16: MEMORIAS (2° parte)

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Había pasado un año desde que sus padres fueron asesinados, Alger seguía viviendo en la casona de sus padre, pero últimamente su estado se deterioraba ya que durante un par de meses no se había alimentado, él no sabía cazar, nunca lo hizo porque siempre fue muy dependiente de sus padres, eran ellos lo que procuraban que no le faltara nada, pero ahora no tenía a nadie para recurrir. Estaba tan débil que apenas podía mantenerse en pie, creía que iba a morir, aunque no se preocupaba mucho por eso, prefería morir a seguir solo.

Se levantó de del sillón en donde reposaba al escuchar un ruido extraño, se acercó a la ventana y vio a una pequeña multitud de cinco hombres que pretendían entrar a su casa. Alger se llenó de terror al ver a las personas invadir su hogar y corrió de inmediato a esconderse en el ropero de su habitación. Los hombres entraron y recorrieron toda la mansión buscando en cada rincón hasta que lo encontraron.

Él estaba completamente aterrado, el miedo lo había inmovilizado haciendo fácil la tarea de sujetarlo.

—Irás con nosotros, niño, una criatura como tú debe valer una fortuna —le dijo uno de ellos mientras ataba con fuerza sus manos. 

«¿Me van a vender?», se preguntó el pequeño imaginándose todo tipo de malas situaciones en las cuales podía terminar, no lo matarían sino que posiblemente lo venderían como esclavo o como un atractivo de circo.

—¡No! —Alger reaccionó. Comenzó a gritar e intentar escapar, pero fue golpeado para que no huyera. Al caer al suelo el sujeto que lo golpeó se inclinó hacia él con una expresión de frustración. 

—No intentes hacer nada, niño, creo que no sabes quién soy yo, soy el mismo que se llevó a tus padres, si me causas problemas te prenderé fuego al igual que ellos.

La amenaza cayó directamente a su corazón e hizo que la sangre le hirviera, estaba furioso por las palabras de aquel hombre, cada una de ellas lo hacía enfadar más,  haciendo que apretara los puños con fuerza y que sus lágrimas empezaran a desbordarse recorriendo sus mejillas enrojecidas.

Entonces su mente se bloqueó, fue como si perdiera el sentido de la realidad y desapareciera su enojo y frustración. Cuando volvió en sí miró a los cadáveres que se hallaban en el suelo, todos ellos habían sido asesinados brutalmente teniendo lesiones en el cuello por lo cual se habían desangrado. Alger empezó a temblar al ver sus manos libres aunque manchadas de sangre, sintió el sabor de la carne en su boca percatándose que él había sido el culpable.

Un instinto, una condición extraña se había apoderado de él y había reaccionado como un animal salvaje, los atacó con una fuerza que no sabía que poseía. Tuvo un sentimiento de arrepentimiento, pero no duraría mucho porque su estómago gruñó de hambre una vez más. De inmediato siendo manipulado por sus instintos se acercó a uno de los cadáveres y comenzó a devorarlo.

Una vez terminado limpió el lugar, pero la ansiedad  lo invadió ya que al ver sus manos imaginaba verlas todavía con sangre, saber que los había asesinado le daba un sentimiento de remordimiento aunque fuese justo porque ellos se habían llevado a sus padres. Buscó la manera de cubrir sus manos porque cada vez que las veía creía verlas manchadas con sangre por lo cual se sentía tan culpable. Así que las cubrió con un par de guantes blancos.

Eso seria un complejo que lo perseguiría por mucho tiempo. 

No tardaría mucho tiempo para que más personas fueran a su hogar en busca de aquellos que no habían regresado, no obstante, todos terminaban por tener el mismo destino lo cual le gustaba a Alger ya que no tenía que preocuparse por salir a cazar sino que sus presas llegaban a él, lo sentía como un juego.

Los años seguían transcurriendo y poco a poco fue descubriendo sus habilidades, aquellas de las cuales sus padres nunca le hablaron tal vez porque era muy joven. Ahora conocía el bosque como la palma de su mano y cuando empezó a ir al pueblo descubrió que era verdad todo lo que le decían sus padres; la vida de los humanos era muy corta, era frágiles y a su criterio... eran tontos.

