PARTE 3.

Dentro del auto, el viaje es callado salvo por la música con volumen bajo que suena.

— ¿Puedo preguntar qué pasó? — Kai rompe el silencio.

Nara no responde, se limita a sacar la portada de su mochila.

— ¿Qué...diablos...pasó? — Kai mira de reojo para volver su atención al camino

— Mi madre...dice que...yo lo quemé — murmura la chica.

— ¿Tu?

Nara asiente mirando aun la portada.

— Ayer fue un día muy extraño — confiesa Nara — demasiado.

— ¿Fuiste al médico?

— Si — dice y hace una pausa — y un paciente me atacó.

Kai la mira con los ojos muy abiertos.

— ¿Cómo que te atacó?

— Se me fue encima y...me rasguñó los brazos — Nara narra recordando el hecho mientras levanta un poco las mangas — gritaba cosas.

Nara mueve la vista hacia un lado y una sonrisa aparece en su cara.

— Oh, es Sarah — dice señalando a la chica que camina en la orilla de la calle.

Kai se detiene al lado de la lacia quien da un brinco hacia atrás, desconfiada.

— Oh — jadea la chica tocando su pecho — me asustaron.

— Sube — pide Kai — vamos.

Sarah asiente y toma lugar en los asientos traseros para abrochar su cinturón con facilidad.

— Gracias — murmura — Buen día.

— Buen día — responden los dos al mismo tiempo.

Y el tema se desvía hasta algunas calles antes de la escuela.

— Confías en Sarah, ¿no? — Kai pregunta mirando a la escuela.

— Em...si, supongo — Nara responde tras vacilar por un momento.

Sarah los mira, confusa.

— ¿Pasa algo?

Kai no responde, solo conduce hacia otro camino.

— ¿Eh? — Sarah mira al conductor confundida — ¿A dónde vamos?

— A la biblioteca pública — dice Kai — ahí hay información.

— ¿Información sobre qué? — Sarah se acerca hacia el espacio entre los asientes de enfrente.

— Sobre la maldición de Nara.

Nara frunce el ceño al escuchar tan preciso y tormentoso nombre.

— ¿Eh? — Sara suena aterrada — ¿Vamos a investigar sobre eso?

— Si — Nara toma aire — necesito entender que pasó en esa casa.

— ¿Faltaremos a la escuela? — Sarah suena incómoda.

— ¿Quieres quedarte? — Kai la mira por el espejo retrovisor a la par que se frena en una calle.

Sarah se mueve incómoda.

— Si no quieres venir está bien — le dice Nara suavemente — no podemos obligarte.

— No — dice Sarah — es solo que.... Nunca he faltado a la escuela.

Nara asiente y gira a verla con una sonrisa sincera.

— Si quieres quedarte está bien — dice nuevamente — no pasa nada.

— Está bien — dice Sarah — es...emocionante.

Los chicos asienten para volver a tomar curso en el auto rumbo a la biblioteca. Al llegar, Kai se estaciona en un lugar lejano haciendo que los 3 caminen poco menos de 4 cuadras hasta la grande y blanca instalación. Con cuidado, los 3 compañeros entran al lugar y tras un silencioso, y delicado saludo a la encargada, se encaminan hacia la zona de historia.

— Yo iré a los últimos — dice Kai.

— Yo me quedo aquí — afirma Sarah.

— Entonces yo iré al medio — dice Nara — recuerden, es sobre la historia del demonio de las llamas o brujería en la zona.

— Es demonología — corrige Sarah — la brujería no es exactamente esto.

— Cierto — dice Kai — todo lo que nos da información sobre el mismo pueblo también nos puede servir.

Ambas asienten y sin más, se separan. Nara revisa con atención sintiendo una mirada tras ella, de vez en cuando la chica se gira solo para encontrar a la encargada del lugar mirándola con curiosidad, sacudiéndose la mirada, y un escalofrío de incomodidad, Nara vuelve a su investigación con un poco más de concentración.

— No, no, no.... — Nara enumera en negativa los títulos — diablos.

— Nara — la llama suavemente Sarah llegando tras ella.

— ¿Eh?

— Disculpa — susurra — ¿La señora no te está mirando mucho?

— ¿Tú también lo notas?

Nara ve a la chica hablar, nota como sus labios se mueven, pero el sonido no llega a sus oídos. Silencio, silencio, silencio.... Sus alrededores parecen haberse puesto en mute como su televisor de niña, una escalofriante y penetrante risa de un infante llena y aterra su sentido auditivo haciendo que incluso su piel reaccione poniéndose tensa, Sarah sigue hablando ahora con su cara exponiendo confusión, pero cada vez que abre la boca la risa atormenta a la chica.

