100: Meses
Alger cobijó a la pequeña Eileen y la observó con tanta ternura por un largo tiempo. Su cabecita descansaba a un lado y sus manitas eran puños. Se veía tan linda rodeada de sus juguetes. Al final le dio un beso en la frente y le deseó buenas noches. Salió no sin antes mirar por la vena; había luna llena y un par de nubes empujadas por un viento fresco, a pensar de eso podía decirse que era una noche tranquila.
Bajó y como siempre empezó a hacer limpieza aprovechando que ella estaría en paz por unas horas. Al final tomó asiento en un sillón y cogió un libro. Había olvidado hace cuánto había leído en paz por última vez. Se sumergió en su lectura hasta que notó que la puerta se abrió discretamente, Fred entró con los artículos de cada semana.
—Vaya, hace tanto que no te veía descansar. ¿Dónde está la muñequita?, creo que debería llegar de noche más a menudo. Todo está tan en calma.
—Ella está durmiendo, lo hará por varias horas, los baños de agua caliente y su leche tibia la dejan lista para un sueño profundo, sin mencionar su música, sin ella no duerme. Y sí, su hora de dormir es cuando más en calma está todo.
Fred dejó de lado todo lo que traía consigo.
—Que bien que por fin duerme, había estado bastante irritable con aquello de los dientes. Al menos no ha enfermado de nada más, ha empezado a hacer bastante viento afuera y seguro eso le afectaría.
Alger afirmó suavemente, luego empezó a recordar. ¿Había cerrado la ventana? Eso sería algo muy descuidado de su parte. Al no estar completamente seguro se levantó y desapareció en un instante. Fred se quedó inmóvil mirando con pasmo aquella sombra que apenas quedaba como rastro, pero no mucho después Alger volvió a aparecer.
—Lo siento, olvidé algo, pero todo está bien— dijo y volvió a sentarse sin preocupación, tomando su libro.
—¡Wow! Esa habilidad es increíble. Eres sorprendentemente rápido. Deberías enséñame eso... Te lo enseñó Black Hat, ¿verdad?
Alger apenas lo miró, luego enterró la cabeza en su libro.
—¡No te voy a enseñar nada!
Fred se rascó la nuca y tomó asiento.
—No soy de preguntar, lo sabes, pero no soy el único que sabe eso. Hay muchos que quisieran enterarse y soy uno de los que mejor te conocen... Así qué...
—Ve al grano, Fred— respondió Alger poniendo el libro a un lado.
Fred sonrió satisfecho.
—Fuiste su mano derecha, un gran subordinado, pero en sí, ¿cómo fue trabajar a su lado?
Alger lo miró con recelo y luego de un suspiro respondió:
—Fue una pesadilla... Él es inhumano, vil, completamente aterrador, y por eso mismo yo lo admiraba. Quizá llegue a tratar de seguir sus pasos, pero él está a otro nivel de maldad, no tiene ni una pizca de sensibilidad. Que no te sorprenda demasiado, a ti te hubiera matado en cuestión de unos cuantos días.
A Fred se le borró la sonrisa.
—Sí, lo imagino, aunque jamás lo he visto, siempre he escuchado de todo lo que hace. Por eso es el mejor en lo suyo. Tú debes conocerlo bien... Dicen que aún tienes un trato vigente con él...
Alger se levantó y dio medía vuelta, luego se levantó un poco la camisa de vestir que llevaba y dejo ver una herida que al verla Fred dio un gesto de dolor.
—Esto fue tan solo un gesto de bienvenida a su organización. Deja de hablar de él con tanta benevolencia, no tienes ni la menor idea de lo que es incluso estar frente a él... Ya sabes bien lo que me hizo y aún así me preguntas cómo fue trabajar a su lado, imbécil. Y para aclarar tus dudas; sí, mi trato aún está vigente, ¿por qué crees que no me ha matado?
Alger habló con desprecio y arrogancia, luego se sentó de golpe y cruzó los brazos.