Ahora era un adolescente, por tantos años vivió en su mansión creyendo que tenía una buena vida; se alimentaba de las personas del pueblo y le encantaba acabar con las multitudes que iban a buscarlo con la intención de asesinarlo. También se hizo la costumbre de robar objetos de los aldeanos; le encantaba robar todo objeto curioso que encontraba, pero sobretodo robar libros, no eran fácil de conseguir, pero disfrutaba de leer y aprender sobre todas las ciencias.  Tuvo decenas de pasatiempos, y tras décadas de aislamiento empezó a aburrirse aunque no solo estaba aburrido sino triste, no le gustaba la soledad así que decidió irse de ese lugar y viajar, conocer el mundo, darle significado a su vida, tener un propósito y tal vez encontrar una pareja. 

Abandonó su hogar no sin antes procurar que nadie se acercara, el último  día que estuvo ahí fue al pueblo e hizo lo que tanto había estado deseando;  incendio la aldea, quiso ver morir a sus pobladores de la misma manera que habían asesinado a sus padres, procuró asesinar a cada una de las personas siendo su primera gran masacre, algo que  fue muy emocionante para él. 

Durante el siguientes par de décadas fue conocido por ser un espectro que atemorizaba por las noches, un demonio que bebía sangre, que podía acabar con pueblos enteros asesinando sin piedad. 

Una noche, en un callejón de la ciudad de Londres se hallaba Alger devorando los restos de sus presas cuando de repente sintió una presencia detrás de él, al voltearse pudo ver la silueta de un hombre que apoyaba ambas manos sobre su bastón, era muy alto y su cabello negro sobresalía de entre su sombrero de copa.

Alger lo miró directamente a los ojos de manera cautelosa, parecía ser un hombre cualquiera, pero sus ojos eran diferentes. El extraño se acercó más a él y al tenerlo de cerca miró sus afilados dientes que se mostraban en una enorme sonrisa, descubrió que no se trataba de un humano sino de una criatura maligna.

—¿Quién eres tú? —preguntó sutilmente mientras se ponía de pie limpiando con su mano las manchas de sangre de su rostro.

—Me ofende que no me reconozcas. Durante toda la historia me han llamado por decenas de nombres, pero solo dime Black Hat.

Alger lo miró, incrédulo. Se preguntó entonces si acaso él era el rey del mal del que tanto se hablaba. Él había escuchado sobre aquel villano, se decía que era inmortal, un ser tan poderoso que no se le conocían debilidades y que nadie le podía hacer frente para detenerlo en sus malvados planes. Gran parte de su fama se debía a sus contratos que cumplía al pie de la letra a cambio de un gran número de almas, de la lealtad absoluta y, a veces, de la vida propia del que hiciera negocios con él.

—He oído hablar de ti, vampiro —continuó hablando mientras caminaba a su alrededor, mirándolo detenidamente y pisando los cuerpos desmembrados del suelo con sus elegantes zapatos—. Eres un chico listo, además devoras a tus víctimas sin piedad. Conozco a tu especie y sé que no es necesario degollar a tantas personas para alimentarte...Tú lo haces por el simple deseo de ver la muerte, de arrebatarles la vida, placer. Eso me agrada.

Alger escuchó sus palabras sombrías, esa voz profunda era atemorizante para cualquiera y al describir el horror podía sentir un toque de emocion en él.  Le dio media sonrisa y cruzó los brazos. 

—Vaya, me conoces bien, Black Hat, entonces, ¿qué es lo que quieres?

Black Hat sonrió todavía más y alzó la barbilla con orgullo.  

—Bueno, estoy creando una red de villanía..., son demasiados detalles, pero quiero que seas parte de ella, tú lo has dicho: te conozco muy bien. No eres como todos esos villanos mediocres con juego estúpidos, veo maldad en ti, verdadera malicia y eso es lo que necesito. Por ello heme aquí personalmente ofreciendo que te asocies a mí. 

Alger dio una pequeña carcajada sin poder creer lo que escuchaba. 

—¿Me estás proponiendo trabajar para ti? ¿Qué ganaría yo, y por qué debería?