— Basta — le dice aterrada — Sarah, basta.

Sarah vuelve a hablar, pero ahora el sonido es más fuerte, como si la niña estuviera riéndose directamente en sus oídos así que, sin poder hacer más, Nara cubre sus oídos.

— ¿Nara? — pregunta Sarah.

Nara niega con la cabeza escuchando la fatal risa. Sarah se aproxima para tomar suavemente los hombros de Nara, pero cuando ésta abre los ojos, la figura de una niña desmembrada la mira de cerca haciendo que la chica grite empujando a la compañera quien cae de golpe hacia atrás, estática y aterrada, Sarah la mira estremeciéndose por el actuar de la persona.

— ¿Qué pasa? — la coordinadora llega.

Sarah mira sin comprender nada, Nara está en un claro estado de pánico mirando a la mujer sonriente frente a ella, su piel cae en pedazos dejando la carne al rojo vivo totalmente visible, el aroma es a putrefacción, a muerte.

La mujer se acerca a ella, jalando sus brazos para poco a poco comenzar a encajar sus uñas en la piel ya herida de sus brazos para arañarlos a profundidad haciendo gritar a Nara quien trata de liberarse jalando sus brazos.

— Só......t. a......n. o — jadea la mujer sonriendo mientras su piel cae sobre los brazos de Nara.

Nara no logra conectar nada, solo grita frente a la mujer con todo lo que sus cuerdas vocales y pulmones le permite. De repente, Kai jala de ella hacia atrás haciéndola caer sobre su pecho, es en ese momento donde la niña, la risa, la mujer, el aroma y los pedazos de carne desaparecen. Nara no termina de levantarse cuando Kai la rodea y sostiene de los brazos frente a ella, sin más se saca su suéter, sin decir nada lo usa para cubrir los mismos y sostenerlos con fuerza.

— Diablo, diablos, diablo — jadea Nara.

— ¿Ya vienen? — Kai la ignora mirando a Sarah quien se limita a asentir.

La ondulada chica los mira sintiéndose abrumada.

— ¿Quién viene?

— El hospital — Sarah susurra nerviosa.

— ¿Hos...pital? — Nara frunce el ceño — ¿Por...?

Kai no la mira tiene su mirada atenta hacia el suéter que había colocado bajo, así que guía sus ojos al lugar encontrando manchas de sangre provenientes de sus propios brazos, es cuando nota las profundas heridas y la gran cantidad de sangre que escurre de éstos, asustada la chica se tira hacía atrás golpeando su espalda con la repisa donde había estado viendo los libros.

— No te muevas — Kai le jala un poco.

— ¿Qué paso? — Nara no atiende.

— Tu...te...arrancaste la piel — dice Sarah con la piel pálida — gritaste y comenzaste a arrancar tu piel.

Nara busca con la mirada a la coordinadora, ésta la mira por un momento desde la puerta esperando a los paramédicos quienes entran a los pocos minutos, pero para desgracia de Nara, su madre también entra a la biblioteca. Kai se mantiene apretando los brazos.

— ¡Dios mío! — dice la madre al llegar — ¿Qué pasó?

Nara ve todo en cámara lenta, ve a su madre hablar con gesto muy enojada con Kai quien no la mira, Sarah por su parte mira a Nara mientras le habla, pero un zumbido es lo único que llega a los oídos de la chica, aturdida, hasta que finalmente todo se queda en negro.

Al abrir los ojos, la chica se encuentra en su habitación acompañada de su madre quien acomoda su suero mientras ella coloca algunos medicamentos, adormilada y adolorida, la chica mira sus brazos los cuales están completamente vendados mientras algunas marcas de sangre destacan entre la blancura de las vendas.

— ¿Mami? — murmura abrumada.

— Nara — le responde la mujer — estas despierta, cariño.

— ¿Sarah...Kai? — pregunta.

Laura la mira y suelta un largo suspiro, lentamente se sienta en su cama, a lado de sus piernas.

— Les prohibí volver a buscarte — le confiesa.

Rápidamente las cejas de unen en el entrecejo de la menor.

— ¿Qué hiciste qué? — le pregunta — ¿Por qué?

— Por qué te están metiendo ideas en la cabeza.

— Es la primera vez que me relacionó tan bien con alguien....