Fred quedó cerca de él, hundido de hombros y avergonzado.
—Yo... Lo lamento. No sé mucho de ti. Un día simplemente me matan, tú me revives y comienzo a hacer trabajos insignificantes, luego conozco al amor de mi vida y todo marcha normal hasta que me llamas y terminamos así. Lo que sé es porque mi esposa me lo ha contado... Dice que fuiste su mano derecha durante mucho, mucho tiempo. Ya veo su crueldad tan solo con lo que te hizo en el ojo.
Alger le puso la mirada encima alzando su ceja en duda.
—Él no fue quien me hizo eso... Fue mi esposa.
Fred abrió los ojos con sorpresa.
—... Vaya. Debió ser una mujer peculiar.
Alger sonrió a medias tras un vago recuerdo.
—Sí que lo fue. Era bastante juguetona, tenía un sentido del humor muy extraño y nunca se resistía a lo dulce, era muy expresiva, no podía disimular ninguna de sus emociones... Sabes. Hace mucho que no hablo de ella de este modo, hubo un tiempo en el cual ni siquiera podía mencionar su nombre. La tristeza me había consumido. Incluso, regresé con Black Hat pidiéndole que acabara con mi vida de una vez, se negó... Me gustaría saber qué piensa de mí ahora mismo.
Fred se movió incómodo.
—Bueno, no te ha matado, es lo que importa. Y tienes a la bebé. Leonor me ha encargado muy estrictamente cuidarla. Y también a ti. Dedícate solo a tu niña, estás por buen camino para ser un padre modelo... Nada puede hacerse por el pasado, tu futuro será lo que decidas hacer a partir de ahora, mi consejo es que no pienses en nada más, ni en Black Hat, ni en tu esposa.
«Ni en Flug», se dijo Alger a sí mismo.
Un largo silencio se apoderó de la sala. Fred ya no sabía qué decir. Alger, en cambio, pasó su mano por su rostro hasta su cabello.
—¿Qué es todo lo que sabes, Fred, sobre la niña? —preguntó Alger, al fin.
Fred se acomodó en el sillón.
—La robaste.
—¿Nada más?
Fred movió la cabeza, indeciso.
—Es extraña, de alguna manera, es demoníaca... Puedo sentirlo. Aunque, no sé exactamente por qué la tienes, ¿por qué la proteges tanto?
Alger suspiró.
—Bueno, tienes razón en algo, es verdad que la robé, pero... Es hija de alguien que amé.
Fred dejó caer la mandíbula, trató de hablar, pero se había quedado sin palabras. Alger siguió hablando.
—Esa niña no es mi hija de sangre porque a la persona que amé no le importaban mis sentimientos. Creo que... Le hice daño por eso... Como sea, tienes razón, debo enfocarme. ¿Ya te dije que aprendió a decir papá? También está aprendiendo a gatear.
Fred observó esa chispa de felicidad y orgullo en el rostro de Alger. No preguntaría más. No le importaba si ella no era su hija legítima, ya sabía cuánto la mimaba. Ella había llegado para cambiarlo todo en él.
*****
Demencia vertió todo el restante de cereal a su plato y luego la poca leche que quedaba. Sería más fácil comerlo directamente, pero siempre se atragantaba. De todos modos no usó cuchara y se comió todo de una sentada sin importar que se derramara. Luego miró a la alacena, inspeccionó con la mirada y supo que debía salir pronto por más comida.
Un ruido la sacó de sus pensamientos. Tomó su teléfono y revisó la bandeja de entrada. Era otro mensaje donde se solicitaba sus servicios de destrucción y caos. Ella lo ignoró y salió de la cocina, divagó por toda la casa hasta que no supo qué más hacer. Así que mejor salió, alimentó a la gran serpiente de Black Hat y también a sus mapaches. Se divirtió un poco y por la noche fue directamente a la oficina de Black Hat.
No solía ir de improviso, pero ella sabía que las cosas no iban bien, así que iba de vez en cuando para asegurarse de que Black Hat estuviera allí, que estuviera bien.
