59. Me dolió
Evan
Algo no anda bien aquí. Miro a Lucía a un costado de Tristán y a Priscila al otro lado de él. Yo me encuentro solito solin del otro lado de la mesa.
—Entiendo lo de Lucía pero... —Señalo a Pri —¿Yo qué te hice a ti?
—No sé —Se mira las uñas —, no me gustaría sentarme al lado de agresivos.
Alzo una ceja.
—¡¿Agresivos?! —Me sobresalto —¿Yo? —digo confundido —¿Qué hice?
—Tú sabrás.
—Bueno... —dice Tristán intentando romper la tensión y agarrando el menú —¿Qué quieren comer?
—Líquido, voy a vomitar —responde Lucía y se agarra la cabeza mareada.
Golpeo la mesa al levantarme rápido de mi asiento.
—¡Te consigo un vaso de agua! —Se lo voy a buscar de manera veloz. Sonrío y se lo entrego —Aquí tienes.
Me mira de mala manera pero lo acepta. Lo agarra, toma un poco y gira su vista hacia un costado, volviéndome a ignorar. Hago puchero. Ni un gracias. Vuelvo a sentarme desanimado en mi silla.
La hora pasa lenta e incómoda, hasta que Lucía decide pararse de su asiento. Se despide de nosotros anunciando que se irá a descansar, pero igual elijo levantarme y seguirla. La alcanzo cuando llega a unos pasos del restaurante, entonces la detengo.
—¿Qué ocurre? —me pregunta.
—Te acompaño —ofrezco.
—No hace falta.
—Está oscuro.
—No nos encontramos tan lejos de mi casa, llegaré rápido.
—Pero...
—Escuchame, Evan —me interrumpe —, ya te lo dije antes, te lo repito de nuevo, no te necesito.
Frunzo el ceño.
—Si no tienes nada en contra mío ¿Por qué me tratas así? La culpa es de ambos, ¿no? Eso dijiste.
—No tengo nada en contra tuyo, y si tanto te molesta mi actitud, tranquilo, puedo asumir la culpa yo sola, no tienes de qué preocuparte.
Suspiro.
—Lucía, yo no quise decir eso, pero parece que me odiaras, y pienso que es un poco injusto, he puesto toda mi voluntad en esto y no me dejas hacer nada.
—Yo comencé con la mentira de que fuéramos una pareja fingida, que hayamos cometido un error en ese hotel, no lo vuelve real, nuestra amistad se arruinó desde el momento en que decidí inventar semejante estupidez.
—Pero no se arruinó, tú la estás cancelando, podemos volver como siempre. Bueno, sí, hay un bebé de por medio, pero eso no significa que debas estar evitándome, como si el mundo se fuera a acabar si me miras ¿Ves? Lo hiciste de nuevo, bajas la vista, ¿por qué?
Regresa a mirarme y puedo notar tristeza en sus ojos. Mala señal, la harás llorar otra vez, tonto.
—Ya no puedo seguir con esto y fingir que no pasa nada —Cierra los ojos con fuerza un momento —pero no puedo decirte, no puedo...
—No entiendo —Alzo una ceja —¿Qué es eso tan humillante que no puedes contarme?
—No comprenderías... —Se refriega los ojos —me siento tan estúpida —Lágrimas caen se sus ojos —. Quizás si lo hubieras sabido en ese momento no nos hubiéramos acostado, pero ahora ya es demasiado tarde para decírtelo.
—No puede ser tan malo, a menos que me hayas transmitido una enfermedad sexual —Me río —¡Es broma! —chillo nervioso cuando me mira de mala manera.
Suspira.
—Nada, ya olvídalo, mejor me voy —Se gira pero la detengo agarrándola de la mano, entonces me observa —. Evan, te dije que no necesito que me acompañes.
La miro fijamente.
—Lucía, por favor dime —exclamo determinado —. Jamás me burlaría de ti, ni voy a juzgarte de lo que vayas a contarme, lo juro.
Se suelta abruptamente.
—No voy a decirte, ya ríndete.
—No —declaro determinado —. No voy a desistir.
—Pues yo tampoco —expresa con su típica cara de póker.
—¡Lucía! —insisto poniéndome caprichoso —¡Por favor!
—¡No! —grita también —¡No quiero que lo sepas, déjame en paz, Evan!
Presiono mis dientes.
—Pero... así no arreglaremos nada.
—Quizás no deseo solucionarlo —Sus ojos se vuelven a humedecer.
—No digas eso.
—¿Qué es lo que no entiendes de que no quiero tener nada que ver contigo? No deseo que lo sepas, antes muerta que decírtelo.
Se gira nuevamente para irse y esta vez no la detengo. Me quedo quieto viendo como su silueta se aleja. Me dolió, pero no lo quiero aceptar.
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