— ¡Y mira lo que ha provocado! — su madre señala sus brazos — Tu condición empeoró tanto desde que llegamos aquí y conociste a esos chicos.

— Ellos me han contado más cosas.

— ¡Y puras mentiras! — le dice la mujer y se pone de pie — No volverás a ver a esos dos chicos.

Nara infla su pecho y levanta el mentón, en una clara señal de rebeldía.

— ¡No puedes evitarlo! — le dice.

— Claro que sí — dice su madre — eres mi hija y menor de edad...

Nara frunce el ceño.

— Cumplo 18 en 4 días — le recuerda.

— Sigues siendo menor — su madre la reta.

Nara aprieta la mandíbula.

— Papá jamás hubiera permitido esto — le escupe molesta.

— Tu papá permitía cualquier cosa — le responde su madre moviendo el suero — por eso terminaste con ésta condición tan marcada desde corta edad diciendo que mirabas a esa niña.

— Lo hacía...

Laura niega con la cabeza guardando silencio.

— ¿Dónde está mi celular? — le pregunta.

— Lo tengo en mi habitación.

— Dámelo.

— No.

Nara empuja su lengua dentro de su boca.

— No puede quitármelo — le dice.

— Puedo — le dice la madre — y ya lo hice.

— Ese teléfono no me lo diste tú — le dice Nara intentando moverse — fue mi padre, no tienes derecho sobre mi celular.

— Soy tu madre — Laura se señala — y mientras yo viva tengo todo el derecho sobre ti y tus cosas.

— Eso es ridículo — le dice — Necesito mi teléfono.

— ¿Para qué? — le pregunta inquieta la madre — ¿Para llamar a esos niños imprudentes?

— Son básicamente mis únicos amigos.

Laura mueve el suero por tercera vez con cierta fuerza y la mira.

— Amigos que te están enloqueciendo — le dice su madre — que acabarán contigo.

Y por primera vez, Nara no la reconoce. Su mirada es sombría, profunda y sin color, su rostro no demuestra ninguna emoción y sus mejillas se hunden dentro de su boca, de repente una sonrisa aparece en su rostro. Aterrada, la chica arranca el suero para levantarse, su madre no le grita, no le habla, solo la mira logrando que el estómago de la chica se sienta vacío y frío, así que, haciendo caso a su instinto, la chica se aleja hasta la puerta donde le da un último vistazo a su madre quien extrañamente no hace por seguirla. Con el corazón acelerado, sus brazos comenzando a doler y sus piernas adormiladas la chica llega hasta la habitación de la madre donde busca su celular con desespero encontrándolo en el cajón de su buró de noche. Lo sostiene con fuerza entre sus manos y, tras encenderlo, lo desbloquea para buscar un número.

Sin embargo, su mirada comienza a sentirse pesada y sus dedos parecen no obedecerla, sacude la cabeza un poco y abre más los ojos para intentar concentrarse, pero de repente se encuentra en el piso, sus piernas no daban para levantarse.

— Se supone que debía tardar más — dice la madre negando con la cabeza.

Nara la mira sintiéndose cada vez más cansada.

— ¿Eh?

Laura sonríe, y antes de que todo quede negro para la joven, logra distinguir a la mujer sonriente al lado de su madre.

Nara abre los ojos sintiendo su barbilla golpear sobre su pecho sintiendo algo alrededor de su cuello al moverse un poco, lentamente levanta su cabeza sintiéndola pesada y cansada, con un fuerte dolor de cabeza directamente en la nuca, sus ojos se encuentran entrecerrados tratando de entender todo el dolor en su cuerpo. Al intentar tocar su cabeza le es imposible dándose cuenta que sus brazos se encuentran atados, la chica nota algo en su espalda reconociéndolo como un palo significativamente largo, rápidamente su mirada examina la habitación sin reconocerla, mientras comienza a mover sus brazos intentando liberarse, sus ojos bajan hacia el piso encontrándose a sí misma sobre una silla de madera, de repente el sonido de algo golpear el piso hace que levante su confusa mirada encontrándose con su madre usando una bata negra al lado de un gran espejo donde Nara logra verse de cuerpo completo encontrándose a si misma con ataduras en brazos, torso y piernas que recorren un largo palo grueso.

— ¿Mamá? — pregunta con terror en la voz — ¿Qué haces?

Nara levanta la cabeza encontrando otro palo colgando del techo donde una cuerda gruesa y algo afilada cuelga sobre ella finalizando alrededor de su cuello, un escalofrío recorre el cuerpo de la chica.