Demencia sabía lo que pasó con Flug aunque no estaba enterada de todos los detalles sabía que él simplemente se había ido. Él y la bebé.
Al principio todo fue confuso y extraño. Black Hat estaba incontrolable; destruía todo a su paso, pero no como antes sino de una manera completamente furiosa y al mismo tiempo triste. Había estado así desde que todos esos científicos fracasaron en su misterioso proyecto.
A 505 le hizo cosas inimaginables, nunca lo había visto tan desesperado por deshacerse de él, aunque su mecanismo de regeneración del oso no le permite morir sí que le hizo sufrir. Black Hat lo echó a la calle y el pobre se había ido corriendo en cuatro patas, llorando y buscando a alguien para consolarse. Black Hat la había mirado con el mismo enojo y le dijo que estaba más que dispuesto a acabar con su vida si decidía ponerse de su lado.
Ese día ella le dijo que no lo haría, que estaría ahí para él justo como lo repitió por años, pero eso la hacía sentirse mal todos lo días. Se lamentaba por lo que había pasado con 505 y lloraba al recordarlo. Anhelaba verlo de nuevo y pedirle disculpas porque era lo único que quedaba de Flug. Pero no podía hacerlo porque el osito jamás regresó.
Abrió la puerta de la oficina lentamente y se asomó. Él estaba ahí por suerte. Ya casi no estaba en la mansión y cuando estaba todo tomaba un aire extraño y tétrico. Demencia entró mirando de lado a lado, los cráneos no dejaban de aumentar, los objetos de las paredes estaban caídos dándole al lugar un aire desaliñado.
Black Hat estaba en medio de la oscuridad, hablaba solo mientras sostenía algo en sus manos, algo que ella no alcanzó a ver bien.
—¿Lord? —habló ella mientras tomaba valentía para acercarse más. —Iré por suministros...
Black Hat alzó la cabeza y posó su triste mirar en ella. Aunque no dijo nada. Ella siguió hablando
—Si hay algo que quiera se lo traeré... Ya sabe que haría cualquier cosa por usted, lo que sea —dijo, pero su voz no era como la de antes, ésta vez sonaba apagada.
Black Hat suspiró, había sido una exaltación larga y profunda.
—Vete— dijo tan solemne que era evidente que no volvería a pedirlo.
Demencia dio un paso atrás, tragó hondo sin saber qué hacer. No tenía ni idea de qué decir, jamás había sido alguien suelta de palabras para situaciones serias.
—¿Qué pasará ahora? —preguntó Demencia después de un largo silencio. Había sido la duda que más la atormentaba, aquella pregunta que se hacía constantemente, al pasar por la habitación de la bebé, al recordar a Flug, al ver a Black Hat de esta manera. ¿Qué debía hacer ella? Estaba completamente sola y perdida.
Black Hat agachó la mirada nuevamente, se había preguntado eso a sí mismo y, al igual que Demencia, no encontraba una respuesta clara. Al final se movió para mirarla directamente.
—No lo sé— dijo sinceramente. —Esto se está haciendo difícil de soportar y no sé qué hacer ni qué pasará a partir de ahora. Lo que me hizo no me destruyó, solo me hace desear estar muerto. Quizá así nos veamos de nuevo.
Demencia movió su cabeza como un cachorro que no comprende. Lo que Black Hat decía no tenía sentido alguno. Sin embargo, ella estaba feliz de recibir esas palabras porque era la primera vez en meses que tenía una conversación con él.
Ella se dio vuelta y caminó a la entrada y, antes de cerrar dijo en susurro:
—Él querría que siguiera todo como antes. Estaba orgulloso de todo esto porque ambos lo construyeron.
Black Hat se sobresaltó, no esperaba aquella respuesta, pero sabías que era verdad.
https://youtu.be/EPsZs1DSqbQ
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3 MESES DESPUÉS
Alger sostenía las manitas de Eileen y la alentaba a dar un paso tras otro, su niña se agitaba por la emoción, al mismo tiempo se esforzaba por poner sus piecitos rectos. Alger la soltó y aunque ella se sostuvo unos momentos en pie al final cayó sobre su trasero.
