
Cuando Mendoza termina con mi mano derecha me mira y como respondiendo a lo que no me pregunta le digo agotada: —Ya...te dije... que no sé nada, si... supiera te lo hubiera... dicho ¿Crees que no me duele? ¿Qué quieres que te diga?
Espinoza responde antes que el otro: —La verdad, eso queremos, o que nos des a Bianchi. Igual que tú y toda tu casta, ellos también son hijos de asesinos, así que no habría ningún problema si derramamos su sangre como pago por todas las vidas que quitaron ¿No es así?
Como puedo le respondo firmemente: —Pues te equivocas si piensas que con eso me tienes, idiota. Mi familia es lo más valioso para mí, y tú no me lo vas a arrebatar. Ustedes son simples peones y no me dan miedo. Son desechables y lo saben, yo los voy a matar, como a cucarachas.
Los miro con odio, mientras Mendoza limpia el alicate Espinoza saca la toalla, la exprime y la enrolla, como una trenza. De inmediato la impacta contra mí y siento como si mi interior explotara. Maldición, duele más que mis dedos. Ahora si grito, grito con toda mis fuerzas pero no le doy la oportunidad de que me escuchen rogar.
Espinoza me vuelve a preguntar lo mismo, y aunque ya sabe mi respuesta la vuelvo a decir. No pienso decirles nada, así me muelan a golpes.
Poco a poco y tras varios golpes vuelvo a perder la conciencia, pero puedo ver y sentir como Mendoza me propina golpes en mis costillas y en un ataque de rabia al no ver una reacción mía me lanza al suelo con todo y silla, yo caigo y sé que me he golpeado la cabeza porque siento algo cálido resbalar por mi cara.
***
Día presente
Cuando despierto esta vez estoy en la misma silla, pero en otra habitación, mejor dicho, el amplio pasillo del lugar, a simple vista parece una casa, una deshabitada pero bastante grande, estoy cerca a la escalera que da a la plata de abajo, pero no tengo ni fuerzas para tratar de huir. Mi cuerpo me duele, hasta el mínimo ademán de querer moverme me duele.
Cierro los ojos, me siento cansada, como si no hubiera dormido en días, ciertamente no he dormido, he caído inconsciente por el dolor, nada más, no sé si eso se le pueda llamar descanso ¿Hace cuantos días estoy aquí? ¿Dos? ¿Tres? No lo sé, mi reloj interno hace mucho que se perdió entre mis desmayos y demás.
Me niego a mover ni un solo músculo, quiero que crean que estoy inconsciente unos minutos más, quiero recopilar la poca información que he podido obtener hasta ahora: Castillo estuvo metido en la compra de políticos en el gobierno de los noventa y Aria tenía mucho que ver en ello. Tal vez su padre sabía algo y se lo dijo, aunque ya no lo recuerde. Tengo que hablar con ella cuanto antes, con todos, esta información puede ponernos un paso delante de todo, si la conseguimos.
Mientras pienso y ordeno mis pensamientos, se escucha un murmullo de voces detrás de mí, cada vez más cerca. Decido cerrar los ojos y esperar que digan algo que me pueda ser útil. Escucho una voz decir: —Pero si no le sacamos nada hasta ahora, sería un desperdicio quedarnos. En cualquier momento van a venir a por ella y nos mataran.
La voz de una mujer replica: — Pues si quieres puedes largarte. Ella debe saber algo, si no le entregamos ninguna información a los señores nos irá mal, debemos sacarle algo.
Nadie dice nada, siento a alguien acercarse a mí, cerciorando que estoy inconsistente se aleja y la voz de Mendoza dice: —Ya estoy hasta los cojones de recibir sus órdenes, esos chiquillos son unos malagradecidos. Dijeron que vendrían hoy ¿Por qué chucha no están aquí? Este tema también les inmiscuye a ellos. No se ustedes, pero yo me largo.
Espinoza es quien le contesta: — Serás imbécil, si no vienen es porque tienen algo más que hacer, algo importante pero estoy de acuerdo contigo, si te vas, igual yo me voy, prefiero desaparecer a seguir como idiota bajo las ordenes de dos imbéciles que se creen aún más que el mismísimo Al Capone.
