03. Jimin y el futuro
[5]
30 años atrás.
El viento silba a lo lejos, moviendo las hojas de los árboles sin temor a ser juzgado por su salvajismo.
No podrían, no son capaces.
En la banca del parque central hay un niño sentado, cubierto por un par de abrigos y pantalones tibios. El cabello oscuro se mece inquietante, las mejillas carmín reflejan el frío y el belfo inferior es molido entre sus dientes delanteros debido a la concentración.
—Jungkook, ¿qué haces? —La voz es ronca, firme y autoritaria. Sin embargo, aún así el niño gira a verlo con ojos brillantes y una sonrisa sincera. Con el amor incondicional que solo las almas puras pueden otorgar.
—Nada, tío. Quiero que mis príncipes estén juntos por siempre. —Inocencia, de esa que enferma a las mentes más retorcidas por la maldad.
—¿Juntos por siempre? ¿Pero qué tontería estás diciendo? —Ira, de la irracional, de la que no tiene fundamentos ni razones. Ignorancia e incredulidad.
—Mis príncipes, tío —dice mostrando el par de muñecos que el hombre ha visto solo en películas de acción. Son superhéroes. Estos se mueven dando a entender abrazos y besos castos en sus labios de plástico.
—¡Estupideces! ¿Quién te enseñó algo tan asqueroso? ¿Tú padre ha visto las porquerías que haces con lo que te compra? —cuestiona de pie, imponente ante un niño tan pequeño, intimidante y aterrador.
—Pero... papá nunca me dijo que está mal —murmura, su voz pequeña por el miedo y el arrepentimiento.
¿Por qué los adultos no saben guiar por el camino de la rectitud?
¿Realmente les cuesta demasiado enseñar buenos valores y moral?
¿Por qué le permitieron hacer algo tan enfermo como juntar dos hombres?
¿Por qué a él sí?
—Si no te lo dije es porque no lo está, hijo. —La voz del padre parece traer calma al atormentado infante e incrementa la furia en el irracional adulto. Soltando un suspiro cansado, sonríe antes de ordenar con delicadeza—. Jungkook, toma tus cosas y vuelve aquí, vamos al coche, el frío es insoportable afuera.
Sin esperar más, obedece en silencio, tomando sus juguetes y abrazándolos a su pecho.
De repente se detiene, dudando en continuar. Gira su rostro y vuelve a sonreír, rompiendo el corazón de los mayores.
—Adiós, tío. ¡Te amo! —grita antes de salir corriendo, sabiendo que tiene prohibido soltar esas palabras al hombre.
Un "te amo" que trae amargos recuerdos, que lo vuelve más difícil de olvidar. Un te amo que le amarga la vida.
—Eres asqueroso. —El hombre suelta con rencor, coraje que no se molesta en ocultar ante su pequeño sobrino.
Que suerte tiene el viento, ¿quién se atreve a juzgarlo por su salvajismo e irracionalidad?
Cuando el niño está lo suficientemente lejos, ellos se enfrentan. No hay golpes pero sí dolor, y el frío que ellos sienten no se compara con el de su interior.
—Nunca me he metido contigo, Yeong, así que te pido no te metas conmigo ni con mi familia. —Deja en claro antes de dar la vuelta, dispuesto a salir de ahí sin hacer un escándalo.
—¿Dejarás a tu hijo ser un enfermo asqueroso? —La pregunta va cargada de incredulidad y Jeon Jeong no se gira para responder. Una esquina de su boca se eleva con gracia, burlona y orgullosa.
—Recuerda, Yeong, yo nunca me metí contigo, mucho menos te llamé de ese modo, incluso te cubrí y apoye cuando nuestros padres no lo hicieron. No seas hipócrita. —Y ríe, porque realmente vale la pena.
Pero los prejuicios son demasiado grandes y el resentimiento inmensurable.
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[6]
¿Semanas? ¿Días? ¿Meses?
Jungkook realmente no lo sabe y quizás no quiere hacerlo.
—¿Terminaste de leer tu diario?
La voz de Jimin proviene de la cocina, donde el desayuno huele delicioso y es más tibio que el resto de su inmenso hogar.