— ¿Mamá? — vuelve a llamarle con las lágrimas formándose en sus ojos.

Laura levanta la mirada con una tensa y congelada sonrisa en su rostro.

— ¿Qué haces, mami? — le pregunta la chica con su corazón acelerado.

Laura tararea una canción de cuna con voz fuerte ignorando a la chica quien vuelve a llamarle ahora de forma desesperada, mientras tanto, Nara ve a su madre colocar muchos palos delgados alrededor de ella formando una clara y nada improvisada hoguera. El corazón de Nara golpea su pecho con fuerza, las náuseas se hacen presentes con rapidez, así como un dolor en la boca del estómago.

— ¿Qué estás haciendo? — le pregunta.

Laura se detiene frente a ella con la misma sonrisa que la mujer con piel quemada le había enseñado desde el primer día que la vio en la habitación de su madre.

— Debía tardar más — le dice y acaricia la mejilla — debía enloquecerte, debías hacerlo tu, no yo.

Nara la mira con lágrimas comenzando a salir por sus ojos con el pánico en el pecho, éste se agudiza cuando el aroma característico de la gasolina llega a su nariz.

— Mamá — le llama — por favor, por favor.

— Es que la casa debía volverte lo suficientemente loca para hacerlo sola — la madre insiste con molestia visible sin ponerle atención— pero eres...tan curiosa, mi niña.

— Mami — susurra Nara sintiéndose incapaz de hacer otra cosa — espera, por favor, espera.

— Tu curiosidad te llevó a tantas cosas — su madre se inclina para abrir el galón de gasolina — hasta encontraste el libro que tu papá y yo habíamos retirado de todas partes, ese amigo tuyo es sumamente bueno investigando.

— ¿Qué?

Laura ladea la cabeza y se acerca para abrazarla de las piernas con dulzura mientras Nara trata de soltarse nuevamente.

— La maldición consumió la casa y finalmente a la familia — le dice — yo debo entregar lo que tu padre no pudo.

— ¿Yo? — Nara pregunta con horror en su cara por la respuesta que sabía llegaría.

Laura le sonríe con dulzura y vuelve a tararear la canción de cuna.

— Pensamos que con tu hermanastra sería suficiente — dice la mujer después de algunos minutos — pero no.... No fue así.

— ¿Hermanastra?

Laura rocía un poco de gasolina en los palos secos debajo sin responderle.

— La sangre femenina debe ser entregada a nuestro padre, siempre — le dice — pero debe ser con la que contrajo nupcias, no con quién engañó a la esposa.

— No...yo...yo no entiendo — murmura torpemente la chica mientras mira las ramas mojadas.

Laura se queda de pie frente a ella, la mira de arriba hacia abajo varias veces y Nara puede jurar como las lágrimas llenan sus ojos.

— Papá lo sabía — dice la madre con suavidad — yo lo supe y acepté cuando me uní a esta familia, yo sabía que era lo que debíamos hacer para continuar siendo poderosos y ricos.

Nara mueve sus piernas tratando de liberarse por milésima vez.

— Te irritarás las piernas, cariño — le señala — cuando me casé con tu padre, la noche de bodas, tus abuelos me contaron la maravillosa historia de poder y amor que ellos construyeron, nos dijeron que ahora era nuestro deber continuar con esta tradición familiar, pero.... llegaste y tu padre no pudo hacerlo, dejó que nacieras atándome a la cama para que no pudiera entregarte.

Nara tiembla ante la mirada dulce de su madre quien comienza a jugar con un encendedor color plata.

— El...me suplicó irnos, me suplicó una vida normal y pensé que sería buena idea, me convenció porque era un hombre maravilloso — dice Laura mirando directamente a su hija con una sonrisa que de repente cae dejando su cara seria — entonces supe de su desliz con la hija de los pastores de la iglesia, con esa adorable chica de piel tersa de donde llegó la pequeña de tu hermanastra.

— ¿Qu...é? — las palabras de atoran en la garganta de la menor — ¿Papá?

— Tu papá era un gran hombre, mi niña — le dice rápidamente y vuelve a sonreírle — el me suplicó perdón, diablos......Él rogó tanto, tanto, tanto por mi perdón hasta que se la otorgué .... Pero con una condición.

Nara mira hacia arriba por un momento tratando de controlar sus lágrimas.

— Yo quería poder — le dice sonriente — yo no quería perder la vida que le me había prometido...Vamos, por eso me quedé con él y no con el hijo del comandante.... Entonces le pedí poder.

