93: 1° Etapa, negación

Hola lectores, es un gusto saludarlos de nuevo y espero que se encuentren bien. Yo he estado relativamente bien jeje, resulta que estoy de nuevo en esas crisis existenciales y me ha costado escribir bastante, además de que no tengo ya un teléfono o laptop para escribir. Creí que he estado perdiendo la chispa, pero recientemente me dieron la noticia de que otro de mis cuentos se va a publicar en una antología, ¡eso es algo increíble! Ya llevo dos cuentos elogiados por editoriales, es otro paso en mi camino como una verdadera escritora. Aun con eso no dejaré de escribir mis fics porque aquí es donde verdaderamente aprendí y sigo aprendiendo técnicas de narración.

Mi historia sigue en pie y como no me gusta que esperen demasiado voy a dividir el capítulo de Slug en 5 segmentos, cada uno respecto a la etapa de duelo, espero les guste pues serán muy cortos.
Gracias por seguir leyendo mi historia 😌   

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Después de un día atareado, Slug subió a su habitación para tratar de descansar, White le aconsejaba dormir lo necesario y le mandaba a dormir. Él no replicaba y subía arrastrando los pies por la escalera. Cuando llegó no hizo más que dejarse caer sobre su pequeña cama. Sin embargo, no podía dormir, sus pensamientos se hacían cada vez más pesados y era como si en cualquier momento su cabeza explotara. Era algo que no pasaba literalmente, pero los dolores de cabeza se estaban haciendo constantes aún más por la noche.

Se levantó y fue a darse un baño caliente para tratar de relajar su cuerpo, pero no ayudó en nada. Seguía ahí después de una larga ducha, mirando el techo y pensando.

Slug sentía un dolor en el pecho, no uno físico sino de aquellos que lastiman más, era como si una daga atravesara su corazón y fuera tan profundo como para alcanzar su alma. Quería llorar, pero había llorado tanto y nada se arreglaba... Él no regresaría.

Slug tenía en mente la última vez que lo vio y ya no podía sacarse de su mente a ese extraño Flug de ojos brillantes, piel pálida y colmillos puntiagudos que sobresalían de sus labios. Trataba de recordar como era en realidad; un chico tímido y elocuente, con voz chillona cuando se llenaba de pánico, excesivo con la limpieza y perfeccionista en los detalles... Alguien sentimental, sensible, pero al mismo tiempo arrogante y orgulloso.

Slug cruzó los brazos y se acostó de lado. Entonces miró la foto que recientemente había puesto en la mesita. Se trataba de esa foto de Flug y él cuando asistían al bachillerato, una de las fotos que había guardado en una caja (en la misma que guardaba su diario). Ahora se encontraba en un marco en compañía de un jarrón con flores.

Por fin se quedó dormido, y se dio cuenta de ello cuando se presenció en lo que había sido su viejo salón de clases. Slug se miró las manos y cerró su puño. Hacia mucho tiempo que no tenía sueños lúcidos.

—Fue tu culpa.

Slug alzó la mirada de inmediato al reconocer la voz. Era Flug quien se encontraba en la puerta. Él usaba su vestimenta de siempre: su bata, camisa con estampado de avión y su bolsa de papel sobre la cabeza..., pero este Flug llevaba grilletes en las muñecas y tobillos siguiéndole gruesas cadenas que sonaban a sus movimientos.

—¡Fue tu culpa!— repitió con reproche, su voz se ahogaba como si contuviera el llanto y eso le recordaba a la última vez que habló con él.

—No, yo no tuve nada que ver con eso...— le respondió Slug con duda. —E-esto no es real. Tú no eres real.

Pero Flug caminó a él ignorando sus palabras y haciendo sonar más las cadenas.

—Nos protegerías, lo prometiste... ¡Pero nos fallaste!

Slug dio un paso atrás, se estaba acercando demasiado y él empezaba a asustarse.

—Solo es un sueño... Estás muerto— se dijo a sí mismo con los labios temblorosos al mismo tiempo que cerraba los ojos fuertemente, rogando despertar de una vez.