Se habían mudado al núcleo apenas tres años atrás, cuando las cosas estaban todavía más claras entre ellos y la decisión de estar juntos para siempre era un hecho.
Ellos serían como sus príncipes, y serían felices por siempre.
—¿Jungkook? ¿Me escuchaste?
Sacude la cabeza y asiente a pesar de no ser visto.
—Sí, lo hice.
—¿Entonces?
—He terminado.
—Bien, vamos a desayunar.
Los platos son servidos y ellos se sientan alrededor de la mesa, disfrutando la paz que pocos días pueden atesorar.
—Jackson acaba de volver de Japón, Taehyung y Yoongi están bien, furiosos pero vivos —dice mientras reparte la comida en ambos platos.
—¿Necesitaron ir al hospital?
—Fueron, pero solo para una revisión rutinaria. Ellos salieron a tiempo de la mansión y no hubo mayor inconveniente.
—Eso es fantástico.
—Lo es, pero no siempre podremos anticipar los ataques a las mansiones, tampoco vamos a tirar miles de wones a la basura en daños materiales.
—Lo sé.
—¿Sabes realmente a lo que me refiero? —Jungkook asiente y él suspira antes de frotarse los ojos—. Debemos acabar con esto desde raíz, Kook.
—Lo sé.
—¿Entonces qué pasa?
—Yo... —Se mantiene en silencio, huyendo de la mirada contraria.
—¿Tienes miedo? —cuestiona algo sorprendido, ese sentimiento no siendo muy característico en ambos.
—No estoy seguro.
Sus manos se unen sobre la mesa y se miran por algunos segundos, proporcionando el apoyo necesario.
Su amor es fuerte, no es necesario decirlo.
Ellos han superado cualquier problema, han luchado por estar juntos y hasta el momento han salido victoriosos.
—No es miedo, simplemente dolor, nos hemos dañado y nunca sanamos ni nos reconciliamos como quizá debimos haber hecho desde años atrás.
—Los seres humanos debemos pasar por muchas cosas para comprender lo que está bien o mal, algunos ni siquiera con su experiencia pueden discernir entre una y otra, pero, ¿sabes qué es lo importante? Intentar arreglarlo. El "hubiera" no existe y creo que eso todos lo sabemos, pero eso no significa que nada tiene solución.
—Minnie, lo he pensado, lo he intentado incluso, pero él nunca me lo permitió —menciona, y Jimin siente aquel dolor del que su pareja habla, el apretón cálido entre sus manos se lo dice.
—No estás solo, juntos acabaremos con esto. —Y era verdad, juntos eran imparables. Solo les faltaba demostrarlo una vez más.
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[7]
El invierno se acerca, él puede sentirlo en la brisa fresca y el suelo bajo sus pies.
A su lado, hombres vestidos de negro lo acompañan, contrastando con su traje blanco como la nieve.
—¿Señor?
—Dime, Ji-hu.
—Jackson Wang está en el país, ha venido personalmente a tratar lo sucedido.
—¿Dónde se encuentra ahora?
—Lo vieron cerca de un hospital, sospechamos que alguien de la hermandad está gravemente herido.
El hombre ríe, negando suavemente en el proceso.
—Bola de inútiles, ¿realmente creen que fueron capaces de herir a alguien? —No hay respuesta, quizás tampoco valor—. Los hermanos son muy inteligentes, puede que los hayamos sorprendido la primera vez, pero las siguientes estuvieron esperándolo.
—Lo sentimos, señor. —Una reverencia acompaña la disculpa y el hombre rueda los ojos.
Ineficiencia y temor que él aborrece.
»Patéticos« Piensa.
—¿Había alguien más aparte de Wang?
—No, señor. Jackson Wang vino solo.
La vista de la ciudad es magnífica desde ahí, en la orilla de un acantilado a las afueras de Japón.
Puede ver las luces de la ciudad en esa fría noche, admira los autos y las personas que parecen hormigas por la distancia.
