4:Síntomas

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Habían pasado diez días desde la última vez que Flug vio a su jefe, diez días desde que terminaron y Black Hat seguía furioso. No podía comprender por qué le daba tanta importancia si él lo llamaba "sirviente" o "amante", al final lo único que importaba era que pudieran dormir juntos, beber vino mientras charlaban y besarse a escondidas.

La semana había sido tan tediosa como de costumbre, aunque Black Hat no se presentaba en su laboratorio las notas de los pedidos seguían amontonándose en pilas que se desbordaban el escritorio del científico. Demencia continuaba con su rutina de colgarse del techo y romper todo lo que podía. Flug dio gracias que ella no había notado la distancia que se había generado entre él y su jefe. También 505 ignoraba la situación. El inocente oso hacía sus labores cotidianas con normalidad: atendía las llamadas por las mañanas, preparaba la comida, hacia la limpieza y por la tarde jugaba con sus peluches hasta quedarse dormido.

Sin embargo, el científico sabía que aquello no podía durar para siempre, ambos tendrían que verse tarde o temprano, él aún no estaba listo, tenía miedo pues, ¿quién no le tendría miedo a su jefe? Además de ser el villano más terrible, era el más impredecible. El día de la ruptura Flug lloró en su habitación por horas y por la noche fue a la cocina donde comió todo lo que pudo. Black Hat, en cambio, había destruido ciudades enteras y devorado centenares de almas. Era la típica forma de reaccionar de su jefe; una rabieta, solo que al ser un demonio sus rabietas eran a gran escala.

El doctor no quería recordar eso, aunque la reacción de su jefe reflejaba que le había afectado lo que le dijo, por lo tanto, tal vez sí habían lindos sentimientos hacía él. Flug sacudió la cabeza y alejó ese tren de pensamientos.

«No. No le importas, solo extraña el sexo», se dijo para sí mismo, a regañadientes.

Era Black Hat después de todo, él era incapaz de amar o tener el más mínimo interés emocional por alguien.

Se estiró en su asiento, había estado sentado frente a su escritorio por un par de horas planificando y organizando, se sentía cansado a pesar de no haber hecho gran cosa durante todo el día. Eso era algo nuevo de los últimos días, por motivos desconocidos quedaba exhausto apenas atardecía. Incluso, le era difícil mantenerse de pie durante las noches, cuando antes podía durar las veinticuatro horas del día trabajando sin descanso y con apenas pequeños recesos para comer. Y, por si fuera poco, constantemente tenía antojos de caramelos. Era una serie de síntomas fuera de lugar, aun así, no le preocupaba del todo.

Flug se levantó de su silla bostezando mientras miraba que su reloj marcaba las 2:45 am. Era tarde y necesitaba dormir un poco así que tomó una pila de planos entre sus brazos con la intención de avanzar un poco desde cama, tenía que seguir con su trabajo o se retrasaría.

Al salir de su laboratorio notó el silencio de la mansión, supuso que 5.0.5 estaba dormido al igual que esa chica lagarto que era un dolor de cabeza. Empezó a caminar lentamente mientras arrastraba los pies, de verdad se sentía cansado. Su vista era borrosa, sus ojos apenas se abrían y le era difícil ver por donde caminaba, aún más cuando la mansión se hallaba en penumbras.

Apresuró su paso hasta casi estar corriendo, debía dormir y después compensar el tiempo perdido pues no quería ser regañado por su jefe o sufrir peores consecuencias. No esperaba que al cruzar la esquina del pasillo chocara con Black Hat, él cayó al suelo de espaldas de una manera brusca mientras que todos sus planos y hojas caían esparciéndose por el piso.

Flug levantó la mirada y contempló a Black Hat, quién tras el impacto no se había movido ni un centímetro. Cruzaron miradas por un segundo, una mirada que pareció durar una eternidad para ambos. Flug quería disculparse, pero no podía ni abrir la boca. Ahí estaba, mirando a su jefe después de no haberlo visto durante mucho tiempo y aún no tenía nada para decir. Sus manos comenzaron a temblar y su respiración se hizo un poco agitada.

El científico decidió que sería mejor si Black Hat comenzaba la conversación, pero el demonio solo se quedó mirándolo con la misma expresión de asombro que él tenía bajó la bolsa. Luego ese gesto cambió a una mueca de irritabilidad.

—¡Largo de mi camino! —le gritó Black Hat con voz severa. Rápidamente, el chico bajó la mirada evitando verlo. El demonio prosiguió su paso mientras pisaba los papeles del suelo sin importarle.

El doctor comenzó a recoger sus planos, su corazón palpitaba aceleradamente, no sabía por qué, pero se sentía asustado. Luego de recoger todas las hojas fue y se encerró en su habitación. Ese era el único lugar donde podía tener privacidad y estando allí se sentía libre. Contaba con un avanzado sistema de seguridad que él mismo había configurado y era muy efectivo, al menos eso creía.

