Lucía

Corro a toda velocidad hasta mi casa, respiro agitada y apoyo mi espalda en la puerta al cerrarla, papá alza la vista viendo mi expresión.

—¿Qué sucede?

—Eh... —digo nerviosa intentado que se me ocurra algo rápido —¿Y mamá?

—Con un paciente —Baja la vista a sus papeles y sigue sentado revisándolos —¿No vas a decirme por qué corrías, cierto?

¡Mierda!

—¿Hago gimnasia?

Se ríe.

—Sí, claro —exclama con sarcasmo.

—Bueno... —Ruedo los ojos —hice algo y no quiero decirlo, pero si insistes seguiré agregando mentiras.

—¿Me engañarás? ¿A mí? —Se ríe —Prueba con otro chiste, pequeña.

—No eres el rey del engaño.

—No, pero podría serlo, si tuviera un reino —Se hace el que piensa, apoyando los dedos en su barbilla.

—¡Papá, por favor! —me quejo.

Se ríe.

—Vale, el abogado turbio te dejará de molestar por ahora y continuará con su trabajo —Agarra sus papeles otra vez y vuelve a mirarlos —. Pero no te librarás de mí tan fácilmente, jovencita —Hace una pausa —o de la psicológica de tu madre.

—¡No metas a mamá en esto! —Salgo corriendo a mi cuarto o va a lograr que diga algo.

Hoy yo...

¡Mierda, le dije a Evan que fuera mi novio fingido para darle celos a Priscila! Estoy loca ¿En qué estaba pensando? No ¿Él en qué piensa? ¡Me dijo que sí!

No puedo creer que lo convencí, no creí que lo haría. Cuando lo conseguí, ahí es cuando reaccioné en lo que había logrado. Como manipuladora, me salió perfecto, pero como persona racional, ni tanto. He perdido el juicio.

¿Y qué hago ahora?

Mi celular suena y lo saco de mi bolsillo, el chico en cuestión es quien me manda mensaje.

"¿Saldremos hoy?"

Me sonrojo.

"¿Qué?"

"Priscila y Tristán, irán a la cafetería de siempre".

¡Ah sí, estúpida! Me he ilusionado como idiota y yo soy la que sugerí esto. Me estoy metiendo en terrenos pantanosos, no solo por involucrarlo a él, sino a los demás.

¡Convencí a Tristán de quedarse con Priscila y se nota que la relación está bien tóxica!

Soy idiota, caeré en un pozo.