Y justo ahí se siente superior, inalcanzable e insuperable por aquellos inútiles mortales. Se siente un Dios, uno capaz de acabar con el grupo de mafia más poderoso de toda Asia.
Por supuesto, él puede con la Hermandad.
—Bien, es hora de irnos.
—Claro, señor. —Haciendo una seña con su mano ordena a todos volver a los autos para salir de ahí.
—Ji-hu.
—¿Si, señor?
Sus labios se humedecen y el atisbo de una sonrisa tira de la comisura de su boca, siendo apenas perceptible para el joven frente a él.
—Prepara nuestro vuelo a Corea, ya es momento de encontrarnos con nuestros hermanos.
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[8]
—¡Jungkook! ¡Jungkook, despierta! —grita a su lado, sacudiendo su cuerpo de un lado a otro con fuerza y un gesto de temor.
—¿Qué? ¿Quién eres? —Es lo primero que pregunta, viendo a todos lados en la habitación. Sabe que está en el núcleo, reconocería su cuarto y todo lo que le rodea.
—Ponte de pie y vístete, es hora de irnos.
—¿Irnos? —Inseguridad, Jimin casi puede sentirla en el aire—. ¿Dónde está Jackson?
No, ellos no tienen tiempo para eso. El sonido de disparos a la distancia y gritos aireados lo ponen en alerta.
Se ven a los ojos y Jimin se acerca a besarlo, un toque suave y cálido entre sus labios.
—Amor, por favor —suplica, con lágrimas en las esquinas de sus ojos por el miedo a perderlo—. Confía en mí, Jackson está abajo, esperándonos en un coche para sacarte de aquí. Estás en peligro, Jungkook.
Y él lo hace, porque a pesar de no saber quién es la persona a su lado, esa mirada única sería incapaz de olvidarla o confundirla.
—Está bien, está bien —murmura mientras se pone de pie y viste rápidamente—. ¿Dónde están mis cosas?
Jimin de inmediato saca dos bolsos oscuros del armario, las gabardinas que suelen utilizar y el par de antifaces.
—Desde que ponemos un pie fuera de está habitación dejamos de ser Park Jimin y Jeon Jungkook, ¿entendido?
—¿Black y White? —cuestiona viendo los grabados en las esquinas.
—Así es, tú eres Black y todos te llamarán de ese modo —explica al mismo tiempo en que le coloca todo sobre sí, dando otro fugaz beso al terminar—. No importa quién o cuantas veces griten tu nombre, no respondas ni voltees a ver.
Abre el cajón de la cómoda al costado de la cama y saca un par de libros pequeños.
—Son tus diarios, puedes ir leyéndolos en el camino.
Jungkook está confundido, la expresión en su rostro es suficiente prueba de ello, mas no se atreve a hacer preguntas ni cuestionar las decisiones tomadas por el más bajo.
—Vamos, Kook.
Salen de la habitación y de inmediato se topan con cuatro guardias de la absoluta confianza de White, quienes no tardan en escoltarlos escaleras abajo.
—Señor, atacaron la parte frontal del núcleo e intentaron ingresar por el estacionamiento.
—¿Hay muchos heridos?
—No señor, perdimos a los diez hombres que se encargaban de la entrada y a otros quince de los dos pisos siguientes. De ahí en fuera, el resto parece estar bien.
—¿Dos pisos? —La voz de Jungkook contrasta con la del resto.
—Sí, señor. Justo ahora estamos en el quinto piso.
¿Bajaran cinco pisos por las escaleras?
—Disculpa a nuestro hermano, tuvimos que levantarnos de inmediato y aún está algo confundido por el sueño.
—No se preocupe señor, estoy aquí para servirle.
En el primer piso todo es un caos, disparos y fuego, gritos y cadáveres. A pesar de ello, los hermanos Black y White pasan impolutos en el fondo, con su cabello negro perfecto y bolsos en sus manos.
Ellos no se detienen, tienen un caminar elegante y más de uno los ve desaparecer con admiración. Y en medio de todo el bullicio Jungkook cree escuchar un grito dirigido especialmente a su persona, acompañado de una voz que recuerda hasta en sus sueños.