— ¿Có...m... o?

— Tus abuelos siempre le dijeron que debía pagar el trato — susurra acariciando su cara con la voz dulce que Nara apreciaba tanto — debía entregar a su sangre...Y pensé que con esa sangre sería suficiente.

Entones Nara lo entiende.

— La niña.... La niña que miraba...en mi habitación — le indica — ¿era...?

— Tu padre creía que sí — le dice con seriedad — pero... yo nunca la vi.

— ¿La mujer de la casa...?

Laura fija su mirada hacia la niña y da algunos pasos hacia atrás en una especie de danza antigua que Nara jura haber visto en el video de la boda de sus padres.

— Él tenía que darlas, pero no fue nada fácil...— dice señalándola con una sonrisa tensa en su rostro y hace una pausa golpeando el piso donde está parada con su pie mirando hacia abajo—Hasta enterrar lo que quedó de ellas fue tan complicado, tu padre tenía tan buen corazón que sus gritos sonaron mas que los de ellas.

La chica trata de jalar un poco de aire sintiéndose mareada por la historia, pero el aroma a carne podrida llega y golpea fuertemente su estómago haciendo que las arcadas se hagan presenten con fuerza, sin embargo, no vomita, solo llora tragando duro.

— Pero no era sangre del matrimonio bendecido por el — dice la madre moviendo el cuello en el mismo tic nervioso que Nara presentaba en ocasiones.

— ¿Qué?

Laura la señala usando su dedo índice con jugueteo y una sonrisa cálida.

— Tenía que entregar su sangre bendecida — le dice antes de hacer una pausa frunciendo el ceño— pero no pudo, el no pudo.... Y yo lo intenté varias veces, tú estabas tan pequeña, tan frágil y era a cambio de dinero, de poder, de todo.... Pero tu amoroso padre, mi señor.... Era demasiado para ésta familia, para su apellido.

Nara siente su corazón latir débilmente comenzando a ser consciente de sus músculos tensos y básicamente entumecidos. Ligeramente mira hacia otro lado entendiendo hasta ese momento que se encuentra en el sótano viejo y mohoso de su casa.

— Mami, por favor — suplica — por favor...

Laura suspira tomando nuevamente el galón de gasolina con el ceño fruncido.

— El trato enloqueció a tu padre — le dice parada frente a ella — tu presencia enloqueció a tu padre, comenzó a ver a ambas en nuestra casa lejos de aquí diciendo que lo estaban siguiendo, que querían la sangre.

— Mami, mami — le llama Nara tratando de lograr algo en el sentido maternal de la persona que la mira balanceando el galón en sus manos — soy tu niña, mami, soy tu hija.

— Entonces tu padre se fue de forma tan dolorosa, de la misma forma en que se fueron ellas — narra asqueada la mujer mientras niega con la cabeza — y yo sabía que vendrían por mí, porque ya se había llevado también a tus abuelos, porque el trato no se había cumplido como debía serlo.

La mirada de Laura se enfoca en un enorme armario al lado derecho de Nara con una mirada perdida, la menor comprender que el aroma a carne podrida no venía de otra parte que de los cuerpos inertes de sus abuelos escondidos en el armario.

— Se supone que tu debías hacerlo sola — le repite — se supone que la casa te llevaría en el mismo camino por eso vinimos hasta acá, pero.... Tengo que apurar el proceso... lamento mucho eso, mi amor.

— ¿Mamá? — la pregunta sale en un susurro — Mami, no, espera...por...por favor...

— Dolerá un poco, pero será por poco tiempo. — le dice y sonríe — te lo prometo.

La gasolina cae en el cuerpo de la menor en salpicadura agresivas por parte de la madre quien tira sobre la ésta chorros de gasolina, Nara escupe de vez en cuando ésta entra a su boca por los gritos de súplica que salen de su boca.

— Tengo que hacerlo — dice la madre tirando el galón a un lado — tengo que hacerlo.

— Mami, podemos...podemos...buscar otra solución — Nara le suplica — no me mates...

La madre emboza una suave sonrisa y camina hacia frente a la niña jadeante, levanta su mano y acaricia su mejilla con suavidad.

— Tengo que acabar contigo — le dice pasando el pulgar por las lágrimas de su hija — tengo que matarte.

— ¡Eres mi madre! — le dice — ¿Cómo...cómo puedes hacerme esto?