Una vez estando en su habitación dio un suspiro, esperaba que hubiese habido una charla, algo. Aunque el desinterés del demonio dejaba más en claro que en verdad no le importaba. Quizá ya empezaba a ignorar todo aquello para seguir como si nunca hubiera pasado. Le dolía, pero era lo mejor.

◇◆◇

Black Hat llegó a su oficina después de haberse topado con Flug, el chico lo había mirado directamente a los ojos y ni siquiera se dignó a pronunciar una palabra. Él esperaba que le dijera algo, cualquier cosa, no importaría si tartamudeaba como siempre... él solo quería escucharlo. Pero el idiota no podía hacer nada bien y él no iba a esperar toda la noche a que emitiera sonido.

No tuvo paciencia, eso justificaba. Pero la realidad es que todavía estaba enojado y su orgullo prevalencia. Sabía que Flug era muy devoto a sus sentimientos, era una persona demasiado sentimental así que tarde o temprano sería él quien volvería arrastrándose, pidiendo su perdón.

Se sentó tomando entres sus manos los contratos pendientes para revisar. Tenía mejores cosas que hacer que continuar perdiendo el tiempo pensando en el humano. Pasaron las horas y él terminó con todas sus tareas. Ahí estaba; aburrido y sin nada para hacer. Tampoco tenía ganas de salir a hacer alguna maldad. Eso era raro, muy, muy raro. Ni siquiera podía describir como se sentía y eso lo frustraba mucho más. Aquella emoción que estaba sintiendo, se trataba de algo que jamás había sentido antes.

Black Hat se levantó de su sillón de golpe.

—Ese estúpido humano —dijo antes de salir con prisa dando pasos lagos. Atravesó sin dificultad la puerta de Flug transformándose en una esencia oscura. Una vez dentro se arrastró hacia una esquina tomando su forma común. El demonio miró a su alrededor observando todas las pertenencias del joven que se hallaban acomodadas a la perfección. La habitación estaba pulcramente ordenada como supuso que estaría, era predecible para alguien de conducta tan perfeccionista como su científico.

La habitación estaba a oscuras a excepción de la cama que era iluminada por una pequeña lámpara. Flug estaba recostado con todos los papeles alrededor de él, en su palma aún sostenía débilmente un plano sobre alguna máquina de destrucción. Black Hat lo contemplaba desde su rincón oscuro. El joven se había quedado totalmente dormido intentando continuar con su trabajo. Su cabeza reposaba de lado contra almohada arrugando su bolsa de papel, su bata estaba doblada a su lado dejándolo solo con su camisa azul, sus manos estaban desnudas, lo que obligó al demonio a buscar con la mirada los guantes amarillos que terminó encontrando sobre el escritorio.

Su mirada regresó a Flug, se quedó observándolo por unos minutos. La habitación estaba en total silencio, solo se escuchaba la respiración del joven y eso era lo que había hipnotizado a Black Hat; su respiración era lenta y su pecho se alzaba en cada inhalación dándole recuerdos.

Recordaba aquella vez cuando el chico se quedó dormido sobre él, la calidez de su cuerpo desnudo en contacto con el suyo había sido algo electrizante. Y su pecho, él pudo sentir esas suaves respiraciones y el latir de su corazón.

Black Hat se sobresaltó con ese pensamiento. Los latidos del corazón de Flug. Nunca le había dado importancia a eso, él sentía lástima por los humanos y sus estúpidos corazones; un órgano mortal; una debilidad. Sin embargo, recordaba bien los latidos ritmicos. Recordaba la piel caliente y suave recargada contra su cuerpo frío, careciente de latidos. No entendía por qué, pero fue algo que disfrutó, ahora daría lo que fuese por que se volviera a repetir, sentía una gran necesidad por ello.

Él contemplaba con curiosidad, mientras todas sus dudas y conflictos regresaban a su mente, se mordió el labio, lentamente se quitó uno de sus guantes negros y caminó hacia la cama.

La criatura se detuvo frente al muchacho, le hubiese gustado ver el rostro del científico; esos ojos verdes que ocultaba bajo sus visores oscuros, sus labios delicados, su rostro que se marcaba con varias cicatrices de las cuales se sentía tan avergonzado (pero que eran secretamente hermosas ante sus ojos).

Para él, ver el rostro de su científico era algo que formaba parte de su antigua rutina romántica. De aquellos momentos, cuando se necesitaban y se daban besos rápidos durante recesos del trabajo o en la profundidad de la biblioteca. A Black Hat no le gustaba besar, pero había descubierto que Flug disfrutaba hacerlo y lo permitía ya que a cambio obtenía algo mejor.

Recordar su último beso hizo que contrajera las cejas porque él lo había hecho, se había acercado de sorpresa y besado a Flug con lentitud saboreando su esencia dulce. lo había hecho apenas unas horas antes de que todo se fuera al carajo.