—¡Jeon Jungkook! ¡No podrás escapar de mí! ¡Pagarás por todo lo que tú y tu familia hicieron!
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[9]
—¿A dónde vamos? —pregunta con los ojos clavados en su diario, leyendo lo más importante mientras su pareja limpia y ordena sus armas.
—A ningún lado.
—¿Eh?
Habían estado conduciendo por casi veinte minutos y aunque se notaba que no tenían un rumbo fijo, jamás esperó esa respuesta.
—Volveremos al núcleo, no hay lugar más seguro para ti que ese.
—Entiendo. —Aunque quizás no lo hacía.
Todo parecía estar en silencio, con el ruido bajo del comunicador de Wang informando sobre los acontecimientos en el núcleo.
Jungkook ve con detenimiento a su guardaespaldas, los años parecen ir acentuando la masculinidad y belleza en su rostro, sus facciones firmes y cuerpo trabajado dan seguridad con solo estar a su lado.
Suelta un suspiro y ve el perfil de su novio. Jimin posee facciones delicadas y un puchero adorna sus labios. Tierno a simple vista y bastante inocente, un contraste magnífico para lo peligrosas que se ven sus pequeñas manos sosteniendo armas y navajas.
—¿Tenemos un plan? Porque no leí nada referente a uno aquí —menciona señalando su diario.
—Hay algo así como un plan, lo hablamos anoche antes de dormir, por eso no aparece en tu diario.
—Muy bien. ¿Entonces? ¿De qué se trata?
La pesada mirada de Wang cayendo sobre ellos por el espejo retrovisor y Jimin humedeciendo sus labios con nerviosismo.
—Pues verás, hay algo que necesito que hagas...
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[10]
27 años atrás
—Jungkook, quédate quieto, no arruines el traje. —Insiste el hombre, abrochando los botones del diminuto saco que porta el menor.
—Papá, ¿es necesario vestirse así? —Reniega con un marcado puchero en sus labios delgados.
—¡Por supuesto! Todos los Jeon deben vestirse y comportarse con pulcritud y elegancia.
—Pero...
—Jungkook.
—Bien, bien. Puquitud y elegancia.
—Pulcritud, Jungkook. —Corrige sin poder ocultar su sonrisa.
—¿El tío Yeong se va a casar con un príncipe? —cuestiona, viendo una suave negación y otra sonrisa delicada, que años después sabría que era melancólica.
—Con una princesa.
—¿Princesa? Pero al tío le gustan los príncipes. ¡Él me lo dijo! —Insiste y el padre casi puede gritar en su interior un: "¡tienes razón, a mí también me lo dijo!".
Sin embargo, prefiere mantener su rostro sereno y sonrisa tranquila, cree que así no levantará sospechas ni provocará más preguntas.
—Eso era antes, ahora le gustan las princesas —explica calmadamente.
—Entiendo... —Su padre haciéndole cosquillas al intentar fajar su camisa por tercera vez—. Pero, ¿por qué no conozco a su princesa?
—Jeon Jungkook, ¿acaso crees que tu tío tiene la obligación de presentarnos a su pareja solo porque tú lo dices? —El asentimiento efusivo lo hace suspirar—. Eres imposible, pequeño. Idéntico a tu madre.
—Si mamá te escucha te castigará. —La malicia brota en sus suaves carcajadas y el mayor lo ve con los ojos entrecerrados.
—Por eso no le dirás, ¿no es así?
—Bueno...
—Bien, salgamos de aquí. —Su mano envuelve la pequeña del menor y salen de la habitación, cerrando la puerta con delicadeza.
Y Jungkook lo recuerda vívidamente, extrañando a sus padres en cada sueño y día que pasa. Incluso hay mañanas en que se cuestiona qué tan buen hijo fue, si en realidad dio todo de sí a pesar de su enfermedad.
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[11]
Abre sus ojos y el lugar está en completa oscuridad, con solo el ruido de su pesada respiración y pasos a la distancia.
Frente a él, el vidrio laminado de seguridad lo protege y dos hombres a su costado mantienen sus rostros imperturbables.