— Era mi maldición o la tuya, Nara — su madre aprieta la mejilla — tu alma debe arde con la de tu padre para mi salvación, debo matarte para ser libre.

Laura se aleja escuchando llorar en voz alta su hija, pero al girar a verla, la menor comienza a reírse de forma estrepitosa y tétrica mientras hecha hacia atrás la cabeza en un ataque de risa que confunde, y aterra, a la madre.

— Lo sé — Nara sonríe mirando a su madre — por eso maté a papá.... Y a los abuelos.

La cara de la madre se deforma en incomprensión y confusión, así como un terror que invade desde su estómago hasta su espina dorsal.

— ¿Qué?

— Verás madre — le dice — nunca mentí cuando les decía que la niña hablaba conmigo, pero les mentí cuando les dije que me asustaba... Mi hermana era buena y quería mi libertad.

— ¿De qué habla...s?

— Debía entregar sangre al señor — le dice seria — debía entregar toda la sangre y carne de las personas que hicieron el trato si quería romperlo.

Los brazos de Nara caen a los lados al mismo tiempo que las cuerdas que aprisionaban su cuerpo, liberándola en su totalidad, con calma la chica retira la soga de su cuello y baja de un brinco de la silla balanceándose con suavidad.

Al levantar la mirada, una aterrada Laura se encuentra con los ojos fríos de su hija teñidos de una tonalidad negra haciéndola parecer que hay cuencas vacías en vez de ojos.

— ¿Nara? — murmura la madre — espera, mi niña, ¿de qué hablas?

— Oh, de nada va a servir que intentes prender el encendedor detrás de ti — le dice — no prenderá.... Aun.

La acción oculta se detiene ante las palabras dichas con una voz ronca y escabrosa, Nara le sonríe, sus dientes se han teñido de una tonalidad amarillosa.

— Espera Nara — le suplica la madre — no...soy...soy tu madre.

— El trato fue complicado — confiesa Nara ignorando la súplica de la mujer— debía traerte aquí y debía entregarte aquí, entonces es lo que haré, ¿pero sabes que es lo peor, madre?

Laura niega lentamente con la cabeza y Nara estira su mano enseñándole la llamada terminada al 911.

— Es que nadie va a creerte inocente — le dice sonriendo.

— ¿Qué?

— Falleciste tan trágicamente madre — le dice suavemente al mismo tiempo que tira el teléfono de lado — en tu intento desesperado de matarme enloquecida por la aterradora historia te mojaste tu propia bata con la misma gasolina que tiraste a mi cuerpo.... y en una mala jugada del destino, el encendedor cayó sobre ti al resbalarse, al no estar cerca no llegó a mi obligándome a mirar como el fuego consume todo de ti, iniciando con piel, obligándome a ver como caen sus pedazos mientras gritas que te ayude hasta que el dolor te provoque un shock cardiaco... Y entonces, seré la pobre huérfana sobreviviente de la loca familia Allen.

Aterrada por la narrativa, Laura deja caer el encendedor sin darse cuenta que éste se enciende cayendo en su bata la cual rápidamente se enciende comenzando a consumirla.

— ¡NARA! — grita la madre — ¡NARA!

Con calma la chica se acerca a la madre quien intenta tocarla haciendo que Nara ladee la cabeza mirando a su madre caer en el piso de rodillas mientras el fuego la consume hasta hacer que sus cabellos teñidos de cobrizo se vuelvan negros.

— Falta algo madre — le dice sonriente.

Entre el dolor, la madre nota como unas pequeñas manos quemadas toma sus manos que están en llamas madre llevándolas hasta los brazos de Nara colocando sus dedos dentro de las heridas previas, cuando sus ojos buscan a la dueña de esas manos se encuentra con la pequeña niña que su hija describió tantas veces.

— El sacrificio sangre y carne de la última en el linaje de la familia — dice Nara seria con ambos brazos estirados.

Y ante la borrosa mirada de la madre quien sigue gritando, sus manos comienzan a hacer grandes hoyos en la piel de su hija pues sus uñas y dedos están prácticamente hundidos en la piel de la joven quien solo la mira. Laura solo siente dolor en todo el cuerpo, pero en el último momento de lucidez y para horror ésta misma, la madre se da cuenta que las heridas previamente realizadas hacen que sus uñas arranquen la piel de su hija con más facilidad.

La joven se suelta haciendo que la madre caiga en el piso incapaz de moverse con sus dedos llenos de carne y sangre las cuales expiden un aroma familiar.