Otro de los hombres le refuta y dice que no deben irse, pero Mendoza lo convence ¿Qué clase de idiotas son estos? Al final deciden irse, la mujer es la única que parece reusarse pero, y cito sus palabras, "no quiere recibir el castigo sola" por lo que también se pone en marcha. De reojo puedo ver como comienzan a cargar dos o tres cajas hacia la planta baja, son papeles, fotos y algo negro que no puedo distinguir. Parecen esos casetes antiguos ¿Será eso lo que quieren que diga? ¿Qué sé dónde encontrar más de esos?
Luego de lo que parece media hora, vuelven a centrarse en mí, Espinoza espera que los otros cuatro bajen para decir: —Sé que esta despierta Blass, no finjas conmigo, siempre voy a estar dos pasos delante de ti.
Mierda. — ¿Desde hace cuanto sabes que estoy despierta?
—Tu mano se apretó cuando Mendoza se te acercó, nadie más lo notó. Escucha, de seguro ya vienen por ti, es casi el tercer día que estas aquí, ellos se quieren ir antes que vengan, los van a hacer polvo si saben en el estado en el que estas. Es decir, mírate.
Recién pienso en cómo me debo estar viendo en este momento, no puedo no mover bien mi cuerpo, se encuentra entumecido por estar tanto tiempo en la misma posición, aparte del dolor por los golpes con la toalla y las patadas, mi cabello debe estar hecho un desastre. Debo estar hecha mierda, en pocas palabras.
Antes de poder decir algo más viene Mendoza y me ve despierta, sonríe y se acerca mientras Espinoza se aleja y desaparece tras de mí. Oh mierda, empezaremos otra vez. Antes de poder pensar correctamente mis palabras suelto: —En serio, no sé si eres tarado o tienes problemas de comprensión, yo no sé nada, sobre nada, hasta ustedes deben saber más que yo. Me quede huérfana hace dieciocho años al igual que mis amigos y lo único que recuerdo de mi madre es su manera de regañarme ¡Yo no sé nada maldita sea!
Apenas termino de gritar un fuerte golpe impacta en mi cara. El dolor se implanta instantáneamente en mi nariz mientras gruño, y eso que ya me estaba doliendo menos. Al abrir los ojos tengo que parpadear varias veces para alejar las lágrimas, cuando logro enfocarme veo que es la mujer quien me ha tirado ese maldito puñete, se está limpiando la mano de mi sangre, solo espera que salga, te voy a hacer basura.
Mendoza se vuelve acercar a mí mientras la mujer desaparece y escucho que jala una silla detrás de mí, parece que están sentados detrás, para observar el espectáculo. Él vuelve a insistir: — ¡Dilo zorra! ¡Tú sabes la ubicación de tu suegrito!—siento un golpe en el estómago que hace que escupa sangre— ¡Dilo mierda! ¡O te juro que voy a hacer que sufras tanto que quieras que te mate!
Vete. A. La. Mierda.
Queriendo mirar a otro lado dirijo mi vista hacia la escalera a mi izquierda y veo claramente unos ojos marrones preocupados al ver la escena. Tras él está otro ojinegro que se sorprende mucho al verme. Aún con pasamontañas puedo reconocerlos. Quiero llorar, quiero gritar y correr hacia ellos, mi familia, ya vinieron por mí. Pero lo único que logro decir es: — S-Se han tardado.
Cristianno es el primero en reaccionar y abalanzarse hacia Mendoza, me sobresalto y quiero soltarme, voy a ser un estorbo si tienen que protegerme. Recuerdo a los cuatro tipos detrás de mí, tal vez tres, Espinoza ya se debió ir. Pablo es quien se da cuenta primero y se apresura a cortar las cuerdas que me mantienen pegada a la silla, solo logra soltarme una mano pero es más que suficiente.