—¿Dónde está White? —cuestiona y uno de ellos se acerca sin perder de vista el frente.
—No tardará en salir, hermano —susurra.
Y justamente así es. Desde su puesto puede ver a su pareja caminar en el estacionamiento subterráneo, rodeado de hombres con armas que no garantizan la seguridad de su amado.
—¡Estoy harto de tener que limpiar tu desastre! —El grito es fuerte y claro, está de más decir que autoritario.
La risa sardónica del lado opuesto lo confunde y cruza las piernas desde su puesto de espectador.
—Pero si es mi querido hermano White. —El hombre se acerca tranquilo, con rasgos faciales que creyó no volver a ver en su vida. Entonces Black tiene miedo—. ¿Cuánto tiempo sin vernos? ¿Dónde está Jungkook?
Jimin ríe, un gesto aterrador para aquellos que han escuchado y visto esa mueca en su rostro.
—¿Jungkook? —cuestiona señalando a varios de sus hombres—. Él, él, él, él, él y él son Jungkook. Dime, ¿a cuál de todos ellos buscas?
Una tijera baila en sus pequeñas manos y el hombre no puede apartar la vista del brillante filo.
—No estoy para juegos, sabes bien a quién me refiero.
Vuelve a reír mientras asiente, la burla siendo más que descarada.
—Lo admito, sé a qué te refieres. —Da unos pasos al frente y parte de sus hombres lo imitan, el silencio parece aterrador y el tiempo una tortura—. Pero, ¿qué te hace pensar que te daré lo que quieres?
—¡White! —ruge su nombre, provocando nuevas carcajadas.
—Vamos, hombre. Vienes a mi casa, amenazas a todos mis allegados y todavía me pides que entregue a Jungkook. ¡Es que eres idiota!
—¡Y tú un hijo de puta!
Jimin ríe con más fuerza, la confianza desbordando de su cuerpo y la ira corriendo por sus venas.
—Bueno, ¿qué te puedo decir? De alguien debí haber heredado mi carácter y atractivo. —Ironía que no hace más que enfurecer al contrario—. Hombre, ambos sabemos cómo terminará todo esto. ¿De verdad quieres que suceda?
El tipo ríe con fuerza y todos se preguntan: ¿Por qué diablos ellos ríen cuando a simple vista se nota su odio mutuo?
—White, sé que quieres protegerlo, todos quisimos hacerlo en su momento.
—¿En serio? ¿Por qué tu hipocresía no me convence?
—Te recuerdo que yo lo hice años atrás con uno de los suyos. ¿Te cuento el final de la historia? Los hipócritas son ellos, son unos malditos malagradecidos. ¡No te aman realmente, solo te utilizan a su conveniencia hasta que se cansan! —Sus palabras llevan dolor palpable, uno que se refleja en sus ojos y tono de voz.
Parece irónico, pero White no se deja influenciar por ello.
—Si tú lo has vivido y dices conocerme, sabrás que no me detendré ni tendré consideración.
—¿Morirás por alguien que no lo vale?
—No, no lo haré. Le prometí que volvería —exclama con una sonrisa, confiado y orgulloso.
—¿Y lucharás solo? ¿Dónde está el hombre que dice amarte tanto?
Y nadie lo esperaba, quizás porque no estaba en los "planes", pero Black hace acto de presencia. El sonido de los pasos rompe con el silencio que pareció gobernar por unos míseros segundos. Pronto, un hombre ligeramente más alto llega al costado de White, con aquella gabardina y antifaz oscuros. Su porte imponente alerta a más de uno y una sonrisa triunfante adorna el rostro de su enemigo.
—Vete de aquí —susurra Jimin por lo bajo—. Kook, quedamos en algo, tú dijiste...
—Dije que haría todo lo posible por obedecerte, pero eso no era una garantía.
—¡Jungkook! —grita en un murmullo, provocando una imperceptible sonrisa.
Quizás él no lo entiende, pero Jimin teme en su corazón, las piernas le tiemblan con la simple idea de perder todo lo que tiene y ama. Porque Jungkook era eso para él, su todo.
