La rosa 6

Prisma batió las alas con rapidez. Los dragones actuarían como una distracción, pero solo era cuestión de tiempo para que Rubín se diera cuenta del engaño. Con los ejércitos marchando hacia las afueras del reino, quedaban pocos soldados para proteger la ciudad y al rey. No había un mejor momento para llevar a cabo el plan.

Aterrizó sobre la montaña sagrada. Miles de dragones yacían bajo la tierra. Sus huesos funcionaban de abono para las plantas que allí crecían. Las chispas de magia se unían con la tierra, dando vida a la montaña misma. Prisma buscó la rosa. La flor solo se originaba cada tanto siglo y era fruto de la magia más pura. Cortarla era un sacrilegio a lo que representaba, y también, una maldición. La dragona no pensó en eso mientras caminó sobre las enredaderas hasta llegar a la rosa. Si las leyendas eran ciertas, sería capaz de amplificar hasta la más pequeña gota de magia. Acercó sus garras a la flor y, sin dudarlo, la arrancó. El rugido adolorido de cientos de dragones hizo estremecer la montaña.

—¿Por qué lo hiciste?

Prisma levantó la cabeza para ver a un dragón anciano parado entre las espinas. Los rayos del sol atravesaron su cuerpo etéreo. Parpadeó, pensando que se trataba de una ilusión, pero al ver a quien le hablaba, retrocedió. Estaba en presencia de un ancestro.

—Yo... —se armó de valor—. La necesito para salvar a los dragones, para salvar a mi amigo.

Los ojos verdes azulados del dragón se dirigieron a la rosa. Prisma tragó.

—¡Devuélvela! —rugió el anciano.

Las espinas treparon por las patas de Prisma, lastimándola.

—No puedo, es lo único que nos salvará.

—Si no lo haces, morirás.

Prisma intentó sacudirse las espinas que se enrollaban por su cuerpo y alas con rapidez. Le perforaron la piel a pesar de la dureza de sus escamas.

—Por favor... —suplicó.

—No entiendes cómo funciona la magia. Si tanto deseas la rosa, debes dejar algo de igual valor.

El anciano estiró la cola para que las espinas no penetraran más en la piel de la dragona. Prisma suspiró al sentir un poco de alivio.

—¿Qué quieres a cambio?

—Solo soy un guardia creado a partir de la vida y recuerdos de los dragones que yacen bajo la tierra. No soy dueño de este lugar ni de esa rosa.

—¿Entonces a quién?

—Dale tu voto a la montaña misma, a los dragones, a la vida. Pero te advierto, el precio a pagar es innombrable.

Prisma no tuvo que meditarlo. Le había fallado a todos. Daría su propia vida para enmendar su error si fuese necesario.

—Lo haré —dijo con determinación. Las espinas se retiraron hasta dejarla libre.

El dragón asintió.

—Entonces te ayudaré.

Prisma le pidió al anciano que le mostrara la forma de crear una barrera. Si él fuera el conocimiento mismo, sabría como levantarla. El espíritu emprendió el vuelo, Prisma lo siguió llevando la rosa entre sus garras.

—Deberás sembrar en cada extremo del reino un pétalo. Solo uno. Cuando lo termines, amplifica tu magia con la rosa para que esta obedezca tu voluntad. —Hizo un gesto con la cabeza para que continuara—. Debes ir sola.

Prisma se dirigió hacia los límites de Drakros para sembrar los pétalos. En el momento en que abrió la tierra para introducirlos, se volvieron semillas de las que brotaron raíces. Observó con pesar los pilares de humo que provenían de la ciudad; se le agotaba el tiempo. La dragona hizo fluir su magia como había hecho con Galem, le pidió a la magia que esparciera como lluvia su poder. Rezó porque hubiera funcionado cuando la energía abandonó su cuerpo y se espació como una onda que cubrió el cielo y la tierra.

—Vamos, funciona —suplicó al ver que los ejércitos seguían avanzando—. Funciona.

Minutos después los vio detenerse frente a muros invisibles. Prisma sonrió aliviada. Lanzó una bola de fuego al aire para dar la señal. Nunca había usado semejante cantidad de magia y la creación de la barrera solo podría compensarlo con su vida.

El anciano la esperaba en la cima de la montaña, su cuerpo etéreo fundiéndose con la naturaleza misma. Prisma sostuvo la flor con fuerza. Le quedaban pocos pétalos y el tallo comenzaba a marchitarse. La magia que aún poseía era suficiente para llevar a cabo el intercambio.

—¿Estás lista? —le preguntó.

—Lo estoy, pero antes debo hacerle llegar esta rosa. Luego te entregaré mi vida.

—No puedo dejarte ir. Tu vida ya no te pertenece.

