23. El consentido de papá
Alaric
Veo a mi madre que me observa super enojada y mi escolta tiembla de los nervios.
—Hola, mamá —digo tranquilo.
—¡¿Dónde has estado en días?! —grita furiosa —¡¿Sabés la cantidad de llamados que recibí de tu padre?!
—Estuve en un hotel —expreso continuando calmado.
—¡¿Cómo que en un hotel?! —pregunta indignada —¡¡Lars!! —nombra a mi guardaespaldas.
—¡¡Lo siento, señora!! —Se asusta él.
Me cruzo de brazos.
—No te tengo miedo —le digo a ella.
—Igual que su padre —opina Allek, la pareja de mamá, el cual está sentado en el sillón del living leyendo un libro.
—¡Me importa un bledo! —sigue gritando mamá —¡Ahora vas y llamas a tu padre, no quiero problemas con el rey de Suecia!
Ruedo los ojos.
—¿Y por qué yo tengo que arreglar tus problemas?
—¡Porque tú los generas!
Me río.
—Mamá, te estás volviendo vieja y gruñona ¿Ya me puedo ir? Tengo una cita.
—Alaric... —Creo que le va a explotar el ojo de tanto que le titila.
—Vale —Bufo —. Ahora lo llamo.
Suspira, agarra el teléfono de línea y marca rápido el número. Bruscamente me entrega el aparato.
—Toma, habla.
Escucho la musiquita real mientras espero a que se comunique. Al fin me atiende, así que hablo primero.
—Hola, papá, ya llegué a la Argentina —digo sin ningún gesto en mi cara.
—¡Oh, Alaric, al fin! —expresa emocionado mi padre —¿Te están alimentando bien? ¿Necesitas más guardaespaldas? ¿Ya conquistaste a muchas chicas? ¿Visitaste las cataratas?
—¡No! —Me río —Estoy en la capital de Buenos Aires, eso está muy lejos.
—Bueno, pero te pago el avión y vas.
—Mira pa, no tengo tiempo, invité a una chica a cenar y no puedo seguir hablando ahora, después te llamo.
—Vale, que disfrutes —Me cuelga.
—¿Ves? —Miro a mi mamá —Papá no tiene problema, ¿por qué tú sí? —Alzo una ceja.
Ella bufa.
—Porque me mete en líos a mí, no a ti, tú eres su consentido, no te va a hacer un melodrama a ti con sus discursos cursis y sus acciones descabelladas.
—Sí, como sea, hoy tenemos visitas —Sonrío ampliamente.
—¡¿Ahora me lo dices?!
Ya se puso a gritar otra vez, un día me romperá el tímpano, y después se pregunta dónde estoy, pues alejándome de sus chillidos.
En realidad no me llevo mal con mi mamita, pero soy un poco reacio a la autoridad, hay que admitirlo, todavía no madure del todo.
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