—Un poco más, Eileen, solo un poco más y estarás caminando por tu cuenta —dijo Alger con una gran sonrisa mientras la levantaba de la alfombra afelpada, luego la alzó alto y le besó las mejillas regordetas. Ella lo apartaba con sus manitas, pero reía de igual manera.
Alger fue al sillón con ella y comenzó a peinar con sus dedos el cabello castaño y esponjado de la pequeña. Ya estaba un poco largo, a él le gustaba mantenerlo así porque se entretenía al peinarla. Le ponía broches y moños pequeños, pero que la hacían ver muy coqueta. Parecía que Eileen se ponía más linda a cada día. Jamás se cansaba de jugar con ella y de ponerle vestiditos llenos de encaje.
Alger esperaba la llegada de Fred. Su amigo llegó casi al anochecer con el pedido especial de esa semana: un enorme televisor.
—¿Podrías recordarme para qué quieres uno? No creo que la niña necesite una pantalla plasma— dijo su amigo apenas terminó de instalarlo.
—Es para mí... El teléfono celular no es suficiente, a veces me aburro — respondió Alger quién tenía la mirada en la bebé, ella gateaba sobre la alfombra, moviendo consigo algunos de sus peluches.
—Ok... Te estás haciendo más normal, Alger. Ya era hora, a veces me desesperas con todo ese estilo antiguo.— dijo Fred mirándolo de arriba a bajo. Alger cruzó los brazos. Justamente llevaba uno de sus conjuntos de estilo antiguo, con las camisas sueltas y los pantalones elegantes.
—Se le llama decencia, no vestiré como vagabundo en mi casa, aún menos en estos días que son importantes.
Fred se miró a sí mismo, él parecía un hombre cualquiera al lado de Alger, pero era porque él solía ir de un lado a otro en la sociedad, no le gustaba llamar mucho la atención. Su gorro y lentes oscuros era lo único curioso en él.
—Sí, al menos ya te ves decente, recuerdo los primeros días en los que no sabías cuidar a la pequeña Ratoncita. Para entonces sí que parecías un vagabundo. No puedo creer que ya ha pasado medio año desde entonces... Espera. ¿De qué días importantes hablas?
Alger se agachó para tomar a la niña.
—No sé el día exacto en el que ella nació, pero estoy seguro de que fue en algunos de estos días, hace un año atrás.
—Así que es su cumpleaños. Vaya, felicidades, Ratoncita. ¿Le harás algo especial?
—No... Y deja de llamarla con ese apodo.
Fred carcajeó.
—Es que es pequeña y discreta como uno. Pero dime, ¿por qué no lo celebrarás? Según sé es la consentida.
Alger tomó asiento con ella y comenzó a arreglarle su ropa.
—No tomaré en cuenta eso, además, ella tenía medio año cuando llegó a mí, ese día sí que no lo olvido, lo tomaré como su cumpleaños.
—Entonces tomarás en cuenta su edad a partir del tiempo que ha estado contigo, solo le estás restando medio año. No le veo problema. Como sea, es tu niña. Ahora, ¿estás listo para encender la TV?
******
Black Hat estaba de nuevo frente a la puerta, no recordaba cuántas veces había estado frente a ella sin la valentía de siquiera poder tomar el pomo.
Levantó la mano con lentitud y puso su palma sobre el picaporte. Tardó mucho tiempo estando allí de pie e inmóvil, pero al final pudo abrirla.
Se debatió al alzar su mirada y observar hacia dentro. Al hacerlo se percató que todo estaba exactamente igual... El mural que Flug había pintado, los peluches que se llenaban de polvo, las estrellas en el techo, la cuna vacía y los murciélagos de cristal que él mismo había confeccionado. Black Hat sintió un nudo en su garganta, se acercó a la cuna y movió los murciélagos, estos tintinaron al chocar uno contra otro. El ruido hizo eco. Black Hat tragó hondo, no era capaz de mirar hacia dentro de la cuna porque estaba inmerso en un recuerdo especial.