— Lo siento mami — Nara le sonríe y da un ligero vistazo a sus brazos sangrantes — es tu libertad o la mía.

El humo sube y el silencio reina en el lugar, con calma Nara se sienta en cuclillas al lado del cuerpo de su madre quien jadea con sus últimas fuerzas, Nara le sonríe tocándola suavemente con ligero cuidado sonriente al darse cuenta que el fuego no se le acerca.

— Esperé 11 años para esto mami — le cuenta a la madre moribunda — 11 años donde planeé cada uno de sus movimientos, cada uno de sus accidentes, cada una de sus acciones, donde los hice creer que ustedes estaban al control.

Nara le sonríe a su madre y tararea la misma canción que ella cantaba hacía unos minutos.

— 11 años para ser libre, mami hermosa — Nara suspira y se pone de pie — 11 años tuve que soportar escucharlos hablar mal de mí nacimiento, mismos que tuve que soportar tus intentos de acabar conmigo, 11 años donde tuve que mentir diciendo que mi hermana era quien quería matarme cuando eras tú la que hacía todo, como la vez que me tiraste a la alberca que tenía el hule protector, o cuando me preparaste el biberón con cloro haciendo que mi padre me lo diera para calmarme y vomité sangre que recolectaste...

Nara suspira con cierto recelo recordando su infancia.

— O la vez que me diste 8 veces mi dosis de medicamento y me mandaste a bañarme, o cuando me diste el calmante para cortas mis muñecas, o ya sé, ya sé — Nara ríe un poco y señala el cuerpo inerte de su madre — La vez que me pusiste la bolsa en la cabeza y pusiste cinta alrededor de mi cuello... o cuando me mandaste a dormir con la llave del gas abierto la noche que papá, mis abuelos y tú se habían ido a cenar...

Nara truena su cuello y se estira dándose cuenta que su madre no respiraba más, sin emociones la chica parpadea lentamente.

— 11 años escuchando también las ridículas suplicas de mi papá para que los demonios lo dejaran tranquilo por no cumplir su promesa — finaliza con molestia — 11 años donde mi padre no pudo hacer nada para detener ésta locura.

Nara sube nuevamente a la silla para atar sus piernas, su torso, volver a poner la cuerda alrededor de su cuello y atar sus manos con facilidad al mismo tiempo que el sonido de las patrullas llegar fuera mientras el cuerpo de su madre sigue ardiendo expirando un aroma fuerte a carne asada.

— Trato hecho — murmura con una sonrisa antes de comenzar a llorar y gritar con fuerza llamando así la atención de la policía que recién había entrado alertado por el 911.

3 policías armados bajan al sótano acompañados de 1 bombero, Nara jadea mirándolos mientras ellos se acercan con cuidado.

— Mi...mi...mi mamá — tartamudea la chica — es...mi mami

— Está bien — dice el policía — tranquila, tranquila.

Nara mira al bombero mientras éste mira horrorizado la imagen de la madre, Nara es bajada de la silla por el policía y sus piernas flagean haciendo que otro policía entre en acción sosteniéndola, Nara mira a su madre y trata de avanzar a ella cuando el bombero voltea el cuerpo mostrando la cara derretida y piel colgando.

— Mi mami — dice llorando y encaminando — mami.

— No mires — le pide el policía que la sostiene de la cintura cargando su pecho — no mires.

— Se le cayó — jadea — el...el...el encendedor

Los policías se miran y suben las escaleras con ella en brazos, la chica camina con dificultad con su rostro serio, en un perfecto actuado, estado de shock. Al salir de la casa se encuentra con Kai siendo sostenido por 1 policía, apenas la chica sale por la puerta el chico se libera corriendo hacia ella.

— ¿Qué...que pasó, Nara? — pregunta aterrorizado al sentir el aroma de la gasolina.

Nara no responde pues el llanto es constante imposibilitando el habla.

— Está en shock — afirma el policía — dale espacio.

Kai la mira, Nara levanta sus brazos con un temblor notorio al cuerpo.

— ¡Sangra! — dice el chico y gira a los paramédicos que ya venían en camino — ¡Está perdiendo mucha sangre!

3 paramédicos los rodean, Nara solo siente como la mueven y acomodan, la chica es sentada en una camilla mientras mira al bombero salir de la casa con la piel pálida.

— Llamen a los forenses — indica — es una escena....

El bombero niega con la cabeza sin poder encontrar palabras para describir el estado del cuerpo. Al paso de unos momentos y entre curaciones, Nara mira a diversas personas llegar a la casa, entre ellos reporteros y forenses los cuales entran a la casa con algunas herramientas.