—Te garantizo que estarás a salvo conmigo... sé que te buscan y ofrecen una gran recompensa por tu cabeza, no tendrías que preocuparte por eso si aceptas, serás mi subordinado, mi mano derecha. Yo te enseñaré todo lo necesario para ser un villano digno, alcanzarás tu potencial, tendrás poder... lo tendrás todo.

Alger ladeó la cabeza, era una buena oferta, ser el ayudante del ser más temido le daría fama, además eran muy tentadoras las promesas que ofrecía. Alger asintió y luego extendió su brazo, Black Hat sonrió pensando en lo fácil que había sido convencerlo, pero cuando estaba a punto de estrechar la mano del joven Alger, este levantó la mano. 

—Con una condición.

Black Hat gruñó haciendo su mano en un puño. 

—El único que pone condiciones soy yo.

—Es algo simple, estoy dispuesto a ser tu servidor; cumpliré con cada mandato tuyo al pie de la letra, seré totalmente fiel a ti, pero mi condición es que no podrás adquirir mi alma, no podrás quitarme la vida. ¿Entiendes? No moriré por tu mano, nunca. 

Black Hat lo meditó por unos instantes, el joven era muy listo, iba rechazarlo pues no le gustaba que otros se creyeran mejores que él, pero sí tendría la obediencia de Alger podría tener mucho a favor, no importaba que no obtuviera su alma ya que a cambio iba a tener un buen lacayo. Al final dio un resoplo, abrió su puño de nuevo aceptando. Ambos se estrecharon las palmas cerrando el trato.

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Pasaron los años. Alger cumplió con su palabra de ser un súbdito fiel, casi nunca cometía errores porque los castigos eran severos. Había memorizado cada una de las reglas impuestas por Black Hat y pronto se volvería tan despiadado como él. El tiempo le hizo saber que Black Hat era la criatura más extraña que habría conocido; el demonio podía cambiar su forma a voluntad. Él nunca supo cuál era su forma original pues después de décadas cambiaba su apariencia, pero siempre distinguiéndose por sus colmillos y el uso de su elegante sombrero. 

También tenía aquellos poderes sobrenaturales, cada vez descubría más de sus extrañas e increíbles habilidades oscuras, era realmente fuerte y por ello era tan temido. Black Hat le enseñó todos los métodos de tortura que sabía, le ayudó a aprender más de sus habilidades y a usarlas para él mal. Lo conoció demasiado bien enterándose que, supuestamente, tenía una contraparte, un némesis llamado White Hat, se decía que era la criatura más bondadosa y cariñosa, todo un héroe, pero Black Hat nunca lo había destruido porque era tan fuerte como él, realmente Alger no creía en la existencia de ese ser porque jamás lo vio y su jefe no hablaba de él así que lo tomó como simples rumores. 

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Hubo héroes que trataron de detenerlos, muchos de ellos muriendo en el intento y otros rindiéndose o incluso haciendo alianza con Black Hat, empezó a hacerse de muchos socios e infiltrados por todo el mundo. El rey de los villanos cumplió con su cometido, su organización ahora tenia miles de aliados. 

Tras más de doscientos años al servicio de el gran villano un sentimiento regreso a él; soledad. Alger se sentía vacío y tan triste como antes, poco a poco perdió el interés en hacer su trabajo. ¿De qué le servía ser temido y tener tanto poder si siempre iba estar en soledad? Envidiaba a Black Hat ya que él nunca se preocupaba por nada, era ambicioso y cada vez más deseoso de poder, de dominio.  Sabía que su jefe no tenía ningún sentir por nada y él deseaba ser igual, al menos así no se mortificaría tanto por sus absurdos sentimientos. 

Un día Alger se llenó de valor para pedirle a su jefe poder alejarse solo por un tiempo, claro, sin dejar sus responsabilidades que tenía con él. Black Hat  aceptó ya que tenía cientos de personas a su disposición, estaba en la cima de su reinado y ahora a Alger lo consideraba uno más de sus sirvientes. Le había restado importancia, ya no le era indispensable.  

El vampiro volvió a su viejo hogar percatándose que muy cerca de ahí había un pueblo, eso lo sorprendió, pero esta vez decidió que los dejaría vivir a menos que le dieran problemas. 

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