Recordaba la primera vez que él y Flug habían ido ahí, la habitación esperó mucho por ella, Flug estaba encantado. Fue la primera vez que él la sostuvo para darle biberón, ni siquiera sabía preparar uno y a Flug le era muy divertido verlo sufrir.
Black Hat retiró sus manos de la cuna como si le quemara, agitó la cabeza y retrocedió, azotó la puerta para cerrarla quedando afuera de nuevo. Su respiración se había acelerado.
Había una razón por la cual estaba ahí y era porque ese día era su cumpleaños. Un año, ella cumplía un año.
Black Hat cerró los puños con fuerza. Luego se sobresaltó al notar la presencia de alguien trás él. Al darse cuenta notó que se trataba de Cambot. La cámara estaba de pie, sobre sus largas extremidades robóticas. No se movía y su lente apuntaba directamente a Black Hat. Él comenzó a enojarse más, pero cuando estuvo a punto de hablar una gran luz se proyectó sobre él, Cambot estaba reproduciendo una grabación y lo hacía directamente sobre Black Hat.
Entornó los ojos por la luz que se proyectaba directamente hacia él y al escuchar el audio se paralizó, luego agachó la cabeza para ver las imágenes entre su cuerpo. Se trataba de una grabación de la habitación que estaba tras de él, una en donde se encontraba Flug caminando lentamente de un lado para otro con su pequeña en brazos. La estaba arrullando mientras tarareaba una canción de cuna.
Él conocía bien esa canción. Incluso la sabía de memoria, era aquella que Flug le cantaba a diario.
Black Hat cerró los ojos evitando ver la grabación, pero no podía evitar escuchar el ruido de la cinta corriendo ni la voz de Flug tarareando. Sus puños se aflojaron y se convirtieron en garras. Bastó un simple meneo para que Cambot cayera hecho pedazos. La proyección se apagó y todo volvió a estar en silencio.
—Chatarra— dijo Black Hat dando una patada a Cambot. La pobre cámara aún estaba funcionando, pero se arrastraba para alejarse.
Black Hat estaba furioso ¿Cómo se atrevía ese pedazo de basura a torturarlo de tal forma?
Se dio vuelta, dispuesto a irse de inmediato cuando notó que la puerta estaba abierta. Dentro, al lado de la cuna se miraba la silueta de Flug. Con una mano acariciaba la cuna y con otra tocaba los murciélagos de cristal. Pronto escuchó de nuevo el tarareo de aquella canción de cuna.
Su sorpresa le robó el aliento. Black Hat apretó los dientes.
—¡Deja de atormentarme! ¡No eres Flug! ¡Él jamás volverá!— gritó. Hablaba firme, pero se estremecía cada vez más al ver esas ilusiones.
Alla aparición alzó la vista para mirarlo a los ojos, luego se llevó el dedo índice a los labios para indicarle que guardara silencio.
—Sshh. Está dormida— dijo, enseguida sonrió, pero ya no era él, sino una imagen deformada, con colmillos irregulares que mostraban una sonrisa burlona.
Black Hat levantó la mano en un acto de ataque y varios tentáculos obscuros surgieron en contra del espejismo. Aunque aquello solo estaba dentro de la mente de Black Hat. Lo único que logró fue destruir la cuna. Esta se despedazó, la tela se rasgó, algunos peluches salieron volando y la mayoría de los murciélagos se rompieron.
Al final miró el desastre y sin más cerró la puerta de golpe. Luego conjuró una cerradura con cadenas que rodeaban por completo la puerta. Nadie más podría entrar.
https://youtu.be/_Thw0MdnMzU
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Demencia estaba en el laboratorio mirando sin mucha atención algunas hojas, algunos eran planos para enormes máquinas de combate, seguramente proyectos inconclusos. Otros eran mapas o instrucciones, nada importante en realidad.