Tragó saliva y lentamente bajó su mano sin guante hacia el pecho de Flug queriendo sentir sus latidos. Era algo absolutamente estúpido, pero no se sentiría a gusto si no lo hacía. Aunque, a solo unos centímetros de tocarlo, el joven movió su mano directamente hacia la parte baja de su abdomen. Black Hat dio un paso atrás tras el inesperado movimiento y sin pensarlo dos veces decidió esfumarse de ahí y materializarse en su oficina.

Al llegar dejó escapar su aliento agitado, miró su mano descubierta y la hizo puño preguntándose qué demonios era lo que estaba haciendo.

◇◆◇

Flug se incorporó rápidamente mandando al suelo alguno de sus planos y enseguida se encogió de dolor apretando su abdomen con fuerza mientras soltaba un gemido. El pobre sentía mucho dolor, un dolor agonizante, como si grandes agujas se clavaran en su abdomen y se engancharan en su interior, su piel interna ardía.

Gimió de nuevo e intentó moverse, lo hizo lentamente y con dificultad, respirando pesadamente. Después de algunos minutos salió lentamente de su habitación y se dirigió a su laboratorio. Al llegar, se inyectó un líquido rojo en su brazo y se dejó caer sobre la silla abrazando a su adolorido abdomen con ambas manos.

Hizo todo tipo de análisis en su mente, ¿acaso estaba enfermo? ¿Qué enfermedad podría tener tras todos esos síntomas? Ya no era normal lo que le estaba sucediendo. El dolor le impedía pensar con claridad por lo que decidió acomodarse en la silla a esperar que la sustancia que se había administrado hiciera efecto.

A la mañana siguiente, y tras sentir alivio el científico se dirigió a la cocina tomando una caja de aviones de chocolate que tenía escondida detrás del refrigerador y se sentó frente a la mesa para disfrutarlos junto con un vaso de leche.

—Deberías estar trabajando —le reclamó Black Hat. Él ya se encontraba al lado de la mesa.

Flug se sobresaltó de miedo ante la aparición de su jefe.

—S-señor... —comenzó a balbucear—. Es solo un pequeño receso, en-enseguida regreso al trabajo.

El hombre bebió con prisa y enseguida se dispuso a retirarse. Sin embargo, cuando había llegado a la puerta, su cuerpo le comenzó a fallar inesperadamente y se sujetó con fuerza al muro para evitar ladearse. Su jefe notó la extraña actitud del humano y acotó con una voz más tranquila:

—No hemos hablado sobre su estado de salud, no me sirves si eres un mísero enfermo.

Él joven apretó los puños.

—Y-yo... No. No tengo nada que hablar contigo —dijo entre dientes sin voltear a verlo. Luego se retiró de inmediato.

Black Hat mostró sus dientes en un gesto de furia, el mocoso debería recibir algún castigo por haberle faltado el respeto. Sin embargo, esta única vez lo dejaría pasar.

Flug llegó a su escritorio y se dejó caer en la silla, luego acarició su cabeza ante la molestia de su dolor, buscó entre sus cajones y tomó una aspirina, seguido de uno de los chocolates que había guardado.

Estaba por empezar su trabajo cuando el teléfono llegó moviendo sus patitas rápidamente, estaba sonando. Él atendió la llamada:

—Black Hat Organization. ¿En qué puedo ayudarle? —dijo con un bostezo.

—Buenos días, doctor Flug. Es una gran suerte que tú seas quien atienda mi llamada. Estaba esperando porque así fuera.

Flug parpadeó y se puso firme al intentar reconocer esa voz profunda.

—Emm... ¿Y usted es...?

—¿No me recuerdas? Por supuesto, apenas cruzamos un par de palabras. Asistieron a una de mis fiestas hace poco tiempo —interrumpió la voz tras el teléfono.

—Oh, sí, sí... Ya lo recuerdo, es el señor Pendragon....

—Estás en lo correcto. Solo hablo porque me gustaría hacer un pedido de su sistema de seguridad.

Flug alcanzó una libreta y comenzó a anotar.

—Por supuesto, señor. Lo tenemos disponible, puede venir por las piezas en cuanto realice su pago.

—No tengo inconvenientes con la paga, pero sí con la entrega e instalación.

Flug se echó para atrás, reposando su espalda contra la silla.

—Lo siento, pero la compra no incluye garantía, envío, ni instalación. Si la quiere tiene que venir aquí por ella, no es política mía, mi jefe dice que eso es hacer mucho favor.

El hombre tras la llamada carcajeó ligeramente, divertido.

—Estoy dispuesto a pagar todo lo que me pidan por ello.

Flug ladeó la cabeza mientras lo pensaba y fue así como la idea saltó a su mente.

—Está bien, puedo arreglar eso, pero le saldrá muy caro.

—Como dije, no hay problema por el dinero. Y gracias, sabía que podía hacer un excelente trato contigo.

La llamada terminó y Flug se quedó meditando mientras miraba la nota del pedido. Sin duda acababa de tener una gran idea.

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