—Por favor, prometo que volveré. Solo debo realizar el intercambio, es la única forma de salvar a mi amigo.

El anciano se echó a reír.

—¿Y condenar a toda tu especie? Si el rey se adueña de la rosa este mundo se pudrirá. No hay nada que puedas hacer.

—No permitiré que eso suceda —le aseguró Prisma.

—Te recuerdo que tu vida ya le pertenece a la montaña, tu tiempo se agota y es probable que ni siquiera puedas acercarte al palacio antes de que tu alma sea reclamada. No tienes oportunidad.

Prisma rugió.

—Aun así, quiero intentarlo. Déjenme vivir hasta el anochecer y pondré fin a esta disputa sin sentido.

—¿Serás capaz de matarlo?

Prisma cerró los ojos.

—Haré lo necesario para salvar al reino de su maldad —sus ojos brillaron llenos de determinación.

El anciano caminó hacia ella.

—Entonces te ayudaremos, con una condición —añadió—. Si las cosas no salen como planeas, queremos tener algo que nos ayude en la posteridad. Su línea de sangre estará destinada a proteger a nuestra especie.

—No tengo nada de semejante valor.

El dragón sonrió.

—Hay algo creciendo en ti. No es humano ni dragón. Es magia y a la vez... —negó con la cabeza como si le costara creerlo—, esperanza.

Prisma soltó un rugido cuando un dolor fuerte la atravesó. ¿Cómo era posible? No podía ser cierto. Gritó al ver su vientre hincharse. «Es imposible», se repitió una y otra vez. Galem era humano y ella... había sido humana durante la concepción de lo que sea que estaba creciendo en su interior. Prisma se arrojó al suelo cuando las contracciones se volvieron insoportables. Necesitaba ayuda, llamar a alguien, esto no le podía estar pasando. Los dioses tenían que odiarla, era eso, o no la torturarían de esa forma.

—Usaré magia para acelerar el proceso, no tenemos tiempo para esperar un nacimiento adecuado —explicó, sin ninguna pizca de compasión.

La cabeza de Prisma dio vueltas. El dolor no hacía más que aumentar a la vez que su desesperación. Había presenciado nacimientos, pero nunca esperó tener que experimentarlo, al menos en más de cincuenta años, cuando su cuerpo fuera del todo adulto para concebir. Un dolor fuerte la atravesó y, por un momento, sus ojos se nublaron y la conciencia la abandonó. Cuando se incorporó, vio un cascarón de plata fundida junto a ella. Era más pequeño que los que había visto, demasiado pequeño para ser un huevo de dragón.

—Dame el huevo —exigió el anciano.

Prisma le entregó el cascarón con los ojos llenos de lágrimas. Su hijo estaba adentro y ella nunca lo vería nacer. Se preguntó qué forma tendría y si le contarían algún día sobre la dragona que sacrificó todo para salvar a su especie.

—¿Estará bien? —Prisma lo acarició con la cola. Su cuerpo aún dolía, pero quería tener ese último contacto con él. Su instinto le gritaba que lo protegiera, que lo llevara al nido para incubarlo como era debido, aunque Prisma dudaba que fuera igual, ya que el ser que habitaba dentro del huevo era una creación de los dioses. Se resistió a agarrarlo de vuelta. Ella no pasaría la noche, pero al menos su bebé estaría a salvo.

El anciano asintió.

—Crecerá oculto de todos y cuando llegue el momento, terminará con esta batalla que apenas inicia.

—Su padre... él...

—Lo siento, nadie debe saber de su existencia.

Prisma volvió a mirar el huevo. Su corazón se encogió al tener que abandonarlo, al saber que Galem nunca sabría la verdad. Tomó la flor entre lamentos y lágrimas.

—Por favor, protégelo.

Alzó el vuelo sin mirar atrás. Sus alas se sentían pesadas y la vida la abandonaba con cada aleteo. Prisma rezaba por llegar a tiempo, porque la pesadilla que había vivido se detuviera. Madre. Era madre. Tuvo que luchar contra la tormenta de sentimientos que la invadían. Tenía una misión. Una última misión. De ella dependía la vida tanto de dragones como humanos.

***🌹***

N/A: ¡Hola! Si has llegado hasta aquí: ¡Gracias por leer! ¿Quién será el descendiente de Prisma y Galem? ¿Lo hemos conocido? Pronto descubriremos que fue lo que dio inicio a la profecía y el final de esta historia que dio origen a la batalla entre príncipes y dragones. Para los que me han preguntado por Jasper y Oliver, pronto los volverán a ver y estarán protagonizando la Tercera Parte de esta historia, que desde ya les adelanto, será bien intensa. ¡Hasta el próximo capítulo!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top