De pronto un montón de Hatbots entraron con urgencia, parecían preocupados y llevaban algo consigo.
La chica lagarto se acercó.
—¿Qué es lo que pasa aquí, hojalatas? —dijo, pero se quedó en silencio cuando supo que se trataba de Cambot.
Un Centinela lo sujetaba con sus garras. La pobre cámara chispeaba, pero aún se movía. Todos pusieron sus ojos de lámpara en ella, suplicantes.
—No me miren así. Les advertí que no se atrevieran a ponérsele enfrente. Es peor que antes —les dijo, cruzó sus brazos y trató de salirse con la suya. Es bien sabido que Demencia no tenía ninguna relación con los Hatbots, ellos solían ser quienes la perseguían y capturaban. Flug se sentía orgulloso de su ejercicio de metal, pero ella sabía que eran estúpidos y a veces corrientes. Se desarmaban con facilidad y los tontos no sabían repararse a sí mismos, siempre iban llorando con Flug para que los rearmara. En todo caso, ella era quien los destruía, no lo contrario.
Pero ahora no estaba Flug y los robots habían perdido su razón de ser. Estaban igual que ella de confundidos, e incluso se autodestruían por sí solos.
Demencia no pudo más.
—¡Está bien! Lo haré, pero ustedes me ayudarán. Traigan la caja de herramientas, creo que ví los planos de Cambot, me ayudarán a dejarlo como antes— dijo con resignación.
Cuando los pequeños robots le llevaron lo necesario Demencia tomó el desarmador y se rascaba la cabeza con la punta mientras leía sus planos. Puso manos a la obra y tardó un mes entero para dejar a Cambot como nuevo, (a Flug le hubiera tomado un par de horas). Cada pieza estaba en su lugar y ella estuvo orgullosa de si misma. Al final le pidió una prueba para asegurarse de que estaba todo en orden.
Cambot se movió y apuntó hacia una pared despejada. Enseguida proyectó un video: era Demencia, 505 y Flug jugando un juego de mesa en donde la chica terminó lanzando el tablero por los aires y golpeado a Flug por supuestamente hacer trampa. Luego la imagen cambio. Ahora eran ellos en una junta de Black Hat. Flug estaba serio y anotando todo lo que su jefe decía, ella en cambio, hacía gestos a la cámara.
Cuando Cambot dejó de mostrar un sin fin de videos antiguos ella se limpió el ojo diciendo que algo se le había metido. Todos los demás robots aplaudieron y eso alimentó su orgullo.
—Lo sé, lo sé, soy la mejor. Ustedes cabeza de chorlito jamás hubieran hecho nada, solo saben romperse y llorar.
Los Hatbots se acercaron hasta rodearla por completo. Unos señalaban sus manos rotas, otros sus llantitas chirriantes, incluso los enormes Centinela tenían abolladuras que necesitaban reparaciones. Era claro que pedían su ayuda.
Demencia retrocedió y escondió el desarmador.
—Ni siquiera lo piensen, hojalatas. Yo no soy su madre ni nada por el estilo. Váyanse de aquí.
Pero no le hicieron caso, al contrario, la sujetaron y la empezaron a lanzar de arriba a bajo, no como antes que la amordazaban, ésta vez celebrando lo que hizo por Cambot y pidiendo que siguiera así.
Demencia carcajeó y aceptó siempre y cuando la trataran como a una reina. Sorpresivamente funcionó. Ahora Cambot le sacaba fotos en donde ella trabajaba para arreglarlos y otras donde estaba sentada y ellos la abanicaban y le daban comida directamente a la boca.
Su enemistad había acabado. Ahora la defendían y procuraban por ella como lo habían hecho por Flug.
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Alger estaba completamente concentrado, miraba a la nena mientras extendía sus brazos a ella.
—Vamos, papá sabe que puedes.