—¡Jeon Jungkook! Perdón, quise decir... ¡Hermano Black!
White rueda los ojos por la descarada hipocresía contraria. ¿Cuántas veces se había quejado ya de ello?
—Ya deja de fingir. ¡Maldición!
Jimin parece fuera de sus cabales, pero no es realmente estúpido. Su intención solo es alterar lo suficiente al hombre frente a ellos para que sea el primero en atacar, lo cual no tarda mucho en suceder. En realidad, es la voz baja y ronca de Black la que lo desestabiliza.
—Dime, Dooweon, ¿qué es lo que necesitas de nosotros?
Un tic nervioso parece ser la muestra de que ha perdido su falsa serenidad. Grita, maldice y patalea cuál niño, parece una rabieta hecha por un infante y en el fondo de sí mismo sabe que lo que siente es envidia. Está resentido con la sociedad de su época, con la jodida moral que parecía tener más peso que el amor. Estaba furioso con Jeon Yeong.
Y la risa inigualable de White es el detonante para que los disparos atraviesen de un lado a otro del abandonado estacionamiento subterráneo.
La hilera de hombres a los costados de los líderes de la hermandad se mueven con agilidad para cubrirlos, haciéndolos desaparecer ante los ojos incrédulos del enemigo.
En un parpadeo, Lee Dooweon no puede encontrarlos ni reconocerlos por ningún lado. No sabe cuándo ni cómo, pero ahora por lo menos la mitad de los guardias de la hermandad portan antifaces oscuros y guantes de cuero negro.
Sus hombres empiezan a desplazarse al frente al sentirse amenazados y en un intento de mantenerlo a él con vida. Piensa en entrar a uno de los vehículos en los que vinieron, pero el suave silbido a sus espaldas lo hace girar precipitadamente.
—Lee Dooweon, ¿a dónde crees que vas? —Jimin ha descubierto un amor increíble por sus tijeras, tanto que resulta placentero el simple hecho de pensar en desmembrar a alguien con ellas—. Creí que nos estabas buscando.
El hombre mira a su alrededor, no hay rastro alguno de Jungkook, entonces adquiere más confianza.
—No entiendo, ¿por qué te teme tanto el mundo? No has de ser más que otro chico huérfano muerto de hambre.
Jimin sonríe, sabedor de que el hombre desconoce su verdadera identidad.
—Cuidado con lo que dices, mis padres podrían sentirse sumamente ofendidos por tus comentarios.
Con otra sonrisa de medio lado, ambos hombres empiezan una lucha cuerpo a cuerpo, reacios a dejarse vencer o utilizar un arma en el momento. Sin embargo, eso no dura mucho. Lee es mucho mayor que él, el cansancio se refleja en su acabado rostro y lentos movimientos por lo que en cuanto ve la oportunidad saca un arma de su espalda y quita el seguro. Es solo cuestión de segundos para ver a White frente a él sonriéndole con burla.
No, ni siquiera le da tiempo de tirar del gatillo, el más joven ya lo ha apuñalado en diversos sitios con la punta de sus tijeras y ha hecho cortes en su rostro.
—Eres un...
—Shhh —dice al acercarse, abrazándolo y escondiendo su cuerpo detrás de uno de los autos—. No hables, es innecesario.
Desata la corbata que éste porta y la lleva a su boca, disminuyendo el tono de sus alaridos por el dolor que la tijera haciendo cortes en su piel le provoca. Aquel traje blanco ahora se encuentra completamente manchado por su propia sangre y sucio por los golpes y patadas que realizaron en su lucha.
Jimin ríe nuevamente, sorprendido por lo estúpidos e inútiles que resultan ser los hombres del bando contrario. Nadie se ha dado cuenta que Dooweon está desaparecido, y él lo ha hecho justo en sus narices.
De repente, los movimientos incesantes del cuerpo entre sus brazos lo ponen alerta. Lee se sacude por la tos y termina escupiendo la corbata. Ahora con la boca libre, ríe amargamente mientras una sonrisa se apodera de su rostro.
—Increíble, increíble... No podía esperar nada menos de ti... Mi sobrino tenía toda la razón.