Las balas comienzan a correr y solo logro soltarme la otra mano para lograr agacharme, si recibo una bala estoy perdida, en mi situación actual no tardaría mucho en morir. Puedo soltar mis piernas y me tiro al suelo, siento dolor al instante. Hace días que no estiraba mis músculos. Levanto mi cabeza para ver a Castillo machacando a Mendoza, como puedo me arrastro y sujeto su mano para que se detenga. Mendoza ya esta inconsciente o muerto, no hay que perder más tiempo.
Finalmente enfoca toda su atención en mí, me analiza y de inmediato de carga en sus brazos, yo solo me aferro a él, no puedo ni caminar y seria un completo estorbo. Dos balas pasan muy cerca nuestro, mierda, esto es malo, no se va a poder defender con una sola mano. Como leyendo mis pensamientos Cristianno dice: —Sujétate de mi cuello, rápido.
Hago lo que me pide, y con su mano libre dispara cuatro veces, al parecer a dos de los objetivos, supongo que le dio a uno pues los disparos disminuyen. Pasamos al lado de Pablo quien solo asiente y se agacha al escuchar una bala. Volteo y puedo ver a Bastian junto con Aria quienes cubren a Guerra. No tengo fuerza para nada, ni para poder agradecerles.
Aria me sonríe y avanza para ponerse al lado de su novio mientras su mejor amigo le cuida la espalda.
La última vez que veo la escena puedo observar a dos personas en las sombras del extremo del pasillo, la mujer y otro más, Espinoza no está y supongo que Cristianno acabó con uno. Mendoza sigue inconsciente y Bastian lo revisa mientras tanto.
Al bajar las escaleras veo varias cajas, entre ellas las que tienen los casetes. Tenemos que llevarnos eso: —Llévate esa caja Cristianno, tenemos que llevarla, es importante.
— No puedo, nos están vigilando, los chicos se encargaran, lo prometo, vámonos.
Niego levemente con la cabeza y me tiro hacia la caja, Castillo intenta sostenerme pero entiende la idea y se agacha cubriéndome con su cuerpo, tengo menos de veinte segundos antes de que quien sea que nos ve se dé cuenta. Rápidamente busco entre los casetes alguno con las letras SIN, hay varios con esa denominación. Decido llevarme una que dice: Bianchi- SIN 1996.
Cristianno me levanta de nuevo y oculto el casete entre mi torso y el de él. Cuando salimos una oleada de aire fresco me invade, todo se ve callado, tranquilo, es una zona residencial. Las balas casi ni se escuchan, de seguro las paredes son insonoras. Con razón tampoco se escuchaban mis gritos. Avanzamos como una cuadra y media, Cristianno se detiene a observar el panorama, no ve nada inusual por lo que continua su camino, una cuadra después diviso su auto escondido entre un árbol.
Al llegar me coloca en el asiento de copiloto de manera muy delicada, gimo al estirar mis músculos de nuevo aunque el entumecimiento es menos. Apenas el moreno entra a su BMW enciende el auto y acelera, llevándonos lejos.
Metros después ya en la avenida principal, veo como saca algo de su bolsillo. Extiende su mano y me dice: —Tómatelas, te aliviara cualquier dolor mucho más rápido que lo normal. Hay agua a tu izquierda.
Como puedo extiendo mi mano hacia la botella medio llena de agua, cojo dos de las pastillas que tiene y me las paso de un sorbo, luego me termino el agua.
Él luce feliz de que le haya hecho caso, yo sonrío cuando me mira y me dejo caer en el asiento, poniendo mi rostro para poder mirarlo todo el camino, Cristianno me mira, veo como su semblante cambia y se relaja, yo también lo hago, estoy agotada. Creo que me estoy quedando dormida cuando siento su mano buscar la mía, le correspondo de inmediato y la aprieto.
Él me dice: —Descansa amor, ya estas a salvo.
Y lo hago, me quedo dormida el resto del camino.
Holaa!
Se me ha pasado el día y olvide actualizar, mil disculpas :c peero mejor es tarde que nunca ¿no?
Ya saben, voten y comenten si les gustó el capítulo, me encanta leerlos.
Nos vemos la próxima semana sin falta ♥
~L
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