La pequeña estaba solo a un metro de él, se encontraba de pie aunque amenazaba con perder el equilibrio. Ella extendió sus bracitos de la misma manera y comenzó a dar un paso, luego otro. Terminó en sus brazos y Alger cantó victoria, la beba ya podía caminar.
—¡Eileen, has dado tus primeros pasos! Un año y un mes, no hay que olvidar tus logros, mi amor. Estoy orgulloso de ti. Vamos a intentarlo de nuevo.
Y así fue, la niña repitió su logro y Alger le aplaudía. Al final le dio una galleta como recompensa. La bebé quedó sentada en la alfombra mordisqueando su galleta mientras su padre encendió el televisor. Las noticias eran lo mismo de siempre; robos, delincuencia, etc. Solo cosas deprimentes.
Había estado a nada de apagarla cuando comenzó una cobertura especial. Una reportera hablaba rápidamente, había bullicio tas de ella. Alger abrió su ojo en total asombro cuando se dio cuenta que estaba frente a la mansión de sombrero y todo aquel ruido era producido por un montón de villanos.
—Decenas de villanos han venido a Hat Island en busca de respuestas— comenzó a hablar la reportera. —Han pasado meses desde el colapso de la organización. Muchos de estos villanos quieren su reembolso o cumplimiento de algún pedido. Aunque en verdad se han tomado la molestia de venir porque se rumora que Black Hat está en busca de un nuevo subordinado, esperan tomar el lugar de Flug Slys de quien aun no se ha confirmado su muerte, pero existen las sospechas tras su misteriosa desaparición.
Alger quedó inmóvil, su corazón casi se había detenido, incluso tuvo que sentarse. Miró a su niña, luego a la pantalla. La reportera siguió hablando y la imagen se enfocó en la mansión. Ahí estaba Demencia de pie, imponente. El sistema de seguridad evitaba que alguna persona entrara, aun así había una guardia de Centinelas tras la chica de melena verde.
Luego todos guardaron silencio, incluso la reportera, algo había pasado que todos sintieron temor y se encogieron. De la nada Black Hat había aparecido, estaba de pie frente a la puerta, recargado sobre su bastón, con una mirada inexpresiva. El silencio se podía percibir aun tras la pantalla.
Black Hat miró de lado a lado y todos se estremecieron, impacientes a escuchar lo que tenía que decir.
—Han olvidado mi eslogan, señores. Recuerden: "El mal es nuestro negocio, y el negocio va bien".
habló y su voz era tan ronca, fuerte y directa que nadie dudaría de ello.
Todos seguían inmóviles, incluso Alger. Todos menos Demencia quien lo miró con incredulidad. Había entendido, como todo mundo, que las organización seguiría, que los villanos no debían dudar ni por un momento de la garantía de Black Hat. Aunque, mas que nadie ella sabía que eso seria difícil por el estado de Black Hat. Él no estaba bien.
Entonces todos los villanos comenzaron a hablar, primero como un murmuro, después casi a gritos:
—¿Dónde está Flug?— fue la pregunta que predominó. Black Hat apretó mas sus nudillos sobre su bastón.
—La vacante está libre —dijo sin más antes de irse.
Todo estalló después de eso. Se había confirmado que Flug estaba muerto. ¿Qué cómo lo sabían? Eso era fácil: nadie podía abandonar la organización, menos alguien con un puesto como el de Flug. La muerte era la única liberación.
Alger apagó el televisor, luego tragó hondo, se dio cuenta que había dejado de respirar siquiera. Aquello había sido tan inesperado y extraño. Tenía tantas preguntas. Su teléfono de casa sonó y el aguardó que la llamada pasara, cuando la contestadora se activó escucho la voz de Penumbra:
—Sé que estás ahí, Alger. Lo sabias, ¡tú sabías de Kenning! ¡Embustero!— dijo, su voz estaba completamente rota entre una combinación de furia y tristeza, se le escuchó llorar y después colgó.
Alger cogió a su pequeña niña, la abrazó fuertemente y rompió en llanto de igual manera. Ahora el mundo sabía que Kenning Flug Slys estaba muerto.
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