—¡No!— le respondió con un grito tan fuerte que Slug abrió los ojos de nuevo. —¡Estoy aquí, lo sabes! ¡Ayúdame, Slug, ayúdame!

Entonces le sujetó la mano y cuando lo hizo la carne de Flug comenzó a caer de manera pútrida como si fuese un zombi. Slug le miró el rostro con terror mirando como se deshacía, su piel y huesos caían con sangre y gusanos blancos. Slug volvió a mirar sus manos para evitar aquel terror, pero estas estaban llenas de sangre y ahora él tenía los grilletes en las manos.

Slug despertó de golpe, su estómago estaba tan revuelto que apenas pudo levantarse y correr al cuarto de baño. Ahí vomitó hasta que su estómago se vació y cuando terminó quedó tirado, temblando, con una línea de baba sobre su barbilla y el corazón tan acelerado que era lo único que oía.

Estuvo largo tiempo ahí hasta que tuvo la fuerza suficiente de levantarse y lavarse la boca. Se miró al espejo y sus ojos aún reflejaban el horror que acababa de sufrir, maldijo aquel sueño tan realista porque pudo sentirlo caer a pedazos... Pudo oler la carne podrida y sentir los gusanos moverse en sus manos.

Slug apretó su puño para evitar temblar sin tener éxito, así que mejor salió del baño y bajó las escaleras de nuevo sin antes mirar el reloj, eran de madrugada y apenas había dormido una hora o dos. No importaba que White lo mandara temprano a dormir porque apenas lo hacía.

Cuando estuvo a mitad de las escaleras olió un dulce aroma y bajó más de prisa. Llegó a una sala que estaba tapizada de finas telas blancas con encajes azules a juego con las alfombras y sillones. Ahí, bajo una de las luces tenues de una araña de cristal estaba White Hat, bebiendo té. 

—¿Otra pesadilla?— preguntó White Hat después de dar un sorbo con su manera delicada de sujetar la taza y aunque su voz era baja aún así hacía eco en la sala.

Slug se acercó y asintió mientras llevaba su mano al estómago, le ardía y necesitaba un poco de ese té.

—La peor de todas— respondió sin quitar los ojos de la tetera. Luego quiso tomar una de las tacitas, pero su mano aún temblaba así que retrocedió de inmediato.

White lo notó así que puso su taza en la mesilla y se aseguró de servirle el té con mucha azúcar. Al hacerlo señaló el sillón más cerca a él, Slug tomó asiento sin decir nada.

White Hat se levantó y al estar frente a él se arrodilló en una pierna y le puso la tacita sobre el regazo de Slug, él la tomó con ambas manos, luego fueron cubiertas por las de White, de esta manera pudo sentir como su mano no robótica temblaba de manera descomunal, jamás había visto a Slug temblar así ni contra la situación más delicada.

Pero Slug le sonrió, aunque esa expresión demacrada no convenció a White Hat.

White se levantó y regresó a su sillón quitándose los guantes blancos que llevaba dejando a la vista su anillo.

—¿Quieres contarme?

Slug miró el fondo de la tacita y después bebió todo su contenido de una vez. El sabor era majestuoso, tan dulce y caliente que lo reconfortó al instante. Su boca se quedó con ese agradable sabor llevándose toda sensación de la pasta dental.

—Fue un horrible sueño lúcido— dijo al fin. —Flug... Flug seguía culpándome y después...

Slug no dijo más, solo se quedó mirando la taza con los labios apretados.

White se inclinó y estiró su mano para volver a tomar la de él y esta vez Slug sintió su mano cálida ya que no tenía el guante.

—Solo fue un sueño, todo estará bien...

—No, fue más que un sueño. Nunca me había aterrado de esa manera, fue tan real. Sigo diciéndome que yo tuve la culpa de algún modo, lo sé, él lo sabía... Y tú también— interrumpió  mirándolo a los ojos.