¿Sobrino?
—¿De qué mierda hablas?
—¿Jungkook no t-te dijo? —cuestiona con una sonrisa, queriendo ver por la vista periférica la expresión contraria—. No todos murieron en... en el incendio de hace casi veinte años.
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[12]
3 años atrás
Manos pequeñas y dedos cortos se enredan en el cabello oscuro de Jeon Jungkook, acarician la piel y sueltan los nudos inexistentes.
Ambos descansan en el sofá de su departamento. Su cabeza reposa sobre los muslos de su pareja y se muerde las uñas por el nerviosismo mientras Jimin se mantiene en silencio.
—Lo siento, debí decirte esto desde hace mucho. —La voz aterciopelada se escucha pequeña por el arrepentimiento, el tono es bajo y él no se atreve a elevar la vista para enfrentarlo.
Jimin sonríe ante ello, es una imagen que provoca ternura y calor en su pecho.
—No es como si no me lo hubiese imaginado nunca. —Suelta y su pareja gira a verlo con el asombro siendo evidente en sus hermosos ojos.
—¿Qué?
Ahora ríe y Jungkook no comprende a qué se debe ese sonido. Sí, es lindo y hace más evidente la belleza ajena, pero de repente parece fuera de lugar.
—Minnie, dimeeee —dice extendiendo la última letra y sacudiendo su hombro.
—Vamos, amor, ¿de verdad crees que nunca sospecharía de nuestro estilo de vida? —Pero él sigue asombrado, aún sin entender el punto—. Jungkook, tienes un guardaespaldas personal que no se separa de ti ni de día ni de noche. Literalmente, Wang duerme frente a este departamento y estoy seguro que la palabra dormir no es la adecuada. El dinero nunca nos ha hecho falta aún cuando ninguno de los dos tiene un empleo como tal y has dejado olvidada tu arma en algunas ocasiones.
—¿¡Qué!? ¿¡Dónde has visto mi arma!?
—La coloco en tu bolso antes de que te vayas, mientras desayunas o cuando te bañas.
—Pero... Tú... —balbucea, viéndolo con ojos de cachorro.
—¿Yo qué?
—¿¡Por qué me dejaste disculparme tanto si ya lo sabías!?
Jimin vuelve a reír, cubriendo su boca con una de sus pequeñas manos.
—Es que te veías tan lindo que no quise interrumpirte.
Y Jungkook no puede evitarlo, se sienta correctamente y acerca ambas manos a los costados de la cadera ajena con indignación, provocando cosquillas y haciendo pellizcos.
—¡Eres un tramposo!
—¡¡Jung... Jungkook!!
—¡Me mentiste!
—¡Lo siento! ¡Jungkook! ¡Detente!
—¡No!
Y las risas siguieron, dando paso a besos castos que culminaron en palabras cargadas de amor y jadeos ahogados en sus oídos.
El día terminó en dos amantes entregados y el nacimiento de un nuevo nombre, de una organización poderosa y reglas nuevas.
Al día siguiente resurgió La Hermandad, más poderosa que generaciones atrás, más fuerte e imparable. Y con ella llegaron Black y White, un par de hermanos con secretos que ni el propio Jackson Wang podría conocer.
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[13]
White lo tiene en sus manos, la sangre le brota por cada orificio de la cabeza y los ojos están desenfocados. A pesar de ello, el hombre lucha por susurrarle sus últimas palabras con una frialdad inconcebible.
—Podrás acabar conmigo, pero... recuerda que no soy yo a quién deberías temer. —Se toma su tiempo, luchando por hablar antes de morir. La voz es ronca y parece quebrarse sin querer hacerlo evidente—. El primo de Jungkook sigue con vida y vendrá a ajustar cuentas por sus padres.
—¿¡De qué mierda hablas!?
—Jeon Ji-hu está vivo. —Es lo último que alcanza a decir.
Y aunque Jimin quiere gritarle, lo único que hace es ver la masacre en ese piso subterráneo, luego eleva la vista, topándose con la mirada profunda de Jungkook detrás del vidrio de seguridad.
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