— ¿Qué pasó? — el padre de Kai, el jefe Harries

— La madre intentó quemarla viva en una especie de ritual — dice el policía que había entrado a la escena — pero.... Terminó quemándose ella.

— ¿Cómo?

— Según lo que escuché del forense, el encendedor se le resbaló de las manos — dice con cuidado — y terminó quemando su bata negra.

El jefe mira a la chica quien es atendida por los paramédicos y acompañada de su hijo, así como rodeada de 6 policías quienes alejan a los reporteros amarillistas.

— ¿Es la llamada del 911?

El policía asiente.

— Tuvo suerte de tener su celular a la mano en ese momento — dice el policía — su madre se lo quitó de seguro pues estaba cerca de su cuerpo.

El jefe Harries mueve la cabeza de lado a lado con cierta pesadez, al final el cuerpo que sacarían de esa casa era el de la mujer del cual estuvo enamorado en su adolescencia.

— ¿Mi mamá? — pregunta de repente Nara recuperando el sentido.

Una chica que limpia sus heridas la mira con pena.

— Tranquila — le dice — todo estará bien.

— ¿Y mi mamá? — repite.

Otro paramédico que escribe tras ella la mira por un momento.

— Está en estado de shock — dice sin responder realmente a la menor

La chica asiente y mira a Nara quien está mira salir el cuerpo de su madre envuelto en una sábana blanca sobre una camilla acompañados de los profesionales de medicina forense. Nara trata de levantarse.

— ¿Es mi...mi mamá? — pregunta horrorizada — ¿Es mi mami?

Los paramédicos la sostienen ligeramente, Nara se mueve de forma violenta.

— Nara, espera por favor — le pide Kai a los pies de la ambulancia — te harás más daño.

— Debemos irnos — dice la chica quien la curaba — está perdiendo mucha sangre.

— ¿Puedo ir? — Kai pregunta — Soy amigo de ella.

Los paramédicos asienten sin prestar demasiada atención pues pelean con Nara quien se jala ligeramente, evitando que se haga más daño todos suben al auto tras avisar a los policías que protegían el área mientras ellos controlaban la hemorragia de los brazos de la víctima y cierran la puerta, la chica siente encender el auto y comenzar a avanzar dejando atrás su casa, a los reporteros y a su maldición.

— No, no, no — dice intentando levantarse — mi... mi mamá...

Al paso de unas horas, Nara mira el techo del hospital donde su madre trabajaba, sus ojos divagan hasta sus brazos los cuales habían sido atendidos de una forma que ella no comprendía muy bien, pero le servía para dejar de sangrar. La menor suspira sentándose con dificultad al escuchar la puerta abrirse, ahí se encuentra con una angustiada Sarah y un preocupado Kai quienes rápidamente se acercan.

— ¿Có...cómo estás? — Sarah tartamudea

Nara línea sus labios ligeramente y levanta los hombros con un gesto de dolor. Los chicos se sientan en sillas cercanas a ella con sumo cuidado, pero antes de que Nara pueda hablar la televisión llama la atención de los 3 quienes rápidamente giran sus cabezas notando que en la pantalla una grabación de la casa de Nara y una foto de ella con su madre están siendo reproducidas con el título "La maldición de los Allen: de leyenda a realidad".

— Mi...mamá — dice ella y los chicos la miran — ¿Esta...está muerta?

Sarah y Kai se miran, rápidamente la chica pelo lacio se encamina a tomar su mano con suavidad.

— No fue tu culpa — le dice con dulzura — el...audio está en todas partes, tu mamá...perdió el camino y eso no fue tu culpa, tu sobreviviste a esto.

— Cierto — afirma Kai colocando su mano en el muslo de la chica con cuidado — nada de esto es culpa tuya Nara, no sientas culpa por la muerte de nadie.

Nara asiente sintiendo las lágrimas correr por sus mejillas para ser abrazada por sus amigos con cierta fuerza.

— No estarás sola — Sarah murmura en su oído — no te preocupes.

— Ambos estaremos contigo — afirma Kai — ambos vamos a cuidarte.

Y ante la inocencia de sus amigos y la calidez de su abrazo, Nara se limita a reprimir una sonrisa mirando a su hermana de pie frente a la cama.

— Lo sé — responde con sus ojos fijo en la pequeña niña quemada quien le sonríe de la misma forma que su padre lo hacía — yo nunca estoy sola.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top