—Slug, no fue tu culpa.

—Entonces por qué... ¿Por qué sigo sintiéndome así? Sigo escuchando su voz detrás de mí pidiéndome ayuda, sigo pensado en ella, recordando que debo calentar el biberón a la hora que comía... Sigo esperando que regresen... Pero no están. Simplemente no están.

Slug se llevó una manos al rostro para tapar sus ojos mientras la otra apretaba fuertemente a la de White. La taza se deslizó y se rompió al caer. Luego siguió hablando con más tranquilidad;

—No supo que de verdad lo intenté... No había forma para entonces de hacerlo inmortal. No de la manera correcta. Todavía ahora busco la forma como si pudiera ayudarlo de alguna manera.

White bajó la mirada y negó.

—¿Qué podemos hacer? Incluso si logramos encontrar la forma... Black Hat tiene su cuerpo y no sabemos qué hizo con él...

—Podemos clonarlo... No es imposible— habló Slug con una pizca de esperanza.

—No, Slug. La clonación en solo hacer una carcasa de lo que fue, un cuerpo vacío, y si pudiéramos dar un alma... Seguiría sin ser él, sería un ser nuevo sin sus memorias, solo con una apariencia similar, pero no exacta.

Slug soltó su mano y se levantó, White creyó que se había molestado, pero no fue así. El chico fue a su sillón y con un poco de pena se sentó en sus piernas, luego se dejó caer a él como un niño pequeño aferrado a su madre, escondiendo su rostro en el pecho.

White Hat lo abrazó aún más hacia él. Estaba frío y más delgado desde la última vez que lo había abrazado de esa manera.

—Las pesadillas se irán, Slug... Y, no sabes cuánto espero por dormir a tu lado, jamás tendrás pesadillas junto a mí.

Slug alzó su mirada y lo miró con dulzura.

—Sabes que no dormiremos juntos hasta el día especial... Tal vez no en la misma cama por ahora, pero déjame estar aquí— le dijo Slug acomodándose entre el sillón y el cuerpo de White Hat, luego cerró sus ojos cansados.

White se acercó para darle un tierno beso en los labios y dejó que durmiera. 

Todos en la casa sabían que el día especial era su boda, pero aun faltaba mucho para eso, aun así White esperaba ese día con ansias al igual que Slug. 

~

Cuando Slug abrió los ojos miró aquella fotografía de nuevo. Estaba en su habitación y por la luz diría que era más de medio día. Se levantó y aseó para comenzar un nuevo día sin pensar en aquella pesadilla. Y, justo cuando acababa de ponerse su suéter rojo y la bata negra encima entró White sin antes tocar sutilmente. Su rostro se iluminó al verlo como todos los días.

White se paró enfrente y le dio el doblez correcto a su bata, luego deslizó sus manos por los hombros de Slug, sujetándolo bien al final para darle un largo beso.

—¿Listo para otro día?— le preguntó White.

Slug sonrió y luego alcanzó un arma metiéndola en su bolsillo.

—Por supuesto, y esta vez no dejaré que te lleves todo el crédito, presumido.

White carcajeó con carisma y luego su mirada se dirigió a la fotografía, se acercó a la mesita y tocó a las flores del jarrón, estas estaban caídas pues empezaban a marchitar, pero bastó un solo toque de la mano de White para que volvieran a la vida.

Slug asintió en un gesto de agradecimiento y luego se acercó a la puerta.

—¡Clemencia, anda, date prisa!— gritó.

—Está aprendiendo, no seas exigente. Aún recuerdo a un jovencito que salía a sus primeras misiones y quería llevarse todo un arsenal— contestó White.

Slug se sonrojó pero no dijo más, simplemente salió a toda prisa, y tras de él fue White que al cerrar la puerta le dirigió una última mirada a aquella fotografía donde dos adolescentes con uniforme posaban mientras sus puños se tocaban en un gesto de complicidad, solo un ademán como hacen cualquier par de amigos que se saludan o se despiden.

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